15/03/2015
NOTICIA.
El 14/03/2015, las doce naciones que componen la Unión de Naciones
Suramericanas (UNSAUR), demandaron a EEUU a derogar el decreto ley que
califica a Venezuela como una "amenaza inusual y extraordinaria".
Latinoamérica. La prueba de la unidad frente al discurso de la agresión
El 14/03/2015, tras
la promulgación por EEUU de un decreto ley considerando a Venezuela de
"amenaza", la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), se reunió en
asamblea extraordinaria en Quito, con la participación de los ministros
de Relaciones Exteriores de Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia,
Ecuador, Guyana, Perú, Surinam, Paraguay, Uruguay y Venezuela, y el
vicecanciller de Chile.
Al
culminar la Asamblea Extraordinaria de la (UNASUR), el canciller
uruguayo, Rodolfo Nin Novoa, leyó la resolución final, en la que
manifestaron "su rechazo al Decreto Ejecutivo del Gobierno de los
Estados Unidos de América, aprobado el 9 de marzo de 2015, por cuanto
constituye una amenaza injerencista a la soberanía y al principio de no
intervención en los asuntos internos de otros Estados".
Los doce
Estados miembros de
la UNASUR demandaron también al gobierno de los Estados
Unidos "para que evalúe y ponga en práctica alternativas de diálogo
con el gobierno de Venezuela, bajo los principios de respeto a la
soberanía y autodeterminación de los pueblos”.
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El
09/03/2015, el presidente de EEUU, Barack Obama, emitió una orden
ejecutiva en la que considera a Venezuela “una amenaza extraordinaria
e inusual para la seguridad nacional y la política exterior de Estados
Unidos”. La orden otorga al presidente de EEUU la facultad para
aplicar medidas extraordinarias contra Venezuela, económicas o contra
personas, incluso deja la puerta abierta a una agresión militar.
Las
razones por las que el presidente de EEUU emitió esta orden no tienen
nada que ver con la vulneración de intereses de EEUU por parte de
Venezuela, sino por razones de la política interna de Venezuela que no
satisfacen a EEUU, en la que militares y políticos de ciudadanía
venezolana opuestos al gobierno presidido por Nicolás Maduro han sido
detenidos, a la espera de juicio, por su presunta participación en un
intento fallido de golpe de Estado en el mes de Enero. Con esta orden
EEUU pasa a considerar abiertamente los asuntos internos de Venezuela de
su competencia nacional.
Esta
orden contraviene abiertamente el apartado 2 del artículo 1º de la Carta
de las Naciones Unidas: “Los propósitos de las Naciones Unidas
son: 2. Fomentar entre las naciones relaciones de amistad basadas en el
respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la
libre determinación de los pueblos,
y tomar otros medidas adecuadas para fortalecer la paz universal”.
Como norma las naciones occidentales y EEUU en particular ignoran
sistemáticamente los principios fundacionales de la ONU, en lo relativo
a la libre determinación de
los pueblos.
Esta
vulneración viene justificada por su autoarrogada supremacía política
sustentada a su vez en una supuesta supremacía moral para interpretar,
al margen del derecho internacional y de las legislaciones imperantes en
las naciones agredidas lo que es correcto o incorrecto en el proceder en
su política interna. El recurso eufemístico a la “protección de los
derechos humanos” es esgrimido para justificar ante su ciudadanía que
los gobernantes occidentales tienen todo el derecho para erigirse en
jueces y tomar medidas contra las naciones que no se subordinan a sus
intereses internacionales.
En el
pasado Occidente justificó su política de expolio y sometimiento
colonial en la “supremacía de la civilización occidental” para llevar
por la fuerza a los “pueblos atrasados” los valores occidentales. Tras
los procesos de descolonización, Occidente liderado por EEUU ha cambiado
su discurso recurriendo al subterfugio de ser el “exportador de la
democracia”, pero la realidad de sus intervenciones militares más
recientes en Afganistán, Irak o Libia es que solo han llevado muerte y
devastación a esas naciones. La democracia no es exportable sino que es
fruto del propio recorrido de los pueblos, y es permanentemente
perfectible como se puede ver en el propio EEUU en la lucha por lo
derechos civiles de negros e hispanos. La democracia tampoco responde a
un mismo patrón sino que puede ejercerse de manera diferente según la
percepción que los ciudadanos de una nación tengan de la misma.
