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La revitalización es un
concepto donde pasado, presente y futuro se sitúan en una misma línea histórica.
El futuro es la recuperación de la gloria del pasado, en un camino en el que la
fundación de la república Popular China el 1 de octubre de 1949, tal y como lo
expresara Mao Zedong en el acto de proclamación con la frase ¡China se ha
puesto en Pie! ha supuesto el punto de inflexión del periodo de humillación
de la soberanía de China por los imperios coloniales, para dar paso a una
prolongada etapa de revitalización.
No obstante, este sueño
chino se fraguó antes incluso de que se fundará en 1921 el Partido Comunista
de China (PCCh). Fue el doctor Sun Yatsen, fundador del KUOMINTANG y de la
primera republica de China en 1911 el que pondría fin al decadente imperio chino
de la dinastía Qing y formularía el sueño de hacer de China una nación
libre de colonialismo, soberana, moderna y vigorosa. Sun Yatsen murió en 1926,
sucediéndole en la presidencia del Kuomintang, el general Chiang Kai-shek. Las
diferencias políticas con el emergente movimiento comunista liderado por Mao
Zedong, le llevaría al Kuomintang a declararles la guerra siendo obligados entre
1934 y 1935 a abandonar sus bases en el sur y centro del país, y establecer
otras nuevas en el noroeste en lo que se conocería como la
Larga Marcha. El Kuomintang sumido en este enfrentamiento ignoró lo que
en ese momento era lo más importante para la nación china: detener la creciente
amenaza japonesa. Los dirigentes comunistas recogieron ese sentimiento popular,
y su lucha consecuente contra la ocupación japonesa les fue otorgando el apoyo
de la mayoría de la población.
Japón había invadido el
noreste de China en septiembre de 1931, pero la invasión a gran escala comenzó
el 7 de julio de 1937. Mao Zedong define la táctica de Frente Único
Antijaponés, el que se conformaría en 1937, tras el acuerdo del PCCh con el
Kuomintang, para poner fin a la guerra civil y unirse para resistir a Japón. A
partir de ese momento China se sumirá en una “Guerra
Prolongada” de resistencia contra el imperialismo japonés que terminará
con la rendición de Japón en 1945.
Tras la capitulación japonesa,
una profunda corriente política de emancipación colonial estremeció a las dos
grandes naciones asiáticas. La india proclamaría su independencia del imperio
británico en 1947, y China conquistaría su soberanía en 1949. La emancipación
colonial de estas dos naciones supondría el inicio del fin del oprobioso régimen
colonial que habían venido regentando durante siglos los imperios europeos. Si
la segunda mitad del siglo XIX supuso para la humanidad dar el paso de poner fin
a la esclavitud, la segunda mitad del siglo XX fue el periodo en el que se
pondría fin al colonialismo.
No obstante, tras la
descolonización la soberanía únicamente constituía el punto de partida para
iniciar la modernización de las naciones emancipadas. En el caso de China
en 1949, el 90% de la población era agraria sujeta en su
mayoría a un régimen feudal. China la nación más poblada del mundo contemplaba
el enorme vacío histórico abierto con las naciones industrializadas desde el
siglo XVIII. China se había perdido la Revolución Industrial. Esa ventaja
industrial de dos siglos que poseían las potencias occidentales se planteó como
un reto para los dirigentes Chinos, acortarla.
Después de poner fin en la década de
los años cincuenta al régimen feudal con la socialización de la tierra, se
planteaba dar el salto hacía la industrialización. El como hacerlo supuso para
China entrar en un periodo de grandes turbulencias políticas y sociales. Los
cuadros del PCCh forjados en la guerra y en la agricultura no disponían de las
capacidades técnicas para acometer un proceso industrializador, el intento en el
Gran Paso Adelante (1959) de basar la producción de acero y la
industrialización en las comunas populares terminaría en fracaso. Ello planteó
la necesidad de apoyarse en profesionales y técnicos no vinculados a la causa
revolucionaria, lo que llevaría a promover la reeducación de las
élites
burocráticas, y traería la que se denominó La Revolución Cultural
(1965-1976).
