El impulso geoestratégico
La política
internacional en la segunda década del siglo XXI responde principalmente a dos
concepciones globales sobre el destino de la humanidad que conforman a su vez dos
impulsos geoestratégicos de diferente naturaleza; un impulso
geoestratégico fuerte cuya finalidad es la hegemonía mundial para el
beneficio de unas pocas naciones y está liderado por EEUU, y un impulso
geoestratégico suave* cuya finalidad es la prosperidad económica compartida
de las naciones y está protagonizado principalmente por China.
La naturaleza del
impulso geoestratégico determina la actuación geopolítica. Las naciones que
participan del impulso geoestratégico fuerte, se basan en la supremacía
política sobre otras naciones, la acción militar es ofensiva y la política
exterior es injerencista. En las naciones que participan del impulso
geoestratégico suave, el discurso político se fundamenta en el
reconocimiento de la convivencia en igualdad entre todos los sistemas políticos
mundiales correspondiendo a las sociedades de cada nación cambiarlos sin
intromisiones foráneas, la acción militar es defensiva y la política exterior no
injerencista.
Las potencias
occidentales de la OTAN, Japón y Corea del Sur se incluyen en el proyecto de
EEUU aceptando su liderazgo. De la concepción de desarrollo económico
universal compartido participan las naciones en desarrollo más importantes y
significativamente los latinoamericanos agrupados en la organización ALBA. En el
caso de las potencias fuera de la tutela estadounidense y que carecen de
un ideario global su política
exterior se fundamenta en la acomodación pragmática de sus intereses como nación
en el escenario internacional. En el caso de Rusia este pragmatismo se expresa
en su inclusión en el grupo BRICS con intereses afines en la promoción de
beneficios mutuos y la observancia del derecho internacional, pero también
participa en el G8.
El impulso
geoestratégico ha ido cambiando
en la historia contemporánea. Hasta la Segunda Guerra Mundial, el impulso
geoestratégico fuerte liderado
por las potencias europeas se impuso al resto del mundo con su colonización,
este impulso se manifestaba a su vez en la pugna entre potencias por el control
del centro del sistema mundial para
alcanzar la hegemonía mundial que desató dos guerras mundiales en la primera
mitad del siglo XX.
Al término de la
segunda Guerra mundial se confrontaron dos proyectos globales con dos impulsos
geoestratégicos fuertes liderados
por EEUU y la URSS. Ambos pretendieron la hegemonía mundial a través de la
ampliación de áreas de influencia geoestratégica exclusiva. Entre ambos se
abriría un mundo de naciones intermedio formado por la mayoría de las naciones
formadas tras su emancipación colonial. El derrumbamiento de la URSS daría la
victoria a EEUU, consolidándose como la potencia hegemónica mundial.
Tras el final de la
Guerra Fría, el impulso geoestratégico liderado por EEUU se orientaría a
preservar el modelo económico basado en la demanda
económica efectiva mundial de los
países desarrollados (80% del PIB mundial), y mantener a los países en
desarrollo en régimen neocolonial (80% de la población mundial) para asegurarse
en un mundo con recursos limitados el uso mayoritario de los recursos
planetarios, promoviendo para ello que los países con abundantes recursos de
materias primas estuvieran gobernados por clases políticas afines a los
intereses de EEUU con las que asegurar la tutela efectiva de estas naciones.
En ese sentido, el
discurso político del impulso
geoestratégico fuerte liderado
por EEUU presenta un mundo dividido en dos categorías: los países aliados de
EEUU, y los que no lo son, en estos últimos EEUU se arroga el derecho de cambiar
sus gobiernos por la vía del complot o de la fuerza militar.
En la primera
década del siglo XXI, la guerra de Afganistán y la de Irak formarían parte del
proyecto de cambios de gobierno por la fuerza de las armas, pero la evolución de
las guerras en estos dos países ha mostrado que el
impulso geoestratégico fuerte tiene
sus limitaciones, pues, a una acción fuerte, la reacción es también fuerte, y la
fuerza de las armas no ha podido someterlos, ante lo que EEUU ha optado por la
devastación de sus infraestructuras.
No obstante, la
estrategia de desgaste de las economías de los países que no aceptan la tutela
estadounidense bien a través del boicot o de la guerra es limitada a unos pocos
países relativamente medianos y pequeños y es imposible aplicarla con éxito, a
pesar de los intentos desestabilizadores, a potencias emergentes como son los
BRICS que marcan el paso hacia un mundo multipolar.
El mundo
poscolonial de los países en desarrollo está cambiando tras la crisis económica
del 2008, los países que antes no veían otra salida económica que su comercio
con los países desarrollados ahora recelan y temen ser dependientes de los
mismos y la mayoría de países en desarrollo apuestan por la diversificación de
su comercio con las potencias económica y tecnológicamente emergentes en un
escenario de soberanía, paz y desarrollo.
En ese escenario el impulso
geoestratégico suave basado en el
ideario de la promoción de la prosperidad económica y la confianza compartida de
las naciones encuentra las condiciones óptimas para prosperar.
Tal cuestión se
está viendo en los cambios que está experimentando América Latina. La fuerte intromisión y depredación de sus recursos por parte de EEUU y otras
potencias occidentales en los países de la región en la segunda mitad del siglo
XX, ha tenido desde el inicio del siglo XXI una
reacción fuerte,
imponiéndose una pujante revolución democrática en la mayoría de los países
latinoamericanos que ha desplazado del poder a las oligarquías económicas
locales políticamente subordinadas al neocolonialismo de EEUU.
El importante
impulso de China como socio comercial en la región latinoamericana es fruto de
la combinación de dos factores, el primero, de la necesidad de los países
latinoamericanos de superar el modelo neocolonial de subordinación de su
economías a los países desarrollados, y el segundo, de la emergencia de China
como potencia económica y tecnológica en el área internacional que les permite
diversificar competitivamente sus intercambios comerciales.
Mientras que EEUU y
los países occidentales siguen permanentemente instalados en el complot y la
injerencia para cambiar los gobiernos rebeldes a su tutela, China basada en el
ideario de los cinco principios de
la coexistencia pacífica no se
inmiscuye en los asuntos políticos internos de otros países, lo cual refuerza
los lazos políticos al aumentar la confianza como consecuencia de unas
relaciones leales entre naciones.**
El mundo de las
naciones en desarrollo se ha convertido en la segunda década del siglo XXI en
un campo abonado para el crecimiento del
impulso geoestratégico suave basado
en el ideario de la confianza y
el beneficio muto entre
naciones en una comunidad mundial de destino compartido, tanto para alcanzar
el desarrollo económico como para afrontar los graves desequilibrios
medioambientales y, por ello, en el actual estadio en el que se encuentran las
naciones en desarrollo, tiene muchas posibilidades de desplazar al impulso
geoestratégico fuerte basado en el
ideario de la hegemonía mundial
para el beneficio de unas pocas naciones lideradas por EEUU.