23/07/12
NOTICIA.
China proveerá 20.000 millones de dólares a través de líneas de crédito
a los países africanos
NOTICIA. El
presidente del BCE afirma que en la reestructuración financiera los
acreedores principales deben implicarse en caso de liquidación de un
banco para así limitar la participación de los contribuyentes, que ya
han pagado mucho
La crisis
económica y el paso del tiempo
Desde que se inicio la crisis financiera Occidental en el 2008, el
paso del tiempo va
mostrando como la misma no constituye una crisis cíclica sino que afecta
a los fundamentos estructurales del modelo consumista de desarrollo
económico mundial liderado por Occidente desde el final de la Segunda
Guerra Mundial. La consideración de la naturaleza de la crisis económica
mundial es importante pues en función de la misma se adoptan por los
diferentes agentes económicos unas medidas u otras en el medio plazo.
Los países
occidentales están instalados en el criterio de que la presente crisis es una crisis
cíclica y por ello las medidas
adoptadas por los gobiernos y la bancos centrales, son recetas clásicas
anticíclicas, consistentes en el caso de lo bancos centrales en abaratar el
valor del dinero para estimular la demanda a la vez que se controla la
inflación, y en el caso de los gobiernos propiciando su endeudamiento a la vez
que se recortan gastos y gravan impuestos, para no incurrir en un fuerte
déficit.
El
convencimiento de los políticos neoliberales de que después de los planes de
ajuste de las cuentas públicas se producirá la recuperación les está llevando a
persistir en políticas que el paso
del tiempo año tras año las
revela infructuosas, y la crisis lejos de mostrarse como cíclica se está
convirtiendo en una progresiva depresión.
La
insistencia de los políticos y economistas en los principios neoliberales
consagrados en las constituciones Occidentales, obedece a dos criterios, en
primer lugar, a que la escuela económica neoliberal no tiene dentro de sus
fundamentos macroeconómicos elementos para abordar la presente crisis
estructural del modelo de
crecimiento consumista de los
países desarrollados y, por lo tanto, las políticas anticíclicas no pueden dar
los resultados esperados y, en segundo lugar, porque el entramado financiero,
político y mediático Occidental no puede admitir ante su ciudadanía la carencia
de alternativas. Ello lleva a que la acción económica Occidental se encuentre
instalada en la inmediatez de la acción para sortear sobre la marcha los
problemas que se van presentado ante la falta de crecimiento económico.
Debido a
que la crisis no es cíclica sino estructural la misma seguirá prolongándose y,
con ello, se está gestando una segunda crisis financiera de los bancos
occidentales que solamente se ha develado en parte en el sector financiero
español. La singularidad de esta segunda crisis financiera a la que está abocada
la banca occidental,
propiciada por la falta de crecimiento del que detraer plusvalías presentes y a
futuro, va a estar determinada por la imposibilidad de implementar nuevos planes
de rescate a costa de las cuentas públicas debido a las enormes deudas
contraídas por los Estados en estos últimos años, estando abocado el sector
bancario occidental, ante la pérdida del valor de sus activos por falta de
negocio, a una profunda reestructuración financiera que liquide los bancos
insolventes y concentre los progresivamente mermados activos financieros.
Esta
percepción de la crisis del modelo consumista occidental se refleja en la
encuesta publicada este mes por el Pew
Research Center,
en la que se entrevistó a 26.210 personas en 21
países, que representados gráficamente en cuatro grandes regiones del mundo como
son: China, EEUU, la UE y los países árabes, muestra entre los años 2007 al 2012
una acusada tendencia pesimista sobre la economía en EEUU, la UE y los países
árabes, y una fuerte y sostenida confianza en la marcha de la economía en el
caso de China.
Fuente
En los países en
desarrollo y particularmente en los países emergentes, el paso del
tiempo está incrementando la percepción de que la presente crisis no
es cíclica sino estructural, y en consecuencia su crecimiento sustentado
en el consumismo occidental va ir perdiendo progresivamente fuerza.
Los
países emergentes más conscientes de esta crisis estructural occidental como son
China, Rusia y Brasil intentan progresivamente que los planes de desarrollo
estén lo menos posible lastrados a los países occidentales, intensificando para
ello la colaboración entre los propios países emergentes y en desarrollo.
