01/10/2017
NOTICIA. Los servicios de salud de Cataluña informaron a última hora del
domingo 01/10/2017,
que 761 personas habían sido atendidas en hospitales con dos heridos graves,
después de que la policía trató de impedir la realización del referéndum de
autodeterminación.
La segunda transición española
El conflictivo 1 de octubre del 2017 del
referéndum de autodeterminación convocado por el gobierno y el parlamento
catalán en base a la pregunta: ¿Quiere que Cataluña sea un Estado
independiente en forma de república?, terminó a las 20:20 horas
después que la comisión electoral anunciará el cierre de las casillas de
votación. La jornada se saldó con 761 votantes heridos por la represión de las
fuerzas de seguridad del Estado español, de los cuales dos fueron de gravedad.
En su
comparecencia ante los medios de comunicación el Gobierno Catalán a través de su
Consejero de la Presidencia y Portavoz del Gobierno Jordi Turull i Negre,
ofreció los datos del referéndum: "el ‘sí’ a la independencia ha ganado en el
referéndum del domingo con un 90% de los 2.262.424 votos emitidos. El ‘no’ ha
recogido 176.565 votos, un 7,8% ; 400 colegios de 770.000 votantes tuvieron que
ser precintados por culpa de la violencia". El vicepresidente del Gobierno
de Cataluña, Oriol Junqueras, expresaría que Cataluña “se ha ganado el
derecho de ser una nueva república si así lo decide el Parlament”
Por su parte, el
presidente del gobierno español Mariano Rajoy, afirmó que la votación del 1 de
octubre había sido una farsa, y que el Estado español actuó según la ley al
requisar urnas y papeletas de votación y ordenar a la policía del Estado que
impidiese la votación. La represión policial tuvo numerosas críticas de
políticos de la UE, aunque los líderes de la comisión europea guardaron un
incompresible silencio.
El gobierno
Español, crítico a la policía autonómica catalana (Mossos d'Esquadra) por no
haber colaborado con las fuerzas policiales del Estado, y siguió atrincherándose
en la defensa de la legalidad vigente, un argumento cargado de
hipocresía, pues las fuerzas políticas mayoritarias de ámbito Estatal, el
Partido Popular (PP) y el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) no han
manifestado ningún interés en modificarla para adecuarla a la reivindicación
catalana del derecho a decidir, cuando la misma es perfectamente
modificable con el acuerdo de estos dos partidos mayoritarios en el parlamento
español, como así lo hicieron en el año 2011, por exigencia de las autoridades
de la UE, para cambiar el artículo 135 de la Constitución española en el plazo
de una semana, estableciendo en el texto el concepto de estabilidad
presupuestaria y que el pago de la deuda pública fuese lo primero a pagar frente
a cualquier otro gasto del Estado en los presupuestos generales.
Al parecer para
estos partidos, la legalidad constitucional vigente es sagrada cuando se
trata de atender los reclamos de la mayoría del pueblo catalán, pero es
rápidamente modificable cuando los reclamos los hace la Comisión Europea.
Tras el
conflictivo 1 de octubre, el gobierno español trata de dar una imagen de
normalidad a la opinión política internacional y a la población del Estado
español, en la creencia de que pasado un tiempo la situación política en
Cataluña volverá a ser la de antes del referéndum del 1 de octubre, sin ver o
no querer ver que la determinación de las principales fuerzas políticas
catalanas y el apoyo masivo de la ciudadanía a su derecho a decidir ha
abierto un fractura irreversible en la constitución del 1978 surgida como
resultado de la que se denominó la transición del régimen totalitario franquista a un
régimen de partidos políticos, y de un estado centralista a una organización
política autonómica.
Con el fin de
ofrecer una perspectiva histórica del actual contencioso catalán, en el presente
artículo se realiza una recapitulación de los conflictos históricos
territoriales más relevantes de España.
Conflictos
históricos más importantes entre el poder central español y las comunidades
históricas de Navarra, Vascongadas y Cataluña
Los desencuentros
entre el poder central español y las aspiraciones de autogobierno de las
comunidades históricas de Navarra, Vascongadas y Cataluña, han sido una
constante desde que los reyes de Castilla y Aragón a finales del siglo XV
(conocidos como Los Reyes Católicos) decidieran unirse en un solo reino; bajo su
reinado se puso fin a la presencia musulmana en la península ibérica tras la
conquista del Reino de Granada (1492), año que por patrocinio de estos reyes se
descubriría la primera ruta de Europa al continente que posteriormente se
denominaría América, lo que le permitió al nuevo reino castellano-aragonés
ampliar su área de influencia, la cual quedo formalmente establecida por el Tratado
de Tordesillas (1494) que dividió las tierras conocidas de ultramar entre el
reino de España y Portugal, dando inicio a la formación del imperio español que
duraría hasta la independencia de las naciones americanas a lo largo del siglo
XIX.
