La distribución del trabajo ante
un escenario de crisis económica de larga duración
El comisario de Economía de la UE,
Olli Rehn, declaró el 04/11/2013 que la economía de la eurozona se contraerá un
0,4 por ciento este año, en línea con las anteriores predicciones. Por otra
parte, el desempleo se mantendrá en su nivel récord actual del 12,2 por ciento
durante todo 2014.
La consideración de la economía de
la UE en un conjunto común, como manifiesta el comisario de Economía de la UE,
Olli Rehn, carece de valor práctico, y responde a un enfoque político más que
económico. En la UE la diferencia de las variables macroeconómicas entre países
es de tal magnitud que meterlas todas en un mismo bloque solo sirve para ocultar
la descoordinación macroeconómica de la Eurozona.
El factor común no solo de la
Eurozona sino de los países desarrollados es el estancamiento o débil
crecimiento del PIB y el endeudamiento progresivo de los Estados para seguir
haciendo frente a los gastos corrientes, a la espera, sin base científica, de
que llegará un año en el que el crecimiento económico volverá a las tasas de los
años anteriores al inicio de la crisis en el 2008 y, con ello, aumentarán los
ingresos fiscales para hacer frente a los intereses y las deudas contraídas.
Una espera ésta que se hace ya
agónica y el discurso de la recuperación se ha convertido con el transcurso de
los años en una letanía retórica, que aumenta el escepticismo de la ciudadanía,
porque los partidos políticos y agentes económicos de los países desarrollados
no pueden admitir la evidencia de que no existe el año de la recuperación
sostenida para otra década de prosperidad.
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El crecimiento del PIB de los países
desarrollados en la década anterior a la crisis del 2008 respondió a un modelo
de crecimiento económico mundial sustentado en la demanda
efectiva de menos de un tercio de
la población mundial de los países más desarrollados, la cual, concentraba más
de dos tercios del consumo mundial, y acaparaba la mayoría de los recursos del
planeta tanto energéticos como de materias primas. Ese modelo es irrepetible,
tanto desde el punto de vista económico como medioambiental.
El ciclo económico neoliberal
(1973-2008) dirigido por los grandes finanzas occidentales quebró en la crisis
financiera del 2008, no solamente por el apalancamiento financiero de los
consumidores y de la mayoría de las entidades bancarias, sino porque en todo
ciclo económico la tendencia general es que se produzca una concentración de la
riqueza en pocos propietarios del tal manera que el volumen de la renta
inversión pasa a ser
relativamente muy superior a la renta
consumo que es la que estimula la
inversión, pues sin consumo no puede haber expectativas de inversión rentable,
con lo cual, la renta inversión se
convierte en un montón de dinero sin salida factible.
Esta contradicción del ciclo
económico que en el periodo de las economías nacionales de posguerra se resolvía
a través de políticas de imposición fiscal sobre quienes concentraban la
renta inversión para traducirla a renta
consumo o demanda
agregada propiciada por los
propios Estados, actualmente, debido a la desregulación financiera
internacional, no es posible. Los paraísos fiscales y la banca en la sombra
acaparan la renta inversión sin
que ningún gobierno pueda actuar fiscalmente contra la misma, de tal manera que
ésta se orienta a la especulación con las deudas soberanas y, al no invertirse
en actividades productivas por falta de demanda
efectiva, ha pasado a incrementar una burbuja bursátil en la que los
indicadores más importantes baten records históricos mientras las expectativas
de crecimiento del PIB en los países desarrollados no son nada alentadores.
El sector financiero occidental ante
la imposibilidad de invertir en actividades económicas rentables por no existir demanda
efectiva para el consumo, ve
reducidos sus ingresos y la única solución que le queda para mantener su
solvencia es la concentración
bancaria, en la que los bancos más importantes van haciéndose con los
activos sanos de los bancos en quiebra, de tal manera que los bancos mejor
situados aumentan sus ganancias a costa de la absorción de la liquidación de los
bancos insolventes, pero en su conjunto el sector financiero se reduce.
Creer que será el mercado el que
volverá a regular la recuperación económica de los países desarrollados, se ha
convertido en un acto de fe del axioma del credo neoliberal. Un acto de fe que
está sobre todo alentado por quienes controlan gran parte de la renta
mundial en los paraísos fiscales
y la banca en la sombra y
con sus recursos controlan a su vez la política económica y los grandes medios
de comunicación occidentales. Pero mientras esta oligarquía mundial antepone sus
intereses a la recuperación económica, los países emergentes ganan
progresivamente espacio en la economía mundial y de persistir esta tendencia en
las próximas décadas su influencia puede ser determinante en la economía
mundial.
Tal y como analizará magistralmente Karl
Polanyi en su obra La
Gran Transformación, ninguna de las dos grandes crisis que precedieron a la
del 2008, como fueron la de 1873 y la de 1929 se solventaron a través del libre
mercado, sino que en las dos se recurrió al proteccionismo, y el predominio del
Estado. Ahora es diferente, el mundo está tan interconectado económicamente que
hace que sea inviable una salida proteccionista y, por ello, los países
desarrollados debieran promover una integración económica con los países
emergentes y en desarrollo, y acabar con la banca en la sombra y los paraísos
fiscales para controlar fiscalmente a quienes detentan la renta
inversión, pero las sucesivas cumbres del G20 ya ha evidenciado que los
países desarrollados no apuestan en esa dirección y van a seguir persistiendo en
la ensoñación de que volverán a protagonizar el ciclo alcista de la recuperación
económica.