29/08/2016
NOTICIA.
El 4 y 5 de septiembre tendrá lugar en Hangzhou (China), la Cumbre del G20
La cumbre del G20 y las
contradicciones del crecimiento económico mundial
La cumbre del G20 en Hangzhou,
está siendo activamente preparada por China para que constituya un punto de
partida nuevo en el impulso al crecimiento económico mundial.
El enfoque de la cumbre se
orientará a la reforma estructural del vigente modelo
económico basado casi
exclusivamente en el estímulo financiero y las políticas monetarias flexibles,
por otro modelo económico que
persiga un crecimiento económico mundial robusto y sostenido, basado
principalmente en: 1. el desarrollo de la economía verde; 2. la reactivación de
la inversión en infraestructuras para lograr una mayor conectividad entre los
espacios geoeconómicos, y 3. el estímulo a la innovación y al desarrollo de la
nueva revolución industrial marcada por la robotización y la digitalización de
la industria y los servicios, mediante políticas activas de gobiernos y
emprendedores, sustentadas en un consenso internacional sobre el desarrollo, en
el que deberán participar activamente los países en desarrollo.
China con este enfoque pretende
aportar su experiencia en el cambio interno del modelo económico en
la que está comprometida basado fundamentalmente en las premisas anteriores
propuestas para el G20
(1). Sin embargo, hasta ahora, desde la crisis financiera del
2008, el G20 que desplazó al G7 para promover la reactivación económica global y
una mejor gobernanza económica mundial, no ha conseguido avances de relevancia
en este propósito.
La cumbre del G20 de Hangzhou, se
celebra en medio de una frágil recuperación de la economía mundial y después de
haber aplicado las economías desarrolladas todas las recetas económicas
conocidas basadas en las políticas monetarias más agresivas y las políticas
fiscales más flexibles. El G20, que funcionó al principio como un club de las
principales economías del mundo, se ha convertido en la plataforma primaria
mundial de coordinación de políticas económicas, la continuidad de este foro en
una economía mundial fuertemente interconexionada resulta muy necesaria, pero
sin éxitos que lo sustenten puede terminar por entrar en declive. La esperanza
de esta cumbre es que se cambie la tendencia anterior y suponga un cambio de
paradigma económico apostando por un nuevo enfoque económico en el objetivo de
situar a la economía mundial en la senda del crecimiento
(2).
Las contradicciones de
los principales actores económicos que sustentan el G20 son profundas,
principalmente las marcadas por los diferentes enfoques del modelo
económico mundial que debe
prevalecer. El vigente modelo económico mundial tuvo su origen tras la Segunda
Guerra Mundial en los Acuerdos
de Bretton Woods (1944), donde
los países industriales otorgaron a EEUU, entonces única potencia industrial que
no había sufrido en suelo propio la devastación de la guerra, el liderazgo de la
economía mundial. En estos acuerdos se impuso el denominado modelo económico
Keynesiano, el cual surgió como respuesta al fracaso del modelo liberal que
conllevó a la crisis de 1929 y al posterior modelo proteccionista de los
gobiernos fascistas. El modelo Keynesiano resultó una mezcla entre liberalismo y
proteccionismo en el que la fuerzas económicas del mercado tenían una
contraparte importante en el Papel del Estado. La crisis de 1973 pondría fin a
este modelo y volvería con inusitado vigor un nuevo liberalismo económico o Neoliberalismo que
se encargó de relegar al Estado de sus principales funciones económicas, y tuvo
su mayor significación en la privatización del grueso de las finanzas estatales.
La liberalización financiera pronto cobró importancia no solamente dentro de las
naciones industrializadas sino que se internacionalizó, de tal manera que los
dueños del capital operaban libremente a nivel mundial debido a una desregulación
financiera internacional que
continúa a día de hoy, siendo los paraísos
fiscales el exponente máximo de
esta desregulación.
La base principal del crecimiento
económico de este modelo económico mundial
se ha venido sustentando en la demanda
efectiva de los países
desarrollados quienes con menos de un tercio de la población mundial han venido
acaparando durante décadas mas de dos tercios de su PIB. La crisis financiera
del 2008 ha supuesto la mayor convulsión sufrida del orden económico mundial
establecido en Bretton Woods, con su variante Keynesiana y Neoliberal.