A principios del
siglo XVI, con la llegada de la dinastía germánica de los Austrias a la corona
española, su primer Rey, Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano
Germánico, adoptaría el título de emperador; los dominios bajo su regencia
abarcarían gran parte de Europa y las Américas excepto Brasil que siguió
perteneciendo al Reino de Portugal de acuerdo a los estipulado en el Tratado de
Tordesillas.
La casa de los
Austrias gobernaría el imperio español durante casi dos siglos hasta principios
del siglo XVIII. En ese periodo, en el ámbito de la península ibérica, tras
varias guerras el Reino de Navarra se
uniría a Castilla (1512-1521); Portugal
formaría parte de España durante el periodo de 1580 a 1640, y entre 1640 y
1652 Cataluña permanecería desconexionada del poder de los Austrias.
En el año 1700,
tras la muerte de Carlos II sin dejar descendencia, la dinastía de los Borbones
regente en Francia bajo Luis XIV aspiró a regir también los destinos del imperio
español con la imposición de su candidato Felipe V, lo que desencadenaría una
guerra por la sucesión del trono entre la casa de los Austrias y los
Borbones (1701 -1713).
La confrontación
entre ambas dinastías se convertiría en una guerra europea y en el interior de
España en una auténtica guerra civil entre la Corona de Aragón, partidaria de
los Austrias, quienes habían ofrecido garantías de mantener el sistema "foral"
en Aragón, y la Corona de Castilla, que había aceptado a Felipe V, cuya
mentalidad era la de imponer un estado centralista comparable al modelo de
Francia. Terminada la guerra, con la derrota de los Austrias, las leyes e
instituciones propias de la Corona de Aragón fueron sustituidas por las "leyes
de Castilla", en el Decreto de Nueva Planta de 1707 que puso fin a los reinos de
Aragón y de Valencia; sólo las Provincias Vascongadas y Navarra mantuvieron sus
leyes e instituciones forales al haberse mantenido fieles a la causa borbónica.
En el siglo XIX,
la primera ola de las revoluciones liberales de 1830 llegaría a España. Tras la
muerte del retrogrado Fernando VII, su hija Isabel sería nombrada heredera al
trono de España apoyada por la clase política burguesa liberal partidaria de la
desamortización de la tierra en poder de la Iglesia y nobles para que las mismas
pudieran ser compradas y vendidas con arreglo a las leyes de mercado. El
programa liberal conllevaría a su vez una centralización del Estado que
implicaba la derogación de los derechos históricos forales que tenían
Navarra y las Vascongadas como derecho histórico por su ayuda a la
instauración de la dinastía borbónica en España en la guerra de sucesión de
principios del siglo XVIII.
Esta pretensión
del poder central liberal chocaría con los intereses de la clase política y
propietaria de la tierra en Navarra y Vascongadas partidaria de mantener su
estatus foral, teniendo sus reivindicaciones el apoyo de Carlos María Isidro de
Borbón, hermano del fallecido Fernando VII, quien a su vez representaba la
continuación del régimen absolutista restaurado por su hermano Fernando VII tras
la derrota napoleónica en 1815.
La confrontación
entre los partidarios de Isabel (isabelinos) y de Carlos (Carlistas)
desembocaría de nuevo en una confrontación armada. La primera guerra civil entre
los carlistas y los defensores de Isabel II y de la regente María Cristina de
Borbón, tendría lugar entre 1833 y 1840, en la que se conoce como la
primera guerra carlista, a la que se sucedieron la segunda (1846-1849) y la
tercera guerra carlista (1872-1876).
Tras la Primera
Guerra Carlista el gobierno liberal no pudo suprimir los fueros de las
Vascongadas y Navarra, ya que el convenio de Vergara (1839) obligaba al estado
liberal a respetarlos. Tras la Tercera Guerra Carlista, en 1878 las provincias
vasco-navarras concretaron su autonomía a través del llamado Concierto
económico, el cual se sustenta en un acuerdo de partes por
el que los impuestos son recaudados por las administraciones (gobiernos o
diputaciones) de cada uno de los territorios históricos: Navarra; Guipuzkoa;
Bizkaia, y Araba, acordando éstos con el Estado la parte que debe recibir como
contribución de los servicios que el Estado presta a los territorios forales.