La Revolución Cultural
supuso un estancamiento económico de diez años, y a día de hoy es considerada
por los dirigentes Chinos como el periodo más calamitoso de la RPCh. Tras la
muerte de Mao Zedong en 1976 una dirigencia más pragmática se abriría paso y con
Deng Xiaoping a la cabeza se pondría al frente del gobierno de China. El
desarrollo de las fuerzas productivas como axioma principal del marxismo se
puso en el centro de todas las cuestiones. “No importaba que el gato fuera negro
o rojo, lo que importaba era que cazase ratones”. Además, a finales de los años
setenta la vieja burocracia ya había perdido todo su poder, y los nuevos cuadros
revolucionarios habían ido ganando en experiencia y capacitación técnica. China
abordó su industrialización a través de las cuatro modernizaciones:
agricultura, industria, defensa nacional, ciencia y tecnología.
China también se abrió al
mundo exterior. Las diferencias con la URSS le llevarían a aproximarse a EEUU y,
el 1 de enero de 1979, EEUU cambió su reconocimiento diplomático oficial del
gobierno de la República China en Taiwán hacia la República Popular China. Ello
supuso un movimiento de inversión económica occidental hacia China que disponía
de abundante mano de obra barata y disciplinada. Desde esa fecha y hasta la
crisis financiera mundial del 2008, China, con un incremento promedio del 10%
anual de su PIB, crecería económicamente a un ritmo como ninguna gran nación lo
había hecho desde la Revolución Industrial.
En este proceso
industrializador China se ha sustentado en el principio de
Reforma y Apertura en dos ejes principales,
uno económico y otro político, el económico se ha basado en el desarrollo de la
propiedad pública y la privada. La propiedad pública preserva los fundamentos
económicos del socialismo, por los que el Estado mantiene la propiedad y control
de los principales recursos naturales, medios de producción y financieros; la
propiedad privada ha permitido desarrollar la industria manufacturera
canalizando la inversión nacional y foránea, llegando China a constituirse en la
que se ha denominado la fábrica mundial manufacturera. El eje político de la
Reforma y Apertura se basa en la renovación política y legislativa continua
según los cambios que experimenta la sociedad China y la política mundial,
preservando los principios políticos socialistas por los que el PCCh, partido
mayoritario de China con más de ochenta millones de afiliados, ejerce la
dirección política de la nación en consenso con el resto de los ocho pequeños
partidos agrupados en el Frente Unido que suman aproximadamente un millón
de afiliados, y representados todos en la Asamblea Consultiva y en la
Asamblea Popular (legislativo) a través de la elección de delegados por
distritos electorales.
Esta simbiosis entre propiedad
pública y privada y de renovación política permanente manteniendo los
fundamentos del socialismo, es lo que los dirigentes del PCCh definen como
socialismo con características chinas,
considerando que la sociedad plenamente socialista esta todavía por realizar, la
actual es una sociedad de régimen democrático popular definida en la
constitución de 1982, y catalogada como etapa
primaria del socialismo en la sucesión de etapas necesarias que deben
cumplirse hasta alcanzar la sociedad socialista. Esta interpretación en la
trayectoria a seguir en la transformación de la sociedad china es la línea que
marca el quehacer histórico de la dirigencia china en su objetivo de la
revitalización de la nación China.
La siguiente etapa, que deberá
seguir a la actual, está ya definida conceptualmente, cuantificada y fijada en
el tiempo, es: la construcción de una sociedad
modestamente acomodada que debería comenzar a implementarse para el
centenario de la fundación del PCCh, es decir, para el año 2021. Ello supondría
pasar de ser un país en desarrollo a constituirse en una nación moderadamente
desarrollada, que en términos de renta per cápita sería alcanzar los
14.000 dólares per cápita, renta estimada para considerar a un país
inicialmente desarrollado. Además de la renta per capita, la sociedad
modestamente acomodada debería alcanzar otros objetivos como es la
implementación de los servicios básicos del Estado de Bienestar en
sanidad, educación y vivienda, y sacar de la pobreza extrema a los 80 millones
de personas con ingresos actuales equivalentes a un dólar al día.
