01/03/2020
NOTICIA. Bernie Sanders, aspirante demócrata a la Presidencia de
EEUU, criticó los enormes gastos del Gobierno estadounidense en las guerras
interminables que ha iniciado y alimentado en la región de Asia Occidental.
De la tiranía y la autoconciencia de las naciones
EEUU en sus casi dos siglos
y medio de historia ha pasado de ser la nación que inició históricamente la
rebelión contra la tiranía del Antiguo Régimen a ser en la actualidad una
nación que debe su prosperidad en gran medida al sometimiento de otras naciones
a sus intereses y, por ello, su acomodación a los nuevos tiempos no va depender
del discurso de las campañas electorales sino solo puede ser fruto del empuje de
otras naciones en el escenario internacional, cuestión que llevará su tiempo.
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El concepto de la Tiranía
aparece por primera vez en la Antigua Grecia para definir la relación entre el
monarca que detenta el poder absoluto y sus súbditos, en la historia
contemporánea se ha identificado con un uso abusivo del poder político que
se ha usurpado, un poder que no sólo es ilegítimo por su origen, sino también
injusto por su ejercicio. La Ilustración atribuyó el ejercicio de la
tiranía a los monarcas, quienes ostentaban el poder absoluto. En la declaración
de Independencia del 04/07/1776, de Estados Unidos, se puede leer: La
historia del actual Rey de la Gran Bretaña es una historia de repetidos agravios
y usurpaciones, encaminados todos directamente hacia el establecimiento de una
tiranía absoluta sobre estos estados.
Bajo el Antiguo Régimen
absolutista, el concepto de nación no tenía ningún significado político,
sobre quien descansaba la soberanía territorial era en el Rey. Al no existir la
nación como ente soberano, las fronteras eran las establecidas por las
posesiones del Rey, las cuales podían cambiar en función de anexiones mediante
la fuerza militar o a través de uniones entre diferentes casas reales. En la
actualidad el único país basado en las posesiones del Rey es el de la monarquía
Saudita, que da nombre al país: Arabia Saudita.
El pensamiento ilustrado
sería el primero que otorgaría a la Nación el valor político de soberanía
por encima del Rey. El Artículo 3º de la Declaración de los derechos del
hombre y del ciudadano, proclamada el 26/08/1789 por los representantes del
pueblo francés constituidos en Asamblea nacional, lo expresa claramente: "El
principio de toda soberanía reside esencialmente en la Nación. Ningún cuerpo,
ningún individuo, pueden ejercer una autoridad que no emane expresamente de ella".
En la revolución e
Independencia de EEUU, la lucha contra la tiranía tiene una connotación doble:
1. en la relación del pueblo con el Rey, y 2. en la relación de los territorios
con el Rey, en la primera el pueblo pasa de estar compuesto por súbditos
del Rey a estarlo por ciudadanos de la Nación; en la segunda, la
soberanía detentada por el Rey pasa a descansar en la Nación lo que da
lugar a una nueva nación con nuevas fronteras. En el caso de la revolución
francesa, la lucha contra la tiranía se fundamenta en despojar al Rey de todas
sus atribuciones, pero al no haber cuestionamiento territorial, la nación surge per
se como ente soberano en sustitución de la soberanía del Rey, pero las
fronteras no sufren modificación.
En EEUU, la lucha contra la
tiranía implicaba necesariamente la constitución de una nueva nación, mientras
que en el caso de Francia no. En Francia la sustitución del Rey por la República
no implica un cambio en las relaciones de dominio territorial que el Estado
francés mantenía con sus colonias, con ello, la nueva república francesa a pesar
de proclamar el final de la tiranía sigue manteniéndola sobre las colonias a
través de gobernantes no elegidos por los habitantes de los territorios
colonizados, sino impuestos desde la corte imperial republicana.
