19/06/2012
NOTICIA.
Punto final a las conversaciones de los líderes del G-20
G20. Instalados
en el cortoplacismo
Los líderes del G-20
llegaron al punto final en sus conversaciones en su VII Cumbre. Tras dos
días de análisis y propuestas, la crisis europea y la desaceleración de
la economía mundial acapararon casi exclusivamente los debates. Una
retórica recomendación para que la UE ponga en orden sus finanzas y la
posible ampliación del capital del FMI a cargo de los países emergentes
pero condicionado a una mayor representación de los mismos en ese
organismo, puede ser el resumen de esta cumbre, cuando el mundo precisa
de medidas efectivas para promover el crecimiento económico, la
inclusión social y hacer frente al grave deterioro medioambiental.
Tras la
crisis iniciada en el 2008, la institucionalización del G20 como el principal
foro para tratar de coordinar las políticas macroeconómicas mundiales, supuso la
aceptación por parte de los países más industrializados, G7, que los países
emergentes ya no podían ser ignorados en la marcha de la economía mundial. De
ese modo, el G20, el cual antes del año 2008 existía solamente en el formato de
encuentros regulares de los ministros de finanzas, adquirió el status del
principal foro global sobre los problemas económicos y financieros. Este
protagonismo dado por el G7 al G20, no solo fue debido al reconocimiento de la
emergencia económica de los países BRICS y otros países en desarrollo, sino que
también estaba pensado, dada la debilidad que le situaba al G7 la crisis
financiera, para tener un marco donde influir en la marcha de las políticas de
los países en desarrollo.
En los
inicios de la crisis mundial durante el año 2009, el G20 promovió medidas para
aumentar el capital de los principales bancos de desarrollo y los recursos del
FMI. También se presentó la agenda de reformas del sistema de regulación
financiera mundial. No obstante, a pesar de que en un principio se habló de
poner coto a los movimientos especulativos de capital y a los paraísos fiscales,
nada de esto se ha llevado efectivamente a la práctica.
Los
países del G7, cuando se inició la crisis del 2008 pensaron que una vez
efectuados los planes de rescate de la banca occidental, la crisis remitiría,
pero tras cuatro años de estancamiento económico, ante la atonía de la demanda
efectiva en sus respectivos países, la dinámica de constante crecimiento de los
países en desarrollo, especialmente de los países BRICS, está desplazándoles
progresivamente de la rectoría económica mundial.
La
autoridad creciente de los países en desarrollo en el G20, ha anulado las
pretensiones del G7 de utilizar el G20 para tutelar a los países emergentes y,
por ello, los países del G7, han optado por ir vaciándole de contenido
oponiéndose a que los países emergentes tengan una mayor representación en el
FMI, dejar sin efecto la implementación de las políticas para poner freno a la
especulación financiera, así como ignorar la necesidad de reformular un nuevo
sistema monetario mundial que ponga fin a la hegemonía del dólar. De tal manera
que el G7 se está convirtiendo en una rémora para que el G20 implemente
políticas efectivas de alcance mundial que los países emergentes si estarían por
llevarlas a cabo.
Esta
resistencia del G7 se produce porque teme perder el poder que tenía con
anterioridad a la crisis del 2008 en el liderazgo de la economía mundo, y sigue
ilusoriamente pensando, que la tormenta de la crisis económica irá remitiendo y
que de nuevo volverán a ser lo que fueron.
Pero ya
nada va a ser igual, y esta política resistente del G7, solo consigue que por
inacción el deterioro económico mundial se acentúe, cuestión que obliga a los
países emergentes a tener que fortalecer su convergencia y a cambiar su modelo
económico básicamente exportador de materias primas y de manufacturas en el caso
de China hacia los países desarrollados, por otro modelo basado en el estimulo
de su propia demanda interna y el comercio recíproco. Son estas tendencias las
que están determinando la marcha de la economía mundo, por una parte, el impasse
en el que se ha colocado el G7 y, por otra parte, el movimiento autónomo de los
países en desarrollo, lo que hará que en los próximos años las expectativas de
crecimiento se sitúen en los países emergentes.
Los
intentos de la UE y de EEUU de reeditar el crecimiento económico anterior al
2008 solo son buenas intenciones pero sin ninguna base real y, esos intentos, se
quedan reducidos a frases altisonantes como las últimas recomendaciones del G20
a la UE de que estimule su economía, cuando nadie, por imposible, tras cuatro
años de crisis ha presentado una hoja de ruta creíble de cómo hacerlo.
Los
países emergentes cada vez perciben más claramente que el modelo de crecimiento
económico mundial liderado por Occidente en las últimas décadas no volverá, y
aunque los países desarrollados seguirán siendo importantes como destino de sus
exportaciones, ya no pueden encadenarse exclusivamente a los mismos.
La
economía mundo para conseguir un crecimiento económico sostenible y equilibrado
precisaría de estrategias de medio y largo plazo para favorecer la integración
económica mundial entre los países industrializados y los países en desarrollo.
Estas estrategias daría la oportunidad a los desarrollados de cambiar su modelo
consumista por un modelo exportador hacía los países en vías de desarrollo,
siendo las instituciones monetarias internacionales el soporte para financiar la
grandes infraestructuras que precisan los países en desarrollo.
Pero,
por ahora, Occidente no está dispuesto a apostar por un modelo integrador
mundial, y sigue enfrascado en la ilusión de volver al modelo de crecimiento
económico anterior a la crisis del 2008, lo que está llevando a los países
industrializados a permanecer instalados en medidas financieras cortoplacistas
que les mantiene en un impasse permanente.
Relación entre ámbitos de integración
Elaboración
propia.