22/08/2014
NOTICIA.
La alta comisaria de la ONU para los Derechos Humanos, Navy Pillay,
criticó duramente al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, al que
acusó de estar dirigido por intereses nacionales
El
aumento de la desconfianza entre los miembros del Consejo de Seguridad
de la ONU
Navy
Pillay, comisaria de la ONU para los Derechos Humanos, antes de
abandonar su cargo a finales del presente mes de agosto, en el que ha
permanecido durante seis años, compareció el 22/08/2014 en su última
sesión informativa ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
La
comisaria criticó la actuación del CSNU ante las graves crisis
humanitarias que flagelan a varios países en la actualidad:
“Tal
vez las actuales grandes crisis podrían haber sido evitadas si el
Consejo de Seguridad hubiese actuado dando prioridad a los intereses
conjuntos, y de manera rápida y decidida”. “Estoy convencida de
que cientos de miles de vidas hubiesen podido haber sido salvadas, si
este Consejo hubiese demostrado más responsabilidad”. “Consideraciones
geopolíticas a corto plazo e intereses nacionales, estrechamente
definidos, se impusieron en repetidas ocasiones al sufrimiento humano
intolerable y a las graves violaciones contra la paz y la seguridad”.
Navy
Pillay, expresó con la crítica a la actuación del CSNU, su desasosiego e
impotencia para evitar que los intereses de algunas naciones en las
crisis humanitarias, hayan prevalecido por encima del interés de las
víctimas. No obstante, la actuación de Navy Pillay, deja también mucho
que desear a la hora de tener una visión objetiva sobre determinados
conflictos alineándose principalmente con la particular visión de EEUU.
El caso
más paradigmático ha sido el drama de la guerra en Siria, en la que Navy
Pillay ha tenido una visión sesgada, criticando reiteradamente al
gobierno sirio e ignorando las atrocidades de la oposición armada, salvo
en casos imposible de ocultar como el ataque de los insurgentes contra
los cristianos en Maloula a finales del 2013.
Según el
propio Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, el
conflicto sirio ha ocasionado 191.369 casos documentados de personas que
perdieron la vida en Siria entre marzo de 2011 y finales de abril de
2014, con ello Siria se ha convertido en el mayor drama humanitario
acontecido en los últimos años tras la guerra de Irak, pero hasta la
toma de Mosul en Irak por parte del Estado Islámico de Irak y el Levante
(EIIL), ahora autoproclamado califato, el terrorismo parecía no existir
en Siria. Los países interesados en acabar con el régimen laico de Al
Asad, utilizaron varias veces al CSNU para criticar las tropelías del
ejercito sirio en su lucha contra las bandas armadas, por el contrario,
las atrocidades de los insurgentes armados eran consideradas por los
países occidentales y las monarquías absolutistas del Golfo Pérsico como
una lucha por la “libertad y la democracia”, calificando a los
terroristas de “rebeldes democráticos”, cuando en realidad lo que
perseguían y persiguen las bandas armadas formadas por insurgentes
sirios y jihadistas internacionales es la instauración de un régimen
fundamentalista basado en el terror.
Desde
que comenzó la crisis en Siria, el discurso alimentado por los grandes
medios de comunicación Occidentales de que en Siria se libraba un lucha
por la "democracia" no convenció a la mayoría de los sirios quienes en
las elecciones del 04/06/2014 dieron su respaldo mayoritario al actual
presidente de Siria Bashar al Assad obteniendo éste 10.319.723 votos, un
88,7% de los 11.634.412 de votantes que participaron en las elecciones
presidenciales sirias, siendo particularmente destacado el respaldo
electoral que obtuvo Al Assad de los sirios desplazados de su país por
la guerra, lo que resultaba contradictorio con la propaganda occidental
que atribuía al régimen de Al Assad el éxodo de cientos de miles de
sirios, poniéndose de manifiesto que el drama humanitario era debido
principalmente a las barbaridades de las bandas armadas que operaban en
Siria, y evidenciando la falacia sobre la que se montaba el discurso
occidental.
Una
falacia de la propaganda occidental que el tiempo también ha terminado
de develar en Libia. Durante la intervención de la OTAN en ese país, su
propaganda política se fundamentó en la justificación del apoyo a los
combatientes contra el régimen de Gadafi para “instaurar la democracia”,
pero la triste realidad de los hechos es que Libia tras aquella
intervención ha devenido en un caos político regido por milicias armadas
en el que el gobierno libio es una figura sin capacidad para dirigir el
país.
Tras la
emergencia del EIIL (califato) en territorios que abarcan el norte de
Irak y el este de Siria, las dirigencias de los países occidentales han
visto como los insurgentes que apoyaban bajo el eufemismo de “rebeldes
luchadores por la libertad en Siria”, se han rebelado contra su tutela,
y paradójicamente, los que ahora son en Irak fieros terroristas no lo
habían sido durante años en Siria, cuándo el ensañamiento en Irak contra
los cristianos provocado por los terroristas del “califato” lo han
estado ejerciendo en Siria durante años bajo las siglas del EIIL y
otras, sin que sus atrocidades nunca fueran condenadas por Occidente
porque primaba el interés político de derrocar al presidente Al Asad,
pero ahora, ante el temor de que los mismos terroristas que lucharon y
luchan en Siria y que actualmente operan en Irak puedan ocupar los
recursos petrolíferos del Kurdistán Iraquí se les muestra con su
verdadero rostro de fanáticos terroristas. En este cambio de enfoque
político sobre los jihadistas también se ha podido comprobar la
frivolidad con la que actúan los grandes medios de comunicación
occidentales, quienes lejos de intentar dar una interpretación coherente
de porque los antiguos "rebeldes democráticos" han pasado ahora a ser
terroristas, se limitan a correr un túpido velo sobre su discurso
anterior y a persistir en su nuevo enfoque como si todo empezara de
nuevo, una actitud que solo puede traer descrédito de estos medios ante
una parte importante de la opinión pública mundial, al mostrar su clara
orientación propagandística en el tratamiento de los conflictos. La
política de doble rasero occidental tuvo su más clara expresión en la
consideración que tenía del EIIL el Reino Unido quien no decidió
incluirlo en su lista de organizaciones terroristas hasta junio del
presente año, cuando su militantes llevan combatiendo bajo esa sigla u
otra varios años en Siria.