La relaciones de tiranía
colonial fueron rotas por primera vez con la Independencia de EEUU el
04/07/1776, y con posterioridad, en la primera mitad del siglo XIX, se
extendería a todas las Américas. España, debilitada como imperio tras su derrota
por el Imperio Británico en la batalla de Trafalgar en 1805, dejó de ostentar el
dominio marítimo en el Atlántico, y a causa del desgobierno que introdujo la
invasión napoleónica en 1808, no pudo evitar que sus dominios en América irían
constituyéndose en naciones independientes y soberanas. Sin embargo, al declive
colonial de España le sucedería el auge imperial colonial de Francia y Gran
Bretaña en territorios de África y Asia. En la segunda mitad del siglo XIX,
Gran Bretaña y Francia
se repartían la mayor parte de Asia y África en régimen colonial, y una tercera potencia, EEUU, bajo el pretexto de defender a
las naciones americanas de las potencias europeas, basado en la doctrina del
presidente James Monroe (1823) de "América para los americanos", extendía su
tutela a todo el continente americano.
Era la paradoja de la
diferente autoconciencia de los pueblos que conformaban el mundo a
mediados del siglo XIX, mientras el continente europeo vivía una serie de
revoluciones liberales impulsadas por las nuevas clases burguesas que pondría
fin a la tiranía de las monarquías absolutistas reduciendo sus poderes o
aboliéndolas en nombre del ideal de la Nación, los nuevos poderes burgueses de
las metrópolis europeas sometían fácilmente bajo un tiránico dominio colonial a
pueblos en Asia y África carentes de autoconciencia política como
nación.
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En el pensamiento filosófico
occidental, la autoconciencia de los pueblos y clases sociales constituye
un impulso intelectual colectivo en torno a una serie de valores políticos,
sociales y culturales que toman cuerpo en amplias capas de población. Todo
sujeto capaz de pensar puede experimentar un proceso de ser un sujeto "en
sí", a ser un sujeto "para sí". Un pueblo o una clase social
objetivamente son sujetos "en sí", al igual que lo son las cosas que nos
rodean, su carácter definitorio viene determinado por la características que lo
componen, en un pueblo puede ser su cultura sus tradiciones, su lengua etc., de
manera diferente el ser "para sí" viene determinado cuando las
características del ser "en sí" a través de un proceso de
autoconciencia colectiva adquieren un rango mental superior, por ejemplo: la
Nación.
En los filósofos
decimonónicos idealistas como Hegel, la autoconciencia constituye la
emergencia del impulso del espíritu en las personas y los pueblos hacía
valores superiores, mientras que en los filósofos materialistas como Marx es un
proceso que viene determinado por las condiciones materiales de
existencia de las clases sociales y los pueblos, que precisa de un
pensamiento revolucionario que sirva de vínculo a la autoconciencia del ser
"para sí".
La clase social que cambió el
mundo radicalmente en los siglos XVIII y XIX fue la burguesía de las ciudades
europeas y principalmente la burguesía industrial y financiera. Durante casi
cuatro siglos la burguesía permaneció relegada del poder político; la nobleza y
la Iglesia detentaban la propiedad de la tierra y constituían el soporte
político y social de las monarquías absolutistas. Durante los siglos XVI - XVII
- XVIII, la burguesía gracias al comercio de ultramar acumuló grandes sumas de
capital que no podían ser invertidas en el valor más preciado de la época: las
posesiones de tierra e inmuebles de los nobles y de la Iglesia, por estar éstas
consuetudinariamente fuera del mercado.
Las condiciones materiales
de existencia de marginación del poder de la burguesía, darían lugar a un
proceso de autoconciencia en esta clase social de ser una clase "en sí"
a constituirse en una clase "para sí". El pensamiento de la
Ilustración iría forjando las bases teóricas revolucionarias que irían dando
forma a la autoconciencia para el cambio político y social. La revolución e
independencia de EEUU en 1776 y la revolución francesa en 1789 darían el poder a
las clases burguesas con el apoyo mayoritario del pueblo, que vio en la
abolición de la tiranía absolutista la apertura hacía una nueva sociedad de
dignidad y prosperidad.
