01/02/2016
NOTICIA. El Fondo Monetario
Internacional (FMI) revisó a la baja sus proyecciones del crecimiento global
para los años 2016 y 2017.
Incertidumbres de la economía mundial
El año 2016 y los
venideros seguirán marcados por la crisis económica global iniciada en
el año 2008. En la medida que van pasando los años se va revelando con
mayor claridad que la naturaleza de la crisis del 2008, lejos de responder
a los postulados de una crisis cíclica, se muestra como una crisis
estructural del modelo de crecimiento económico global sustentado en el
consumismo de un 20% de la población mundial* que conformó el periodo
neoliberal comprendido entre la salida de la crisis económica de 1973 y
la crisis y depresión iniciada en el año 2008.
Crisis de las economías
desarrolladas
La imposibilidad de la
reedición de un nuevo ciclo consumista en los países desarrollados tiene
que ver con la forma en la que se realizó la acumulación
de capital en los años
previos a la crisis del 2008 inducida por la desregulación internacional
del mercado de capitales, que permitió que la enorme masa de capital
financiero acumulado
durante el periodo de auge neoliberal se situara fuera del control
jurídico de los Estados.
La crisis del 2008 no
afectó a los capitales ocultos por la desregulación financiera y
permitió que gran parte del dinero, legalmente registrado en los
diferentes países, pudiera ser evadido a tiempo para no ser atrapado en
los procesos de insolvencia bancarios, acentuando su descapitalización,
debiendo ser gran parte de la banca oficial rescatada con el dinero de
los contribuyentes, dándose la paradoja de que
mientras la banca oficial estaba técnicamente en quiebra, la
banca en la
sombra, según los datos del
Consejo de Estabilidad Financiera
(FSB),
acaparaba el año 2011 los 67 billones de dólares en todo el mundo, cinco
billones más de los que se registraron al comienzo de la crisis en 2007,
es decir el equivalente aproximado al PIB mundial. Ese dinero desregulado, constituye en la actualidad
una enorme masa de renta
inversión que por estar
fuera del control jurídico de los Estados no puede traducirse por vía
fiscal en renta consumo para
incrementar la demanda
efectiva.
El capital
desregulado, ante la falta de una demanda
efectiva que permitiese
la inversión en actividades productivas, busca constantemente en la
especulación su rentabilidad, en gran parte con la financiación de las
deudas soberanas de los países desarrollados, las cuales, se han visto
notoriamente incrementadas por la necesidad de las administraciones
públicas de mantener sus gastos
corrientes en una
situación de caída de los ingresos
fiscales debido a la
escasa actividad consumista y productiva de sus economías.
El financiamiento de las
crecientes deudas
soberanas genera a su vez
intereses que deben ser detraídos de los presupuestos de los Estados
para pagar con carácter prioritario a los prestamistas; con ello, el
incremento del servicio de
la deuda soberana, en una situación de estancamiento económico,
actúa como un factor paralizante de la economía, pues los Estados se ven
obligados a aplicar recortes en otras partidas presupuestarias como
educación y sanidad y a aumentar la imposición fiscal para la obtención
de recursos, lo que empobrece a los consumidores, dando lugar a un
círculo vicioso en el que los consumidores ven mermada su capacidad
adquisitiva, las entidades financieras, al deteriorarse las condiciones
de solvencia necesaria de consumidores y productores para devolver los
préstamos, restringen el crédito tanto al consumo como a las actividades
productivas.
Los países desarrollados
se encuentran pues atenazados en su crecimiento económico endógeno, no
solamente porque ya es muy difícil reeditar un ciclo económico capaz
de hacer crecer el PIB mundial basado en el consumismo de los países
desarrollados, sino porque la propia desregulación
financiera internacional impide
a los Estados aplicar políticas fiscales para propiciar una demanda
efectiva agregada que les
permita situarse en la senda del crecimiento; con ello, la crisis
iniciada en el 2008 ha pasado a constituirse en una crisis
estructural del modelo de
crecimiento consumista neoliberal.
La falta de perspectivas
de un crecimiento económico ha llevado en los últimos años a los Estados
más endeudados a adquirir menos deuda anual evitando el déficit de sus
cuentas con la aplicación de reducciones en el gasto. Esta limitación
del mercado de la deuda ha llevado al dinero
desregulado global a
inflar los mercados bursátiles en la falsa convicción de poder
rentabilizar un posible crecimiento económico global principalmente de
China; sin embargo, la ralentización económica de los países
desarrollados, por obedecer a una crisis estructural y no cíclica, está
dejando a la enorme masa de dinero
desregulado sin espacios
de negocio, lo cual, ante la falta de crecimiento económico, se irá
traduciendo en fuertes correcciones
en el mercado bursátil que
irán dejando sin valor un dinero que por no generar riqueza, se ha
convertido en un dinero improductivo.
