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Una visión geopolítica en favor del respeto entre naciones, la integración económica mundial y la armonía con el medioambiente

Autor

Seudónimo: Saint Just

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25/01/2019

NOTICIA. Con una participación de 3000 asistentes el 25/01/2019, finalizó el foro anual de Davos

 

La tendencia de los tiempos

El 25/01/2019, después de tres días de debate finalizó el foro anual de Davos  (Suiza) organizado por el Foro Económico Mundial (World Economic Forum). En las sesiones de este año participaron 60 mandatarios de Estado o gobierno, 40 representantes de organizaciones internacionales y 1.700 líderes empresariales, en el que como es recurrente en este foro se han analizado y debatido los principales retos que ofrece el panorama internacional, así como las principales tendencias geopolíticas, económicas y sociales a nivel global.

Este año la reunión se ha realizado bajo el lema: "La Globalización 4.0. Formando una arquitectura global en la era de la Cuarta Revolución Industrial“. Sin embargo, el advenimiento de una cuarta revolución industrial, también ha sido presentado bajo dos enfoques políticos radicalmente diferentes de quienes pretenden seguir manteniendo el monopolio tecnológico como instrumento de dominación neocolonial, como son las principales naciones desarrolladas occidentales: Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania, y quienes lo consideran un beneficio que debe ser universal y compartido. La diferencia la marcó, el vicepresidente chino, Wang Qishan, quien representaba a China en el foro.

En su discurso Wang Qishan expresó que es necesario abstenerse de buscar la hegemonía tecnológica, recordó a los países occidentales que las economías emergentes han alcanzado una nueva etapa en su desarrollo científico técnico y contribuyen activamente al desarrollo de la economía mundial, proponiendo trabajar juntos para configurar la arquitectura global en la era de la cuarta revolución industrial, para ello pidió esfuerzos mancomunados para defender el multilateralismo, construir conjuntamente un sistema de reglas para la tecnología y establecer un marco de cooperación internacional de manera que todas las personas puedan beneficiarse de la innovación tecnológica.

"Tenemos que explorar la adopción de reglas y estándares pertinentes de manera gradual, a la vez que dejamos un amplio espacio para el descubrimiento científico y la innovación tecnológica, así como para su diseminación y aplicación". "No se puede pedir al mundo entero cumplir sólo con los estándares de los países desarrollados o de países individuales".

Por otra parte recordó que los países occidentales a pesar de que han sido en los últimos 200 años pioneros y líderes de la innovación tecnológica y la globalización económica, las economías emergentes han alcanzado una nueva etapa en su desarrollo científico técnico y contribuyen activamente al desarrollo de la economía mundial. "En este proceso, China ha pasado del extremo inferior al extremo medio y alto de la cadena industrial global. Los casi 1.400 millones de habitantes de China, que gozan de una mayor prosperidad, han generado una enorme demanda apoyada por el poder adquisitivo, y esto ha liberado un enorme potencial de mercado que nadie puede darse el lujo de ignorar".

 

En todo proceso histórico la lucha entre las fuerzas emergentes y las conservadoras es la que marca la tendencia de los tiempos, y en el presente, esta doble visión entre desarrollo exclusivo de unas naciones o desarrollo compartido es la que determinará la evolución histórica en el futuro.

En la primera revolución industrial la burguesía europea, principalmente en Gran Bretaña, Francia y Alemania, constituyó la fuerza emergente frente a la conservadora clase de la nobleza. Los cambios políticos derrumbaron el sistema secular feudal en estas naciones y elevaron a las nuevas clases burguesas al poder político. La clase burguesa había existido en Europa desde las primeras formas de producción capitalistas en el siglo XVI, sin embargo, hubo tres factores que la conformaron como una clase emergente destinada a borrar el poder de la nobleza. El primero, la acumulación originaria de capital llevada a cabo con el comercio de ultramar a través de compañías navieras que fundamentaron su actividad en el expolio de las colonias y el tráfico de esclavos. El segundo factor lo constituyó el inicio de la primera revolución industrial que permitió a esta clase por su carácter innovador, frente al conservador de la nobleza, constituirse en pionera en el desarrollo de los procesos industriales que contribuyeron a incrementar notablemente la productividad. El tercer factor, y tal vez el más importante, fue la elaboración de un discurso político alternativo al del intocable poder de Reyes, nobles e Iglesia.

El cambio político se produciría convulsamente a lo largo del siglo XIX en los principales países europeos. La nobleza fue relegada del poder y sus principales bienes y tierras desamortizados. La clase burguesa europea en trescientos años pasó de ser un sector de población marginal en la sociedad medieval a constituirse en la rectora de los destinos del mundo. Este cambio se fue produciendo en la medida que la burguesía pasó de ser una clase en sí para convertirse en una clase para sí.

