10/10/2012
NOTICIA. El
Rey de España inicia conversaciones privadas con empresarios catalanes
para conocer de primera mano la paulatina escalada del discurso soberanista en Cataluña
España. Un nuevo
pacto constitucional
Cada 11 de septiembre Cataluña celebra
el día de la Diada o día de la nación catalana que recuerda que un día
como ese de 1714 Barcelona cayó en manos de las tropas borbónicas al
mando del duque de Berwick tras catorce meses de sitio durante la Guerra
de Sucesión Española entre la dinastía de los Austrias y la de los
borbones, con la consiguiente abolición de las instituciones catalanas
tras la promulgación de los Decretos de Nueva Planta, en 1716.
El
pasado 11 de septiembre los catalanes en una manifestación convocada en
Barcelona por la asociación independentista, Assemblea
Nacional Catalana (ANC), congregó
a millón y medio de asistentes, según la policía urbana. La población total
catalana es de siete millones y medio de habitantes en un territorio de 32.106
km² el (6,3%) del territorio español.
El
presidente del gobierno autonómico catalán Artur Mas de la formación política
nacionalista Convergència i Unió (CiU),
tras la manifestación, y el fracaso en su negociación con el gobierno central
español en sus demandas de autonomía fiscal, convocó elecciones anticipadas al
gobierno autonómico de Cataluña, anunciando que si los catalanes respaldaban
ampliamente al actual gobierno en su objetivos de creación de un Estado Catalán
convocaría un referéndum de autodeterminación en Cataluña.
El
gobierno español del Partido Popular ha deslegitimado esa propuesta por
considerarla ilegal, pues según la constitución española Cataluña carece de
competencia para convocar un referéndum de esas características, y la única
soberanía recogida en la Constitución es la del conjunto del pueblo español.
Además
el gobierno español se ha aprestado a reforzar los muros legales para impedir
que el referéndum anunciado por Artur Mas se lleve a cabo. El día 9 el Congreso
español rechazó con 276 votos en contra y 42 a favor una iniciativa catalana
para transferir a Cataluña la competencia para convocar un referéndum de
autodeterminación sin autorización estatal. El día 7 el gobierno español pidió a
la Comisión Europea (CE) que la UE sea explicita en la demanda de la posible
independencia de Cataluña de "conformidad con los tratados”, aunque la UE ya dio
respuesta hace años a la posibilidad de la secesión de una región de un Estado
miembro. La UE, en respuesta a una pregunta formulada por un eurodiputado
británico en 2004, aclaró que "una región independiente nueva se convertiría,
por el hecho de su independencia, en un país tercero respecto a la UE, y los
tratados no se aplicarían desde el día de su independencia". Así, ese
posible Estado, si quisiera formar parte de la UE, tendría que presentar una
solicitud de adhesión que tendría que ser aceptada por unanimidad por el Consejo
Europeo, que reúne precisamente a los jefes de Estado y de Gobierno de cada
Estado miembro. o sea, cualquier país miembro de la UE, en este caso España,
podría vetar el ingreso de un nuevo miembro.
El
gobierno Español ni siquiera contempla ese escenario pues entiende que la UE no
aceptará una hipotética secesión de Cataluña u otro territorio que no haya sido
decidida por el conjunto del pueblo español, amparándose en el artículo 4.2 del
Tratado de la UE, que puntualiza que sólo sería legal una secesión pactada, y
que la actual Constitución española impide la independencia unilateral de una
parte de la nación, porque la soberanía de España corresponde al conjunto del
pueblo español.
Las
demandas catalanas tienen su origen en la reivindicación de un estatus de
autogobierno fiscal similar al que gozan constitucionalmente el País Vasco y
Navarra, basado en los derechos forales históricos, derechos que paradójicamente
quedaron garantizados en estos territorios en 1714 en la misma guerra de
sucesión dinástica entre los Austrias y los Borbones que Cataluña los perdió por
su apoyo a los Austrias, mientras que las provincias vascongadas y Navarra se
beneficiaron de su apoyo a la dinastía de los Borbones. En el siglo XIX la
defensa de estos derechos históricos en los territorios vasco-navarros fueron
defendidos en varias guerras frente a los intentos liberales de poner fin a los
mismos. Tras la guerra civil española con la victoria de la dictadura del
General Franco, las Vascongadas perdieron este fuero por apoyar la causa de la
Segunda República, mientras que Navarra debido al apoyo a la insurrección
militar mantuvo el mismo. La constitución de 1978 devolvería este fuero a las
provincias Vascongadas, mantendría el de Navarra, pero Cataluña aunque vio
restablecida sus instituciones autonómicas no consiguió que se reparara
plenamente el agravio histórico.
Para el
gobierno español, el que Cataluña gozara de un estatus fiscal autónomo, no es
viable desde el punto de vista de la sostenibilidad de los gastos del Estado
Español, pues, debido a la importancia económica de Cataluña, sin la aportación
catalana al Estado, sería imposible mantener los estándares de gasto del Estado
en otras comunidades autónomas de España.
La
crisis económica del 2008 ha venido a complicar este contencioso fiscal, pues
Cataluña es una de las Comunidades Autónomas más endeudadas y el gobierno
autonómico ha tenido que realizar dramáticos recortes en gastos sociales para
ajustar sus cuentas. La percepción de la mayoría de la sociedad catalana es que
si Cataluña no realizase aportaciones al Estado para financiar gastos fuera de
Cataluña, el gobierno catalán tendría recursos suficientes para evitar los
recortes en gastos sociales. La negativa del gobierno Español a negociar una
autonomía fiscal para Cataluña ha abierto las puertas a un aumento en la
ciudadanía catalana de la demanda de independencia de Cataluña de España.