Es en
esa dirección en la que hay que situar la Quinta Conferencia Ministerial del
Foro sobre Cooperación China-África (FOCAC) en Beijing, el 19 de julio de 2012
que reunió a China y a 50 de las 54 naciones soberanas que tiene África. China
acordó con las naciones africanas proveer 20.000 millones de dólares a través de
líneas de crédito a los países africanos para asistencia a las infraestructuras,
la agricultura, la industria manufacturera y a las pequeñas y medianas empresas,
actividad que ya viene desempeñando China desde hace varias décadas en su
política de colaboración entre países en vías de desarrollo.
También
hay que situar en esa dirección la apuesta de Rusia por integrarse en el
desarrollo en Asia Oriental, que tendrá un punto importante en su
materialización en la próxima cumbre de la APEC (Foro de Cooperación Económica
Asia-Pacífico) que tendrá lugar en la isla Russki cerca de Vladivostok, en el
Extremo Oriente ruso, entre el 2 y el 9 de septiembre de 2012.
Y en
Sudamérica cobra relevancia el fortalecimiento del MERCOSUR con la entrada en el
mismo de Venezuela, y con la progresiva diversificación del comercio de la
región en el que en los últimos años, además de los socios tradicionales, China
está tomando un protagonismo de primer orden.
No
obstante, la incierta deriva que está experimentando Occidente en esta crisis,
debiera llevar a los países emergentes y en desarrollo a actuar con mayor
premura e intensidad en su colaboración y desarrollo recíproco sino quieren
correr el riesgo de verse arrastrados por las sacudidas económicas que todavía
pueden estar por venir en el mundo occidental.
Los
países emergentes, en esta reorientación de su estrategia mundial, no sólo
deberán responder a los desafíos económicos sino que también van a tener que
adecuar su estrategia defensiva, pues Occidente y sus aliados están traduciendo
su debilidad económica en un incremento de su agresividad bélica mundial. EEUU
con su regreso a Asia y sus pretensiones de enemistar a China con sus vecinos,
la OTAN con el creciente acoso a Rusia tanto en campañas mediáticas en su contra
como con su hostigamiento a través de la ampliación de sus infraestructuras
militares en los países del Este europeo, particularmente con su proyecto de
Escudo Antimisiles, a la que ha venido a sumarse la reactivación por parte de
Japón del contencioso de las islas Kuriles. En Latinoamérica con la permanente
intromisión occidental en los asuntos de la región y la permanencia de la IV
flota de EEUU, y en los países árabes y el Próximo y Medio Oriente con la
presencia militar directa de la OTAN.
Aunque
afortunadamente la política de bloques geomilitares desapareció tras el fin de
la URSS, Occidente ha mantenido la OTAN y no va a permanecer impasible ante la
emergencia económica y política de otros actores internacionales y, por ello,
las naciones que precisan de las políticas de paz
y desarrollo tendrán que
considerar la creación de alianzas regionales en el plano defensivo que les dote
de un mayor potencial disuasorio que les permita asegurar la paz ante posibles
amenazas e injerencias exteriores.
La
política militar occidental se caracteriza por ser agresiva con las naciones
débiles que no se avienen a sus dictados, y ser prudente con las fuertes, tal
vez por ello, Rusia y China se sienten seguras pero la labor de cerco occidental
a través de terceros países es una política muy activa por parte de la OTAN y
EEUU. La mejor respuesta para estas dos naciones y las que componen la
Organización de Cooperación de Shanghai (OCS) debiera ser reforzar el compromiso
de ayuda mutua en materia de defensa.
En el
caso de Sudamérica, la Unión de Naciones Suramericanas UNASUR está demostrando
su efectividad regional, puesta de relieve últimamente con la firme posición
adoptada frente al golpe de Estado de guante blanco en Paraguay, pero su
política regional a favor de la paz no será totalmente efectiva hasta que la
región no diseñe una política de defensa conjunta.
Las
diferentes regiones del mundo económicamente emergentes, que precisan de la
política de paz y desarrollo,
tendrán que saber fortalecerse a través de alianzas defensivas regionales para
asegurar la paz mundial frente a las convulsiones geopolíticas que se puedan
manifestar como consecuencia del malestar económico occidental, y a su vez,
estas alianzas podrían contribuir por su fuerza disuasoria a cambiar la
naturaleza hegemónica occidental y posibilitar una integración económica que
permita un desarrollo socioeconómico mundial inclusivo, donde, finiquitadas las
aspiraciones hegemónicas, las alianzas militares carezcan de sentido y se pueda
abordar una política de desarme mundial efectiva.