En el concepto hegeliano, el cambio del ser en sí al para sí, se realiza por la toma de conciencia de lo que se es. En la interpretación marxista hegeliana, las clases sociales en sí, se definen por su posición social, pero no representan agentes de transformación política. Solamente cuando una clase social toma conciencia de que precisa de la acción política para alcanzar sus intereses es cuando pasa a convertirse en una clase social para sí. En Europa, durante los siglos XIX y XX la clase obrera experimentaría esa transformación al dotarse de pensamiento político como clase social que daría lugar a la fundación de los sindicatos y partidos políticos obreros que le dieron un mayor poder social, lo que le permitió alcanzar reivindicaciones como la jornada laboral de ocho horas, y después de la Segunda Guerra Mundial, la instauración del Estado de Bienestar, dando lugar a un consenso entre el pensamiento liberal-burgués y el social demócrata obrero en el que se fundamentan las vigentes constituciones europeas.

En ese periodo, los procesos de transformación política no solamente afectarían a las clases sociales en Europa sino a la fundación de las naciones. El cambio de lo que era el  Reino en el que la soberanía territorial descansaba en el absolutismo del Rey, a la formación de la nación moderna se produjo porque los territorios gobernados bajo el régimen del absolutismo monárquico fueron tomando conciencia de constituirse en nuevas naciones bajo soberanía popular. El primer gran paso lo darían las trece colonias norteamericanas bajo dominio británico al constituirse en 1776 en nación como Estados Unidos de América. Con posterioridad, en el siglo XIX seguirían el ejemplo los territorios bajo dominio español en ese continente. En Europa durante el siglo XIX, el ideal de la nación daría lugar a un movimiento político romántico de simbiosis de pueblo y nación en la que los pueblos dejaban de ser sujetos pasivos en sí para convertirse en sujetos activos para sí al constituirse sobre la identidad de la nación. Con posterioridad este ideario daría sustento en el seno de las principales potencias europeas a  corrientes ultranacionalistas que aspiraban al dominio colonial total mundial y que derivaría en las dos Guerras Mundiales.

Pero el proceso de cambios en la conciencia política no sería patrimonio solamente de las sociedades occidentales sino que durante el siglo XX las poblaciones de los territorios que habían venido siendo sometidos en régimen colonial por las potencias europeas fueron tomando también conciencia como nuevas naciones. Los movimientos de emancipación colonial se harían presentes en África, Asia y Oceanía donde habitaba y habita más de dos tercios de la humanidad, dando lugar a un proceso descolonizador durante la segunda mitad del siglo XX que terminaría de configurar el actual mosaico de naciones mundial. Los cambios de la conciencia política en los pueblos colonizados les daría una fuerza considerable. Si se compara, por ejemplo, la facilidad con la que el imperio francés colonizó Indochina en el siglo XIX, en el que le bastó unas pocas cañoneras navegando por el río Mekong para establecer su dominio territorial, con la cruenta batalla de Dien Bien Phu en 1954 donde salió derrotado por las fuerzas vietnamitas, se puede ver la diferencia entre un pueblo sin conciencia política nacional o con la determinación de formar una nación soberana.

Visto este proceso en tendencias históricas, habría que concluir que durante los siglos XVIII y XIX la tendencia histórica estuvo marcada por el ascenso de las clases burguesas y la formación de la nación moderna, y en menor medida por la incipiente organización de la clase obrera europea. En la primera mitad del siglo XX la tendencia histórica dominante estuvo marcada por  las rivalidades entre potencias por el dominio mundial, y en la segunda mitad del siglo XX, tras el final de la segunda Guerra Mundial, la tendencia histórica estuvo marcada por la rivalidad entre la URSS y la OTAN pero principalmente por los procesos de descolonización.

En el siglo XXI, una vez finalizado el proceso de formación de naciones, la contradicción principal que mueve la tendencia histórica viene determinada por la aspiración de la mayoría de la población mundial que habita en los países en desarrollo de alcanzar la prosperidad económica y el bienestar social.

Esta aspiración está en contradicción con los intereses de las potencias desarrolladas lideradas por EEUU de perpetuar su dominio neocolonial por el que las naciones en desarrollo deben perpetuarse en el atraso y mantenerse como suministradores de materias primas con soberanía limitada bajo la tutela occidental.

Por el contrario, los países emergentes no participan del modelo neocolonial y aspiran a un desarrollo compartido con el resto de naciones lo que les sitúa a favor de la tendencia histórica, siendo China por tener un ideario comprometido con el bienestar de todo el género humano y por disponer de las mayores capacidades tecnológicas, quien lidera esta tendencia.

Neocolonialismo o desarrollo compartido, ambas políticas son contradictorias y determinarán las relaciones internacionales. Dentro del mundo en desarrollo, en los países con oligarquías que detentan los principales recursos nacionales de exportación, éstas siguen apegadas al modelo neocolonial por ser beneficiarias de este régimen. Sin embargo, el neocolonialismo no puede traer la prosperidad como no lo ha hecho en décadas precedentes y, de nuevo, la conciencia política de las clases populares tendrá un papel principal en el porvenir de los países en desarrollo.

La evolución de la conciencia política determinará el paso de ser países en desarrollo en sí a constituirse en naciones para sí, y marcará la diferencia entre desarrollo y subdesarrollo, entre neocolonialismo y desarrollo compartido.

 

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