El
inicio del siglo euroasiático
Con la
participación de los jefes de Estado y de gobierno de 29 países, los
representantes de 130 naciones y 70 organizaciones internacionales tuvo lugar en
Pekín
los
días 14 y 15 de mayo
el primer Foro de Cooperación Internacional "Una Franja, Una Ruta" a
iniciativa del gobierno de China. El foro contó también con la participación del
secretario general de la ONU, Antonio Guterres, el presidente del Banco Mundial,
Jim Yong Kim, y la directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI),
Christine Lagarde. Estados Unidos envió una delegación liderada por Matt
Pottinger, asesor especial del presidente y director sénior para Asia del
Consejo de Seguridad Nacional.
El I Foro
de Cooperación Internacional de la Franja
y la Ruta ha sido uno
de los principales encuentros económicos del mundo y la reunión internacional
más prestigiosa que China ha inaugurado. En el centro de su atención ha estado
el gran plan de China para combinar mejor la creciente economía china con el
desarrollo de Asia, Europa y África, que conecta a países y regiones que
representan casi un 60 % de la población mundial y un 30 % del producto
interno bruto (PIB) global, que
ha suscitado que naciones tan distantes y dispares como Rusia, Argentina,
Bélgica, Italia, España, Vietnam, Grecia, Polonia, Etiopía, Kazajstán, Kenya y
Hungría, hayan estado representadas por sus jefes de Estado o gobierno.
China, con
su iniciativa de la Franja y la Ruta, asume el liderazgo de promover la
integración económica global entre países desarrollados y en desarrollo en
beneficio de todas las naciones del mundo. En palabras del presidente chino, Xi
Jinping, la Franja y la Ruta solo tendrá éxito si se construye sobre la base de
la paz entre naciones, por ello, la nueva ruta de la seda deber ser a su vez un
camino de paz. En respuesta a las críticas y preocupaciones de algunas naciones
que creen que el ambicioso plan es parte de la estrategia de China para aumentar
su influencia en el mundo mediante la propagación de lazos económicos con los
diferentes países, Xi Jinping, afirmo: “Lo
que queremos crear es una gran familia que conviva en armonía. Lo que esperamos
lograr es un nuevo modelo de cooperación ganar-ganar”.
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Propuesta
por China en 2013, la iniciativa de la
Franja y la Ruta busca construir
una red de infraestructuras y comunicaciones y crear una plataforma de
cooperación económica que conecte a decenas de países de Asia, Europa y África
reeditando las antiguas vías comerciales de la Ruta
de la Seda, pero el aspecto más relevante es que pretende inaugurar un nuevo
modelo de desarrollo que priorice la relación de ganar
todos, en oposición al modelo colonial y neocolonial de siglos de occidente
basado en la relación de que unos
ganen a costa de que otros pierdan.
En el modelo
occidental, la globalización no puede ni debe cuestionar su hegemonía económica
mundial, lo cual necesariamente implica la perpetuación del vigente estatus
económico mundial de países ricos y países pobres, en el que el 75% del PIB
mundial es detentado por el 20% de la población mundial. Un desarrollo económico
de los países en desarrollo que aproximase la renta per cápita a la de los
países desarrollados supondría que el potencial económico del PIB de los países
desarrollados podría retroceder del actual 75% a un 20%, lo que supondría un
cambio drástico no solo en la economía sino en las finanzas el sistema monetario
y el conjunto de las relaciones internacionales.
Las
políticas de freno al desarrollo económico contra determinados países lo realiza
el G7 mediante la política de sanciones económicas y la desestabilización social
y si es necesario con la intervención directa armada de los países de la OTAN en
países que pretende controlar como ha venido sucediendo en el Medio Oriente y el
Norte de África.
La
iniciativa de la Franja y de la
nueva Ruta de la seda es vista
con recelo por EEUU, pues implica un desarrollo económico de una parte del mundo
que en términos globales, cuestiona su hegemonía económica. Las acusaciones
contra China y Rusia de que con esta iniciativa se pretende ampliar el área de
influencia de estas naciones responde a estereotipos de la Guerra Fría, y
también a la vieja mentalidad imperialista que prejuzga las acciones de los
demás con el propósito que él aplica a las suyas.
Sin embargo,
el propósito de China no tiene nada que ver con el modelo colonial al que fue
sometida por las potencias imperiales europeas y por Japón durante más de un
siglo hasta la proclamación de la República Popular en 1949. Tampoco pretende
seguir en las relaciones internacionales el viejo modelo soviético de áreas de
influencia, al que se opuso radicalmente en los años sesenta del siglo XX, en
una controversia con la URSS que distanció a las dos potencias llegando al grado
de una guerra fronteriza entre ambos. Quien juzga a China bajo el presupuesto
de que persigue objetivos neocoloniales, o es un ignorante de la historia
contemporánea de China, o actúa maliciosamente para sembrar la desconfianza
hacia China.
China quiere
una relación de cooperación de ganar
todos. En este mensaje de las autoridades chinas no solo existe la negación
de no repetir el caduco modelo colonial, sino que el comunismo chino por su
propia ideología sigue aspirando a alcanzar una civilización de fraternidad
política de naciones y personas. Un objetivo que no es buscado por la fuerza de
las armas ni la conquista de países, tal y como bajo esa bandera actuaron los
revolucionarios franceses durante la Convención (1792-1795) y Napoleón para
justificar la invasión de otros países, o lo hizo el imperio soviético tras la
Segunda Guerra Mundial en los países del Este de Europa, sino en la convicción
que la prosperidad compartida de
todo el género humano solo puede ser fruto del desarrollo de los pobres del
mundo sobre la base de la paz y la cooperación bajo los principios de la coexistencia
pacífica.
