La crisis económica y el paso del
tiempo
Desde que se
inicio la crisis financiera Occidental en el 2008, el
paso del tiempo va mostrando como
la misma no constituye una crisis cíclica sino que afecta a los fundamentos
estructurales del modelo consumista de desarrollo económico mundial liderado por
Occidente desde el final de la Segunda Guerra Mundial. La consideración de la
naturaleza de la crisis económica mundial es importante pues en función de la
misma se adoptan por los diferentes agentes económicos unas medidas u otras en
el medio plazo.
Los países
occidentales están instalados en el criterio de que la presente crisis es una crisis
cíclica y por ello las medidas
adoptadas por los gobiernos y la bancos centrales, son recetas clásicas
anticíclicas, consistentes en el caso de lo bancos centrales en abaratar el
valor del dinero para estimular la demanda a la vez que se controla la
inflación, y en el caso de los gobiernos propiciando su endeudamiento a la vez
que se recortan gastos y gravan impuestos, para no incurrir en un fuerte
déficit.
El convencimiento
de los políticos neoliberales de que después de los planes de ajuste de las
cuentas públicas se producirá la recuperación les está llevando a persistir en
políticas que el paso del tiempo año
tras año las revela infructuosas, y la crisis lejos de mostrarse como cíclica se
está convirtiendo en una progresiva depresión.
La insistencia de
los políticos y economistas en los principios neoliberales consagrados en las
constituciones Occidentales, obedece a dos criterios, en primer lugar, a que la
escuela económica neoliberal no tiene dentro de sus fundamentos macroeconómicos
elementos para abordar la presente crisis estructural del modelo
de crecimiento consumista de los
países desarrollados y, por lo tanto, las políticas anticíclicas no pueden dar
los resultados esperados y, en segundo lugar, porque el entramado financiero,
político y mediático Occidental no puede admitir ante su ciudadanía la carencia
de alternativas. Ello lleva a que la acción económica Occidental se encuentre
instalada en la inmediatez de la acción para sortear sobre la marcha los
problemas que se van presentado ante la falta de crecimiento económico.
Debido a que la
crisis no es cíclica sino estructural la misma seguirá prolongándose y, con
ello, se está gestando una segunda crisis financiera de los bancos occidentales
que solamente se ha develado en parte, singularmente en el sector financiero
español. La particularidad de esta segunda crisis financiera a la que está
abocada la banca occidental,
propiciada por la falta de crecimiento del que detraer plusvalías presentes y a
futuro, va a estar determinada por la imposibilidad de implementar nuevos planes
de rescate a costa de las cuentas públicas debido a las enormes deudas
contraídas por los Estados en estos últimos años, estando abocado el sector
bancario occidental, ante la pérdida del valor de sus activos por falta de
negocio, a una profunda reestructuración financiera que liquide los bancos
insolventes y concentre los progresivamente mermados activos financieros.
Esta percepción
de la crisis del modelo consumista occidental se refleja en la encuesta
publicada este mes por el Pew
Research Center, en la que se entrevistó a 26.210 personas en 21
países, que representados gráficamente en cuatro grandes regiones del mundo como
son: China, EEUU, la UE y los países árabes, muestra entre los años 2007 al 2012
una acusada tendencia pesimista sobre la economía en EEUU, la UE y los países
árabes, y una fuerte y sostenida confianza en la marcha de la economía en el
caso de China.
En los países en
desarrollo y particularmente en los países emergentes, el
paso del tiempo está incrementando la percepción de que la presente crisis no
es cíclica sino estructural, y en consecuencia su crecimiento sustentado en el
consumismo occidental va ir perdiendo progresivamente fuerza.
Los países emergentes más conscientes de esta crisis estructural occidental como
son China, Rusia y Brasil intentan progresivamente que los planes de desarrollo
estén lo menos posible lastrados a los países occidentales, intensificando para
ello la colaboración entre los propios países emergentes y en desarrollo.
Es en esa
dirección en la que hay que situar la Quinta Conferencia Ministerial del Foro
sobre Cooperación China-África (FOCAC) en Beijing, el 19 de julio de 2012 que
reunió a China y a 50 de las 54 naciones soberanas que tiene África. China
acordó con las naciones africanas proveer 20.000 millones de dólares a través de
líneas de crédito a los países africanos para asistencia a las infraestructuras,
la agricultura, la industria manufacturera y a las pequeñas y medianas empresas,
actividad que ya viene desempeñando China desde hace varias décadas en su
política de colaboración entre países en vías de desarrollo.