Las revoluciones liberales
(1830) - (1848)
auspiciadas por las nuevas clases burguesas barrieron política y económicamente
al Antiguo Régimen. Con las desamortizaciones, las propiedades de
los nobles y de la iglesia pasaron a regirse por las leyes del mercado y
la propiedad privada se convirtió en el nuevo paradigma económico. La libertad
individual, el triunfo del más fuerte sobre el más débil era la nueva norma de
convivencia y la “Nación” sustituyó al “Reino” como marco
político.
Pero la mayoría de la
población que había creído en el mensaje de la libertad, la igualdad
y la fraternidad universal, vieron a posteriori como ese mensaje, de
nuevo, solamente beneficiaba a los grandes propietarios. La clase obrera comenzó
a organizarse para hacer valer sus reivindicaciones y, en consecuencia, de ser
una clase "en sí" comenzó a ser una clase "para sí", y en
oposición al pensamiento liberal, la autoconciencia colectiva a favor de
una alternativa socialista prendió en amplios sectores desfavorecidos de obreros
y campesinos.
Sin embargo, la
autoconciencia política obrera no llegó a ser en ninguna de las naciones
industriales predominante hasta el punto de cuestionar el poder de las nuevas
clases burguesas. El ideal de la construcción de la Nación como marco de
unión de los intereses de todas las clases sociales que conformaban el pueblo o
pueblos de la nación tuvo más fuerza, y las propias organizaciones
sindicales obreras se integraron en ese proyecto. En los comienzos del siglo XX,
el fervor patriótico en las nuevas naciones europeas era el predominante, y la
rivalidad entre potencias europeas alentada por las clases burguesas instaladas
en el poder sustituiría el ideal revolucionario de la lucha contra la tiranía
que había estado presente durante todo el siglo XIX.
Alemania, la ultima potencia
europea en constituirse como nación en el siglo XIX (1871), aspiraba a ocupar un
lugar predominante en el nuevo orden mundial imperial. Los intelectuales de la
patria de Hegel verían en el "nacionalismo imperial alemán" la realización de la
autoconciencia de ser "en si" alemanes, al ser "para si" de
Alemania como Nación. Sin embargo, su tardía formación como nuevo imperio
alemán le había hecho perder el tren del reparto colonial mundial, y aspiraba
como potencia europea a ocupar el lugar que le correspondía en el concierto
mundial en contra de Francia y Gran Bretaña dominadores de la mayor parte de
África y Asia. La preparación para la guerra pasó a ser una prioridad de los
imperios europeos, y la paz armada de los primeros años del siglo XX
desembocaría en la Primera Guerra Mundial (1914-1918).
En la contienda bélica el
imperio zarista ruso tomó partido contra Alemania, pero un hecho sin precedentes
en la historia cambió el curso de la guerra en el frente Oriental: la revolución
bolchevique. Los estragos de la guerra en Rusia y la crisis económica había
creado un enorme descontento entre las masas de obreros, soldados y campesinos,
los comunistas rusos dirigidos por Lenin crearon grupos organizados en estos
sectores sociales (los soviet), en octubre de 1917, la Duma rusa (parlamento)
fue disuelta y todo el poder político pasó a los representantes de los soviet,
conformando una estructura piramidal de poder. Los bolcheviques firmaron la paz
con Alemania, y posteriormente la guerra terminaría con la derrota de Alemania,
siendo Francia y Gran Bretaña los principales beneficiarios de la victoria sobre
Alemania.
Al finalizar la guerra, el
nuevo poder surgido en Rusia pasaría a ser el principal enemigo a abatir por las
potencias liberales europeas. La revolución rusa fue obra de una minoría
organizada y, a diferencia de la revolución francesa, grandes masas de
población, principalmente de campesinos (Mujik), no participaban de la nueva
ideología revolucionaria. La consecuencia fue una guerra civil alentada por las
potencias europeas contra el poder de los soviet, que fue más devastadora para
Rusia que la guerra con Alemania.
