1/01/2014
NOTICIA.
El 30/12/2013 en su alocución de fin de año el presidente colombiano,
Juan Manuel Santos, afirmó que espera que el 2014 sea el año que ponga
fin a un conflicto armado extendido desde hace más de medio siglo
NOTICIA.
El 01/01/2014 Cuba celebra el 55 aniversario del triunfo de la
revolución sobre la dictadura de Fulgencio Batista.
La
lucha armada como instrumento de acción política y el cambio de los
tiempos
Cuba ha celebrado el 1 de enero del 2014 el 55
aniversario del triunfo de la revolución sobre la dictadura de Fulgencio
Batista, a su vez, Cuba desde el 19/11/2012 acoge las negociaciones
entre la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia
(FARC) y el gobierno de Colombia presidido por Juan Manuel Santos para
poner fin a un conflicto armado que se inició hace cinco décadas.
Algo más de medio siglo separan ambas fechas,
sin embargo, el cambio de los tiempos ha mostrado que el recurso a las
armas considerado como instrumento revolucionario en Cuba en los años
cincuenta del siglo XX, en el caso de Colombia se muestra ahora, tras
una guerra que tiene en su haber miles de victimas y millones de
desplazados, como un recurso obsoleto para la transformación política.
Los cambios históricos han hecho de la paz y la voluntad política de las
mayorías el método por excelencia para alcanzar la democracia política y
social en el marco de las soberanías nacionales.
En 1956, los 82 expedicionarios que habían
desembarcado en la costa cubana se proponían combatir contra el numeroso
y bien equipado ejército del dictador Batista apoyado por EEUU. Las
simpatías de los isleños hacia los guerrilleros creció en vista del
pésimo estado en el que se encontraba el país. El 1 de enero de 1959,
tras la huida del país de Fulgencio Batista provocada por los avances de
la guerrilla, el poder pasó al movimiento revolucionario encabezado por
Fidel Castro.
En ese momento histórico, este acontecimiento
y la sucesión de golpes de Estado militares en América Latina para
derrocar a gobiernos reformistas reviviría en la oposición de izquierdas
el principio de que el poder político, para propiciar cambios en las
naciones favorables a la mayoría ciudadana, estaba en la “punta del
fusil”, y un movimiento guerrillero se extendió por varios países del
continente.
Dirigentes que hoy son presidentes de gobierno
en algunos países, como Dilma Rousseff, en Brasil; José Mújica en
Uruguay, y Daniel Ortega en Nicaragua, se enrolaron en la lucha armada
en los años sesenta y setenta para combatir a las dictaduras militares.
En Sudáfrica, el que ha sido uno de los líderes mas apreciados a nivel
mundial, Nelson Mandela, también en esos años se levantaría en armas
contra el oprobioso régimen blanco del apartheid.
Se adoptó el “foquismo” como estrategia
militar y política de la lucha armada. El “foquismo” precisa que
se den las condiciones de que una mayoría de la población rechaza el
Estado dictatorial militar o colonial y se fundamenta en la ecuación:
(acción / reacción = acumulación de fuerzas revolucionarias), en la que
un pequeño foco de
combatientes armados con sus acciones van ganándose el apoyo de la
población, el gobierno militar reprime estas acciones y la represión
aumenta la popularidad de los combatientes.
Esta estrategia no era nueva, casi todos los
movimientos de emancipación
colonial que recurrieron
a la lucha armada para derrotar a los imperios coloniales europeos en
África, Oriente Medio y, a éstos y al imperio japonés en Asia,
recurrieron en sus inicios al “foquismo”. En China la Larga
Marcha de un pequeño
grupos de revolucionarios formaría parte de esta estrategia. El Che
Guevara pretendió exportar el “foquismo” a Bolivia donde sería
abatido por los militares bolivianos, sin que tuviera continuidad esta
estrategia porque la mayoría de la población no respaldó las acciones de
los guerrilleros.
En Europa en los años sesenta del siglo XX dos
movimientos se inspiraron en este modelo militar El IRA irlandés y ETA
en el País Vasco.