En el
fondo de la cuestión, lo que trata el discurso de “excepcionalidad”
estadounidense es educar a su ciudadanía para que la misma apoye las
agresiones contra otras naciones. El éxito de este discurso supremacista
entre la mayoría de la ciudadanía occidental es indiscutible. Al mismo
contribuyen eficazmente los grandes medios de comunicación de masas
coordinados para adoctrinar a la población. Estos medios tampoco operan
con un discurso coherente, pues mientras, por ejemplo, pueden justificar
la invasión en Irak aduciendo que se lucha contra un “régimen
despótico”, las monarquías absolutistas del golfo son consideradas
regímenes políticamente correctos. Esta disfuncionalidad hipócrita del
discurso que condena a unos regímenes pero, en otros casos, protege a
regímenes más perversos, solo es posible a través de fomentar la
ignorancia política de la ciudadanía con un enorme esfuerzo mediático de
desinformación, callando lo que no interesa que se sepa, y focalizando a
quienes van a se victimas de la agresión.
Los
enunciados de la ONU surgieron para evitar la justificaciones
unilaterales para agredir a otras naciones, pero las ambiciones
hegemónicas de EEUU no pueden sustentarse en los principios de la ONU,
pues el apego a los mismos es contrario a su concepción hegemónica, por
ello, ha inventando un discurso que le permita erigirse por encimas de
los principios de la ONU para actuar unilateralmente contra cualquier
nación. Los términos dignidad nacional o soberanía nacional, son la
antítesis de su discurso hegemónico. EEUU solo entiende la “democracia”
en otras naciones si están sujetas a su tutela. Cualquier nación que
haga de su soberanía la cuestión esencial de su sistema político es un
enemigo a batir por EEUU y más si además estas naciones como Rusia,
Venezuela o Irán disponen de grandes reservas de combustibles fósiles
las cuales considera parte de sus intereses estratégicos. Las
democracias sin soberanía rigen en las naciones en las que EEUU tiene
desplegadas fuerzas militares como Alemania o Japón y otras naciones
alineadas con EEUU, siendo la condición más importante para convertirse
en un socio fiable para EEUU, la dejación de la soberanía por parte de
los gobernantes. En esta concepción de la democracia
sin soberanía se
alinean los intelectuales seudoprogresitas que nutren los medios de
comunicación occidentales.
Sería
deseable que la política hegemónica que práctica Occidente pudiera ser
cambiada en el seno de las propias naciones occidentales, pero ello no
es posible, porque occidente no puede abdicar por si mismo de su estatus
hegemónico alcanzado frente a las naciones en desarrollo. Las grandes
naciones en desarrollo, agrupadas en los BRICS, que hacen de la
soberanía y el respeto a los principios de la ONU su doctrina política,
son quienes pueden cambiar la política de la hegemonía. Contra esa
cultura de la dominación y
a favor de la soberanía de las naciones en los
últimos años se ha sumado América Latina. La constitución de la UNASUR y
la CELAC fue un paso importante en la unidad Latinoamericana pero
todavía tiene que soportar muchas pruebas.
La
agresión estadounidense contra la soberanía de Venezuela para amedrentar
a quienes apoyan al gobierno venezolano, es una prueba de resistencia no
solo para los patriotas Venezolanos sino para toda Latinoamérica en la
que se comprobará el grado de firmeza que las diferentes naciones tienen
en su apoyo
contra la agresión a Venezuela. En los países menos
comprometidos con su soberanía EEUU verá posibles aliados que le pueden
servir para sembrar la cizaña de la división en Latinoamérica.
Con el
acoso a Cuba EEUU perdió en parte la partida en América Latina. La
resistencia de más de medio siglo del pueblo cubano al bloqueo económico
estadounidense, lejos de ser un escarmiento en cabeza ajena, ha
contribuido a unir solidariamente a Latinoamérica con Cuba. Ahora es
Venezuela quien se ha convertido en el centro de la agresión
estadounidense y, por ello, la defensa de la soberanía y la democracia
venezolana se ha convertido en la piedra angular de la construcción de
la unidad Latinoamericana.
Puesto que para los adversarios del chavismo la democracia solo es
entendida cuando ellos ganan electoralmente, tal vez, en las elecciones
parlamentarias de finales de año en Venezuela, el triunfo de la
oposición chavista permita reafirmar definitivamente la constitución
democrática venezolana, lo cual, permitiría establecer un consenso
definitivo sobre la democracia pluripartidista en la mayoría de la
población venezolana y de los opositores foráneos a la constitución de
Venezuela.
La
resolución emitida por
la UNASUR reafirma la unidad del bloque en la
defensa de su soberanía y de cada uno de sus miembros frente a las
injerencias estadounidenses, pero se precisa ir más allá en la unidad
Latinoamericana, y ello se debiera reflejar en el aislamiento de EEUU en
la próxima cumbre de las Américas en la que las naciones que componen la
CELAC debieran imponer los puntos de vista de su doctrina fundacional de paz
y respeto entre naciones,
frente a la doctrina hegemonista de EEUU, exigiendo en la cumbre la
derogación de la orden ejecutiva emitida por EEUU contra Venezuela y el
levantamiento del embargo económico a Cuba.