26/12/2014
NOTICIA.
El 25/12/2014, el papa Francisco pronunció su tradicional mensaje
navideño "Urbi et Orbi" desde el balcón central de la Basílica de San
Pedro.
NOTICIA.
El 24/12/2015, el presidente de la República Islámica de Irán, Hasan
Rohani, felicitó al papa Francisco y a todos los cristianos del mundo en
el aniversario del nacimiento del profeta Jesús y el inicio del año
2015.
La
Fraternidad Universal. Del discurso a la política
El
25/12/2014, el Papa Francisco pronunció su tradicional mensaje navideño
"Urbi et Orbi", exhortando a que prevalezca la fraternidad
universal entre todos los
habitantes de la Tierra, pero a diferencia de los mensajes tradicionales
circunscritos al formalismo litúrgico cristiano, este año el Papa
Francisco tradujo su mensaje de solidaridad cristiana apegado a los
dramáticos problemas políticos que asolan actualmente el mundo. Así, se
solidarizó con los cristianos de Irak y de Siria que sufren la brutal
persecución de los grupos armados irregulares; también lo hizo con
quienes sufren persecución religiosa en Nigeria por parte de estos
grupos violentos, con quienes están sufriendo en Ucrania la guerra
fraticida animándoles a vencer el odio y la violencia y emprender un
nuevo camino de fraternidad y reconciliación, y tuvo una mención
especial para todos los niños del mundo que sufren: “A los niños
desplazados a causa de las guerras y las persecuciones, sujetos a abusos
y explotación ante nuestros ojos y con nuestro silencio cómplice; a los
niños masacrados en los bombardeos, incluso allí donde ha nacido el Hijo
de Dios. Todavía hoy, su silencio impotente grita bajo la espada de
tantos Herodes. Sobre su sangre campea hoy la sombra de los actuales
Herodes. Hay verdaderamente muchas lágrimas en esta Navidad junto con
las lágrimas del Niño Jesús”.
Un día
antes del mensaje navideño del Papa Francisco, el presidente de la
República Islámica de Irán, Hasan Rohani, felicitó al Papa Francisco y a
todos los cristianos del mundo en el aniversario del nacimiento del profeta
Jesús. Rohani propuso al Papa Francisco la doctrina de un mundo sin
violencia y extremismo, abogando por el esfuerzo común, para lograr la
excelencia y la perfección humana, y situarse en el camino correcto para
cumplir con los deseos innatos e inherentes del ser humano de alcanzar
la tranquilidad y la felicidad.
Al llamado de Rohani se sumó el presidente del Parlamento iraní, Ali
Lariyani, quien se congratuló de la festividad de los países cristianos.
“Esperamos que todos los países cooperen entre sí y logren cumplir
con sus responsabilidades comunes para erradicar la injusticia, la
discriminación y la represión en todo el mundo”.
Dos
mensajes de fraternidad desde
las dos religiones más importantes del mundo, centrados en los asuntos
políticos que más flagelan en la actualidad a la humanidad, pero que,
con toda probabilidad, tendrán escaso eco en el desarrollo de los
acontecimientos políticos denunciados. Dos llamamientos dramáticos al
ver que los cristianos en Siria e Irak a los que durante dos mil años se
ha respetado sus creencias por todos los gobernantes, actualmente,
corren el peligro de ser aniquilados por los grupos armados apoyados en
muchos casos por el propio Occidente de tradición cristiana.
En esta
situación donde el discurso fraternal se oye como voz de siglos clamando
estérilmente en el desierto, la pregunta que hay que hacerse es: ¿Se
puede
creer que la Fraternidad
Universal debe ser un
objetivo político, porque el ser humano es perfectible y por lo tanto es
susceptible de ser logrado por el género humano? O ¿La realidad es que
la fraternidad universal es un imposible, y el género humano está
abocado a que prevalezcan en sus relaciones el odio, la xenofobia, el
racismo y el descarte de
los más débiles basado en la apología de la ley del más fuerte?