La razón principal ha sido la crisis del modelo
liberal global que ya había
tenido desde su instauración en el siglo XIX dos crisis importantes, en 1873 y
1929. Las crisis liberales profundas se han producido cuando el acaparamiento de
capital sin regulación le induce a sus dueños a priorizar la obtención de
beneficios a través de la especulación en lugar de la producción. La crisis del
2008, se produjo por el éxito que supuso alcanzar el cenit del paradigma
neoliberal global de todo el periodo neoliberal de 1973 al 2008: conseguir la
mayor concentración de capital con la menor regulación estatal.
La desregulación financiera
internacional ha sido la característica singular del modelo de acumulación
del periodo (1973-2008) sin que los Estados dominados por las convicciones
neoliberales hayan hecho lo suficiente para impedirlo, con ello, a diferencia de
las crisis de 1873 y 1929 que fueron contrarrestadas con medidas estatales, el
liberalismo alcanzó su mayor auge económico. Actualmente, la enorme masa de capital global no la mueven los
gobiernos sino instituciones financieras opacas, que siguen orientadas a la
especulación, entre ellas la financiación de las deudas soberanas que lastran
las economías nacionales con el servicio de la deuda anual cuyo pago a estas
instituciones precisa de una carga fiscal adicional sobre las clases medias que
limita la demanda efectiva. El
dinero desregulado con la especulación genera beneficios a estas instituciones
pero, a la vez, impide que se den las condiciones para la inversión productiva
debido a la debilidad de la demanda del
consumo que la carga fiscal impone, constituyéndose desde el punto de vista del
crecimiento económico en un dinero improductivo.
En origen, el propósito del G20
fue desenredar este nudo gordiano introduciendo una regulación financiera
internacional, no solo para controlar el mercado de capitales sino, lo más
importante, para habilitar los mecanismos legales que hubiesen permitido
expropiar vía fiscal parte del capital oculto para utilizarlo en aliviar de
cargas fiscales a las clases medias y promover a su vez una demanda
efectiva agregada dentro de las
economías nacionales. Pero nada de ello ha sido posible y las economías
desarrolladas se encuentran en una vía muerta de lento crecimiento. La esperanza
de que las economías emergentes sustituirían a la locomotora económica global
que durante décadas han constituido las economías del G7, en la actualidad, se ve
mermada porque los países emergentes se han desarrollado en dependencia de la demanda
efectiva de los países ricos, en
unos casos por ser suministradores de materias primas como Rusia y Brasil y, en
otros, como China e India por ser contribuyentes de mano de obra barata, por lo
que la debilidad de las economías desarrolladas lastra también a las emergentes.
El nudo gordiano no parece pues
que se pueda desenredar y precisa ser cortado con la introducción de un nuevo
paradigma económico global. Ésta parece ser la apuesta de China en el G20 con la
introducción del concepto de un nuevo
modelo de desarrollo global, en
el que los países en desarrollo, ante la incapacidad de los países desarrollados
para continuar liderando el crecimiento mundial, promuevan, como lo está
haciendo China internamente, un cambio de modelo
económico para activar su
industrialización. Como ejemplo estaría la agenda de industrialización aprobada
por África-China el 05/12/2015, en la II cumbre del Foro de Cooperación
África-China (FOCAC), en Johannesburgo (Sudáfrica) que agrupa a China y 50
países africanos, en la que China se comprometió a invertir 60.000 millones de
dólares principalmente en infraestructuras.
Sin embargo, los países
industrializados a pesar de estar en una situación económica de lento
crecimiento no van a renunciar a seguir siendo los rectores de la economía
mundo. La contradicción que
se les presenta a las potencias industriales representadas en el G7 es que
precisan de un crecimiento económico global del cual beneficiarse, pero si este
crecimiento supone que las principales naciones en desarrollo les superen en PIB
éstas pueden terminar relegándoles de su predomino económico mundial centenario.
