NOTICIA. El 1 de Mayo
del 2019,
se cumplen cuarenta años de la inauguración del Memorial de las víctimas del
franquismo en el cementerio civil de la Dehesa de Barrigüelo, en el municipio de
Lardero, conocido como "La Barranca", en la Rioja.
España. La indignidad del olvido
La inauguración, el 1 de Mayo de 1979, del Memorial
a las víctimas del Franquismo, en el cementerio civil de La Barranca (Lardero),
en donde fueron ejecutados por las fuerzas represivas del franquismo, 400
civiles, fue el primero y el más importante acto sobre la
memoria histórica después de la transición
política (1977-1978).
Cuarenta años después, los familiares de las víctimas
siguen buscando sus restos por toda la geografía española. Las decenas de miles
de desaparecidos desde el inicio de la guerra civil (1936), ha situado a España
entre las naciones con más desaparecidos por causas políticas.
Con la aprobación en 1977 de la Ley de Amnistía se cerró
el paso a la exigencia de responsabilidades por los crímenes de la dictadura
franquista. La ley de Amnistía se constituyó de facto en una ley de punto
final sobre la base de una eufemística reconciliación, que igualaba a las
víctimas y a sus ejecutores, y certificaba el olvido en la educación de las
siguientes generaciones, en oposición
a la cultura política de las
naciones europeas de "no olvido" y castigo a los responsables de la barbarie
fascista de los años treinta y cuarenta del pasado siglo.
No es imaginable que tras la victoria sobre el nazismo en
Alemania y el fascismo en Italia, se hubiera perdonado a los responsables en
base a una supuesta reconciliación. Los que siguieron defendiéndoles buscaban
en la argumentación de que los vencedores también había cometido terribles
crímenes de guerra la exculpación de quienes habían sumido a Europa en una
devastación sin precedentes.
No podía ser así, existían responsables, y eran quienes
iniciaron la contienda, por ello, fueron juzgados, y el legado que se ha
transmitido en Europa a las generaciones posteriores, no ha sido el de la
reconciliación sino el de la justicia, no, el olvido, sino la memoria de que el
juicio y castigo a los culpables era necesario.
En España están los que tratan de desvincular la dictadura
franquista del fascismo
que asoló Europa, pero tal afirmación es una tergiversación de la verdad. Franco
y quienes le secundaron en el levantamiento del 18 de julio de 1936, y lo apoyaron desde el exterior como Hitler y
Mussolini, fueron los que iniciaron la guerra civil y, por ello, son los
responsables de haber sumido a España en la mayor tragedia de su historia que
causó más sufrimiento y durante más años que el que pudieron padecer muchos
países europeos durante la ocupación por el fascismo.
Se equivocan quienes separan la contienda civil española de
la guerra que más tarde lanzaría la Alemania Nazi en toda Europa. ¿Acaso de
haber perdido Franco, Hitler y Mussolini la guerra en España, sus ambiciones de
dominar Europa no se habrían visto seriamente afectadas? ¿Acaso
los gobernantes de Gran Bretaña y
Francia, de haber valorado correctamente las ambiciones de Hitler, como lo
comprobaron cuando era demasiado tarde, no habrían ayudado a la República, en
lugar de seguir una política de apaciguamiento con la Alemania nazi?
Esa visión de la naturaleza del fascismo que no la tuvieron
entonces los gobernantes de Francia y Gran Bretaña, la tuvieron los brigadistas
internacionales y por eso apoyaron a la República, y muchos de ellos pagaron
con su vida la ceguera de sus gobernantes.
¿Que proyección internacional de España, pueden emitir
quienes siguen justificando su pasado fascista, cuando en el mundo entero es un
capítulo sentenciado como uno de los más horribles de la historia universal?
¿Con qué argumento se puede defender que existan monumentos apologéticos de los
sublevados fascistas, cuando en Europa la apología al fascismo está condenada
con cárcel?
España se ha convertido en una nación en la que una parte
importante de su historia ha quedado cercenada por la Ley de Amnistía de 1977,
al cerrar el paso a la exigencia de responsabilidades por la sublevación
fascista del 18 de julio de 1936, dejando en blanco un espacio de su historia
que se tenía que haber llenado con la demanda de justicia contra quienes
iniciaron la guerra civil. Con ello,
España se quedó sin la referencia histórica que le hubiese permitido dignificar
su pasado como nación, y forjar el alma colectiva sobre la que descansa la
identidad de las naciones, como es en Francia el 14 de Julio
donde la derecha y la izquierda política comparten con orgullo sus referencias
históricas como nación; pero España se apartó de ese
camino, y una nación
sin referencias históricas comunes pierde su identidad,
y
queda fácilmente a merced del individualismo y la
fragmentación interna.
Después de cuarenta años sin memoria, el vacío creado lo
están llenando los nacionalismos periféricos y los restos de un anacrónico
nacionalismo español neofranquista. Los franquistas de antes, envueltos en una
gran bandera de España, la sumieron en el atraso y el oscurantismo
y la convirtieron
en un paria internacional durante cuarenta años
relegándole de su papel histórico en Europa,
y los neofranquistas de ahora, lo hacen en la indignidad.
El descrédito internacional es debilidad, y eso lo saben
muy bien las potencias que de siempre ha querido subordinar a España a su
tutela. En 1952 EEUU estableció relaciones diplomáticas con el régimen
franquista otorgándole un balón de oxígeno que le permitiría perpetuarse por 25
años más, pero aprovechó la
debilidad del régimen en el concierto de Naciones para convertirlo en un Estado
títere de sus intereses. Y posteriormente, EEUU,
tampoco ha tenido interés en la recuperación de la memoria que
lo señalan como responsable de haber contribuido al sostenimiento del franquismo
desde 1952 a 1977.
La recuperación de la honorabilidad
histórica como nación solo se podría realizar sobre la condena rotunda de la
sublevación del 18 de Julio de 1936, la recuperación de la memoria de la II
República y la formulación de un nuevo pacto constitucional que integre a las
nacionalidades históricas en un proyecto común, sin el lastre de los miedos que
condicionaron el pacto constitucional de 1978.
Pero en la actualidad, ese camino no existe. Los poderes
reaccionarios heredados del franquismo han aniquilado esa posibilidad, con ello
aseguran su supervivencia política, a la vez que siguen apartando a España de su
revitalización como nación.
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