07/04/2013
NOTICIA.
El 6 de abril, las fuerzas de la OTAN bombardearon el distrito de
Shaigal, en la provincia de Kunar, en el este del país centroasiático, y
como consecuencia de ello, 11 niños afganos perdieron la vida y seis
mujeres resultaron heridas.
El difícil encaje de la guerra en un mundo que
quiere la paz
La tendencia política dominante en los países
en desarrollo es la de la paz
y el desarrollo, sin embargo, las fuerzas de la guerra
de agresión representadas
por la OTAN y lideradas por EEUU siguen activas.
Los países de la OTAN ven con inquietud el
auge económico de los países emergentes y temen perder su preponderancia
política y económica mundial.
Lejos de buscar un consenso con los países en
desarrollo para alcanzar una nueva gobernanza mundial basada en el
interés de la mayoría de la humanidad siguen ambicionando dirigir la economía
mundo para sus exclusivos
intereses.
Con esta presión militar occidental
continuada, la reacción de los países en desarrollo no sometidos a la
tutela occidental es a rearmarse.
Las afirmaciones realizadas en varias
ocasiones por estrategas estadounidenses de que EEUU deberá extender su
soberanía a las fuentes de materias primas, están muy presentes en la
política de rearme de los países emergentes.
Tanto Rusia, China, Brasil o Venezuela
consideran estas pretensiones de EEUU como una amenaza sostenida a su
soberanía, y ello les ha llevado a un proceso de continua modernización
de sus fuerzas armadas, pero la reacción de EEUU es a continuar
manteniendo su superioridad militar por lo que la carrera armamentista
es una realidad imparable.
En esta carrera armamentista los países que
aspiran a su soberanía establecen relaciones armamentísticas en base a
la confianza mutua, por ejemplo, Brasil y Venezuela prefieren a Rusia
como suministrador de armas por entender que Rusia en ningún escenario
representa un potencial agresor, considerando que EEUU si puede serlo y,
por ello, no pueden confiar en EEUU como proveedor de armamentos
sofisticados de defensa.
Rusia no tiene ese problema, pues dispone de
una avanzada industria armamentística, lo mismo que China, Irán o Corea
del Norte que dependen en un alto porcentaje de sus propios recursos
defensivos. Solamente los países que aceptan la tutela de EEUU tienen
acceso a las armas sofisticadas defensivas de EEUU y de la OTAN.
No obstante, en una carrera armamentista es
difícil definir donde terminan las armas defensivas y donde comienzan
las ofensivas, tal es el caso de las armas nucleares. Las tres potencias
nuclearmente armadas más importantes: EEUU, Rusia y China han elaborado
doctrinas para la utilización de las armas nucleares por las que
solamente serían utilizadas en caso de la constatación evidente de un
ataque nuclear sobre sus territorios respectivos por parte de un agresor
externo. En el caso de Rusia, este país se reserva el uso de estas armas
también ante la eventualidad de sufrir un ataque masivo con armas
convencionales, y EEUU mantiene la posibilidad de utilizar armas
nucleares en primera instancia, en los casos de Irán y Corea del Norte.
Las escaladas de tensiones militares
regionales como está siendo las actual crisis coreana no hace sino
reforzar la tendencia al rearme y con ello aumenta la desconfianza la
cual a su vez alimenta la tendencia del rearme.
Los focos más importantes de tensión en el
mundo se encuentran en las zonas que EEUU considera de interés
prioritario, el Oriente
Medio por el control de
los recursos energéticos y la existencia de una potencia regional como
es Irán que no acepta subordinarse a EEUU; en el Lejano
Oriente por la emergencia
política y económica de China, que ha hecho a EEUU rebalancear sus
fuerzas militares hacia esa región, y en Sudamérica por
la presencia de gobiernos soberanistas en países con abundantes recursos
de materias primas y energéticos principalmente Brasil y Venezuela, que
llevó a EEUU bajo la presidencia de George W. Bush a reactivar la IV
flota en aguas
sudamericanas e implicarse en actos de desestabilización política de la
región que ha llevado a países como Bolivia y Venezuela a romper sus
relaciones diplomáticas con EEUU.
