Abril 2012)
NOTICIA. La
tasa de desempleo en la zona euro llegó a su punto máximo en casi 15
años, con más de 17 millones de personas sin trabajo.
El
desempleo un fracaso del modelo económico y político mundial
El desempleo en la
zona euro se situó el pasado mes de febrero en el 10,8%, un nivel récord
que supera en una décima el dato de enero y contrasta con el 10%
registrado hace un año, según los datos ofrecidos por Eurostat, que
vuelve a colocar a España como el país con peores cifras de empleo de
toda la región, ya que su tasa de paro subió al 23,6%, tres décimas más
que en enero. Entre los países miembros cuyos datos estaban disponibles,
las menores tasas de paro se registraron en Austria (4,2%), Países Bajos
(4,9%) y Luxemburgo (5,2%), mientras que las más altas fueron las de
España (23,6%), Grecia (21%), Portugal (15%) e Irlanda (14,7%).
Asimismo, la tasa de paro entre los menores de 25 años subió hasta el
21,6%. España volvió a registrar en febrero las cifras más altas de
desempleo juvenil con un paro del 50,5%.
Estas
cifras contrastan con las de los países emergentes más dinámicos, China y
Brasil. En 2011, en China, se crearon un total de 12,21 millones de nuevos
empleos en las zonas urbanas, y para este año, de acuerdo con el informe sobre
la Labor del Gobierno que fue presentado a la Asamblea Popular Nacional (máximo
órgano legislativo de China) el gobierno mantendrá la tasa de desempleo
registrado en no más del 4,6 por ciento en las regiones urbanas lo que debe
suponer crear más de 9 millones de nuevos empleos en el 2012 en esas zonas.
Brasil creó en el 2011 más de 2 millones de puestos de trabajo, además de
registrar un crecimiento con baja inflación, una tasa de interés en descenso, y
con una distribución de renta que está favoreciendo la disminución de las
desigualdades sociales.
Si
bien, los bases de partida de las economías de los países de la UE y de los
países emergentes distan entre sí, pues las primeras se sitúan en un alto nivel
de desarrollo per capita y las segundas lo hacen desde un modesto nivel per
capita, las perspectivas económicas de unas y otras se manifiestan claramente en
la creación o destrucción de empleo.
La
crisis financiera del 2008 ha determinado el cambio de tendencia de la economía
mundial. Occidente ha venido detentando el poder financiero desde los inicios de
las primeras manifestaciones del capitalismo en zonas urbanas de Europa en el
siglo XVI, que se reforzó con el comercio de larga distancia dando lugar a la
primera gran acumulación primaria de capital que favoreció el inicio de la
revolución industrial, y se institucionalizó con las revoluciones liberales del
siglo XIX. Las dos grandes crisis económicas la de 1873 y la de 1929 y que
dieron lugar a la disputa de las potencias occidentales por áreas económicas de
influencia exclusiva que derivaron en las dos mayores guerras mundiales nunca
conocidas, se situaban en el contexto histórico donde el resto del mundo, donde
habitaba y habita la mayoría de la humanidad, apenas si tenía relevancia
económica, estando, por otra parte, estas zonas sometidas al dominio colonial.
Con la
caída de la URSS (1989-1991) y la incorporación de China a la OMC en el 2001, el
mundo económico sustentando en áreas de influencia exclusiva desapareció. La
globalización económica es ya una realidad irreversible y el empeñó de Occidente
de utilizar su poderío militar para mantener áreas de influencia se está viendo
que ya no es acorde con los tiempos, las guerras coloniales, con algunas
excepciones como las de Libia, son para Occidente un gasto inútil en lugar de
una inversión.
El
poder financiero Occidental ha marcado un modelo de desarrollo mundial basado en
la demanda efectiva de las mayorías sociales de los países occidentales que
representan un 15% de la población mundial. En la economía competencial la tasa
relativa de ganancia se compensa en una tasa media debido a la competencia del
mercado, pero la tasa absoluta de ganancia (de la que el préstamo a interés es
una parte importante de la misma y retroalimenta la acumulación financiera de
capital), tiende a disminuir con la mejora de la productividad que forma parte
consustancial al sistema competencial, pues con la misma inversión de capital se
producen más productos y servicios; para compensar esta caída de la tasa
absoluta de ganancia se necesita crecer económicamente, es decir se precisa
vender más productos y servicios. El sistema financiero occidental ha venido
asegurando este crecimiento del PIB sustentado en la demanda efectiva de los
ciudadanos de los países ricos creando ciclos de consumo cada vez más cortos y
estimulando necesidades de consumo de segundo orden a través de la publicidad y
el préstamo individual; de tal manera que la disminución de la frecuencia de
renovar el automóvil y la compra de segundas viviendas en los países
desarrollados fueron hasta la crisis del 2008 la base del crecimiento económico
mundial.
