(Febrero 2012)
NOTICIA. El
vocero oficial de la cancillería rusa, Alexander Lukashevich reitero sus
dudas sobre la veracidad de la información ofrecida por el llamado
Observatorio de Derechos Humanos sobre Siria.
NOTICIA. En
El Cairo comenzó un proceso contra 43 miembros de diversas ONG, acusados
de trabajar sin licencia en Egipto o de apoyar financieramente a
determinados partidos.
Naturaleza
del espionaje y la manipulación informativa internacional
Los denominados
servicios de inteligencia de los respectivos gobiernos, conocidos en el
pasado como servicios de espionaje y contraespionajes han ido cambiando
con el paso de los tiempos.
Hasta
el final de la Guerra Fría (1991) las actividades de espionaje en países
extranjeros de las grandes potencias Rusia y EEUU, aunque de intereses
antagónicos tenían los mismos métodos y objetivos, fundamentados en el complot
para derrocar opositores y perpetuar gobiernos fieles a sus dictados.
En ese
periodo, la naturaleza del espionaje se fundamentaba en que tanto la URSS como
EEUU y sus aliados principales, Gran Bretaña e Israel, luchaban por alcanzar la
hegemonía mundial y, ante la imposibilidad de conseguirla por la fuerza de las
armas, la Guerra Fría consistía en la disputa por conquistar, en todo el mundo,
áreas de influencia geopolítica respectivas a través de promover y apoyar
regimenes afines; ello llevaría en determinados momentos de la Guerra Fría a
EEUU a promover golpes de Estado en varios países de Latinoamérica y derrocar
gobiernos legítimos como fue en 1973 en Chile, o el apoyo a la dictadura
española de Franco. Por otra parte, la URSS conspiraba en los países del Este
europeo para mantener su hegemonía, tutelaba los regímenes de los repúblicas
soviéticas asiáticas y al gobierno títere de Afganistán tras la invasión de ese
país por la URSS (1979-1989). Y en general, casi todas las regiones del mundo
estaban envueltas permanentemente en la trama de complots en la sombra.
Los
medios utilizados, según los casos, se basaban en la infiltración en los poderes
militares y en distintas instancias fácticas de los diferentes Estados, o en las
organizaciones opositoras, siendo, en muchos casos, las propias embajadas por su
inmunidad diplomática las que servían de centro de coordinación de las
actividades de espionaje.
Con la
desaparición de la URSS y el final de la Guerra Fría (1991), la actividad del
espionaje cambió sustancialmente. Rusia ya no tenía capacidad de aspirar a la
hegemonía mundial, ni tampoco la pretendía tras abandonar el modelo soviético de
revolución mundial; por el contrario, EEUU si bien ya no tenía un rival global,
sus aspiraciones de seguir pretendiendo la hegemonía mundial han continuado.
La
redimensión del espionaje de EEUU se artículo después de los atentados del 11S
del 2001. EEUU proyectó la lucha contra el terrorismo como un enemigo global, y
ello, lo utilizó como fundamento ideológico para promover la invasión de
Afganistán e Irak. La manipulación informativa, cobró una nueva dimensión en la
actividad de los servicios de inteligencia. En el caso de Afganistán se
fundamentó en que era el refugio del terrorista más buscado Osama Bin Laden por
su responsabilidad en los atentados del 11S; una década después se comprobaría
que este terrorista vivía en un amplío complejo urbano en Pakistán, país que
sirvió como plataforma de invasión de Afganistán bajo el mandato del golpista
Musarraf, actualmente residente en el Reino Unido. En el caso de Irak, el
pretexto informativo para la invasión de Irak se fundamentó en que Sadam Husein
era un dictador que poseía armas de destrucción masiva, cuestión que a la postre
se comprobó que no existían tales armas y que tal acusación había sido un
montaje propagandístico de la CIA, y resulta paradójico que Musarraf un dictador
aupado por un golpe de Estado al poder en Pakistán que si disponía de armas
nucleares de destrucción masiva no se le considerase proscrito a los ojos de
Occidente sino un valioso aliado.
La
comparación de los hechos con los contenidos propagandísticos del momento,
mostró como los servicios de inteligencia pasaron a controlar el espacio de los
grandes medios de comunicación occidentales, tal vez, la opinión de políticos
conservadores de EEUU de que la guerra de Vietnam se había perdido en la
retaguardia por el horror que causaba la guerra, fuera uno de los motivos que
llevó a los servicios de inteligencia al control de los grandes medios con el
fin de homogeneizar en un discurso único a la población occidental en la
legitimación de las intromisiones de EEUU en los países que no se subordinaban a
su tutela. El discurso utilizado para ello se fundamentaba en el subterfugio de
la defensa de los derechos humanos, cuando se ha demostrado en las prolongadas
guerras de Afganistán e Irak que las guerras de invasión son la peor de las
dictaduras y donde más se vulneran los derechos humanos reflejado en los miles
de muertos civiles y la destrucción a la que han sido sometidos esos países. En
el caso de Afganistán la propaganda militar se convierte en cinismo cuando la
cruenta ocupación de ese país lleva más de diez años llamándose, libertad
duradera.