También hay que
situar en esa dirección la apuesta de Rusia por integrarse en el desarrollo en
Asia Oriental, que tendrá un punto importante en su materialización en la
próxima cumbre de la APEC (Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico) que
tendrá lugar en la isla Russki cerca de Vladivostok, en el Extremo Oriente ruso,
entre el 2 y el 9 de septiembre de 2012.
Y en Sudamérica
cobra relevancia el fortalecimiento del MERCOSUR con la entrada en el mismo de
Venezuela, y con la progresiva diversificación del comercio de la región en el
que en los últimos años, además de los socios tradicionales, China está tomando
un protagonismo de primer orden.
No obstante, la
incierta deriva que está experimentando Occidente en esta crisis, debiera llevar
a los países emergentes y en desarrollo a actuar con mayor premura e intensidad
en su colaboración y desarrollo recíproco sino quieren correr el riesgo de verse
arrastrados por las sacudidas económicas que todavía pueden estar por venir en
el mundo occidental.
Los países
emergentes, en esta reorientación de su estrategia mundial, no sólo deberán
responder a los desafíos económicos sino que también van a tener que adecuar su
estrategia defensiva, pues Occidente y sus aliados están traduciendo su
debilidad económica en un incremento de su agresividad bélica mundial. EEUU con
su regreso a Asia y sus pretensiones de enemistar a China con sus vecinos, la
OTAN con el creciente acoso a Rusia tanto en campañas mediáticas en su contra
como con su hostigamiento a través de la ampliación de sus infraestructuras
militares en los países del Este europeo, particularmente con su proyecto de
Escudo Antimisiles, a la que ha venido a sumarse la reactivación por parte de
Japón del contencioso de las islas Kuriles. En Latinoamérica con la permanente
intromisión occidental en los asuntos de la región y la permanencia de la IV
flota de EEUU, y en los países árabes y el Próximo y Medio Oriente con la
presencia militar directa de la OTAN.
Aunque
afortunadamente la política de bloques geomilitares desapareció tras el fin de
la URSS, Occidente ha mantenido la OTAN y no va a permanecer impasible ante la
emergencia económica y política de otros actores internacionales y, por ello,
las naciones que precisan de las políticas de paz
y desarrollo tendrán que
considerar la creación de alianzas regionales en el plano defensivo que les dote
de un mayor potencial disuasorio que les permita asegurar la paz ante posibles
amenazas e injerencias exteriores.
La política
militar occidental se caracteriza por ser agresiva con las naciones débiles que
no se avienen a sus dictados, y ser prudente con las fuertes, tal vez por ello,
Rusia y China se sienten seguras pero la labor de cerco occidental a través de
terceros países es una política muy activa por parte de la OTAN y EEUU. La mejor
respuesta para estas dos naciones y las que componen la Organización de
Cooperación de Shanghai (OCS) debiera ser reforzar el compromiso de ayuda mutua
en materia de defensa.
En el caso de
Sudamérica, la Unión de Naciones Suramericanas UNASUR está demostrando su
efectividad regional, puesta de relieve últimamente con la firme posición
adoptada frente al golpe de Estado de guante blanco en Paraguay, pero su
política regional a favor de la paz no será totalmente efectiva hasta que la
región no diseñe una política de defensa conjunta.
Las diferentes
regiones del mundo económicamente emergentes, que precisan de la política de
paz y desarrollo, tendrán que saber fortalecerse a través de alianzas
defensivas regionales para asegurar la paz mundial frente a las convulsiones
geopolíticas que se puedan manifestar como consecuencia del malestar económico
occidental, y a su vez, estas alianzas podrían contribuir por su fuerza
disuasoria a cambiar la naturaleza hegemónica occidental y posibilitar una
integración económica que permita un desarrollo socioeconómico mundial
inclusivo, donde, finiquitadas las aspiraciones hegemónicas, las alianzas
militares carezcan de sentido y se pueda abordar una política de desarme mundial
efectiva.
-------------
Javier Colomo Ugarte
Doctor en Geografía e Historia