Pero
esta vía de desarrollo en un mundo ya globalizado tenía a la postre los días
contados, no solo porque inevitablemente debía derivar en un apalancamiento
financiero de las clases medias de los países ricos, sino por la grave
depredación de los recursos naturales mundiales que exigía el mantenimiento del
consumismo de una pequeña parte de la población mundial ubicada en los países
ricos.
Este
modelo de crecimiento económico mundial es irrepetible, y los países
desarrollados incapaces de reactivar la demanda efectiva interna comprueban como
sino crece el PIB por encima de la mejora de la productividad el desempleo
aumenta. Las diferencias del aumento del desempleo en unos países más que en
otros tienen que ver con su estructura económica. En el caso de la UE, los dos
extremos se sitúan entre los países del norte y centro de Europa y los países
mediterráneos. Mientras que, por ejemplo, Alemania tiene una estructura
exportadora industrial que le permite en medio de la crisis mantener sus ventas
en los mercados emergentes de los países en desarrollo, España es un país con
una estructura económica fundamentada en gran medida en sus recursos turísticos
que le permitió beneficiarse del modelo consumista de segunda vivienda, de tal
manera que España en la década anterior a la crisis del 2008 era el país que más
crecía de la UE y más empleo creaba teniendo que importar mano de obra barata de
países africanos y latinoamericanos. Tras la crisis financiera inmobiliaria del
2008, las economías sustentadas en la segunda residencia se vinieron abajo. La
economía española perteneciente a ese grupo sufre ahora, en parte, unas
consecuencias similares a las que acontecen en las regiones mineras prosperas
que dejan de serlo cuando se agotan las betas de explotación, e incapaces de
reorientar sus actividades productivas sus habitantes se ven obligados a
emigrar.
El
desempleo en la UE seguirá aumentando pues la mejora diferencial de la
productividad impuesta por los países emergentes le obliga a buscar la
competitividad en los mercados internacionales recortando los gastos del Estado
de bienestar y congelando salarios, con ello la demanda efectiva interna seguirá
cayendo. El desempleo en la UE solo podría ser aminorado con una distribución
del trabajo reduciendo las jornadas laborales como se ha hecho en varias
empresas alemanas pero ello implicaría una reducción también proporcional de los
ingresos para mantener la competitividad global, cuestión que una sociedad como
la alemana con altos ingresos es factible pero de muy difícil aplicación en
España con una población laboral con empleos precarios y bajos ingresos.
A
diferencia del pasado, donde solo existía financieramente Occidente y las crisis
económicas obligadamente se debían resolver en el marco financiero occidental,
en la actualidad, la emergencia de otras economías de países en desarrollo con
pujanza financiera y económica, obligará a Occidente a tener que insertarse en
un modelo de crecimiento basado en la demanda efectiva de los países emergentes.
El problema para las finanzas occidentales es que ese cambio supone un cambio de
los actores financieros mundiales y, por ello, se resiste a aceptar esa realidad
a la espera de que vuelvan los tiempos del modelo de crecimiento económico
consumista anterior al 2008, pero esos tiempos no volverán. La espera hasta que
se despeje esta tesitura histórica en la mente de la ciudadanía occidental será
dolorosa, pues traerá más desempleo y más recortes del Estado de bienestar
alcanzado tras décadas en la UE.
El
drama actual de las democracias liberales es que los partidos políticos sean de
izquierdas o derechas solo pueden actuar en el marco de sus constituciones
liberales en las que el mercado y la propiedad privada financiera es intocable,
mientras que el derecho de los ciudadanos al trabajo contemplado en el artículo
23* de la declaración de los Derechos
Humanos de 1948 se demuestra que es solo retórico, por estar sujeto al mercado
neoliberal.
* Artículo 23
1. Toda
persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a
condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección
contra el desempleo.
2. Toda
persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por
trabajo igual.
3. Toda
persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y
satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia
conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario,
por cualesquiera otros medios de protección social.
1. Toda
persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa
de sus intereses