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Una visión geopolítica en favor del respeto entre naciones, la integración económica mundial y la armonía con el medioambiente

Autor

Seudónimo: Saint Just

Artículos


16/08/2012

NOTICIA. Contrariamente a las recomendaciones de EEUU para aislar a Irán, el primer ministro de la India, Manmohan Singh, participará en la XVI Cumbre del Movimiento No Alineado (NOAL), a celebrar en Irán a finales de Agosto. La visita de Singh a ese país será la primera de un jefe de gobierno indio en más de una década. La India no observará medidas contra Irán distintas a las adoptadas por las Naciones Unidas y tiene previsto aumentar el comercio bilateral

 

La lucha en la superestructura ideológica y política internacional

Tras el agotamiento del ciclo económico neoliberal (1973-2008), los países desarrollados, persisten en reeditar un nuevo ciclo neoliberal, pero tal opción, debido a la quiebra del modelo consumista occidental por apalancamiento financiero de los consumidores, y como consecuencia de la desregulación financiera internacional que ha concentrado la renta inversión acumulada en el periodo neoliberal en fondos opacos especulativos, lo hace inviable, pues, esta renta inversión al carecer los Estados neoliberales de competencias sobre la misma no es posible traducirla en renta consumo, y ello conlleva que la renta inversión acumulada en manos privadas no genere crecimiento económico, lo que seguirá alargando y profundizando la crisis económica en los países industrializados.

La crisis de los países desarrollados incide negativamente en los países en desarrollo, debido a que su estructura económica históricamente se ha conformado como exportadora de materias primas para atender la demanda efectiva consumista de los países industrializados. No obstante, la prolongación de la crisis está generando en los países emergentes del Oriente asiático, Sudamérica y África austral la necesidad de realizar cambios en su estructura económica, para evitar ser arrastrados en una crisis de larga duración de los países desarrollados. Estos cambios implican una mayor integración en sus respectivos ámbitos geográficos, la apuesta por la innovación tecnológica y el comercio recíproco en el objetivo de alcanzar un desarrollo económico regional estructurado de los diferentes sectores económicos. Si bien, este proceso, como todo periodo de transición, será largo.

Occidente pretende seguir manteniendo el estatus de líder político mundial liderado por EEUU tras la Segunda Guerra Mundial. Ello conlleva su oposición a la emergencia de ámbitos económicos autónomos en el espacio poscolonial porque ello implica la fractura del modelo económico mundial de un centro rector occidental y una periferia subordinada al mismo como suministradora de materias primas y manufacturas basadas en mano de obra barata.

Esta contradicción de intereses en la nueva conformación de la estructura económica mundial se está traduciendo en una acentuada pugna en la superestructura ideológica y política internacional, que se expresa en la forma de entender las relaciones internacionales por parte de Occidente y por parte de las potencias y países emergentes.

Mientras que para Occidente liderado por EEUU la injerencia en los asuntos de las naciones que no se subordinan a su tutela está plenamente justificada en base a su auto-arrogada supremacía moral en derechos humanos por la que se confiere a si mismo un estatus especial para convertirse en el gendarme mundial velador de los mismos, para los países emergentes el valor supremo de las relaciones internacionales se fundamentan en primar la paz entre naciones por encima de otras consideraciones, en consonancia con los principios fundacionales de la ONU, por los que el respeto entre naciones con independencia de su sistema político es la base de las relaciones internacionales.

En el fondo de la cuestión, esta lucha en la superestructura ideológica y política en la forma de entender las relaciones internacionales, es la respuesta a las transformaciones en la estructura económica mundial. Los países emergentes que tienen capacidad política y económica para articular acuerdos regionales de desarrollo autónomo como son Rusia, China, India, Brasil y Sudáfrica necesitan de la paz, pues sus propias sinergias económicas les otorgan progresivamente mayor poder político económico en el escenario mundial, mientras que, los países industrializados sumidos en una crisis sin solución, parecen apostar por la vía de la injerencia y llegado el caso de la guerra para mantener el estatus hegemónico mundial anterior al inicio de la crisis en el 2008.

Tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial la lucha de ideas en la superestructura ideológica y política internacional entre el centro económico mundial y la periferia del Tercer Mundo estuvo protagonizada entre la legitimidad de la lucha de las colonias por alcanzar su independencia y el discurso de las metrópolis dominantes por mantener las colonias en base al derecho histórico de conquista. En este periodo, la ideología de la guerra justa anticolonial para alcanzar la independencia se impondría al discurso de la opresión colonial dando lugar a la independencia de las colonias y la conformación de la mayoría de las naciones del denominado Tercer Mundo.

No obstante, si los países en desarrollo precisaron en el pasado de la guerra emancipadora para alcanzar su independencia, en los inicios del siglo XXI, precisan de la paz como base para fraguar su prosperidad, por el contrario, los países occidentales rectores de la economía mundo precisan de la injerencia y, cuando es preciso, de la guerra, para impedir un cambio del modelo económico mundial que relegue su hegemonía mundial. Esta lucha entre la ideología de la paz y el desarrollo, liderada por los países económicamente emergentes, y la ideología de la supremacía moral occidental utilizada para atacar a los países que no aceptan su hegemonía, adquiere especial relevancia en los países que poseen abundantes recursos de materias primas.

Los países ricos en materias primas se pueden dividir en su relación con Occidente en dos grupos, por una parte, aquellos que defienden la soberanía de sus recursos, y por otra parte, los países donde el poder político y económico lo detentan minoritarias elites tuteladas por Occidente asumiendo de facto el rol de países súbditos. En el primer grupo soberanista destacan por su importancia, Rusia y China en el espacio euroasiático; los países más importantes de la UNASUR en Sudamérica, e Irán en Oriente Medio, y en el segundo grupo de naciones subordinadas a Occidente se sitúan particularmente las monarquías absolutistas del Golfo Pérsico.

Paradójicamente, los países del primer grupo son permanentemente asediados por Occidente y sus aliados siendo acusados de vulneraciones de los derechos humanos, mientras que las retrógradas monarquías del golfo pérsico regidas por la escuela sunnita más fundamentalista, en la que no existen elecciones, son considerados como países amigos sin que medien acusaciones de vulneración de derechos humanos. Ni tampoco se adjudican vulneración alguna en esa materia los propios países occidentales en las guerras de agresión protagonizadas contra Irak y Afganistán. Paradoja que muestra la falacia del discurso Occidental.

En la medida que vaya aumentando el poder emergente en la estructura económica de países como Rusia, China, India, Sudáfrica y Brasil, el enfrentamiento en la superestructura ideológica y política internacional se acentuará. Por parte Occidental se irá escorando hacia la justificación de la injerencia y de la guerra, particularmente contra los países que reúnen la condición de poseer abundantes recursos de materias primas, ser rebeldes a la tutela occidental y no ser temidas como potencias mundiales como lo son China y Rusia. En este bloque entran particularmente dos países, Venezuela en Sudamérica e Irán en el Oriente Medio, contra los que Occidente actúa directamente o a través de países “súbditos” interpuestos.

 

Occidente, a pesar de su retórica moralista de “paladín de los derechos humanos”, sólo puede ofrecer a los países en desarrollo el sometimiento neocolonial, pues el mismo, forma parte de la estructura económica mundial que precisa para mantener su tradicional modelo económico de ser el centro rector mundial con una periferia subordinada. Sin embargo, el triunfo de la ideología de respeto entre naciones, paz y desarrollo es la que puede abrir el camino hacia la prosperidad de los países donde se encuentra la mayoría de la humanidad.

El desenlace de la lucha ideológica en las relaciones internacionales es importante, pues el triunfo en la misma otorga al que la obtiene la iniciativa en el campo de la acción política internacional. Las potencias y países emergentes, donde vive la mayoría de la humanidad, no pueden permanecer al margen de esta lucha ideológica internacional, pues con ello, se sitúan permanentemente a la defensiva ante el discurso Occidental de justificación de la injerencia, cuestión que tendría que inducirles a reflexionar sobre un participación más activa en los grandes medios de comunicación mundiales en favor del respeto a los principios fundacionales de la ONU. Las palabras pronunciadas al respecto por Cristina Fernández presidenta de Argentina en unas de sus declaraciones son elocuentes: "siempre que nos derrotaron política y económicamente fue porque antes nos habían vencido culturalmente, por ello, la batalla que se debe dar es cultural, modificando los paradigmas sobre las inconveniencias de juntarnos entre los países sudamericanos".

 

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