Sin embargo, en esta prolongada contienda decimonónica, Cataluña continuaría sin
conseguir ningún derecho para gestionar su economía regional.
Al final del
siglo XIX, con la emergencia de la clases burguesas industriales en Vascongadas
y Cataluña, que fueron las primeras regiones en España que despuntaron en el
proceso industrializador, las aspiraciones de autogobierno territorial fueron
ganando terreno. En Vascongadas el carlismo fue relegado por la ideología
nacionalista liderada por el Partido Nacionalista Vasco (PNV), basada en una
concepción del nacionalismo romántico decimonónico imperante entonces en Europa.
Sin embargo, Navarra continuaría anclada en una economía rural de autoconsumo
que mantendría inmovilizada la tradición carlista hasta mediados del siglo XX en
el que Navarra comenzaría su industrialización.
En Cataluña al
ritmo de la industrialización la floreciente burguesía abrazaría las
reivindicaciones autonómicas y, en consonancia también con la corriente cultural
decimonónica europea de buscar en la historia las raíces de la identidad
nacional, hizo de la toma de Barcelona el 11 de septiembre de 1714
por las tropas borbónicas, el día de su fiesta nacional (Diada), pues en la
conmemoración de esa derrota subyace la reivindicación de una nación que fue
oprimida y aspira a ser libre frente al Estado que les privo de sus derechos
como nación.
Con el
advenimiento de la II República española (1931), las reivindicaciones
nacionalistas tanto vascas como catalanas cobrarían un nuevo impulso. La
república reconocería la singularidad de los territorios vasco y catalán
dotándoles de un estatuto político autonómico. No obstante, el alzamiento
militar en 1936 contra la república liderado por el general Franco con el apoyo
de las dos potencias fascistas en Europa: Alemania e Italia, daría lugar a una
guerra civil que culminaría con el triunfo fascista en 1939, abriéndose un
periodo de dictadura militar presidida por el General Franco.
Tras la victoria
de las fuerzas franquistas, el País Vasco y Cataluña perderían todo rastro de
autonomía como castigo por su posicionamiento a favor de la república. En el
caso de Navarra, la cuestión sería diferente. Este territorio en 1936 seguía
anclado en un modo de vida casi totalmente rural e ideológicamente la población
se mantenía mayoritariamente apegada a la tradición carlista. La promesa por
parte del mando franquista de que a Navarra se le respetaría sus fueros y Convenio
Económico, y el temor de gran parte de la población de que la república
pudiera atentar contra sus tradiciones culturales y religiosas, le llevaría a
inclinarse por el bando franquista. Al término de la guerra civil Navarra
mantendría sus derechos históricos forales y el Convenio Económico,
mientras que las vascongadas por primera vez en siglos los perdería.
La dictadura
franquista sobreviviría a los cambios históricos durante cuarenta años. Durante
el periodo de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), el franquismo a pesar de su
lineamiento con las potencias fascistas del "eje" no participó directamente en
la contienda, aunque apoyo de diversas maneras a la Alemania nazi. En 1945 con
el triunfo de las fuerzas aliadas frente al fascismo el régimen franquista
parecía tener los días contados. Tras la fundación de la ONU este organismo
dictó un embargo de bienes y servicios a España, a la vez que se mantenía la
amenaza de una invasión de las fuerzas aliadas para derrocar al último y único
gobierno fascista existente tras la victoria aliada en la Segunda Guerra
Mundial. Los temores por parte de las autoridades franquistas de sufrir una
invasión les llevaría a levantar defensas por toda la frontera con Francia y a
un aumento de la represión interna con fusilamientos masivos de presos
republicanos. La década oscura de los cuarenta fue el periodo más siniestro y
todavía muy poco conocido que vivió la España contemporánea.
En los años
cincuenta la política mundial cambió. El inicio de la Guerra Fría entre EEUU y
la URSS, le llevaría a EEUU a establecer una estrecha asociación con la
dictadura franquista. Las autoridades franquistas permitieron la instalación de
bases militares estadounidenses en territorio español, a la vez que las
presiones internacionales de las democracias liberales occidentales contra el
régimen franquista se suavizaron. Los avances económicos en la década de los
sesenta le permitieron a España pasar de una economía autárquica y rural a una
industrialización progresiva. En ese contexto la oposición al franquismo tanto
interna como externamente era muy débil.