En esta etapa China una vez
alcanzado un PIB per cápita de 14.000$, por las dimensiones de su
población se constituiría en la primera economía mundial con un PIB nominal de:
(14.000$ x 1.300.000.000 habitantes = PIB 18.200.000.000.000$) aunque según las
estadísticas de
CIA en PIB PPA, china en el año 2014 ya era la principal economía del mundo
con 17.630.000.000.000$, seguida de la UE con 17.610.000.000.000$ y EEUU con
17.460.000.000.000$.
A diferencia de los países
desarrollados con rentas per cápita altas en los que la mayoría de la población
considera que tanto políticamente como económicamente ya se ha alcanzado la
mejor de las sociedades posibles, en los países en desarrollo la meta del pleno
desarrollo está por realizar, y ello necesariamente imprime a estos países un
carácter social y político transformador para alcanzar el deseado desarrollo. En
el caso de China, la transformación política y económica tiene en el medio y
largo plazo dos objetivos escalonados, el primero, como se ha mencionado,
alcanzar una sociedad modestamente acomodada, y el segundo, fijado para
el centenario de la fundación de la RPCh (año 2049), la construcción de una
sociedad socialista moderna, aunque las características de la misma no están
perfiladas.
En el plano internacional, las
diferencias entre las potencias desarrolladas y las emergentes vienen
determinadas por la posición que ocupan actualmente en la economía mundo.
Mientras que el objetivo de las potencias desarrolladas lideradas por EEUU es
perpetuar el estatus quo actual que les otorga la hegemonía política y
económica mundial, el objetivo de las potencias emergentes es la construcción de
un mundo multipolar que implica una transformación del presente orden
mundial en favor de tener una representación equitativa en la organización de
la economía, las finanzas y el sistema monetario mundial. Esta confrontación
histórica entre hegemonía y multipolaridad es una continuidad de la colisión que
ya se había producido entre los imperios coloniales que pretendían mantener su
estatus quo colonial y los movimientos políticos de emancipación colonial
que aspiraban a su soberanía nacional aunque, ahora, la colisión histórica se
sitúa entre quienes pretenden preservar el estatus quo de supremacía
económica y política mundial, y quienes por el empuje propio de su desarrollo
económico aspiran a transformarlo.
En el caso de China, la
confrontación por recuperar su soberanía nacional de los imperios coloniales
acabó en 1949 con la fundación de la RPCh. Posteriormente, tras tres décadas de
lento crecimiento económico y desconexión de la economía mundial (1949-1979), se
sucederían dos décadas en las que China entraría en un proceso de modernización
y de progresiva conexión a la economía mundial, un periodo de crecimiento que no
inquietaría a las potencias desarrolladas pues el PIB de China seguía siendo
poco relevante en la economía mundial y, además, China les proporcionaba
abundante mano de obra barata en la deslocalización de industrias
manufactureras. Tras la crisis financiera mundial del 2008, el papel de China en
la economía mundial comenzaría a cambiar, las potencias económicas desarrolladas
entraron en un periodo de estancamiento mientras que China siguió incrementando
su PIB y, aunque lo hiciera más modestamente que en años anteriores, ha situado
a China en el momento histórico que pueda dar el sorpasso a EEUU para
convertirse en la economía más importante del mundo tanto por su PIB nominal
como por sus expectativas de crecimiento.
No obstante, los dirigentes
chinos han llegado a la conclusión de que el crecimiento del PIB no es el único
factor que puede hacer de China una nación moderna, sino que los factores de
calidad del crecimiento económico son fundamentales. En esa dirección la
economía de China se orienta hacía un nuevo modelo
de desarrollo, en el que se prioriza la calidad sobre la cantidad en
el contexto de un crecimiento razonable denominado de
nueva normalidad económica, en la que se
pretende asegurar un crecimiento en torno al 7% del PIB anual, a la vez que se
procede a una reestructuración económica para: impulsar la innovación
tecnológica; crear una industria manufacturera con alto valor económico
agregado; promover las fuentes de energía renovable para implementar
progresivamente una economía baja en carbono, y mejorar la productividad técnica
en unidades de energía y horas de mano de obra por millón de yuanes de PIB.
