04/09/2015
NOTICIA.
El 03/09/2015, el presidente de China Xi Jinping y el Presidente de
Rusia, Vladimir Putin, suscribieron varios acuerdos comerciales y
acordaron intensificar las relaciones entre Rusia y China.
NOTICIA.
El 04/09/2015, el ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, y
su homóloga sudafricana, Maite Nkoana-Mashabane, anunciaron la
celebración de una cumbre de Cooperación China-África para principios de
diciembre del presente año.
La nueva
multipolaridad
El 03/09/2015, en la
reunión celebrada en Beijing, entre el presidente de China, Xi Jinping,
y el Presidente de Rusia, Vladimir Putin, con motivo de la conmemoración
del 70º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial, ambos
mandatarios trataron sobre los campos de colaboración entre ambas
naciones. El Presidente ruso manifestó que su país desea seguir
impulsando la cooperación pragmática con China en energía, petroquímica,
finanzas y aeroespacio, así como fortalecer la coordinación con China en
la ONU. El presidente Chino expresó el interés de China en combinar la
iniciativa de la Franja Económica de la Ruta de la Seda propuesta por
China y el proyecto de la Unión Económica Eurasiática encabezado por
Rusia. En el área internacional, manifestó que China apuesta por
construir un nuevo tipo de relaciones internacionales con una
cooperación de ganar-ganar, y defender los propósitos y los
principios de la Carta de la ONU.
El 04/09/2015, el
ministro de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, y su homóloga
sudafricana, Maite Nkoana-Mashabane, anunciaron el acuerdo entre los
presidentes Xi Jinping y Jacob Zuma para la celebración de una cumbre
de Cooperación China-África para principios de diciembre del presente
año. Tras el anuncio, Wang Yi, expresó su convicción de que la cumbre “será
una reunión histórica y un hito en la historia de la solidaridad y la
cooperación China-África”, por su parte, Nkoana-Mashabane, afirmó
que la cumbre entre China y África “contribuirá a que el continente
materialice el sueño de la industrialización y la integración económica”.
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El concepto de
multipolaridad en la esfera política internacional ha venido tomando
protagonismo en el presente siglo en relación a la emergencia económica
de importantes países en los distintos continentes: Brasil en
el espacio latinoamericano; Rusia en el euroasiático; India
y China en el asiático, y Sudáfrica en el africano, todos
ellos agrupados actualmente en el BRICS. La multipolaridad se
afirma por oposición a la unipolaridad representada por EEUU tras
la desaparición de la URSS en la última década del siglo XX.
No obstante, en la
concepción de los países emergentes y en desarrollo, la
multipolaridad no solamente expresa la meta de una gestión política
mundial desde varios polos geopolíticos, sino que la misma debe
realizarse sobre la base de la colaboración en una relación de ganar
todos.
La
vieja multipolaridad
En el pasado
histórico, desde los inicios en el siglo XVI de
la formación del espacio económico mundo con el desarrollo de
los imperios europeos de ultramar, la multipolaridad ha dominado
la geopolítica mundial, sin embargo, la misma se basó en el
enfrentamiento político, económico y militar, orientado por cada imperio
a ampliar sus áreas de influencia tanto en Europa como en la posesiones
de ultramar. La raíz del enfrentamiento ya tenía sus antecedentes en la
lucha que las potencias europeas, principalmente Francia, Inglaterra y
España mantenían en suelo europeo, y la expansión colonial lo que hizo
fue globalizar esas rivalidades.
Desde el siglo XVI
hasta el final del siglo XX las rivalidades de los diferentes polos
imperiales marcaron el acontecer político mundial alternándose periodos
de paz con periodo de guerra. La primera mitad del siglo XX vería la
culminación del enfrentamiento entre los principales imperios europeos
en dos Guerras Mundiales, en una disputa a muerte por dominar Europa que
constituía el centro político y económico mundial, en la que el
vencedor constituiría un único imperio mundial. En los años treinta y
cuarenta, dos de las potencias mundiales más importantes: la Alemania
nazi en Europa, y el imperio japonés en Asia, iniciarían una cruenta
guerra contra el resto de grandes naciones para someter al mundo entero.