No obstante, tras los procesos de
descolonización y la formación del actual mosaico de Naciones que
conforman las Naciones Unidas, la guerra y la
estrategia foquista perdió
su vigencia. Las mayorías sociales una
vez conseguida la soberanía aspiraban a la paz como condición básica
para su desarrollo económico. El final de la Guerra Fría, en la que
tanto la antigua URSS como EEUU, la exportaban a los países en
desarrollo, también contribuyó decisivamente al final de la lucha armada
como forma de transformación de la sociedad.
Los grupos que no percibieron los cambios
históricos, continuaron con sus acciones armadas y, alejados de la
población, derivaron en grupos terroristas como el IRA y ETA, con
acciones indiscriminadas armadas que solo sembraban el temor entre la
población.
Una vez finalizado el colonialismo, la
legitimidad y vigencia de la guerra deviene cuando es un acto de
resistencia popular en defensa de la soberanía nacional frente a una
invasión militar extranjera sin que, la misma, cuente con el respaldo de
la legalidad internacional establecida en la ONU. En el último tercio
del siglo XX se produjeron grandes guerras de resistencia como fueron
las protagonizadas por la mayoría de la población en Vietnam frente a la
agresión estadounidense (1965-1975); la resistencia en Afganistán a la
invasión ruso-soviética (1978-1992); la resistencia en Angola frente al
régimen del apartheid de Sudáfrica (1975-1989), y la resistencia de Irán
frente al ataque de Irak durante la década de los ochenta.
Las guerras de agresión han continuado en el
siglo XXI protagonizadas por EEUU y la OTAN, en Afganistán, Irak y
Libia, en las que estas potencias se han situado por encima de la ONU,
bien por actuar al margen de la misma, o por la interpretación abusiva
de su mandato como sucedió en Libia. No obstante, el fracaso de estas
guerras, pues solo han traído devastación a los países agredidos,
alumbran un periodo en el que las guerras de agresión están abocadas a
su desaparición porque la mayoría de la humanidad las rechaza vehementemente
como método de propiciar cambios políticos.
La lucha armada insurreccional como
instrumento de transformación de la sociedad también ha quedado relegada
por los cambios históricos. En la actualidad, la lucha patrocinada por
grupos armados solo puede ser considerada terrorismo, ninguna oposición
política tiene legitimidad para alzarse en armas, pues las
transformaciones internas de cada nación deben venir de la movilización
y la voluntad popular. Cuando en el seno de un estado la oposición a un
gobierno recurre a las armas deja ser oposición política para
convertirse en oposición terrorista.
El recurso a la insurrección armada para
cambiar gobiernos la protagonizan solamente quienes persiguen intereses
de grupos tribales o de poderes facciosos, instrumentalizando el
sectarismo religioso como acontece en algunos países del centro y norte
de África y particularmente en Siria e Irak, despreciando su soberanía
como naciones y la voluntad de las mayorías sociales que quieren la paz.
Las potencias de la OTAN y medios de
comunicación afines, en un doble discurso, han clasificado en función de
sus intereses a estos grupos armados en rebeldes y terroristas,
de tal forma, que los yihadistas que toman las armas para luchar contra
el gobierno sirio, puesto que favorecen a los intereses de la OTAN, son
considerados rebeldes pero esos mismos yihadistas si se trasladan a Malí
que se oponen a los intereses franceses son calificados de terroristas,
una doble visión que oscurece el discurso antiterrorista, e impide
vencer al terrorismo en el campo de las ideas. Y, mientras no se derrote
al terrorismo en el terreno ideológico éste continuará. El recurso a las
armas para cambiar gobiernos y el apoyo a estos grupos debe ser
condenado sin excepción.
En el actual momento histórico las naciones
precisan de la paz y de la colaboración para propiciar el desarrollo
económico y social inclusivo. Esta evidencia histórica, aunque con
muchos años de retraso, es lo que al fin han entendido el IRA, ETA, las
FARC y otros grupos que se aprestan a decir adiós a las armas. La guerra
y los actos de lucha armada solo sirven ya, a minoritarios grupos que
anteponen sus intereses al progreso de la humanidad.