01/08/2016
NOTICIA.
El 31/07/2016, en la ciudad polaca de Cracovia, el Papa Francisco, puso fin a la
Jornada Mundial de la Juventud (JMJ)
Quién cree en el mensaje de la universalidad
El 31/07/2016, el Papa Francisco
en la explanada bautizada como Campo de la Misericordia en Cracovia (Polonia),
en su homilía de clausura de la XXXI Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), ante
cerca de dos millones de jóvenes les animó a defender "una nueva Humanidad".
El Papa Francisco pidió a los
jóvenes que crean en un "nuevo mundo sin odios o fronteras como barreras, que
sabe apreciar sus propias tradiciones sin egoísmo", y les exhortó a luchar
pacíficamente por la honestidad y la justicia.
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El Papa Francisco en la
elaboración de un nuevo pensamiento católico adaptado a los desafíos actuales
mundiales viene insistiendo en la recuperación de la universalidad como
fundamento del destino de la humanidad. Lo hizo en junio del 2015, en la Carta
Encíclica, Laudato Si’, sobre: El
Cuidado de la Casa Común”, en la que incorporó al pensamiento católico el
impacto medioambiental y humano que actualmente padece la Tierra y la humanidad.
La encíclica se situó dentro del pensamiento universal en el diagnóstico y
orientaciones para abordar el necesario cambio ideológico, político y económico
para lograr la unión de los seres humanos en armonía con la Naturaleza; ahora
en Cracovia, en su homilía ante cientos de miles de jóvenes de todo el mundo
volvió a insistir en la necesidad de recuperar los ideales universales de
redención en la Tierra de todo el Género Humano.
Entonces y ahora con su exhorto a
creer y luchar por un nuevo mundo fraternal abre una puerta inconmensurable a
favor del diálogo entre diferentes formas de humanismo sea laico o religioso
porque en los fundamentos de su universalidad existen los puntos de encuentro de
quienes desde diferentes convicciones creen y trabajan en el objetivo de la
fraternidad entre todos los seres humanos.
Sin embargo, el propio Francisco
sabe que su discurso puede quedar en la envoltura, sin llegar a los corazones,
cuando afirmó: "No dejen que sus almas sean anestesiadas, apuesten por el
hermoso amor, que supone también una renuncia y un fuerte no al doping del éxito
a cualquier precio y a la droga del pensamiento que sólo gira en torno a uno
mismo y su propia comodidad".
El ideal de la universalidad ha
sido consustancial al nacimiento y evolución de las grandes religiones, y tomó
un fuerte impulso con el surgimiento del pensamiento ilustrado basado en la
razón en los siglos XVIII y XIX, pero las trágicas consecuencias de expansión
por la fuerza por diferentes religiones e ideologías del ideal de la universalidad que
han terminado en guerras y barbarie, suscita el escepticismo de que tal ideal
sea conveniente, y los hechos históricos parecen justificarlo.
En la edad Media y Moderna, debido
a las guerras de religión que asolaron el mundo cristiano y musulmán y, en la
Edad Contemporánea:
-A principios del siglo XIX, con
la expansión por medio de la guerra de los ideales “universales” de la
revolución francesa por Napoleón al resto del mundo;
- Durante los siglos XIX y XX, con
la colonización por los imperios europeos de los territorios que constituyen los
actuales países en desarrollo para extender los valores “universales” de
la civilización occidental;
-En la Segunda Guerra Mundial, por
la ambición del fascismo de dominar el mundo en base a sus propios valores “universales”
(1939-1945);
-En el periodo de la Guerra Fría,
debido a la ambición soviética y estadounidense de tutelar a las naciones bajo
sus áreas de influencia en base a los principios “universales” del
socialismo y el liberalismo (1945-1989),
-Desde el final de la Guerra Fría,
por la pretensión de EEUU de exportar por la fuerza los valores “universales”
de la democracia para intentar someter a su tutela a otras naciones, como lo ha
hecho en las guerras de Afganistán, Irak y Libia.
Todas estas experiencias
históricas muestran como el ideal de la universalidad se
convierte en un atentado a la paz entre naciones y en una catástrofe humanitaria
cuando se intentan imponer por la fuerza. Los valores de la universalidad solamente
pueden ser logrados desde la colaboración, porque ningún fin justifica la guerra
de unas naciones contra otras. Solamente se puede considerar legítima la guerra
cuando es defensiva, considerando que quien se defiende nunca inicia la guerra
sino que responde a la misma de manera proporcionada a la agresión.
Sin embargo, el pensamiento
político en el seno de las sociedades occidentales sigue inspirado en el derecho
a intervenir e injerir en otras naciones en base a una supuesta supremacía moral
en derechos humanos. Los países de la OTAN con menos de un 15% de la población
mundial concentran más del 50% de los gastos militares del mundo y las
principales intervenciones militares fuera de sus fronteras lo han protagonizado
naciones de la OTAN, en unos casos, sin contar con la autorización de la ONU
como lo fue en Irak, en otros sin el permiso del gobierno afectado, como es el
caso actual en Siria donde la coalición internacional liderada por EEUU
interviene sin el permiso del gobierno legítimo sirio ni de la ONU, o en claro
abuso del mandato de la ONU como lo fue en Libia donde tomó partido en la guerra
interna de ese país para derrocar al régimen de Gadafi. De esta cultura
occidental, que justifica la injerencia participan con mayor o menor convicción
tanto los partidos y gobiernos de derechas como de izquierdas.
De manera diferente los países del
área euroasiática y de la región de Asia Pacífico han ido consolidando sus
relaciones en base a los cinco
principios de la coexistencia pacífica nacidos
de la voluntad de que ninguna nación debe imponer su hegemonía ni injerirse en
los asuntos de otra nación y se fundamentan en: 1. El respeto a la soberanía e
integridad territorial de cada país; 2. La no agresión; 3. La no injerencia en
los asuntos internos de otros Estados; 4. La igualdad en las relaciones, y 5. El
beneficio mutuo.
Estos principios se fundamentan en
la carta fundacional de las Naciones Unidas y resumen la doctrina para mantener
la paz y promover la confianza en las relaciones entre naciones. De manera
diferente, el autoarrogado derecho excepcional de algunas naciones occidentales
a la intromisión unilateral en los asuntos de otras naciones promueve la
desconfianza entre las mismas, y es la base que impulsa a la carrera
armamentista.
La universalidad,
precisa no solo de propósitos, sino de cómo se entiende la misma en la acción
política y,
en la actualidad, después de siglos de enfrentamientos en su nombre, los principios
de la coexistencia pacífica son
uno de los principales pilares sobre los que puede construirse la confianza en
las relaciones internacionales para posibilitar la unión fraternal entre
naciones como forma de avanzar hacia un "nuevo mundo sin odios o fronteras
como barreras, que sabe apreciar sus propias tradiciones sin egoísmo”.