Los bolcheviques ganaron la
guerra civil y a su término su poder pasó a consolidarse a través del terror
sobre el bando vencido, dando lugar a una nueva nación, la Unión de Repúblicas
Socialistas Soviéticas (URSS), cuyo centro principal era Moscú. Los dirigentes
soviéticos pretendieron convertir a la URSS, en el ser "para sí" del
proletariado internacional, no obstante, como se demostraría a posteriori en
la Gran Guerra Patria contra los nazis, en la autoconciencia del pueblo
ruso el socialismo no fue el valor más importante del ser "para sí"
de la nación rusa, sino que lo fue la defensa de la patria, el socialismo
sucumbiría décadas más tarde en 1989 con la disolución de la URSS, mientras que
la autoconciencia patriótica forjada principalmente con el enorme
sacrificio del pueblo soviético que derrotó al nazismo, perduraría y daría un
nuevo sentido a la Rusia actual.
En 1919, después de la
Primera Guerra Mundial, dos viejos imperios, el Austro-húngaro y el Otomano
desaparecieron del escenario político. En el tratado de Versalles los vencedores
impusieron a Alemania sus condiciones políticas económicas, fronterizas y
militares. La postración de Alemania no quedó olvidada en las élites dirigentes
de la nación, su incorporación al club de las democracias liberales con la
república de Weimar
(1919) solo duró hasta 1933 en el que los
nazis llegaron al
poder.
La crisis económica de 1929
había dejado millones de personas desempleadas en Alemania, y un nuevo clamor de
cambio político y social comenzó a inundar la sociedad, el partido nazi, en
principio minoritario, fue quien mejor se hizo eco de las dos cuestiones que más
preocupaban a la sociedad alemana: 1. la recuperación del orgullo nacional, y 2.
la creación de puestos de trabajo. "Nacional - Socialismo", era el lema de los
nazis, Nacional, para acabar con la humillación del tratado de Versalles,
y Socialismo por el que el Estado asumía la gestión de los sectores
claves de la economía. Tras su llegada al poder en 1933, los nazis comenzaron a
gobernar por decreto, desarrollaron un poderoso ejército y se aprestaron para la
guerra. Alemania parecía vivir, de nuevo, una emergente autoconciencia del
espíritu nacional del ser "para sí".
En ese periodo, la rivalidad
entre los imperios europeos volvió a ser el elemento central de la política, a
la vez que cada uno de ellos seguía ejerciendo un poder absoluto sobre sus
respectivas colonias en África y Asia. Sin embargo, entre las élites dirigentes
de las colonias, principalmente en la
India y el Oriente Medio, la tiranía del
dominio colonial comenzó a percibirse como tal y la lucha contra la opresión
colonial dio lugar a movimientos políticos. Había comenzado un proceso en la
autoconciencia del ser "para sí" que les llevaría a reclamar la
transformación de los territorios coloniales en naciones soberanas.
La Segunda Guerra Mundial
iniciada formalmente en 1939 duraría hasta 1945. Alemania sería de nuevo
derrotada y el sueño imperial alemán quedaría históricamente sepultado. Tras la
Segunda Guerra Mundial las potencias europeas dejaron de ser el centro
político mundial, y el mismo fue ocupado por las dos principales vencedores
de la guerra: EEUU y la URSS, quienes mantuvieron una guerra fría hasta la
disolución de la URSS en 1989.
Los cambios geopolíticos
ocasionados por la Segunda Guerra Mundial dejaron en los antiguos imperios
europeos un vacío de poder en sus colonias, que favoreció al desarrollo de los
movimientos de liberación colonial. Al igual que había sucedido en 1776 con la
emancipación de EEUU de Gran Bretaña, y en el siglo XIX de los territorios
españoles en América, durante la segunda mitad del siglo XX, en los territorios
coloniales en África y Asia se desató una lucha contra la tiranía de las
metrópolis coloniales para constituirse en naciones soberanas.
La batalla de Argel (1962) en
el norte de África, marcaría el destino de la emancipación de las naciones
norteafricanas del imperio francés; la derrota también de Francia en Indochina
en 1954 en la batalla de Dien Bien Phu, y la derrota del ejército estadounidense
en la guerra de Vietnam (1965-1975), supuso el final del colonialismo en el Sur
de Asia; la batalla de Cuito Cuanavale en 1987 en Angola sería determinante para
poner fin al régimen supremacista blanco en Sudáfrica y la liberación colonial
de las naciones en el África Austral.
