17/12/2012
NOTICIA.
Dilma Rousseff afirmó a sus pares del bloque sudamericano que la vida
de Niemeyer refleja que nadie debe renunciar a su sueño, que en el caso
de Latinoamérica es su integración
NOTICIA. Xi
Jinping, expreso su convicción de que "Lograr la gran renovación de
la nación china es el sueño más grande de la nación china en la historia
moderna
NOTICIA.
Vladimir Putin resaltó la importancia de resituar a Rusia en su pasado y
en sus aspiraciones de futuro
Sueños
colectivos
A lo largo de la
historia contemporánea han sido las grandes crisis económicas, sociales
y políticas las que han dado lugar posteriormente a nuevos escenarios
mundiales en los que, la mayoría de la humanidad superadas las crisis
precedentes, ha vuelto a soñar con inaugurar un mundo más libre y
fraternal.
La
crisis del Antiguo Régimen dio lugar en el siglo XIX al surgimiento de la nación
moderna. La lucha entre los imperios coloniales de los países industrializados
por dominar el mundo y que derivó en dos cruentas guerras mundiales en el siglo
XX, trajo posteriormente la libertad de la soberanía a las colonias
constituyendo el actual mosaico de naciones que conforman la ONU. La crisis
económica iniciada en el año 2008 está abriendo las puertas para poner fin al
modelo socioeconómico neocolonial impuesto por los países más desarrollados por
el que la mayoría de la humanidad ha estado condenada durante décadas a vivir en
el subdesarrollo, mientras que una sexta parte ha vivido y vive en la opulencia.
Recientemente la mandataria brasileña Dilma Rousseff, con motivo del
fallecimiento del insigne arquitecto brasileño Oscar Niemeyer, en un discurso
pronunciado en el Palacio Itamaraty (Cancillería), una de las obras ideadas en
Brasilia por Niemeyer, afirmó a los mandatarios del bloque sudamericano que la
vida de Niemeyer refleja que nadie debe renunciar a su sueño. "Él decía que
uno tiene que soñar, si no, las cosas no pasan. Coincidimos con él nosotros, los
que tenemos el sueño de una América Latina desarrollada, con oportunidades
iguales, una sociedad democrática, pacífica y capaz de cooperar estrechamente".
El MERCOSUR dio en Brasilia un paso adelante en su proceso de expansión, al
anunciar en su XLIV Cumbre el lanzamiento de negociaciones para la adhesión de
Bolivia como socio pleno del bloque, que en julio pasado abrió sus puertas a
Venezuela.
El
pasado 29 de noviembre, Xi Jinping, secretario general del Partido Comunista de
China (PCCh), durante una visita a una exposición en Beijing, se refirió al
sueño chino: "Lograr la gran renovación de la nación china es el sueño más
grande de la nación china en la historia moderna". Este mensaje dio lugar a
que prestigiosos académicos se unieran a millones de internautas chinos en un
debate sobre el "sueño chino". Para Wu Jianmin, un diplomático veterano
de China, “el sueño chino es significativo porque representa las aspiraciones
de 1.300 millones de personas y tiene que ver con la
gran causa de modernización de China”. Zheng Bijian, exvicepresidente de la
Escuela del PCCh definió el sueño chino en la meta de "solucionar los
problemas de China", pero sin seguir la estela occidental “el sueño de China
no es consumir 25 barriles de petróleo por persona al año como hacen los
estadounidenses ni perseguir el desarrollo por medio de la colonización”; "fundamentalmente,
el sueño chino se refiere al uso de una forma pacífica y civilizada de lograr el
desarrollo nacional y la modernización de un país socialista". El conocido
académico chino Yi Zhongtian en su cuenta de microblog en Sina Weibo, escribió "Mi
versión del sueño chino es la prosperidad nacional, el progreso social y la
felicidad de las personas". China tiene como objetivo en la conmemoración de
dos centenarios el cumplimiento de dos metas históricas; coincidiendo con el
centenario en el 2021 de la fundación del PCCh pretende alcanzar el objetivo de
haber construido una sociedad
modestamente acomodada de forma generalizada, y coincidiendo con el
centenario de la fundación de la República Popular en el 2049 el logro de un país
socialista moderno.
El
presidente de Rusia, Vladimir Putin, dirigió el 12 de diciembre el mensaje anual
a la Asamblea Federal (parlamento bicameral ruso). Habitualmente, desde 1991,
los discursos en la Asamblea Federal rusa se referían casi con exclusividad a
asuntos tecnocráticos, pero por primera vez se pudo oír un discurso cargado de
valores morales e históricos. Putin en su discurso resaltó la importancia de
resituar a Rusia en su pasado y en sus aspiraciones de futuro, entre otras
cuestiones resalto: “la historia de Rusia no empezó ni en 1917, con la
revolución soviética; ni tampoco en 1991 tras su desintegración; Rusia es más, y
debe aprovechar toda su experiencia, que cuenta más de mil años”. Abogó por
una transformación de Rusia basada en los valores éticos y humanos, considerando
los recursos humanos como el elemento de mayor importancia entre los demás
recursos sobre la que descansa la auténtica base de la soberanía nacional. “Sin
duda, nuestro inmenso territorio, nuestras tradiciones y nuestra economía
creciente nos permiten hacerlo. Pero debemos lograrlo con métodos
contemporáneos, que excluyen la confrontación, por medio de promover y defender
nuestros intereses nacionales, respetando los de otros países”. En relación
al papel de Rusia en el mundo abogó por ocupar el lugar que le corresponde en la
transformación geopolítica que está dando forma a una nueva estructura de la
economía mundial, en la que aparecen nuevos líderes, en primer lugar los países
BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
Estas
naciones que reúnen las condiciones para liderar en sus ámbitos regionales las
transformaciones políticas y socioeconómicas no podrían hacerlo solo desde los
planes tecnocráticos, precisan de un ideal, de un sueño que
prenda entre su ciudadanía para que surjan
sinergias políticas y sociales que solo los sueños colectivos nobles pueden
otorgar y, como superación de las diferentes experiencias históricas nacionales
de autoritarismo colonialismo y neoliberalismo que las recluyeron en el atraso
respecto de sus potencialidades, los sueños colectivos de futuro tendrán que
servir, no solamente para forjar el futuro de cada nación, sino que
necesariamente tendrán que sustentarse en proyectos compartidos para construir
un mundo nuevo basado en unas nuevas relaciones internacionales donde no haya
lugar para la tiranía de unas naciones por otras y con un concepto económico de
inclusión social que beneficie a las mayorías sociales.