China no
exporta ideología como lo hiciera la URSS, sino que entiende que la civilización
basada en la unión cooperativa de todas las naciones y seres humanos no es una
aspiración única de la ideología comunista, sino que es un sentimiento político
profundo consustancial al género humano que toma cuerpo en diferentes ideologías
y arraiga por interés material principalmente entre los desfavorecidos de la
Tierra, quienes en la medida que toman conciencia de ser artífices de su propio
desarrollo económico y político se constituyen en el sujeto transformador
universal.
La
descolonización supuso una primera toma de conciencia de los explotados de la
Tierra en su proceso emancipador, y el segundo paso lo constituye la aspiración
de su desarrollo económico y social. Con el proyecto de la
Franja y la Nueva Ruta de la Seda China
contribuye a crear las condiciones para el desarrollo de las naciones
principalmente en el espacio euroasiático proyectándose también hacia África, y
favorece la implicación de los países europeos en este proyecto de desarrollo
global, y con ello contribuye al objetivo del ideal comunista de la
prosperidad compartida de todo el
género humano.
La
intelectualidad dirigente occidental carece de una teoría científica de los
cambios históricos, a diferencia, los dirigentes chinos prestan gran importancia
a la teoría de los cambios históricos de la que emanan sus acciones políticas
adecuándola continuamente bajo el concepto marxista de la búsqueda de la verdad
en los hechos. En la actualidad, para los dirigentes chinos la contradicción
principal que mueve los destinos
de la humanidad es la contradicción entre
la pobreza y las aspiraciones de prosperidad de los países en desarrollo. China
como el país más importante en desarrollo del mundo se sitúa en esa corriente
transformadora.
EEUU como
principal potencia del mundo liberal y depositario de la tradición histórica
neocolonial occidental no termina de comprender las razones de los cambios
históricos, y se aferra a una lucha por perpetuar su supremacía mundial negando
el desarrollo económico y tecnológico a los países en desarrollo, un camino que
solo puede derivar en un incremento de las acciones desestabilizadoras en los
países que no se someten a su tutela, apoyándose como en América Latina en
oligarquías reaccionarias, o en Oriente Medio en regímenes retrógrados como son
las monarquías despóticas del Golfo Pérsico y el régimen de Apartheid de Israel.
Sin embargo,
a pesar de los recelos de EEUU y Japón a participar en la Iniciativa de la Franja
y de la Nueva Ruta de la Seda, la mayoría de los países europeos aunque son
socios con EEUU en la OTAN, consideran esta iniciativa una oportunidad para
ampliar sus negocios. La prolongada crisis financiera iniciada en el 2008 sigue
perpetuando unas bajas tasas de crecimiento económico, y la Franja
y Nueva Ruta de la Seda es un
proyecto de inversión principalmente en infraestructuras que puede contribuir a
ampliar la cartera de pedidos de las empresas europeas. El negocio se impone a
las aspiraciones estadounidenses de exclusión de China, y supone situarse en el
camino del desarrollo compartido entre
los países en desarrollo y los desarrollados.
El TTIP,
pensado por los dirigentes de EEUU y de la UE para unir comercialmente
exclusivamente a los países ricos, no es un proyecto de crecimiento económico
sino un proyecto de concentración económica, en el que unos países crecerán a
costa de que otros pierdan. Si se toma como ejemplo el sector agrario, bajo el
TTIP el sector agrario estadounidense crecería, pero lo haría en detrimento del
sector agrario europeo, siendo uno de los países más afectados Francia, ello es
el resultado de unir dos economías que no son capaces de generar crecimiento por
elevación de la demanda lo cual deriva en un proceso de concentración económica
en el que unos ganan y otros pierden.
La crisis
que se arrastra desde el 2008, es una crisis derivada del agotamiento de un
modelo de crecimiento basado en el consumismo de menos de un 20% de la población
mundial. No es posible reeditar ese modelo, pues ni se pueden acortar los ciclos
de consumo de productos no perentorios como automóviles, ni aumentar el consumo
de otros como la doble residencia. El crecimiento económico mundial precisa de
la incorporación de la población de los países en desarrollo a la demanda
efectiva mundial a través de
promover el acceso a las necesidades básicas de alimentación, sanidad,
educación, para ampliarla posteriormente a artículos de consumo.
Este paso
precisa de una fase de implementación de infraestructuras en redes eléctricas,
viales, ferrocarriles y desarrollo urbano, en ese sentido, la Franja
y la Nueva Ruta de la Seda, es la iniciativa más importante desde la
implementación del plan Marshall después de la Segunda Guerra Mundial.
Dos
conceptos de liderazgo mundial van definiéndose en el presente siglo, el de EEUU
consistente en la perpetuación del modelo de dominación neocolonial, y el modelo
que se abre paso en el espacio
euroasiático basado en la
colaboración entre naciones en pie de igualdad, respetando el sistema político
de cada nación y priorizando el desarrollo de las infraestructuras civiles.
El
presidente de Rusia Vladímir Putin en su intervención en el Foro de Cooperación
Internacional de la Franja y la Ruta, expresaría su convencimiento del
desarrollo de un proyecto euroasiático. "Rusia ve en la futura Asociación
Euroasiática no solo nuevos lazos entre los Estados y los mercados, sino un
cambio político y económico en el continente que traerá paz, estabilidad,
prosperidad y un nuevo nivel en la calidad de vida"." En
este sentido, la Gran Eurasia no es un proyecto geopolítico abstracto: es un
verdadero proyecto de civilización dirigido al futuro y abierta al mundo",
en el que, " la
participación de los países europeos miembros de la UE la haría realmente
armonizada, equilibrada y universal".
El siglo
euroasiático ha comenzado.