La transición
del franquismo a la constitución de 1978
Sin embargo, la
crisis económica de 1973 desencadenaría un cambio radical de la situación
política. La naturaleza estanflacionaria de la crisis traería un frenazo al
crecimiento económico y una inflación galopante que llegaría a situarse incluso
por encima del 20% anual. El movimiento obrero pareció despertar de su letargo.
La huelgas reivindicativas por temas económicos pronto se tradujeron en huelgas
políticas en favor de las libertades civiles de asociación, huelga y
manifestación, con principal incidencia en Madrid, Cataluña, País Vasco y
paradójicamente Navarra cuya base social había experimentado un cambio profundo
debido a la industrialización.
Las fuerzas
nacionalistas de Cataluña y el País Vasco se sumarían a la lucha antifranquista
bajo la bandera de recuperar sus derechos territoriales históricos. En 1975
moriría el dictador franco. Desde ese año hasta 1977 los políticos
neofranquistas apostaron por una reforma de la dictadura, pero el movimiento
político y popular abortaría tal reforma. En 1977 las principales fuerzas
políticas de la oposición franquista llegarían a un consenso para redactar una
nueva constitución que sería aprobada en 1978.
El consenso se
fundamentó en: 1. la promulgación de una ley de amnistía que liberaba a los
presos políticos antifranquistas pero a su vez establecía un punto final para
que los crímenes de la dictadura no fueran investigados ni juzgados; 2. la
restauración de la dinastía de los Borbones en la jefatura del Estado quedando
limitadas sus funciones por la constitución; 3. La promulgación de un nuevo
modelo territorial basado en la autonomía de las regiones, en el que el País
Vasco recuperaba de nuevo sus derechos forales de Convenio Económico con
el Estado, y 4. la legalización de los partidos políticos. La constitución de
1978 a pesar de algunas discrepancias entre las comunidades históricas y el
Estado español ha venido siendo el marco de convivencia entre las diferentes
comunidades españolas durante casi cuatro décadas.
La crisis del
consenso de la constitución de 1978
La crisis
económica del 2008 abriría fuertes fisuras en la relación del Estado Español con
las dos nacionalidades de mayor raigambre histórica: Cataluña y País Vasco, pero
particularmente con Cataluña debido a que, a diferencia del País Vasco y Navarra
que disponen de competencias fiscales, Cataluña sigue dependiendo de los
presupuestos generales del Estado. La necesidad de disponer de herramientas
competenciales fiscales llevaría a una parte de la clase empresarial catalana a
reivindicarlas, proponiendo a través del gobierno catalán un cambio en el
estatuto catalán que devolviese a Cataluña sus derechos históricos económicos arrebatados
por la dinastía borbónica en la guerra de Sucesión, pero el Estado español lejos
de abrir una negociación ha venido planteando una lucha frontal contra las
pretensiones de los partidos políticos catalanes.
El inmovilismo
del derechista partido popular en el gobierno central y la indiferencia de la
monarquía borbónica con las reivindicaciones nacionalistas llevaría en los
últimos años al gobierno y a la mayoría del parlamento catalán formado por
partidos nacionalistas a una deriva hacia el soberanismo.
La masiva
movilización el día de la Díada del año 2012 marcaría un antes y un después en
el devenir de Cataluña. La crisis económica y la frustración política y social
ante un gobierno inmovilista negado a la negociación del estatus catalán,
desvelaría, de nuevo, el pensamiento profundo catalán de pueblo sometido durante
siglos que, a diferencia del pueblo de origen castellano español que ha forjado
su idiosincrasia en base al pasado imperial de España y la visión centralista de
sus gobernantes, la del pueblo catalán y vasco mantiene una percepción de
pueblos sometidos a un poder central que históricamente los ha maltratado. De
manera diferente, el pueblo castellano español, con la excepción del periodo de
la ocupación napoleónica, nunca ha tenido la percepción de que la soberanía
territorial estuviera en cuestión.