Simultáneamente, la economía de China se orienta a estimular el consumo interno
favorecido por el aumento de los ingresos como consecuencia de una mayor renta
per cápita, y se avanza en la transformación de una sociedad todavía rural en un
40% a otra predominantemente urbana, lo que implica fuertes inversiones en
infraestructuras de transporte y la creación de nuevas ciudades, las cuales se
plantean construirlas con estándares de calidad de los países desarrollados.
La construcción de una
sociedad modestamente acomodada con calidad de servicios implica la
interactuación sobre múltiples variables técnicas, económicas, sociales y
políticas que precisa de un gran esfuerzo de planificación pública, y la
liberación de las fuerzas económicas de la iniciativa privada para poder atender
la diversidad de la demanda de una sociedad consumo. La acción conjunta de todas
estas variables es catalogada por los dirigentes chinos como
reforma integral que en síntesis supone
mantener un crecimiento razonable del PIB a la vez que se desarrollan los
factores de calidad de la economía y se avanza hacia una economía baja en
carbono. El plan de reforma integral tendrá su mayor impulso en el
XIII plan quinquenal previsto para los años (2016-2020) y estará orientado
para que China siente las bases para
la construcción de una sociedad modestamente acomodada en una forma
generalizada para el año 2020.
Las potencias económicas desarrolladas tienen
intereses encontrados en la consideración del ascenso de China, por una parte el
crecimiento económico de China lo consideran positivo pues amplia sus
perspectivas comerciales pero, a su vez, el mayor peso político de China en el
escenario mundial, lo interpretan como un desafío al estatus quo de
hegemonía mundial liderada por EEUU.
De los países en desarrollo, China se ha
constituido por su creciente fortaleza económica en la fuerza transformadora
mundial más importante y, por ello, sin pretenderlo, en el adversario más
importante de EEUU, quien no disimula tal rivalidad habiendo definido una nueva
estrategia en su despliegue militar mundial con la anunciada concentración de
sus fuerzas militares en un 60% en la región de Asia – Pacífico. La finalidad de
EEUU con la demostración de su fuerza militar es intentar llevar a China a una
posición política de apaciguamiento, lo que le permitiría dictar más fácilmente
sus políticas económicas a China, pero esa pretensión de EEUU de tutelaje sobre
las naciones del mundo a través de ostentar una supremacía militar no es
admisible para las grandes potencias como Rusia y China que hacen de la
soberanía su valor más preciado.
EEUU es la única potencia mundial que tiene
un despliegue militar mundial a través de varias flotas en todos los océanos de
mundo y decenas de bases militares en numerosos países. Actualmente ninguna
otra potencia mundial se plantea un despliegue similar, no solamente por su
inalcanzable coste económico, sino porque las potencias emergentes agrupadas en
el BRICS mantienen como objetivo la construcción de un mundo multipolar, y la
multipolaridad es per se antagónica de la hegemonía mundial. Desde esa
concepción política de la multipolaridad, la política militar de China es
defensiva de su soberanía territorial y marítima. La relación que propone al
resto de naciones es la colaboración sustentada en los cinco principios de la
coexistencia pacífica, y la resolución de los contenciosos con otras
naciones a través de la negociación sin implicación de terceras partes.
Sin embargo, para EEUU y sus aliados no
sirven las propuestas de buena vecindad, solo cuenta que nadie puede cuestionar
su hegemonía mundial y, por ello, se unen en Europa contra Rusia, y en la región
de Asia-Pacífico contra China. La deriva de Japón en el abandono de su
constitución pacifista y la revisión histórica que hace de su pasado militarista
y colonialista alarma principalmente a China quien sufrió de 1931 a 1945 la
brutal agresión del imperio japonés. Para China, después de haber sufrido en el
pasado la humillación de la colonización por potencias extranjeras,
la revitalización de la nación China no
significa solamente prosperidad económica sino también el desarrollo de su
capacidad defensiva para que ese pasado no pueda repetirse.
En ese sentido, la conmemoración, en un
ostentoso desfile, del 70º
aniversario del final de la
Segunda Guerra Mundial en Asia y de la victoria de la Guerra de Resistencia del
pueblo chino contra la agresión japonesa