Es evidente que mientras EEUU no ceje en su
empeño de crear tensiones contra
naciones que no se subordinan a sus dictados, bien por intervención
directa o a través de países subordinados interpuestos, las naciones que
sufren el acoso estadounidense no pueden quedarse indiferentes y están
obligadas a dotarse de los medios
proporcionados para
defenderse, aunque Occidente les niegue ese legítimo derecho.
Pero cabe preguntarse ¿la mayoría de la
humanidad, que desea la paz
y el desarrollo, está condenada a permanecer presa de las tensiones
y el rearme impuesto por las ambiciones desmedidas de unas pocas
naciones occidentales? Cabe pensar que no, y cabe hacerlo porque la fuerza
de la paz es superior a
la de la guerra.
La fuerza de la paz es tal que cualquier
guerra de agresión está condenada de antemano a su fracaso. Se puede
ganar en primera instancia la ocupación del país agredido, pero el
invasor terminará sucumbiendo en la contienda de la guerra prolongada.
Por otra parte, la mayoría de las naciones están cada vez más firmes en
impedir agresiones unilaterales.
En Occidente y en particular en EEUU, una gran
parte de la población apoya las guerras de agresión contra países en
desarrollo, ello se refleja en las encuestas en EEUU donde todavía una
parte importante del electorado sigue apoyando las guerras de EEUU
pasadas y presentes, también se ha visto en Francia con su intervención
en Malí que hizo aumentar la maltrecha popularidad de su belicoso
presidente Hollande.
La realidad es que la cultura de la supremacía
occidental del periodo colonial nunca
se ha ido de los países occidentales. En el periodo colonial esta supremacía tuvo
la justificación de la “imperiosa necesidad” de llevar, por la fuerza de
las armas, la avanzada
civilización occidental a
los pueblos atrasados para acabar con regímenes despóticos; tuvo después
su cara más negra con la supremacía
de la raza germana en el
nazismo, y ahora, superado el racismo, sigue presente en: la cruzada
contra los regímenes dictatoriales en los países en desarrollo para
llevar, por la fuerza de las armas, “la democracia”
Un discurso éste, que refleja, la miseria
intelectual de los
grandes medios de comunicación occidentales que son quienes dan
cobertura a las injerencias occidentales, y donde abundan los
intelectuales que pintan de “internacionalismo progresista” lo que es
puro imperialismo, en el fondo esta argumentación, no es sino la
justificación del siempre reconocible discurso aunque traiga un nuevo
rostro: la
del dominio occidental de las naciones en desarrollo para su expolio del
que deben beneficiarse los países occidentales.
Con la descolonización, parecía que se había
acabado con el pensamiento de la supremacía occidental sobre el resto de
pueblos del mundo, esta claro que no fue así, pero ahora, los países en
desarrollo tampoco van aceptar ningún pensamiento supremacista que les
condene a la sumisión y al subdesarrollo.
La paz es la base sobre la que se construye el
desarrollo, y los países en desarrollo se enfrentan a la tarea de
asegurar la paz justa, es decir la paz donde las naciones deben ser
aceptadas como son, siendo los pueblos respectivos los que deben
evolucionar, sin intromisiones foráneas, en la construcción de la
democracia política y social.
Este principio constituye el núcleo esencial
de los intereses de las naciones en desarrollo donde habita la mayoría
de la humanidad y, por ello, constituye el pensamiento del progreso mundial
frente a la miseria del pensamiento supremacista occidental sobre
el que justifica la injerencia y las guerras de agresión.
En la medida que el pensamiento de la
paz como base para el desarrollo vaya
ganando impulso internacional, el discurso supremacista occidental irá
quedando relegado y, con ello, la tendencia actual al rearme podrá ser
remitida.
Niños afganos asesinados por la OTAN