La
justificación del complot y de la guerra en terceros países como método
justiciero de Occidente -defendido por los grandes medios de comunicación,
como fue en el caso de Libia los bombardeos sistemáticos de la OTAN y el aplauso
de los autodenominados intelectuales progresistas del linchamiento público del
dictador Gadafi-, frente a los principios expresados en la carta fundacional
de la ONU de respetar la soberanía de las naciones y los cambios en las mismas
sin intromisiones foráneas, ha ido degradando moralmente a estos medios de
comunicación y los ha convertido en medios mercenarios de los servicios de
inteligencia que promueven las aspiraciones hegemónicas de EEUU, Israel y la
OTAN.
En esta
nueva situación mundial los servicios de inteligencia del mundo se pueden
dividir en dos categorías, por una parte, los de los países que no pretenden la
hegemonía mundial, que se traduce en que los servicios de inteligencia sirven
para la defensa exclusiva de la nación, pero no se orientan a inmiscuirse en
asuntos de otros países sino tienen que ver con la defensa exclusiva de la
propia nación, y por otra parte, están los servicios patrocinados por la OTAN,
EEUU e Israel dirigidos a subvertir mediante complots y propaganda los regímenes
de los países que no se subordinan a sus intereses.
Ambos
modelos de espionaje precisan a su vez de presupuestos diferentes, mientras que
los dedicados en los países que no aspiran a la hegemonía mundial son modestos,
el mayor presupuesto del mundo destinado a los servicios de inteligencia es el
de EEUU que destina a la CIA unos 70.000 millones de dólares anuales, un 10% del
presupuesto militar de EEUU, que en cifras absolutas supera el 45% de todos los
gastos militares en el mundo.
Esta
nueva situación política mundial ha llevado también en los países de la OTAN a
cambiar las tapaderas y puntos estratégicos donde actúan los servicios de
inteligencia, haciéndolo taimadamente, en muchos casos, bajo el manto de
reporteros y ONGs humanitarias, aprovechando el prestigio de las que sin duda
alguna actúan de buena fe.
Estas
tapaderas sirven como puntos de información, utilizados luego como fuentes
fiables de los medios de comunicación. No es por ello sorprendente, por mucho
que políticos y medios Occidentales se rasguen las vestiduras, que el portavoz
oficial de la cancillería rusa, Alexander Lukashevich, acuse a el llamado
Observatorio de Derechos Humanos sobre Siria, al cual se remite gran parte de la
prensa occidental, de falta de veracidad en la información ofrecida por esa
Institución, que según ese portavoz, cuenta solamente con dos funcionarios, R.
Abdurajman y una secretaria-traductora, cuando Abdurajman ni siquiera es
periodista, vive en Londres y se considera súbdito de la corona británica. Ni
tampoco se puede pasar por alto que, de no mediar serías sospechas de
intromisión en los asuntos internos de Egipto, las autoridades judiciales de El
Cairo hayan iniciado un proceso contra 43 miembros de diversas ONG, entre los
que se encuentran 19 ciudadanos estadounidenses, así como el director de la
oficina en El Cairo de la fundación alemana Konrad Adenauer, Andreas Jacobs, y
una de sus colaboradoras, acusados de trabajar sin licencia en Egipto o de
apoyar financieramente a determinados partidos. Estando previsto el juicio para
el 26 de abril.
Por
otra parte, sorprende también el crédito que a veces una institución como las
Naciones Unidas da a determinadas informaciones provenientes de fuentes no
contrastadas sobre el terreno, lo que da lugar a el periodismo mercenario a que
se aproveche en su labor de manipulación, como fue, por ejemplo, uno de los
casos comprobados del poco rigor con la que actuó esa institución, cuando el
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, a propuestas de España y Francia, a
raíz de los luctuosos hechos terroristas del 11 de marzo del 2004 aprobó por
unanimidad, y sin debate, la Resolución 1530 en la que se condenaba a la banda
terrorista ETA como autora de tan horrorosa matanza de gente inocente, cuando
todos los indicios y la sentencia posterior determinó que fue llevada a cabo por
terroristas yihadistas.
En esta
última década se ha podido comprobar que la manipulación de hechos y la creación
de organizaciones y coordinación de medios informativos para manipular
determinadas informaciones y a veces la instrumentalización de instituciones de
la ONU, ha pasado a ser una de las actividades más notorias de los servicios de
inteligencia de la OTAN respecto a la consideración de lo que acontece en países
que no se someten a sus dictados. Esa es una de las grandes miserias
intelectuales de Occidente que lo convierten con perspectiva histórica en un
mundo decadente.