Crisis de las economías
emergentes
La crisis estructural de
las economías desarrolladas está pasando también factura a los países
emergentes. El modelo económico mundial del periodo del auge neoliberal
(1973-2008) se sustentaba en una distribución mundial de las funciones
económicas por las que la
demanda efectiva se
concentraba en los países más desarrollados, principalmente en EEUU, los
países de la UE y Japón, mientras que los países en desarrollo
contribuían por el lado de la oferta como
suministradores de materias primas y productores de manufacturas basado
en la mano de obra barata concentrada principalmente en China.
La crisis del 2008 estancó
la demanda efectiva de
los países desarrollados y con ello el suministro de las materias primas
y de las manufacturas se redujeron. El estancamiento económico de los
países desarrollados pondría al descubierto la débil estructura
económica de los países
en desarrollo sustentada en actividades agrarias, extractivas y
productos manufacturados. La crisis de los países en desarrollo no fue
sino un reflejo de la crisis del centro
económico donde radicaba
el grueso de la demanda
efectiva global de bienes
y servicios.
China apostó desde el
inicio de la crisis por un cambio de modelo
económico para superar la
dependencia de su exportaciones de productos manufacturados a los países
desarrollados, lo que le llevó, apoyado en sus enormes reservas de
divisas, a promover un plan de estímulo y reestructuración productiva
orientada a la inversión en infraestructuras y la promoción del consumo
interno. La pujanza con la que China sorteó los primeros años de la
crisis le permitió convertirse en el principal demandante de materias
primas del mundo y, con ello, los países exportadores de las mismas
pudieron mantener gran parte de su mercado exportador, y continuaron sin
introducir cambios fundamentales en su estructura productiva.
Sin embargo, los cambios
introducidos por EEUU para mitigar su dependencia de las importaciones
de petróleo con la explotación nacional de sus recursos petroleros de
esquisto, desencadenaría a partir del 2014 una guerra de precios del
petróleo. Con la explotación de sus recursos EEUU obtuvo una
autosuficiencia petrolera que recortó drásticamente la cuota de mercado
de los principales productores agrupados en la OPEP. La OPEP, al operar
con costes de extracción mucho más baratos que los de la explotación del
crudo de esquisto, bajo las exigencias de su principal productor, Arabia
Saudita, decidió mantener la producción con el fin de crear una sobreoferta de
petróleo para abaratar los precios del crudo e impedir que las
explotaciones del petróleo de esquisto prosperasen y, con ello, mantener
su cuota de mercado mundial, en el entendimiento de que era mejor vender
barato que no vender, ante al auge de las explotaciones de petróleo de
esquisto.
Esta política de la OPEP
de prolongación de los precios bajos del petróleo está permitiendo
contener el desarrollo de las explotaciones de esquisto, pero los
principales países productores como Rusia, Arabia Saudita, Venezuela,
Brasil, México y otros, acostumbrados a cuadrar las cuentas de sus
presupuestos nacionales por encima de los 50$ del barril de crudo, han
pasado a experimentar graves dificultades económicas.
Por otra parte, la
política de ajuste económico de China para reestructurar su sistema
productivo con el objetivo de orientarlo a la innovación en ciencia y
tecnología, va a ralentizar su crecimiento durante los próximos años,
estando previsto para el año 2016 y los próximos cinco años de su XIII
plan quinquenal, que el crecimiento de su PIB se sitúe entre el 6,5% y
7%, lo que conlleva también una disminución en su demanda petrolera.
La coincidencia de los
factores que han contribuido a una saturación de la oferta petrolera,
con los factores de estancamiento económico de los países desarrollados
y la desaceleración de la economía China, han revelado las
carencias para cambiar el modelo productivo en los países que sus
economías son fuertemente dependientes de la explotación y exportación
de materias primas.
En la cuarta cumbre de la
Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) concluida en
Quito el 28/01/2016, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, que
ejercía de anfitrión, reconoció que la región enfrenta tiempos
difíciles, en los que la caída de los precios del petróleo está
dificultando más la creación de empleos y la reducción de la pobreza; a
su vez, de manera autocrítica manifestó que en ninguno de los cinco
pilares de la Agenda 2020, que fueron propuestos en la cumbre anterior:
1- reducción de la pobreza y la desigualdad; 2- educación, ciencia,
tecnología e innovación; 3- medio ambiente y cambio climático; 4-
infraestructura y conectividad, y 5- financiamiento para el desarrollo,
no se habían concretado en metas medibles ni en una agenda común. Una
constatación que evidencia que la voluntad política integracionista en
una región que se sustenta en la explotación de materias primas no es
suficiente sino se dan pasos prácticos para superar ese modelo
productivo, lo cual, precisa de la formación de un banco de desarrollo
propio regional y la coordinación de las políticas monetarias nacionales
en el horizonte de instituir una moneda común, que les permita superar
su dependencia del dólar estadounidense, una hoja de ruta económica que
los países latinoamericanos todavía no se han planteado seriamente.