Otra
comunidad que sigue la estela catalana es la comunidad autónoma del País Vasco.
Si bien, la misma goza de autonomía fiscal su tradición independentista es más
fuerte que la catalana. El fin de la lucha armada de ETA ha permitido la
incorporación a la contienda electoral a la corriente independista de izquierdas
a la que hay que sumar el Partido Nacionalista Vasco (PNV) con una concepción
gradualista en su objetivo de profundizar en el autogobierno vasco. En esta
comunidad autónoma, la más avanzada tecnológicamente de España, también la
crisis económica está reforzando el sentimiento soberanista ante el desplome
económico de las regiones del Sur y Este de España.
La
constitución de 1978, alumbrada en un pacto entre las fuerzas de la dictadura
franquista y las fuerzas democráticas opositoras, tras cuarenta años de
dictadura franquista, restauró la monarquía borbónica dándole a la misma la
titularidad de la jefatura del Estado y su continuidad por vía hereditaria. La
monarquía ha jugado un papel político de bajo perfil, a pesar de que el Rey
constitucionalmente concentra grandes poderes, entre ellos el de Jefe de las
fuerzas armadas. Las tendencias soberanistas catalana y vasca no se identifican
con la monarquía pues la misma encarna la unidad a ultranza de España, y con el
avance de las mismas el distanciamiento es progresivamente mayor, hasta el punto
que la monarquía goza de escaso crédito político tanto en Cataluña como en el
País Vasco.
La
monarquía borbónica española ha ido viendo su ocaso desde el siglo XIX. En las
primeras décadas de ese siglo, bajo Fernando VII, se independizaron los
territorios americanos de la corona española, excepto Cuba que paso a manos de
EEUU con Filipinas a final de ese siglo en el reinado de Alfonso XIII; bajo la
dictadura franquista se independizó Marruecos y Guinea Ecuatorial y el Sahara
Español pasó a manos de Marruecos, y ahora con Juan Carlos I, se corre el riesgo
de que Cataluña y el País Vasco abandonen España. Con ello, la dinastía
borbónica habría pasado de ser el imperio mundial donde “jamás se ponía el
sol”, recordado el 12 octubre en España, a convertirse en meros reyes de
Castilla y poco más. Cuestión que ningún Rey, solamente por el estigma histórico
que supondría tal acontecimiento, puede admitir.
La
persistencia, en la confrontación entre los partidos de ámbito español contra
las demandas soberanistas vascas y catalanas, y la insistencia de los partidos
nacionalistas vascos y catalanes a favor de las mismas acentúa las tendencias
políticas centrifugas hacia el desmembramiento institucional del Estado. En esta
confrontación, la ciudadanía del centro y sur de España se inclina por acabar
con los sistemas autonómicos e imponer un Estado centralizado, los cual exacerba
más los ánimos soberanistas en el País Vasco y Cataluña.
La
constitución de 1978 tras 34 años de existencia está haciendo techo, pues la
crisis institucional abierta en Cataluña y la crisis económica se retroalimentan
mutuamente y en la medida que la crisis económica continúe la crisis
institucional irá cobrando fuerza.
La
única manera de reconducir la situación es alcanzar
un nuevo pacto constitucional para
una articulación del Estado español donde queden reflejadas las aspiraciones
tanto de las nacionalidades y territorios históricos como del resto de
comunidades de España. El mejor sistema sería que las nacionalidades históricas
basaran su relación con el Estado en la figura del pacto
entre partes revisable cada
ciertos años, figura jurídica que en un contexto histórico diferente ya regía,
por ejemplo, en la relación de Navarra con los soberanos españoles, de la cual
solo ha quedado la figura del convenio
económico en los asuntos fiscales.
No
obstante, el temor a iniciar una reforma de la constitución española es muy
grande pues los fantasmas de que tal reforma, en un contexto de crisis
económica, pueda derivar en un proceso constituyente en el que pudieran aflorar
otras cuestiones constitucionales como la necesidad de que el jefe del Estado
deba ser electo y no hereditario, están presentes, y con ello, la posibilidad de
desatar un proceso republicano también, temores que en el siglo XXI resultan
anacrónicos pues la figura de un jefe del Estado Español electo uniría más a las
comunidades españolas que la figura de un rey donde de facto no es reconocido ni
en Cataluña ni en el País Vasco.
Los
partidos opositores al gobierno del PP de ámbito Estatal, particularmente el
PSOE e Izquierda Unida (IU) hasta ahora no están ofreciendo ninguna alternativa
a esta crisis institucional, y este vacío también acentúa la deriva soberanista
de Cataluña y el País Vasco. Sus posiciones políticas en este aspecto así como
en lo relativo a las consecuencias sociales de la crisis económica no van más
allá de la pura queja y lamento, pues aunque ha llegado el momento de liderar un
nuevo proyecto constitucional ante la ciudadanía, temen que las propuestas
alternativas "radicales" les alejase de una ciudadanía que no demanda, por si
misma, cambios políticos constitucionales profundos. Esta forma oportunista de
actuar en clave electoralista de estas formaciones políticas, haciendo
dejación de su responsabilidad de liderar proyectos institucionales nuevos en
tiempos de crisis, impide el surgimiento de iniciativas políticas desde el
centro político para una nueva articulación del Estado que pudieran ser
receptivas a las demandas vascas y catalanas, con ello, el deterioro
institucional seguirá avanzado, a la vez que lo hace la crisis económica.