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Crítica política sobre noticias de actualidad en el mundo

Una visión geopolítica en favor del respeto entre naciones, la integración económica mundial y la armonía con el medioambiente

Autor

Seudónimo: Saint Just

Artículos


20/04/2016

NOTICIA. El 18/04/2016, los ministros de asuntos exteriores de China, Wang Yi, de rusia, Sergey Lavrov, y de la India Sushma Swaraj, reunidos en Moscú, acordaron impulsar la coordinación de sus políticas internacionales.

 

La colaboración de China, India y Rusia en la política internacional

El 18/04/2016, en la XIV reunión de ministros de asuntos exteriores de China, India y Rusia, se comprometieron a establecer una mayor coordinación de las políticas internacionales con el objetivo de tener una posición común en los asuntos de relevancia internacional. Las tres partes acordaron seguir trabajando juntas en el combate del terrorismo, piratería y tráfico de drogas ilegales, y a facilitar las potenciales soluciones a los asuntos regionales conflictivos, en particular las crisis en Siria y Ucrania, así como el proceso de paz en Afganistán y el Medio Oriente. Sobre la gobernación económica global, se estableció el compromiso de colaborar en el marco del G20, que se reunirá este año en Hangzhou (China), a fin de que las economías emergentes tengan un mayor peso en las decisiones para estimular la recuperación económica mundial. Por otra parte, se señaló que la cooperación entre Beijing, Moscú y Nueva Delhi, es un mecanismo abierto que no está dirigido contra ninguna tercera parte.

 

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La reunión de los ministros de asuntos exteriores de China, India y Rusia, a pesar de que no está dirigida contra ninguna parte, supone el avance en el diseño de una nueva política internacional de estas tres potencias que ya trabajan juntas en el grupo BRICS y en la Organización de Cooperación de Shanghai tras la reciente incorporación de la India a esta organización y supone un desafío al G7.

Tras la desaparición de la URSS, el G7 formado por EEUU, Gran Bretaña, Canadá, Francia, Italia, Alemania y Japón, había sido el foro desde el que se habían diseñado las pautas de la política y la economía mundial. Sin embargo, en el G7, de facto no todos los miembros tienen el mismo poder, el cual ha venido determinado en gran medida por los resultados de la Segunda Guerra Mundial en una clara diferenciación entre vencedores y perdedores, los vencedores, EEUU y Gran Bretaña son quienes han marcado las políticas globales a seguir, mientras que Alemania y Japón tras pasar a situarse bajo la tutela militar de EEUU se limitan a asentir.

La crisis económica del 2008 marcaría un antes y un después en la importancia del G7. La crisis mostró la incapacidad de esta organización para implementar políticas económicas globales que permitieran frenar en primera instancia los efectos más devastadores del crack financiero, y fue sustituido por el G20, quien definió las políticas del rescate financiero, y con posterioridad ha actuado como foro económico para decisiones globales.

En los años previos a la crisis del 2008, el G7 tuvo un impulso relevante con la incorporación de Rusia a ese foro conformando el denominado G7+ Rusia o G8, lo que le permitía relegar la influencia de China en el área internacional y del resto de países emergentes. Rusia se encontraba en la tesitura de situarse en el área de influencia mundial, entonces el G7, o quedar relegada a una potencia regional sin grandes conexiones internacionales, el G8 le permitía estar entre los grandes, pero en realidad nunca estuvo como un miembro de confianza para el resto, sino que el rol que se le atribuía, considerando que Alemania y Japón estaban como socios de segunda categoría, era la de un socio de tercera categoría en la que también debería asentir a las iniciativas estadounidenses.

Esta situación incomoda para Rusia se venía acentuando por la expansión de la OTAN hacia las fronteras de Rusia y la decisión por parte de EEUU de desplegar un escudo antimisiles en países del Este de Europa. Su continuidad en el G8 mientras el resto de socios la humillaban con sus políticas de acoso militar, era una prueba para el G7 de que Rusia había renunciado a cualquier política independiente y aceptaba la tutela estadounidense.

Sin embargo, la prolongación del acoso a Rusia a través de la guerra híbrida que tuvo su mayor exponente en la revuelta del Maidán y el golpe institucional en Ucrania, haría a Rusia cambiar su posición apaciguadora con sus socios del G7 y tomar la iniciativa en el caso de la promoción del referéndum en Crimea para su retorno a Rusia.

Ello llevaría al G7 a expulsar a Rusia de ese foro y decretar una serie de sanciones contra la economía rusa. En principio, el G7 creía que Rusia no renunciaría a su membresía en el G8 y que terminaría cediendo a las exigencias estadounidenses, lo cual no ha sucedido, y es que tal decisión no podía suceder, pues hubiera supuesto para Rusia una capitulación y pérdida de soberanía ante la hegemonía estadounidense como históricamente nunca la había tenido, ni incluso en los años de la era Yeltsin; condición, que Japón y Alemania ya la habían aceptado, convirtiéndose en meros satélites estadounidenses. Un destino del que Putin llegó a afirmar no formaba parte de los intereses de Rusia.

Tras su expulsión del G7, la situación a la que parecía abocada Rusia era al ostracismo en el área internacional, aunque para Rusia la misma era menos mala que la claudicación, y es que, en los momentos de la historia en los que Rusia ha sido objeto de una fuerte agresión internacional, siempre ha respondido igual, anteponiendo la resistencia a la claudicación, aunque ello conllevara sufrimiento como nación.

