02/12/2018
NOTICIA.
El 01/12/2018, la cumbre del G20, dio por concluidas sus sesiones
G20. Una cumbre con dos visiones globales
El
01/12/2018, quedó clausurada la cumbre del G20, en Buenos Aires
(Argentina). A diferencia de la cumbre del 2017 de Hamburgo, los jefes
de Estado y de Gobierno del G20, acordaron una declaración final
conjunta. Tras la incógnita con la que se había iniciado la cumbre
debido a las medidas unilaterales proteccionistas emprendidas por la
administración estadounidense, el hecho de que en la misma se haya
alcanzado el consenso necesario para la suscripción de una declaración
final, se puede considerar un éxito. En la declaración, el G20 se
compromete a impulsar la reforma de la Organización Mundial del
Comercio, para permitir que se pueda mantener mejor la normativa. Se
acuerda reforzar el G20 en la solución de problemas globales y se
reafirma en su compromiso con el Acuerdo de París sobre el cambio
climático, en este punto la nota discordante la puso EEUU al negarse a
apoyar esa parte del comunicado.
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El
G-20, constituido en 1999 por las economías más desarrolladas agrupadas
en el G7 y las naciones más importantes en desarrollo, cobraría
importancia a partir de la crisis financiera del 2008, celebrando su
primera reunión en formato de Presidentes y Jefes de Estado en noviembre
del 2008, en sustitución de facto del G7, desbordado por la crisis
financiera y que había venido marcando hasta entonces la agenda en los
asuntos económicos mundiales. En la actualidad el G20, a pesar de los
escasos resultados prácticos en los objetivos marcados en las sucesivas
cumbres para la regulación económica y financiera global, sigue siendo
el único foro mundial que anualmente concita el encuentro de los
mandatarios de las naciones más importantes del planeta, y su
continuidad en formato de Presidentes y Jefes de Estado se ha convertido
en una necesidad imperiosa en un mundo que precisa de soluciones a los
problemas globales como son: avanzar en el desarrollo económico,
preservar la paz mundial y combatir el cambio climático.
Sin
embargo, desde EEUU, la nación que en el año 2008 fue la más interesada
en agrupar a los jefes de Estado del G20 en Washington, para implementar
una solución de consenso a la grave crisis financiera mundial con origen
en su sistema financiero, una vez superada la situación de debilidad que
le indujo a liderar la iniciativa, su papel en la sucesivas cumbres ha
sido la de torpedear las diferentes iniciativas propuestas por otras
naciones para establecer una mayor regulación financiera internacional y
promover políticas de consenso en el ámbito comercial y medioambiental.
Esta actitud de EEUU es fruto de su ideología de dominación global, que
le lleva a mostrarse en posición negociadora en situación de debilidad y
con actitud dominante cuando se siente fuerte, pero en la actualidad, a
pesar del interés estadounidense de desvirtuar las cumbres del G20, la
voluntad decidida de la mayoría de las naciones que lo componen de
mantener un lugar de encuentro donde tratar los problemas globales
asegura su continuidad. Desde la Segunda Guerra Mundial han existido dos
momentos decisivos que han hecho necesaria la unión de las naciones, la
primera y más importante fue la fundación de la ONU, y la segunda la
creación en formato de Presidentes y Jefes de Estado del G20.
A
la reciente cumbre del G20, la administración estadounidense presidida
por Donald Trump, ha acudido con una acentuada visión unilateralista de
la política internacional, caracterizada por el abandono de importantes
acuerdos multilaterales y orientada a la sustitución de los mismos por
el establecimiento de acuerdos bilaterales con cada nación de manera
independiente, lo cual le permite aprovechar el ser la nación más fuerte
en la negociación bilateral para imponer sus condiciones a la
contraparte, cuestión que considera que en los acuerdos multilaterales
no es posible hacerlo por la unión entre sí de otras naciones.
Esta política de intentar imponer sus condiciones al resto de naciones,
en el caso de China, le está llevando a la aplicación de aranceles a la
importación de sus productos, con la finalidad de equilibrar la
deficitaria balanza comercial estadounidense e impulsar su mercado
interno con el consumo de los productos de fabricación nacional. Sin
embargo, los aranceles a los productos chinos actúan como un impuesto
sobre los consumidores estadounidenses que se ven obligados a comprar
los mismos o similares productos a un mayor coste, siendo el Estado el
principal beneficiario del impuesto arancelario.
Hasta ahora los supuestos beneficios de esta política proteccionista
para la sociedad estadounidense no son perceptibles, lo que lleva a
pensar que la razón principal que impulsa a la administración Trump al
proteccionismo no es la recuperación de la producción de las empresas
nacionales en territorio estadounidense sino, ante la imposibilidad de
superar a sus competidores comerciales en un mercado abierto, la
aplicación de políticas económicas destructivas para evitar que otras
naciones, principalmente China puedan relegar a EEUU como principal
economía mundial, y cuyo efecto más notorio está siendo un
debilitamiento del comercio y por lo tanto del crecimiento económico
mundial.