La
instrumentalización política que hace occidente de los desastres
humanitarios se está viendo también en Ucrania. La población civil de
las regiones del este de Ucrania está sufriendo la guerra sin cuartel
del ejército regular ucraniano y las fuerzas paramilitares profascistas
del “sector derecho”. La guerra con un balance de más de 2000 muertos
civiles se ceba especialmente en la población por el
apoyo que reciben de la misma los combatientes que luchan contra el
gobierno inconstitucional de Kiev.
Cientos de miles
de desplazados y varios más asediados en varias ciudades del este de
Ucrania precisan ayuda humanitaria, pero tanto el gobierno de Kiev como
la OTAN se niegan a proporcionar la misma, incluso intentan evitar que
otros lo hagan, oponiéndose a que la ayuda humanitaria de Rusia llegue a
la población más necesitada, puesto que, desde el punto de vista
militar, a la OTAN y al gobierno de Kiev se les plantea la siguiente
cuestión ¿para qué proporcionar ayuda a la población que pretenden
castigar por su apoyo a la insurrección?.
Pero ¿se
puede considerar que existe un error de cálculo entre las pretensiones
de la empresa que Occidente dice acometer: “la exportación de la
democracia”, y la barbarie humanitaria en la que han quedado todas sus
intervenciones como se ha podido ver en Libia, Irak y Siria? Para los
más ingenuos eso es lo que ha sucedido, y ese error de cálculo lo
entienden como resultado de la poca visión que han tenido los estrategas
de EEUU que son a los que se subordinan el resto de actores alineados
con sus políticas.
Pero no
es así, la política de la desestabilización en los países no
subordinados a la tutela de EEUU forma parte de la estrategia del poder
financiero y militar occidental, ya que la única manera de evitar el
eclipse del poderío económico y tecnológico occidental, acumulado
durante los últimos doscientos años, es evitar la prosperidad de las
naciones en desarrollo, pues si los países de la periferia del
actual sistema económico
mundial alcanzan
solamente un moderado desarrollo pondría fin al poderío occidental
porque al vivir la
mayoría de la humanidad en los países en desarrollo éstos pasarían a
detentar la mayoría del PIB mundial y a acaparar la mayor parte de los
recursos energéticos.
Occidente se ha empeñado en una guerra global contra quienes pueden
eclipsar su hegemonía, y esta es una guerra en la que el resultado tiene
que ser la subordinación de los países en zonas estratégicas de materias
primas, y en caso de no lograr esa subordinación, su devastación
económica ¿Acaso Occidente e Israel podrían admitir con indiferencia
que, por ejemplo, Siria se convirtiera en una potencia regional? es
evidente que no, por ello la devastación y las crisis humanitarias que
se derivan de las actuaciones apoyadas en bárbaros fanáticos, aunque
mediáticamente, como no podía ser de otra forma, se presenten bajo la
bandera de causas nobles, forman parte de esa guerra Global que se
extiende a todos los países que pretenden su desarrollo autónomo, como
es: en Oriente Medio en contra de Irán y Siria; en América Latina en
contra de los países del ALBA; con el acoso a Rusia expandiendo la OTAN
hacia sus fronteras, y en el oriente asiático alimentando la
confrontación de Japón y Filipinas contra China.
No
obstante, esta guerra Global tiene sus limitaciones. En la actualidad,
debido a la globalización económica, y la emergencia de los BRICS, es
prácticamente imposible que la misma derive en una confrontación
internacional como aconteció en el siglo XX. Occidente no tiene
capacidad de revertir la emergencia de potencias como Rusia y China que
lideran actualmente las aspiraciones de prosperidad de los países en
desarrollo, y solo le queda el recurso de provocar la desestabilización
y la guerra apoyándose en sectores oligárquicos apátridas bajo su tutela
allí donde puede. Una actuación que solo trae crisis humanitarias.
Tras la
crisis abierta entre Occidente y Rusia, la polarización entre quienes
buscan un mundo de prosperidad universal encabezado por los BRICS, y
quienes quieren perpetuar su hegemonía de dos siglos ha aumentado, con
ello la desconfianza entre los miembros de la permanente del Consejo de
Seguridad de la ONU también se ha incrementado, aunque afortunadamente
no se ha llegado a un punto de desencuentro en el que a la ONU le pueda
suceder una crisis como la que llevó en la Segunda Guerra Mundial a la Sociedad
de Naciones a su
disolución.
Recientemente el Papa Francisco reclamaba una acción unitaria de la ONU
y no de un solo país para contener la barbarie del califato islámico en
Irak y Siria en su persecución de cristianos y fieles de otras
confesiones, pero este llamamiento no es posible llevarlo ya a la
práctica debido a la desconfianza instalada entre los miembros del CSNU.
En la
guerra global de baja intensidad desatada por Occidente, la ONU se está
convirtiendo en un organismo inoperante, tal vez en eso si tiene razón
Navy Pillay en sus críticas al CSNU.