El
sueño neoliberal, por el que unas pocas naciones desarrolladas y unas élites
multimillonarias deben regir el mundo, está en crisis, no solamente porque su
actual ciclo económico se encuentre agotado sino porque sus fundamentos
ideológicos también lo están. El neoliberalismo no sitúa al ser humano en el
centro de la actividad económica sino que se rige por el principio asocial de la
rentabilidad de tal manera que “todo lo que no es rentable no es social;
en este sistema político económico, el beneficio social es un efecto colateral
de la actividad económica que se produce cuando hay crecimiento del PIB pero que
en momentos de crisis en lugar de distribuir la riqueza excluye de la actividad
económica a amplias capas de la sociedad.
Las dos
grandes crisis de liberalismo económico que precedieron a la presente, la de
1873 y la de 1929 mostraron la falacia de la autorregulación del mercado y
terminaron en medidas proteccionistas y una disputa entre imperios por áreas
geoeconómicas de influencia exclusiva que culminaron en dos guerras mundiales.
Ahora ya no existen colonias y el mundo está económicamente tan interconectado
que no es posible volver al proteccionismo y solo cabe la colaboración entre
naciones para superar la crisis.
No
obstante, los países desarrollados, a pesar de la crisis, aferrados a su modelo
económico basado en el consumismo de una parte de la población mundial precisan
perpetuar un orden mundial basado en el neocolonialismo por el que la mayoría de
las naciones en desarrollo deben de seguir encadenadas a ser básicamente
suministradoras de materias primas. Objetivamente los países desarrollados –a
pesar de los eufemismos de su contribución al desarrollo- prefieren un mundo con
naciones en desarrollo débiles a un mundo de naciones prosperas y fuertes que le
disputen su hegemonía económica, las realizaciones científico técnicas y los
recursos naturales. Ello se muestra en su afán por contener en los últimos años
a los países emergentes, en devastar económicamente con guerras a naciones como
lo han hecho en Irak, Afganistán y Libia, y en denostar mediáticamente y
combatir en la sombra por medios ilícitos a los gobiernos de naciones con
abundantes recursos de materias primas y rebeldes a su tutela como son los casos
de varios países latinoamericanos.
Para
los intelectuales del neoliberalismo tras el desplome del imperio soviético en
1989-1991, la historia de los cambios sociales de la humanidad se había acabado;
el neoliberalismo había logrado la plenitud del régimen político económico que
iba a durar mil años, pero la historia sigue, porque la humanidad se reinventa
cada pocas generaciones y sobre los ideales fracasados surgen unos nuevos sobre
la experiencia de los errores del pasado, y los sueños colectivos continúan.
El
esfuerzo permanente por la renovación de ideas para combatir el anquilosamiento
ideológico se comprueba: en el continuado proceso de reforma
y apertura en China; en las
aspiraciones de los gobernantes y de la mayoría de la sociedad en Rusia para
promover unas sociedad regida por principios éticos, y especialmente se ha visto
en Latinoamérica. Después de dos décadas de la fundación del foro de Sao Paulo
en 1990 a iniciativa del Partido de los Trabajadores de Brasil, como lugar de
encuentro para debatir sobre el “que hacer” tras el nuevo escenario
internacional abierto después de la caída del Muro
de Berlín y las desastrosas
consecuencias de décadas de neoliberalismo en los países de Latinoamérica,
actualmente, las nuevas ideas surgidas en el foro de Sao Paulo de propiciar un
desarrollo económico socialmente inclusivo e integrador de naciones forman parte
del ideario de la mayoría de los gobiernos de América Latina. Una realidad que
como llegara a manifestar Lula da Silva era inimaginable en los años noventa del
siglo XX.
El
viejo sueño transformador a favor de un mundo fraternal, ya no se ubica como en
el pasado en Occidente. Las clases medias de los países occidentales
beneficiadas durante décadas de un desarrollo sustentado en el sistema colonial
y neocolonial no tienen porque cambiar el mundo porque no lo necesitan. A pesar
de que la crisis económica haya abierto un debate en sectores sociales contra el
sistema neoliberal, el mismo, en una sociedad inmersa en un mundo mediático que
patrocina la supremacía mundial occidental, es un debate minoritario.
La
humanidad puede y debe aspirar a seguir soñando de que un mundo de paz y
prosperidad es posible, aunque en este pensamiento que encarna las fuerzas del
progreso de la humanidad escasamente participa ya Occidente, se desarrolla y
desarrollará particularmente en los países económicamente emergentes y en
desarrollo por ser quienes lo necesitan y porque, necesariamente, la emergencia
económica tiene que venir acompañada de una emergencia de valores políticos y
culturales, constituyendo, hasta ahora, la vanguardia ideológica de este proceso
transformador los países latinoamericanos más comprometidos con el socialismo
del siglo XXI.