La
experiencia histórica ha demostrado que el camino hacia la
fraternidad universal no
puede ser solo voluntarista, sino que debe
basarse en una política
transformadora. La conquista política de la fraternidad
universal, fue uno de los fundamentos que inspiraron a los
revolucionarios franceses en 1789, y a muchos revolucionarios
comunistas, sin embargo, las revoluciones liberales se convirtieron en
imperios para el sometimiento colonial o neocolonial de naciones, y la
revolución rusa de 1917 se convirtió en imperio soviético hasta su
disolución en 1991.
Después
de dos siglos, tras el fracaso en la práctica de las ideologías
universalistas inspiradas en
el liberalismo y el socialismo al que
contribuyeron las dos grandes potencias que las instrumentalizaron en su
propio beneficio, EEUU y la extinta URSS ¿Cabe pensar que el proyecto de
una humanidad regida por los valores de libertad, igualdad y
fraternidad son una utopía? ¿Cabe pensar que el género humano se ha
detenido en su afán por transformar la sociedad en la búsqueda de esos
valores comunes a todas las ideologías, sean liberales o socialistas,
nacidas de los ideales de la Ilustración, por las que la humanidad creyó
que la felicidad social en
la tierra era posible?
Cabe pensar que no, y cabe hacerlo, porque tras un recorrido histórico
de doscientos años de lucha por esos ideales, la voluntad transformadora
sigue vigente y la resignación pertenece ya al oscurantismo de otra
civilización que fue sepultada en el siglo de las luces y cabe también
pensar que no, porque los desheredados de la tierra quieren salir de su
situación de pobreza y la humanidad se enfrenta a problemas como el
cambio climático, la malnutrición, las enfermedades y el analfabetismo,
problemas que necesitan de soluciones globales.
Lo que
ha fracasado, no son, pues, esos grandes ideales, sino el camino trazado
por los teóricos del liberalismo y socialismo del siglo XIX. El
recorrido histórico ha desbrozado lo verdadero de lo falso. Lo falso ha
sido que la verdad de unos no se puede imponer por la fuerza a otros,
pretexto bajo el que actuaron los imperios coloniales europeos, el
imperialismo de EEUU y el de la antigua URSS. Lo verdadero es que el
género humano ha extraído de ese camino de dolor, la experiencia de que
solo es posible avanzar desde el diálogo, el respeto y el entendimiento
entre el mosaico de naciones surgidas desde el siglo XVIII tras un
doloroso parto de guerras y lo verdadero es también que el ritmo de los
cambios políticos y sociales lo deben marcar los propios ciudadanos de
cada nación.
Llegado
el siglo XXI, se puede afirmar que la esperanza de la conquista de la Fraternidad va
a depender de la emergencia política en el pensamiento y proyectos
integradores de las naciones comprometidas con ese ideario.
En América Latina desde el comienzo del siglo XXI
está surgiendo un nuevo pensamiento político basado en el humanismo
cristiano, la integración de las naciones y el desarrollo democrático
con inclusión social. Los principales países emergentes también
participan del pensamiento de destino común compartido sin hegemonías,
en cambio Occidente, a pesar de ser la cuna de las grandes ideologías
universales, intenta mantener a ultranza su rol hegemónico internacional
pretendiendo subordinar al resto de naciones del mundo con
intervenciones armadas, complots y sanciones unilaterales, con lo que ha
entrado en una fase reaccionaria contra los postulados de colaboración
entre naciones en favor del avance hacia la fraternidad de los pueblos,
lo que le sitúa a la defensiva frente a las aspiraciones de paz y
desarrollo de la mayoría de la humanidad, entrando con ello en un
periodo de decadencia en el pensamiento transformador universal.
El
sujeto trasformador mundial en favor del conjunto de la humanidad está,
pues, en las naciones, principalmente
las emergentes en desarrollo,
que lideran los procesos de integración regional, que son las que buscan
las ventajas en el entendimiento y no en la competencia y en formar
parte de un conjunto de naciones en un nivel superior de relaciones, no
para competir entre bloques sino para colaborar a favor del bienestar y
la libertad con justicia social del género humano.
Estos
son los grandes postulados que pueden redimir al género humano de las
guerras, de las armas atómicas, el racismo y la xenofobia y que pueden
propiciar la colaboración necesaria para enfrentar con garantía de éxito
los graves problemas medioambientales y la pobreza en el mundo.