Su derrota en 1945 y la progresiva descolonización sello el fin
de casi cinco siglos de enfrentamientos entre los viejos imperios
coloniales europeos.
El nuevo orden mundial
se constituiría sobre los dos vencedores más importantes de la contienda
mundial: EEUU y la URSS, los cuales conformarían un mundo bipolar,
que dominaría las relaciones internacionales desde el final de la
Segunda Guerra Mundial hasta la desaparición de la URSS en 1991.
En este periodo, las
relaciones entre los dos nuevos polos mundiales, al igual que sucediera en
el pasado entre los imperios europeos, seguiría basándose en la
confrontación por áreas de influencia que se extendió a los
países que luchaban por su descolonización y a las naciones bajo
la tutela de la respectiva potencia: en Europa del Este a los países
tutelados por Rusia, y en América Latina a los tutelados por EEUU.
La
hegemonía de EEUU
Con la desaparición de
la URSS en la última década del siglo XX, por primera vez en la historia
de la humanidad, el mundo pasaría a estar dominado básicamente por una
sola potencia: EEUU, y aunque su dominio, a diferencia de los imperios
tradicionales no fuera territorial, se constituiría en la nación con
mayor PIB del mundo, con una predominancia casi absoluta de su moneda en
las transacciones comerciales mundiales, la más capacitada
tecnológicamente, y la única con un despliegue militar global con un
gasto militar de más del 40% del total mundial.
La tragedia de este
proceso histórico, es que EEUU, se ha convertido en el vencedor final
siendo portador de la tradición y naturaleza imperialista heredada de
los viejos imperios europeos, particularmente del Imperio Británico. Con
ello EEUU proyecta su influencia mundial desde un punto de vista que la
hegemonía mundial alcanzada en la última década del siglo XX no puede
ser cuestionada.
Durante siglos, la
tradición colonialista se fundamentó en las ganancias de las metrópolis
a costa de la explotación de los territorios colonizados. Era una
relación en la que unos ganaban sobre la base de que otros perdieran, en
el que más fuerte se imponía al débil, una cultura exaltada en el siglo
XIX por el liberalismo y por el darwinismo social. En la segunda mitad
del siglo XX, tras los procesos de descolonización, las condiciones
geopolíticas habían cambiado, pero la cultura de la explotación de unos
territorios para beneficio de otros continuaba, y ello daría lugar a una
nueva forma de dominación política y económica: el neocolonialismo.
El mismo se ha caracterizado por una redistribución de las funciones
económicas globales, mientras el centro desarrollado concentraba
el crecimiento económico, los países pobres solamente contaban como
fuente de materias primas y mano de obra barata.
El vigente modelo
hegemónico alcanzado por EEUU se basa principalmente en su supremacía
económica mundial. Su continuidad, cuando la población de EEUU
representa solamente el 4,5% del total mundial, necesariamente implica
perpetuar el modelo neocolonial, por el que las naciones en desarrollo
deben estar limitadas en sus capacidades industriales, tecnológicas y
financieras soberanas, pues si éstas se harían extensivas a las naciones
en donde habita más de dos tercios de la humanidad, las magnitudes de la
economía mundial cambiarían de tal manera que la supremacía económica
estadounidense quedaría relegada. La hegemonía, por sustentarse en el
modelo neocolonial, no puede satisfacer las aspiraciones de prosperidad
de los países en desarrollo.
Hacia
la nueva multipolaridad
La dicotomía entre la
perpetuación del modelo económico neocolonial, o de su transformación
para impulsar el desarrollo ha venido siendo una constante de más de
medio siglo en la mayoría de los países en desarrollo. El salto hacia un
crecimiento económico sostenido precisa de un cambio en sus estructuras
económicas que les permita pasar de ser economías extractivas y agrarias
a industrialmente productivas, pero las capacidades para propiciar esos
cambios en las pequeñas o medianas naciones son limitadas, por lo
que se
requiere del liderazgo de las principales naciones en desarrollo, basado
en el principio de colaboración en todos los aspectos de la economía y
del conocimiento, en una relación de ganar todos, siendo los
países BRICS quienes desde esos postulados están tomando un creciente
protagonismo en su relación económica con la mayoría de las naciones en
desarrollo.