En el caso de Rusia, el
estancamiento económico derivado de los bajos precios del petróleo ha
venido agravado por las sanciones occidentales. Una coyuntura que ha
despertado en las autoridades rusas la necesidad de cambiar su modelo
productivo muy
dependiente de sus exportaciones de recursos energéticos, encaminado a
la sustitución de importaciones de productos tecnológicos y alimenticios
por productos nacionales, habiendo obtenido Rusia en los dos últimos
años avances novedosos en el sector agrario; aunque en ese objetivo, a
pesar de que Rusia tiene los conocimientos científico técnicos para
lograrlo, el mayor hándicap, debido a su pasado soviético, es su escasa
tradición empresarial de pequeños y medianos empresarios comprometidos
con la innovación y orientada al mercado internacional, para situarse en
el futuro al nivel por ejemplo de Alemania, EEUU y China en sus
proyectos de ser líderes en la nueva revolución industria.
4.0.
En ese sentido, Rusia precisa de la
promoción de una cultura emprendedora en la sociedad, facilitada
legislativa y financieramente desde las instituciones.
Incertidumbres de la
economía mundial
Las incertidumbres de la
economía mundial tienen visos de durar varios años. A la incapacidad de
las grandes economías desarrolladas, EEUU, la UE, y Japón para iniciar
un nuevo ciclo de crecimiento sostenido en el tiempo, se ha añadido el
estancamiento de las economías emergentes exportadoras de materias
primas como Rusia y Brasil, y la desaceleración del crecimiento de
China, principal economía manufacturera.
Se ha entrado en un interregno en
el que el viejo modelo de crecimiento neoliberal basado en el consumismo
por elevación de necesidades económicas de las sociedades desarrolladas,
principalmente en el acceso a la doble residencia con carácter generalizado, y
el acortamiento de los ciclos de consumo de otros bienes como vehículos,
electrodomésticos, etc., no puede ser reeditado en la cantidad
suficiente para hacer crecer el PIB mundial como en los años previos al
inicio de la crisis del 2008.
Los nuevos resortes
económicos tendrán que venir de la incorporación al mercado de bienes y
servicios de la población de los países en desarrollo, y ello solo será
posible desde la readecuación del modelo
productivo de los
principales países emergentes y la integración económica regional de sus
ámbitos geoeconómicos respectivos.
En los países
desarrollados su vuelta a la senda del crecimiento debiera venir de
poner en orden el sistema
financiero mundial desregulado para
que los Estados puedan gravar fiscalmente el dinero oculto, y en la
apuesta por un modelo económico orientado hacia los países en desarrollo
para estimular su crecimiento con transferencia de tecnologías y
conocimientos científicos, lo que facilitaría la
integración económica mundial y
el inicio de un nuevo ciclo histórico en el desarrollo
de las fuerzas productivas mundiales.
Aunque lejos de ello, los
principales países desarrollados siguen todavía aferrados a la reedición
del modelo productivo del periodo 1973-2008 de concentrar el crecimiento
económico mundial y continuar manteniendo la distribución funcional de
la economía mundial, por la que los países en desarrollo deben seguir
siendo meros suministradores de materias primas, y ello conlleva la
implementación de políticas económicas
destructivas contra
los países en desarrollo con mayores potencialidades económicas o
recursos petroleros y que actualmente se concentran principalmente
contra Rusia y los países más importantes de Sudamérica.
La persistencia,
principalmente de EEUU, de seguir aferrado a ese esquema productivo
mundial, no solamente es fruto de la inercia económica del pasado, sino
que tiene que ver con el mantenimiento del poder económico mundial
expresado en seguir acaparando la mayor parte del PIB mundial, lo que le
impulsa a contener el crecimiento del PIB de las principales naciones en
desarrollo que le podría relegar de su poder económico global en el
medio y largo plazo.
Pero, los intentos de
reactivar un modelo productivo mundial pasado y que no volverá,
solamente contribuye a aumentar las incertidumbres del desarrollo
económico mundial y prolongar el estancamiento económico.
El periodo de ajuste de la
economía mundial pasa porque los países emergentes tengan éxito en su
necesaria reestructuración económica que les permita liderar un nuevo
impulso económico mundial, si bien, ello llevará su tiempo, en un camino
nuevo que tendrá sus aciertos y errores pero que debiera situar a la
economía mundial en un nuevo escenario de desarrollo económico mundial.
El éxito de China en la
transformación de su estructura productiva en los próximos cinco años,
que le pueden permitir pasar a constituirse en la principal economía
mundial por PIB, crecimiento e innovación científico técnica, va a ser
determinante para que en la próxima década la economía mundial pueda
adentrarse en un nuevo modelo de crecimiento económico globalmente compartido.
Mientras tanto,
los próximos años seguirán plagados de incertidumbres.
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*
Fuente: ONU. Elaboración propia.