01/06/2013
NOTICIA.
El presidente de de Estados Unidos Barack Obama y el presidente de China
Xi Jinping celebrarán su primer encuentro como presidentes en la cumbre
prevista para los días 7 y 8 de junio en el estado de California en la
que se plantea abordar temas de largo alcance.
El cambio de los tiempos y el peso de las ideas
En la historia contemporánea, los cambios
históricos universales han venido precedidos de un ideario
renovado de los que ha
emanado la acción política transformadora y la cultura innovadora, dando
lugar a las fuerzas del progreso del momento histórico en cuestión.
Simultáneamente, las ideas establecidas que
representaban el mundo decadente han reaccionado contra el discurso
renovador atrincheradas
en el poder mediático dominante, pero cuando se han dado las condiciones
para el cambio político, el discurso reaccionario no ha podido evitar
que el ideario renovado se
abriera paso, demostrándose que ninguna idea permanece para siempre,
sino que todo ideario está
continuamente sometido al escrutinio de los cambios históricos y precisa
de una renovación continua.
El concepto “cambio de los tiempos”
expresa el momento histórico en el que las condiciones objetivas
políticas y económicas globales están cambiando, y comienza a demandarse
por las fuerzas intelectualmente avanzadas (fuerzas subjetivas) un nuevo ideario
renovador, y quienes no caminan
al paso de los tiempos corren
el riesgo de quedarse en la cuneta de la historia.
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Este proceso histórico comenzó en el siglo
VXIII con la Ilustración y, desde entonces, los idearios
renovadores más
importantes han tenido que ver con el auge de la soberanía de las
naciones frente al colonialismo, la democracia frente a la tiranía, y la
justicia social frente a la desmedida concentración de la riqueza.
El pensamiento renovador de la ilustración
propició el fin del Antiguo Régimen proclamando al pueblo
y la nación como el sujeto de la soberanía que
acabó con la soberanía absoluta del Rey sobre territorios y personas; el
ideario a favor de la
justicia social y la democracia puso
fin a la esclavitud e instauró los derechos políticos y sociales de las
personas, y el ideario de
la emancipación colonial dio
lugar a la independencia de las naciones que conforman la ONU.
Las fuerzas políticas que protagonizaron los
cambios históricos, en muchos casos, incapaces de renovarse terminaron
constituyéndose en fuerzas
reaccionarias ante el
empuje de nuevos cambios. Los movimientos liberales del siglo XIX que
acabaron con los regímenes monárquicos totalitarios, una vez en el
poder, se opusieron a las demandas de justicia social, a la vez que se
convertían en opresores coloniales y neocoloniales. La Revolución
soviética que se inspiró en valores de justicia social universal,
terminó encerrada en un área de influencia exclusiva que la estancó
económicamente y precipitó su desplome ante la demanda de reforma
y apertura de la
ciudadanía. EEUU que había protagonizado la primera revolución en la
historia de la humanidad inspirada en la soberanía de la nación, pasó a
constituirse en un imperio que negaba la soberanía plena al resto de
naciones del mundo, sometiendo a gran parte de ellas a un dominio
neocolonial basado en su tutela económica, política y militar.
De este periplo de 250 años, la experiencia
que tienen las naciones en desarrollo (donde vive la mayoría de la
humanidad) es históricamente amarga, primero sufrieron la colonización y
después, debido al retraso de dos siglos para alcanzar los avances
tecnológicos, se han visto obligadas a permanecer instaladas en un
modelo económico neocolonial al servicio de la demanda económica
efectiva de las naciones desarrolladas.
No obstante, iniciado el siglo XXI los tiempos
están cambiando, y las naciones en desarrollo basadas en el ideario
de paz, desarrollo e inclusión social son las que representan la
voluntad política de transformación mundial para conseguir que las
necesidades básicas de alimentación, vivienda, salud y educación sean
extensibles a la mayoría de la humanidad.
Los países desarrollados contrarios a ceder su
estatus histórico hegemónico mundial, siguen instalados en el ideario de
arrogarse el derecho de
tutelar a otras naciones bajo
el siempre reconocible discurso de la supremacía
política de la civilización occidental sobre
los países en desarrollo, que antaño sirvió para justificar el
sometimiento colonial, y ahora para intentar perpetuar la tutela
neocolonial, combatiendo con distintos medios a los gobiernos que no
aceptan la rectoría Occidental.
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El modelo neocolonial de las naciones
desarrolladas (20% de la humanidad >70% PIB) solamente es factible mientras el
resto de naciones del mundo son débiles por su escasa significación
económica, pero en la actual conformación del mundo multipolar, debido
al auge de los países BRICS*,
esa debilidad de los países en desarrollo sobre la que Occidente ha
venido erigiendo su hegemonía mundial ya no es posible perpetuarla, pues
en la medida que los países en desarrollo aumentan su poder económico se
hacen políticamente más soberanos, su resistencia a aceptar imposiciones
es mayor, y con ello el poder hegemónico de los países desarrollados
globalmente disminuye, y el ideario de paz
y desarrollo con inclusión social avanza.
Por otra parte, la humanidad ha llegado a un
estadio civilizatorio en el que los desequilibrios socioeconómicos y
medioambientales globales en un mundo de recursos limitados son de tal
naturaleza que se precisa abandonar la ley de la selva del más fuerte
como principio rector de las relaciones internacionales y reemplazarlo
por el pensamiento de destino
común compartido entre
países desarrollados y en desarrollo para abordar juntos los desafíos
globales.
No obstante, debido a la posición dominante en
el control de la economía
mundo y la herencia
histórica políticamente
supremacista de los
países desarrollados, el triunfo del ideario de destino
común compartido no
va a ser fruto de las buenas palabras sino
de la derrota de las ideas hegemónicas ante el inexorable avance
económico, político y diplomático de los países en desarrollo.
Solamente cuando se produzca un cambio en la
relación de fuerzas económicas globales entre los países desarrollados y
los países en desarrollo favorable a estos últimos se darán las
condiciones para que el pensamiento de paz
y desarrollo con inclusión social y destino común compartido pueda
ser el dominante a escala planetaria, y el ideario reaccionario de la
hegemonía podrá ser enterrado después de haber reinado durante toda la
historia de la humanidad.
Ese paso histórico supondría inaugurar una
nueva civilización universal con una gobernanza global destinada a
alcanzar los objetivos de la humanidad del desarme global y la
prosperidad en armonía con el medio ambiente.
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Actualmente el pensamiento de destino
común compartido de las naciones, con el que Xi Jinping inauguró el
Foro de Bao el pasado mes de abril, es globalmente débil frente al
pensamiento occidental de hegemonía
mundial. No obstante, en el actual cambio de las influencias
globales, la cumbre de los días 7 y 8 de junio entre Barack Obama y Xi
Jinping, representantes de la mayor nación desarrollada y la mayor
nación en desarrollo, puede ser un paso del camino que tiene que ser
iniciado y recorrido en común por los países desarrollados y en
desarrollo para afrontar los desafíos globales de paz,
desarrollo y cambio climático a
los que se enfrenta la humanidad.
*NOTA
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