JC.com

Crítica política sobre noticias de actualidad en el mundo

Una visión geopolítica en favor del respeto entre naciones, la integración económica mundial y la armonía con el medioambiente

Autor

Seudónimo: Saint Just

Artículos


10/01/2019

NOTICIA.  El  10/01/2019, el ciudadano Nicolás Maduro ha sido proclamado por el tribunal superior de Justicia de Venezuela, presidente constitucional para el periodo 2019 al 2025

 

Venezuela. La soberanía primero

"El derecho a la soberanía es irrenunciable, debemos defenderlo todos, uniformados y no uniformados". Con estas palabras el 08/01/2019, en un acto castrense, el ministro de Defensa de Venezuela, General en Jefe, Vladimir Padrino López, se refirió a las intromisiones del autodenominado grupo de Lima compuesto por gobiernos derechistas de la región, del que recientemente se desligaría el gobierno Mexicano, por la deriva injerencista de este grupo.

Vladimir Padrino, ratifico también su irrestricto apoyo y lealtad de La Fuerza Armada Nacional Bolivariana a Nicolás Maduro como presidente constitucional de la República Bolivariana de Venezuela, comandante en jefe, para el periodo 2019 – 2025.

Nicolás Maduro ganó las elecciones presidenciales el 20/05/2018, en las que obtuvo 6.190.612 votos frente a su principal oponente Javier Bertucci al que votaron 925.042 electores. La participación electoral, que se desarrollo sin incidentes, fue del 46,02%. El  10/01/2019, con la ratificación por parte del Tribunal Superior de Justicia de Venezuela, Nicolás Maduro se ha convertido en el presidente constitucional de Venezuela para el periodo 2019 – 2025.

 

El voto popular, el Tribunal Constitucional y el ejército avalan a Nicolás Maduro como presidente de Venezuela, sin embargo, el eje de gobiernos derechistas latinoamericanos y de los países de la OTAN alineados con la política neocolonial de EEUU, siguen oponiéndose a la presidencia de Nicolás Maduro, apoyándose en una oposición interna que incapaz de ganar en las urnas su legitimidad pretende hacerlo apoyándose en las presiones externas de países que solo ambicionan el control de las enormes riquezas que alberga el suelo venezolano.

Venezuela con las mayores reservas demostradas del mundo de petróleo en el subsuelo de la franja del Orinoco, y los mayores yacimientos de oro, se ha convertido para las potencias neocoloniales en el siglo XXI en el Dorado que en el siglo XVI los primeros colonizadores españoles en su fantasía ambicionaban.

Desde el acceso de Hugo Chávez a la presidencia en Venezuela, los países de la OTAN no han cejado en sus intentos de acabar con cualquier proyecto político soberanista. En el caso de Venezuela las razones han sido y siguen siendo dobles, por una parte, impedir la prosperidad de una nación que no se subordina a sus dictados, para evitar que se extienda el ejemplo, y en segundo lugar, por su interés en los enormes recursos venezolanos.

El principio político del respeto a la soberanía como cuestión fundamental de las relaciones internacionales se opone frontalmente al discurso neocolonial de las potencias occidentales basado en su auto-arrogada excepcionalidad para dictar globalmente que gobiernos son o no legítimos, apoyándose en un hipócrita discurso sobre derechos humanos que utilizan como un martillo contra los países que no aceptan su tutela, mientras que lo esconden frente a naciones despóticas, por ser sus aliados, como son las monarquías absolutistas árabes de Antiguo Régimen. En este escenario de hipocresía y cinismo estas potencias tampoco dudan en mostrar  su indignación ante la sospecha de que otras naciones pueda inmiscuirse en sus asuntos internos, pero consideran normal que ellos lo hagan en otras naciones.

En el caso de Venezuela, la presión mediática ha conseguido que la farsa de este discurso neocolonial haya sido interiorizado por la mayoría de las sociedades occidentales hasta el grado de que sectores políticos de izquierda participan activamente del mismo.  Con ello, el establishment neocolonial, evita que se presenten fisuras en el seno de las sociedades occidentales.

Otra variante de este discurso lo representan los gobiernos derechistas en Latinoamérica, caracterizados por su subordinación a la política regional de EEUU. Sus presidentes, se han olvidado pronto de los asuntos de política interna por los que fueron elegidos, y han pasado a poner en su agenda como asunto prioritario su hostilidad hacia el gobierno de Venezuela, cuando el gobierno venezolano es partidario de una política de buena vecindad.

Históricamente en América Latina ha existido una relación directa entre el derechismo político y el servilismo a su vecino del Norte, que en su día ya lo encarnaron los dictadores que gobernaron las principales naciones de esa región, y en la actualidad su acción política no es otra que el retorno a la practicada en las décadas perdidas de neocolonialismo de la segunda mitad del siglo XX.

La crisis económica derivada de la crisis financiera del 2008, y la incapacidad de los gobiernos de izquierda para remontar sus efectos ha debilitado la primera oleada de cambio que alumbró al continente latinoamericano en los primeros años del presente siglo, habiendo tenido su mayor retroceso en Brasil con el ascenso al poder de apátridas como el actual presidente de Brasil, Jair Messias Bolsonaro, más preocupado por la agenda estadounidense en la región que por la de su propia nación.

Sin embargo, la ideología de estos dirigentes no va hacer avanzar ahora a sus naciones como no lo hizo en décadas precedentes, y la necesidad del cambio seguirá marcando la política en Latinoamérica.

La resistencia de Venezuela a someterse a los dictados imperiales representa un faro para las fuerzas del cambio en todo el continente. Nicolás Maduro como presidente de la Nación más asediada tendrá en los próximos años la responsabilidad de forjar esa resistencia.

 

.