La formación de una
nueva multipolaridad requiere no solamente del empuje de las
principales naciones en desarrollo, sino que precisa también de la
creación de agrupaciones económicas regionales con instituciones
financieras y moneda propias. En la actualidad las dificultades de
algunos países para avanzar en su desarrollo, como sucede en
Latinoamérica, se debe al lento avance en su proceso de integración
económica y financiera regional.
Tal vez, la iniciativa
más elaborada para construir espacios económicos interconectados para
promover el desarrollo regional es la liderada por China con el
establecimiento del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII).
Esta iniciativa cuenta con un proyecto de articulación económica
territorial que pretende unir el espacio euroasiático con la implicación
de los países regionales y dispone de los recursos financieros del BAII.
Una iniciativa regional de estas características en Latinoamérica y el
África Austral permitiría afrontar el futuro del desarrollo de los tres
espacios geoeconómicos que agrupan a la mayoría de los países en
desarrollo con más de dos tercios de la población mundial.
El reto que tienen
pues los espacios: euroasiático, de América Latina y África Austral, es
llegar a constituirse en potencias regionales. La construcción de esos
tres espacios geoeconómicos acabaría con la dependencia individual de
cada país del centro desarrollado, dotándoles de una fortaleza que en su
ascenso conformarían un creciente poder autónomo, siendo en sus
instituciones en quienes descansaría el peso de la nueva
multipolaridad mundial, lo que relegaría a EEUU de su hegemonía,
dando lugar a la nueva multipolaridad en la que EEUU y la UE se
integrarían como polos importantes del nuevo orden mundial.
De la
nueva multipolaridad a la civilización universal
El estadio histórico
de la nueva multipolaridad supondría el triunfo de las corrientes
de pensamiento de la fraternidad sobre las ideologías de la
dominación, el racismo y la exclusión, y sería la base
desde la que la humanidad podría avanzar hacía una nueva civilización
universal en la que: todo el género humano sería el beneficiario de
las políticas económicas; se darían las condiciones para llevar a cabo
el desarme nuclear total, pues sin pretensiones hegemónicas no tendrían
razón de ser las armas estratégicas disuasorias, y se podría avanzar de
manera integral hacia un modelo productivo respetuoso con el medio
ambiente. La conquista de la nueva multipolaridad constituye
pues, el paso necesario para alcanzar la civilización fraternal a
la que la humanidad desde distintas ideologías y religiones ha aspirado.
Hegemonía versus nueva multipolaridad
Pero, en la
actualidad, la situación en la que se encuentran las relaciones
internacionales se sitúa entre el avance hacia la nueva
multipolaridad o la continuidad de la hegemonía mundial
estadounidense. La tendencia de las fuerzas políticas y económicas
emergentes empujan hacia la multipolaridad, pero nada está
escrito.
La resistencia, por
parte de EEUU a los cambios en el estatus quo mundial son muy
fuertes, y la política estadounidense se orienta a preservar su
hegemonía utilizando los diferentes recursos de su poder militar y
económico contra los países que EEUU considera adversarios.
China, como principal
potencia en desarrollo, por su tradicional colaboración con los países
en desarrollo, y por su ideario internacional basado en los cinco
principios de la coexistencia pacífica, se orienta hacia la
formación de un orden mundial basado en la nueva
multipolaridad. Un objetivo compartido por todos los miembros del
BRICS.
La reunión prevista
este mes de septiembre entre Barack Obama y Xi Jinping representa el
encuentro entre dos concepciones del mundo: hegemonía versus
multipolaridad. Sin embargo, los graves problemas globales como: la
crisis económica mundial; el cambio climático, y la búsqueda de la paz
en las naciones azotadas por el terrorismo y la guerra, precisan de la
colaboración de las grandes potencias. Y en la medida que se avance en
la colaboración, se estará abriendo camino hacia una nueva
multipolaridad de entendimiento, paz y progreso.