02/07/2018
NOTICIA.
López Obrador se impone en las elecciones presidenciales de México
México.
Hacia una nueva época
El 01/07/2018,
con un 61% de participación de los 89 millones de mexicanos convocados a las
urnas México eligió a su presidente, a ocho gobernadores, al jefe de gobierno de
Ciudad de México, a 500 diputados federales, 128 senadores, y otros cargos
públicos, entre ellos 972 diputados locales y 1.597 alcaldes.
Andrés Manuel López Obrador
conocido por sus siglas AMLO apoyado por la coalición "Juntos Haremos
Historia", alcanzó la presidencia de México al obtener según un conteo
rápido oficial de la Comisión Electoral el 53% de los votos.
López Obrador, en
su mítines de campaña, iniciada el 30/03/2018, y en su primer discurso tras ganar la Presidencia se
ha
revelado como un político con determinación para llevar adelante su programa de
pacificación de la sociedad mexicana, poner freno a la corrupción y mejorar la
vida de las clases populares. "Nuestra victoria no surge de repente ni brota
únicamente del malestar que provocó el régimen autoritario, sino que es producto
"de la siembra de ideas" y de la perseverancia. "No les voy a fallar, soy un
hombre de convicciones y principios". En las relaciones internacionales se
ha comprometido a mantener unas relaciones cordiales y fructíferas con todos los
países del mundo. "La globalidad no debe significar guerra ni hegemonía sino
fraternidad y cooperación entre los pueblos y los Estados". En el caso
particular con Estados Unidos se ha mostrado dispuesto a dialogar para llegar
acuerdos "Por geopolítica, vecindad, amistad, economía, comercio, migración y
cultura estamos obligados a entendernos y a caminar juntos".
El triunfo de
López Obrador como nuevo Presidente de México es el resultado de la expresión
popular mayoritaria de iniciar una profunda transformación política, económica y
social. No será una tarea fácil, como nunca lo ha sido cuando los cambios
políticos pueden cuestionar los intereses fundamentales de arraigados poderes fácticos.
En los partidos
tradicionales mexicanos que se han alternado en el poder, su acción política se
ha atenido casi exclusivamente al parlamentarismo y han gobernado dentro del
marco de los intereses de los sectores corruptos de funcionarios del Estado
estrechamente unidos a las oligarquías económicas y financieras y el
narcotráfico, que a su vez controlan los grandes medios de comunicación.
La voluntad de
López Obrador de iniciar una era de transformaciones en México parece
inquebrantable y su compromiso moral incuestionable. Sin embargo, el camino está
por trazar, y las transformaciones económicas y sociales que demanda la sociedad
mexicana y que han conformado el programa electoral de la coalición "Juntos
Haremos Historia", inevitablemente van a cuestionar en gran medida los
intereses de los grupos tradicionales de poder en México.
La lucha contra
la corrupción tendrá enfrente a amplios sectores de funcionarios del aparato del
Estado; la lucha contra el narcotráfico y la violencia se enfrentará a los
cárteles de la droga; los cambios económicos para detraer recursos para aliviar
la pobreza tendrá la oposición de quienes concentran la riqueza, y la recuperación
patriótica de México no será del agrado de EEUU.
López Obrador ya
ha manifestado que su metodología de gobierno se basará en el pacifismo y el
diálogo con todas las fuerzas políticas y económicas implicadas, pero que ello
sea así no depende solamente de sus intenciones sino también de los poderes con los que tendrá que negociar, quienes, como ya lo están haciendo en
otros países de América Latina, si ven en riesgo sus intereses no dudaran en imponer la vía de la confrontación
y la violencia a través de sus agentes políticos, económicos y mediáticos.
Al final, el
resultado es la vieja lucha en Latinoamérica entre revolución y
contrarrevolución cuando un presidente ha pretendido aplicar un programa que,
por favorecer a las clases populares y enarbolar la bandera de la soberanía, se
ha opuesto a los intereses de las oligarquías nacionales y a los EEUU. El
derrocamiento de Salvador Allende en Chile en 1973, y el encarcelamiento de Lula
da Silva en Brasil en 2018, son dos ejemplos que muestra con métodos diferentes
la capacidad reaccionaria de estos poderes.
Es probable que
los sectores económicos y políticos que han visto con desconfianza la victoria
electoral de la coalición "Juntos Haremos Historia", dejen un periodo de margen para comprobar el temple político de
López Obrador, en el que verificarán si actúa como sus predecesores incumpliendo
sus promesas electorales y plegándose a sus intereses, o por el contrario, se
mantiene firme en sus compromisos políticos, en cuyo caso, los cambios en México
podrían entrar en un periodo de turbulencia políticas.
El capital
político más importante del Presidente López Obrador y del movimiento Juntos
Haremos Historia, es no solamente su apoyo electoral sino la capacidad de
movilización de amplios sectores de la sociedad. Cuando las sociedades demandan
un cambio político profundo, la fuerza del mismo no solamente se expresa en las
preferencias electorales sino que se caracteriza porque la ciudadanía está
dispuesta a movilizarse por el mismo en las calles y en cuantos foros sea
necesario.
Este capital
político lo tiene actualmente el presidente López Obrador en una proporción que
no lo han tenido otros presidentes mexicanos desde la Revolución de principios
del siglo XX, pero a su vez la historia posterior demuestra que quienes tuvieron
este capital y lo desperdiciaron se convirtieron en presa fácil de los poderes
reaccionarios.
La lucha contra
la corrupción y la violencia es una lucha en principio moral, la sociedad tiene
que ver a los corruptos y violentos no como héroes sino como apestados
proscritos, y ello supone una movilización ciudadana continuada para cambiar los
corrompidos valores de décadas en la sociedad mexicana.
Las reformas
políticas y económicas también precisarán de la movilización popular si se
quiere evitar que prosperen los posibles planes desestabilizadores que puedan
surgir con su implementación.
México precisa de
una nueva revolución popular, pacífica y democrática, que sitúe a México en una
nueva época de dignificación nacional, prosperidad y paz.