(Abril 2012)
NOTICIA.
Cartagena, Colombia. VI Cumbre de las Américas
América
Latina precisa de la valentía para poner fin a cumbres anacrónicas y
vejatorias
La denominada cumbre
de las Américas tuvo su inicio el 9 diciembre de 1994, en Miami, Estados
Unidos, y ha venido teniendo su continuidad en 1998 en Santiago, Chile;
en el 2001 en Québec, Canadá; en el 2004 en Monterrey, México; en el
2005, en Mar de la Plata, Argentina; en el 2009 en Puerto España,
Trinidad y Tobago, y por último, la VI Cumbre, del 14 al 15 de abril de
2012, en Cartagena, Colombia.
Estas
cumbres patrocinadas por la OEA han venido desarrollándose bajo la proyección
tutelar que EEUU ha tenido de América Latina en función de sus intereses
exclusivos como Nación. Desde la instauración en 1823 de la doctrina Monroe por
EEUU sintetizada en la frase “América para los Americanos”, que en principio
estaba dirigida contra la intromisión de las viejas potencias coloniales
europeas principalmente España; a la postre, esa doctrina, se convirtió en una
tutela de Estados Unidos sobre todo el continente latinoamericano para el
expolio de sus materias primas, la capitalización e industrialización de EEUU.
La hegemonía de EEUU sobre Latinoamérica la sumió en décadas de soledad política
frente al resto del mundo en el que su voz apenas si tenía relevancia.
La
neocolonización de EEUU del continente latinoamericano de la mano de gobiernos
oligárquicos y dictaduras sangrientas no estuvo exenta de gran resistencia y
luchas heroicas, ahogadas todas ellas en una sistemática represión. Los sectores
sociales más comprometidos con los pueblos latinoamericanos comenzaron a
comprender que el poder militar de las oligarquías sustentadas en dictaduras
militares con el apoyo de EEUU, era el escollo principal para conseguir la
prosperidad de sus naciones. Y un nuevo grito de soberanía comenzó a recorrer
América Latina en los años cincuenta y sesenta del siglo XX: el poder al
servicio del pueblo nace de la punta del fusil. Miles de revolucionarios
engrosaron la resistencia guerrillera en casi todas las naciones del continente.
Tras la
crisis económica de 1973, entre 1975 y 1982, Occidente a través del incremento
de los intereses de la deuda hizo recaer el peso de la crisis sobre los países
más endeudados. La deuda a largo plazo de América Latina casi se cuadriplicó, de
42.500 millones a 176.400 millones de dólares. Agregando los préstamos a corto
plazo y los créditos del FMI, en 1982 el total de la deuda era de 333.000
millones de dólares.
Para
asegurar que los Estados pagaran la deuda se implementaron duras medidas
neoliberales que sumieron a amplias capas de la población en toda América Latina
en la pobreza, pero como tales medidas eran imposibles de aplicar bajo formas
democráticas debido a la fuerte oposición popular, ente los años setenta y
ochenta del siglo XX una ola de sanguinarias dictaduras, bajo la odiosa tutela
de EEUU, asolaron de nuevo el continente para asegurar la prioridad del pago de
la deuda por encima de los intereses de la mayoría de la población.
Tras
estas amargas experiencias, los pueblos de Latinoamérica comenzaron a despertar
de su soledad centenaria, las conciencias que despertaban ya no eran solo las de
los sectores sociales más comprometidos con la causa revolucionaria. Ante una
demanda social de cambio tan masiva el discurso revolucionario de la lucha
armada fue relegado como un periodo superado y perteneciente al pasado, en favor
del discurso del poder democrático popular. Los poderes fácticos represivos de
las oligarquías vendidas a los intereses de EEUU se situaron a la defensiva. A
finales del siglo XX y principios del XXI millones de personas demandaban en
toda América Latina la urgencia de una segunda descolonización efectiva de su
patrón del Norte, y el continente comenzó a plagarse de gobiernos de izquierda
democráticos que reclamaban la dignidad, el desarrollo económico y el bienestar
para sus pueblos y naciones.
La
Cumbre de las Américas impulsada por la OEA, en este nuevo momento histórico, es
un intento de dar un formato a la supremacía y la tutela de EEUU sobre todo el
continente, pero el continente Latinoamericano camina ya con paso propio. La
constitución de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, CELAC, el
23 de febrero de 2010, en la ciudad de Playa del Carmen, Quintana Roo, México ha
supuesto el inicio de una Latinoamérica que quiere diseñar su propio destino sin
tutelaje alguno.
La
Cumbre de las Américas, así como la Cumbre Iberoamericana en la que participa
España, son cumbres reminiscentes de las épocas coloniales y neocoloniales. La
propuesta de los países solidarios con Cuba de no asistir a la próxima cumbre de
las Américas prevista para 2015 en Panamá si EEUU veta su asistencia a Cuba no
resuelve el fondo de la cuestión de la instrumentalización de estas cumbres
diseñadas para afirmar el papel de EEUU como patrón americano, pues aunque Cuba
no fuera vetada se podía dar la situación de que persistiera el bloqueo de EEUU
contra la isla, lo que supondría la aceptación de esa injusta humillación de
castigo imperial sobre un país latinoamericano; por otra parte, de celebrarse la
próxima cumbre de las Américas, con toda probabilidad la misma, al igual que la
presente, se daría bajo el signo de la división entre los países más afines con
EEUU y lo más solidarios con Cuba, situación que sin duda alguna sería
aprovechada por EEUU para conseguir uno de sus objetivos en Latinoamérica, la
división y confrontación entre naciones latinoamericanas.
Estas
cumbres no favorecen en nada la integración Latinoamericana. Los países
latinoamericanos tienen que comprender que la mejor manera de afirmarse en su
personalidad y unidad es poner fin a este tipo de cumbres de jefes de Estado e
impulsar la CELAC.
Sería
deseable que tanto la VI cumbre de las Américas, como la próxima Cumbre
Iberoamericana a celebrar en Cádiz España en septiembre de este año, fueran las
últimas, por lo menos con el formato de jefes de Estado.
Es
evidente que el pasado de cientos de años de tutelaje español y norteamericano
parece pesar todavía en la mente de los gobernantes latinoamericanos, pero
mientras los pueblos de las naciones latinoamericanas no perciban la ruptura
diáfana con ese pasado, la ideología neoimperialista tendrá asideros
sociológicos y mediáticos en los que frenar el avance de la integración
latinoamericana, a través de fomentar el complot contra los gobiernos
progresistas y la intrigas para sembrar la discordia entre naciones.
Los
gobernantes latinoamericanos en la próxima cumbre de la CELAC a celebrar en
Chile este año tendrían que atreverse a dar ese paso. Las relaciones con EEUU
debieran ser de nación a nación o con asociaciones Latinoamericanas, como
MERCOSUR, UNASUR o CELAC, pero debieran finiquitar este tipo de cumbres en las
que todavía predomina la figura tutelar del patrón del Norte.