Esta cuestión, le está llevando
particularmente a EEUU a una cierta confusión en las relaciones económicas con
otras naciones, principalmente con China. Sus dos proyectos, el Tratado
Transatlántico de Comercio e Inversiones (TTIP) y el Acuerdo Transpacífico de
Cooperación Económica (TPP), están orientados a crear un ámbito económico propio
como contrapeso a los BRICS, pero estos espacios que EEUU piensa crear, aunque
acaparan la mayor parte del PIB mundial, no tienen el potencial de crecimiento
que tienen los proyectos de conectividad euroasiática de los que el Banco
Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII) es su mayor exponente, y del que
EEUU y Japón se han autoexcluido; por otra parte, la política
económica de EEUU con relación a
los países en desarrollo ha estado tradicionalmente orientada a mantenerlos como
meros suministradores de materias primas apoyándose en la perpetuación de
oligarquías que centenariamente no se han preocupado por el desarrollo de sus
países, como sucede en casi todos los países de Latinoamérica. La hegemonía
económica global estadounidense también le ha permitido la implementación de políticas
económicas destructivas como
forma de intentar arruinar a naciones a través de bloqueos y sanciones, como son
ahora los casos más significativos de Rusia e Irán, y en otros casos con la
guerra como ha sucedido tras sus intervenciones militares en Afganistán, Irak y
Libia.
El concepto de un desarrollo
económico mundial en una relación de ganar todos, por el que apuestan las
potencias emergentes, no termina de convencer a EEUU, pues bajo ese principio en
un recorrido histórico de unas pocas décadas teme ser relegada de su
preponderancia económica mundial. El concepto de un mundo pobre y otro rico que
le ha otorgado el dominio económico global desde los Acuerdos de Bretton Woods
sigue seduciendo a los poderes económicos estadounidenses pues tal concepto es
el que le asegura la perpetuación de su hegemonía económica; sin embargo, ello
necesariamente debería llevar a tener que recomponer el modelo económico global
del periodo (1973-2008) en el que el G7 debería ser el que seguiría liderando el
crecimiento mundial por elevación del consumo de sus propias sociedades, pero
desde la crisis del 2008 y las consecuencias derivadas de la misma de
concentración y desregulación internacional del capital y el aumento de las
deudas soberanas, no lo hacen posible. Inevitablemente, se ha entrado en una
etapa histórica en la que el crecimiento económico mundial, en el grado
suficiente para asegurar la rentabilidad de las empresas
(3), solo es posible
sumando al consumo de las sociedades desarrolladas el consumo de las sociedades
en desarrollo, incorporando para ello a la demanda económica efectiva, a
los miles de millones de habitantes que las componen, y ello, precisa de un
nuevo modelo de desarrollo de las características propuestas por China a la
cumbre del G20.
El cambio del modelo
económico mundial no se producirá
como si de un nuevo Bretton Woods se tratara, sino que será fruto de la
confrontación prolongada de dos modelos
de desarrollo económico mundial,
el que pretende seguir basándose en el desarrollo
del subdesarrollo para asegurar
el dominio económico global de las potencias industriales neoliberales, y el que
apuesta por la integración económica mundial de todos los países del mundo sin
excepción basado en: 1. la cultura de la colaboración en una relación de ganar
todos frente al modelo de exclusividad de unas pocas naciones; 2. la
implementación de grandes proyectos de infraestructuras en los países en
desarrollo frente a quienes quieren anclarlos como meros suministradores de
materias primas, y 3. la promoción de la innovación en todos los ámbitos de la
ciencia y la tecnología con la transferencia del conocimiento civil entre todas
las naciones frente a quienes pretenden mantener en el subdesarrollo tecnológico
a las naciones que históricamente se han incorporado más tarde al área del
conocimiento.
En la implementación de este
modelo de desarrollo económico mundial, la colaboración de las naciones en
desarrollo y de las potencias emergentes constituirá la principal política
transformadora.
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NOTAS:
(1) La
naciones que constituyen el G20 representan el 85% de la economía mundial, el
75% del comercio global y acogen a dos tercios de la población mundial.
(2) El
Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que el PIB mundial se
incrementará un 3,1%, a este porcentaje China contribuirá con 1,2
puntos; India con 0,6 puntos; el G7 con 0,8 puntos de los que 0,3 puntos
corresponderán a EEUU; el resto de la economía global contribuirá con
0,5 puntos.
(3) Para
asegurar la rentabilidad del conjunto empresaria global, la economía mundial
debe crecer por encima de las optimizaciones productivas para abaratar costes
que obliga al empresario en el mercado competencial a tener que vender más
productos para asegurar el mismo volumen de ingresos.
Si la mejora de la productividad global anual se sitúa en un 3% el crecimiento
mundial debería crecer por encima de ese porcentaje para asegurar que la
expansión de la economía permita aumentar el empleo.