25/06/2013
NOTICIA.
La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, propuso a 27 gobernadores y 26
alcaldes la necesidad de alcanzar acuerdos en torno a
cinco objetivos: Responsabilidad fiscal y control de la inflación;
Reforma política; Salud; Transporte público; y Educación.
Brasil hacia una mayor democracia política y
social
"Brasil está listo
para seguir adelante y ha dejado claro que no quiere estar donde está"
afirmó Dilma Rousseff en su intervención el 24/06/2013 en uno de los
salones del Palacio de Planalto, sede de la Presidencia al recordar las
cientos de protestas con la participación de millones de ciudadanos en
todo el país en las últimas dos semanas.
Rousseff destacó la necesidad
de alcanzar acuerdos en torno a cinco objetivos: Responsabilidad fiscal y
control de la inflación; Reforma política; Salud; Transporte público; y
Educación. También se comprometió con la celebración de un referéndum para
establecer normas específicas de la reforma política, que propicie cambios,
entre otros, en la forma de elegir a dirigentes y legisladores, el
financiamiento de campañas, la publicidad en la televisión y la radio.
Brasil es conjuntamente con
China el país emergente con mayor pujanza en la escena internacional, la
modernización del país y los retos de la celebración del mundial de fútbol en el
2014 y de los Juegos Olímpicos en el 2016 están acelerando el proceso de
modernización, pero este rápido auge ha creado serios desequilibrios entre los
intereses de grupos económicos que han visto en la preparación de estos eventos
una oportunidad para enriquecerse y la población que ha visto como el desarrollo
de los eventos internacionales está perjudicando sus intereses y que tuvo su
punto álgido en la propuesta de subida de las tarifas del uso del transporte
público.
El gobierno de izquierdas de
Brasil ha estado gobernando bajo la presión de los grupos económicos intentado
conciliar los intereses de éstos con los intereses de la ciudadanía, pero las
masivas movilizaciones han demostrado que era obvio que se había alejado de la
ciudadanía por atender las exigencias de los grupos económicos y de la FIFA.
La movilización ciudadana ha
puesto las cosas en su lugar y ahora el Partido de los Trabajadores de Brasil a
cuya formación la presidenta Dilma Rousseff pertenece tiene la responsabilidad y la
oportunidad de propiciar un giro a la izquierda tendente
a dar más protagonismo al Estado y a los servicios públicos e introducir
reformas políticas para un mayor control popular de las administraciones, además
de que al PT le vendrá también bien para depurar su formación de arribistas
incrustados en las administraciones públicas.
Las palabras dichas por
Rousseff en una de sus intervenciones son elocuentes:
"Es la ciudadanía, no el
poder económico, la que debe ser escuchada en primer lugar".
El gobierno brasileño y los
partidos que lo apoyan tienen el reto por delante de ganarse la credibilidad de
la mayoría del pueblo brasileño en sus propuestas con pasos prácticos y buscando
la implicación de los representantes más genuinos de las protestas, ese es un
paso previo para abordar cualquier reforma, pues, las mismas debe contar con el
más amplio consenso para alcanzar la refundación democrática de Brasil que
propone su presidenta, así como para neutralizar a quienes pueden pretender
sumir a Brasil en una permanente desestabilización sin objetivos concretos.
El declive económico
Occidental está acentuando su interés por desestabilizar políticamente países y
regiones del mundo para impedir que éstos se desarrollen económicamente y con
ello adquieran una fuerza económica y política que vaya relegando su hegemonía
histórica mundial. Tal cuestión, se ha visto en el tratamiento informativo de
las movilizaciones en Brasil por los grandes medios de comunicación
occidentales, intentando ahondar la desconfianza de los manifestantes con el
gobierno al presentar al gobierno brasileño como incapaz de atender sus
demandas. La respuesta de Dilma Rousseff de abogar por una refundación de la
democracia brasileña más participativa y más social les ha dejado
desconcertados.
No obstante las fuerzas
desestabilizadoras no bajaran la guardia y en el periodo de transición que se
avecina proseguirán en sus intentos por plantear el mayor número de problemas al
gobierno brasileño.
La mejor manera de
contrarrestar los posibles planes desestabilizadores será dotando a las reformas
de un gran sentido patriótico, pues es en el sentimiento patriótico donde se
estrellan todos los intentos desestabilizadores. Se demuestra en otras partes
del mundo, la desestabilización política se apoya en movimientos con ideas
apátridas de diferente signo tendentes a anular la fuerza de la soberanía,
siendo formuladas por dirigentes y medios de comunicación partidarios de la
hegemonía de las potencias occidentales, y una vez que una nación pierde su
identidad patriótica pierde su nexo de unión y es presa fácil para la
desestabilización política y la intromisión neocolonial.
El pueblo brasileño, al igual
que el venezolano y la mayoría de los pueblos latinoamericanos han hecho de la
recuperación de la identidad patriótica su principal fuerza política
emancipadora y de modernización y desarrollo económico de sus naciones y de la
región. Dilma Rousseff diría al respecto el pasado 18 de junio:
“Brasil hoy despertó más
fuerte. La grandeza de las manifestaciones de ayer comprueba la energía de
nuestra democracia. La fuerza de la voz de las calles y el civismo de nuestra
población. Es bueno ver tantos jóvenes y adultos -el nieto, el padre, el abuelo-
juntos con la bandera de Brasil, cantando el himno nacional y diciendo con
orgullo “soy brasileño” y defendiendo un país mejor. Brasil tiene orgullo de
ellos.