Un espíritu patriótico que no llegaron a entender Napoleón, ni Hitler hasta después de su derrota, y que ahora renace con inusitado vigor, sin el cual no es entendible que en medio de la adversidad, que en otras partes del mundo tumba la popularidad de los políticos, en Rusia Putin tenga las cotas de popularidad más altas de su historia y muy superior a cualquier otro dirigente mundial. La supervivencia de Rusia como Nación radica en dos aspectos fundamentales, el alma patriótica del pueblo ruso y su fuerza militar, juntas ambas son invencibles, y a pesar de que se intenta socavarlas a través de la guerra híbrida, hasta ahora el resultado ha sido el contrario al esperado por el G7.

El 10/04/2016, en la reunión de los ministros de asuntos exteriores del G7 en Japón, preparatoria de la reunión prevista de los máximos mandatarios de este foro para los días 26 y 27 de mayo, el ministro alemán, Frank-Walter Steinmeier, declaró que esperaba que Rusia pudiera retornar al G8, siempre que aceptase las condiciones del G7, sin embargo, el 19/04/2016, el portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, declaraba que el regreso de Rusia al G8 no formaba parte de la agenda de Moscú.

Una posición de firmeza que si en un primer momento desconcertaba al G7 y lo atribuía a un enfado pasajero de Rusia, tras la exitosa intervención militar de Rusia en Siria a petición de su gobierno que ha situado al Estado Islámico a la defensiva en esa nación, ha devuelto a Rusia su papel de potencia en el área internacional, viéndose EEUU obligado a tener que alcanzar un consenso con Rusia para una solución a la crisis siria. En el caso del acoso de la OTAN, la decisión de Rusia de no dejarse intimidar por las maniobras de esta organización en sus fronteras, tras los momentos de tensión creados el 12/04/2016 en la aproximación de dos aviones de combate rusos Su-24 sobre el destructor estadounidense Donald Cook a 112 kilómetros de la ciudad rusa de Kaliningrado, le ha llevado a esta organización a solicitar a Rusia la reactivación del Consejo OTAN-Rusia, congelado desde junio de 2014, el cual se reunirá este mes en Bruselas, con el fin de evitar incidentes que pudieran desembocar en un enfrentamiento.

El supuesto ostracismo internacional al que el G7 parecía haber condenado a Rusia, no ha sido tal, sino que Rusia está volviendo a ese escenario con inusitado vigor. Sin embargo, la reactivación de Rusia en el área internacional no se debe únicamente a su determinación de mantener su carácter independiente, sino que también ha venido determinada por la conformación desde la crisis económica del 2008 de una nueva realidad internacional. La crisis económica ha impulsado la colaboración entre los países emergentes que ha dado lugar a la fundación del Banco de los BRICS y, en medio de una ralentización del crecimiento económico mundial, la fortaleza de la economía de China está convirtiendo a la región del Oriente Asiático en el nuevo polo de desarrollo mundial en la que la colaboración entre China y Rusia va a jugar un papel fundamental, cuestión que ha llevado a China a considerar a Rusia desde el punto de vista estratégico su aliado principal, lo que simbólicamente lo reflejaría, Xi Jinping, tras asumir en marzo del 2013 la presidencia de China, al elegir Moscú como su primer viaje diplomático como presidente, y con la firma de los más importantes acuerdos de la historia en materia de suministro de productos energéticos de Rusia a China.

El presente año las autoridades Chinas decidieron aumentar su protagonismo en las decisiones internacionales para sacar a China del bajo perfil que tradicionalmente ha venido teniendo, pero que actualmente no se corresponde con el desempeño que tiene en los asuntos económicos mundiales y su expansión comercial a todos los países del mundo. Por otra parte, las posibilidades de desarrollo del espacio eurasiático están creciendo y aumentarán tras la puesta en marcha del recién constituido Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII), y con el desarrollo de las iniciativas para dar forma al proyecto euroasiático de la denominada por China, Nueva Ruta de la Seda.

Es esta realidad, la que también ha inducido a la India a volcarse internacionalmente hacia el espacio euroasiático, habiéndose incorporado en enero conjuntamente con Pakistán a la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), de la que ya eran miembros China, Rusia, Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán. La voluntad de superar los conflictos históricos latentes interregionales como los existentes entre China y la India en sus fronteras en el Himalaya, y del Punjab entre India y Pakistán, se ha convertido en una necesidad para el desarrollo económico regional, aunque también lo son para los actores foráneos su reactivación para que no reine la paz. Los recientes intentos entre India y Pakistán, tras su ingreso en la OCS, de establecer unas nuevas relaciones cordiales se han visto oscurecidos y frustrados por varios atentados en la región del Punjab. En el caso de la relación de China con la India, el 19/04/2016, el primer ministro chino, Li Keqiang, y el ministro de Defensa de la India, Manohar Parrikar, en el encuentro entre ambos países, en Beijing, en su decimonovena ronda de conversaciones entre representantes especiales sobre asuntos fronterizos, ambos expresaron su convicción en que el progreso de las relaciones bilaterales en el área de defensa impulsará la cooperación económica y comercial entre los dos países.

Frente a las actitudes hegemónicas de siglos actualmente encarnadas en el G7, el diálogo desde la debilidad no existe, sino solamente la subordinación. El avance hacia políticas de colaboración internacional entre todas las potencias del mundo depende en gran medida de la creciente fortaleza que las principales potencias del espacio euroasiático vayan adquiriendo en su vertiente económica, política y militar. La creación del mundo multipolar implica la formación de polos geopolíticos independientes que hagan imposible las políticas hegemónicas y permitan un equilibrio geopolítico desde el que nazca la colaboración para avanzar en la solución de los problemas globales que tienen que ver con la paz, el desarrollo y la armonía con el medio ambiente.

 

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