Esta diferente
mentalidad forjada a lo largo de la historia se ha manifestado más
acentuadamente en forma de confrontación en los momentos históricos en que las
crisis económicas han agudizado las contradicciones de intereses con el poder
central. La crisis de 1929, crearía las condiciones para que alumbrara la
Segunda República y Cataluña fue la última región en rendirse a la fuerzas
fascistas del general Franco. En 1973, la crisis económica acentuaría la crisis
del franquismo y derivaría en la vigente constitución de 1978, en la misma el
País Vasco mantendría una radicalidad mayor que Cataluña en la reivindicación de
sus derechos históricos en materia fiscal a través de la figura del Convenio
Económico. Cataluña accedió a la autonomía pero sus derechos históricos
económicos quedaron relegados.
Sin embargo,
ahora, es Cataluña la que ante la negativa del poder central y de la monarquía
borbónica de devolverle sus derechos históricos se muestra decidida a
forjar un destino como nación soberana dentro del marco de relaciones de la
Unión Europea.
Hacia la
segunda transición constitucional
En este conflicto
entre Cataluña y el Gobierno Central español lo que ya es evidente que la
profundidad del mismo ha deslegitimado la constitución de 1978. Los intentos del
gobierno del PP de rendir a las fuerzas nacionalistas catalanas a través de un
acoso político y mediático sistemático para que vuelvan al marco constitucional,
difícilmente van a conseguir que ello ocurra, por muchas apelaciones a la
aplicación de la legislación vigente.
La legalidad
vigente a dejado de facto el 01/10/2017 fuera
de la ley a la mayoría de un pueblo de más de siete millones de personas por el
hecho de pretender manifestarse democráticamente y, en esta situación persistir
en la solución del contencioso político catalán levantando la legalidad vigente
como un arma de guerra, solo puede conseguir que la mayoría del pueblo catalán
persista con mayor determinación en su aspiración soberanista y, que por el
contrario, en el pueblo castellano español se destapen los sentimientos más
anacrónicos de su pasado imperial y centralista, como ya sucedió a finales del
siglo XIX cuando Cuba se proclamó independiente, y ahora sufre por las
aspiraciones de autodeterminación del pueblo catalán.
La desactivación
de esta creciente polarización solamente sería posible a través de un nuevo
pacto constitucional diferente al que se alcanzó en 1978 entre el Estado Central y las comunidades
históricas.
El nuevo pacto
constitucional ya no puede sustentarse en la tradición liberal basada en un
centro que otorga derechos o fueros a determinadas comunidades sino que tendría
que fundamentarse en un pacto de partes asociadas
en una misma nación según las leyes consensuadas entre las comunidades
históricas y el Estado Central. El modelo del Reino Unido podría ser un
ejemplo inspirador. En el año 2014 Escocia realizó un referéndum de
autodeterminación sin que su ejercicio significara necesariamente la
independencia, tal y como sucedió por el triunfo mayoritario de los que querían
mantenerse en el marco del Reino Unido.
El 01/10/2017,
España ha entrado en una segunda transición en la que debiera prevalecer la
negociación para alcanzar un consenso entre las fuerzas políticas más
importantes del Estado y de las nacionalidades históricas que de paso a
una nueva constitución, en la que la unidad de España esté basada en el
reconocimiento del derecho a decidir de las nacionalidades históricas.
En el caso de que
las fuerzas políticas catalanas tomen el camino de una lucha política continuada
basada en la movilización política contra la represión del gobierno del PP, la
nueva transición política hacia un nuevo marco constitucional se tornará
irreversible.
Por el momento,
las instituciones de la UE están claramente del lado del gobierno español, pero
con toda probabilidad, si la movilización política de la mayoría del pueblo
catalán persevera durante un largo periodo de tiempo, las opiniones en favor de
una salida negociada del conflicto catalán-español podrían prosperar, pues la UE
no va admitir un conflicto político prolongado dentro de sus fronteras.
En el ámbito
español las fuerzas políticas están sumidas en una visión cortoplacista del
contencioso de Cataluña circunscrita a los sucesos cotidianos, sin que por el
momento hayan incorporado como eje principal de su acción política establecer
un nuevo pacto constitucional que permita un nuevo encaje histórico
institucional del País Vasco y Cataluña, pero ello también podría cambiar si
persiste la movilización política popular en Cataluña. En el caso de que se
abordara la refundación constitucional, la cuestión procedimental de como se
realiza este proceso es una cuestión fundamental. El procedimiento de la
transición del franquismo iniciada con las elecciones de junio de 1977 a la asamblea
constituyente que daría lugar a la constitución de 1978, es una referencia
del camino a seguir.
Y, mientras no
surjan iniciativas políticas en esa dirección, la tendencia centrífuga de las
fuerzas políticas periféricas se irá acrecentando.
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