El
principio de la actual administración estadounidense de que su fortaleza
económica se fundamenta en la debilidad de sus competidores y de que su
economía nacional puede ir bien aunque la mundial vaya mal, en el mundo
actual no es viable. El tiempo, en el que EEUU era el mayor soporte del
crecimiento económico mundial quedó atrás, y pretender reeditarlo
conteniendo el crecimiento de las naciones más dinámicas que como China
más contribuyen al crecimiento económico mundial, es una visión obsoleta
y económicamente destructiva, sin que por otra parte, estas medidas
vayan a doblegar a china, sino que por el contrario reforzarán su
espíritu de superación frente a la adversidad.
China está transitando de un viejo modelo económico de producción
manufacturera de bajos salarios, a una economía de vanguardia en la
innovación de productos tecnológicos de consumo y una acelerada mejora
en la productividad técnica que le permite aumentar el poder
adquisitivo de sus trabajadores a la vez que mantiene su competitividad
en el mercado global.
A
pesar de que China tiene una productividad técnica inferior a la
de los países más desarrollados, el margen de mejora, por partir de unas
ratios inferiores, es comparativamente superior a la de los países más
industrializados, y la velocidad con la que se implementan estas
mejoras, debido a su avanzada posición tecnológica, la puede realizar
también en periodos más cortos que los países desarrollados.
En
el devenir de la economía mundial lo que está en cuestión es la
competencia en la productividad, principalmente de los productos
tecnológicos manufacturados e infraestructuras. En los inicios de la
revolución industrial lo que situó a Gran Bretaña como líder económico
global fue su competencia en innovación y productividad, un
testigo que tras la Segunda Guerra Mundial lo tomaría EEUU, al que en
menor medida se sumarían con posterioridad Japón y Alemania.
La
innovación tecnológica y la mejora continua de la productividad
es una cualidad de la economía competencial que permite obtener
más y mejores productos por el mismo o a menor coste. Sin embargo, esta
cualidad obliga al empresario en cada mejora de la productividad
a tener que vender más productos para mantener el beneficio constante,
por ello el mantenimiento de la rentabilidad de las empresas depende
constantemente del crecimiento económico, y cuando éste no se produce
las empresas más débiles quiebran y las mas competitivas absorben su
mercado; la economía sigue funcionando pero no por expansión sino por
concentración empresarial. En ese escenario, el sector que más pierde es
el financiero pues carece de expectativas de préstamo a futuros negocios
empresariales. El crecimiento económico es pues para la economía
competencial el oxigeno sin el cual las empresas no pueden obtener
beneficios de manera continua y el sector financiero margen del que
detraer los intereses de sus prestamos.
Hacer frente a la competencia en la productividad con medidas
proteccionistas en un mundo cada vez más interconectado es ponerle
puertas al campo. Si por ejemplo, EEUU impone a los productos chinos una
carga arancelaria de un 15%, esta barrera debido a la mejora
diferencial de la productividad respecto de EEUU, en un periodo
de tiempo, la superaran los productos producidos en China, con lo que el
arancel para tener el efecto esperado tendría que ser aumentado, lo que
puede llevar a EEUU a entrar en una espiral proteccionista imposible de
soportar, por lo que lo más conveniente sería la participación con su
capital y tecnología en los procesos de producción más competitivos
globales, tanto en China como en otros países.
El
repliegue al proteccionismo es una visión tacticista de escaso
recorrido, y los primeros en notarlo pueden ser la propios consumidores
estadounidenses. Cuando un país parte de una economía proteccionista
hacia otra de apertura, la percepción de los consumidores es de mejora,
tal es la situación que se ésta produciendo en China con la progresiva
política de reforma y apertura del gobierno chino, pero cuando un
país parte de una situación de apertura a enrocarse en el
proteccionismo, la percepción del consumidor es de empeoramiento de su
poder adquisitivo.
El
futuro de la economía mundial es el de avanzar hacia una
integración económica mundial con el objetivo de impulsar la
prosperidad de todas las naciones, en el que los beneficiarios de la
misma sea el conjunto de la población mundial. La crisis económica
mundial iniciada en el 2008 está marcando el final de una época que está
cuestionando los fundamentos de la economía como una ciencia y una
praxis orientada al beneficio de minoritarios grupos de poder y de unas
pocas naciones en el mundo. La vieja cultura de la confrontación
impuesta por las naciones más poderosas para obtener beneficios
unilaterales ya no se adecua a las demandas de Paz y prosperidad de la
mayoría de la humanidad que vive en los países en desarrollo. Se precisa
caminar hacia un nuevo orden económico, político y medioambiental
mundial basado en la colaboración entre naciones en el que los
fundamentos económicos sitúen a la sociedad y el medioambiente en el
centro de su quehacer.
El
ciclo neoliberal y neocolonial iniciado tras la crisis económica de
1973, y que tan buenos réditos trajo a EEUU, murió en la crisis
financiera del 2008, aunque su sombra se extenderá todavía por varios
años.