Esta luchas pusieron de
manifiesto el cambio experimentado en la autoconciencia política de los pueblos en
su voluntad y determinación de resistir a ser dominados por potencias
extranjeras; mientras que, por ejemplo, en el siglo XIX el imperio francés
consiguió someter con escaso esfuerzo militar a los pueblos de Indochina, en los
años sesenta-setenta del siglo XX la agresión estadounidense contra Vietnam,
Laos y Camboya, en la que el número de bombardeos superó a los de la Segunda
Guerra Mundial, no pudieron doblegar la voluntad de sus pueblos de constituirse
en naciones soberanas.
Al finalizar el siglo XX, los
procesos de descolonización estaban prácticamente finalizados y formadas la
mayoría de naciones que constituyen el mosaico internacional del Tercer Mundo en
Asia, África y Oceanía. Sin embargo, la dependencia económica de los países
desarrollados, fruto de dos siglos de atraso científico-técnico respecto de los
países industrializados, les mantuvo sometidos en las relaciones económicas a
las antiguas metrópolis coloniales.
El desarrollo de la
autoconciencia del ser "para sí" como naciones soberanas y prosperas
no podía materializarse económicamente, por otra parte, las élites políticas y
sociales que habían liderado los procesos de independencia, en muchos casos,
preferían mantener sus beneficios particulares, dando lugar a oligarquías
subordinadas a los dictados de los países desarrollados, principalmente de EEUU,
único imperio global en pie tras el final de la Guerra Fría, conformando un
nuevo régimen de relaciones poscolonial: el neocolonialismo.
El neocolonialismo se
fundamenta en la subordinación política y económica de las naciones al centro
imperial estadounidense, basada en: 1. la coincidencia de intereses entre
oligarquías de países en desarrollo y de los países desarrollados, y 2. la
eliminación por medio de golpes de Estado, guerras o sanciones económicas de los
gobernantes que no aceptan la tutela estadounidense.
El neocolonialismo es
un nueva forma de Tiranía global que solo puede
ser combatida desde la defensa de la dignidad de la soberanía como naciones, con
el propio progreso científico-técnico de las naciones en desarrollo, y la
colaboración internacional de todas las naciones que apuestan por una relación
entre iguales, sin ningún tipo de tiranía ni subordinación a un centro político
rector.
Desde el final de la Segunda
Guerra Mundial, el sufrimiento ocasionado a la humanidad por las guerras ha sido
principalmente por las desatadas por EEUU contra otros países vulnerando la
legalidad internacional que nace de la Carta fundacional de la ONU. La guerra de
Vietnam en el siglo pasado, las intervenciones militares en Irak, Siria y Libia
en el presente siglo, son ejemplos de ello. Por otra parte, EEUU ha sido el
patrocinador principal de los golpes de Estado, injerencias e invasiones en las
naciones de América Latina.
En 1776 EEUU se rebeló contra
la tiranía de Gran Bretaña, y en la actualidad EEUU al pretender someter a otras
naciones a sus dictados ejerce el mismo tipo de tiranía sobre las naciones que
no aceptan su tutela. Sin embargo, el ser "para sí", de las naciones
sigue siendo el ser naciones libres sin intromisiones externas, y el enemigo
declarado de esa libertad en el siglo XXI porque atenta contra su dominio
neocolonial global, ha pasado a ser EEUU, y la resistencia de estas naciones a
las presiones de EEUU, como son los casos de Venezuela y Cuba en América Latina,
Irán y Siria en el Oriente Medio forma parte de la lucha global contra la
tiranía en las relaciones internacionales.
Las condiciones materiales
de existencia que subyace a toda ideología han ido históricamente cambiando
y, a diferencia del siglo XIX en el que en las naciones industrializadas se
gestaron los movimientos revolucionarios globales, en la actualidad, en esas
mismas naciones,
los avances económicos de otros países emergentes y en desarrollo son percibidos por
amplias capas de la población como atentatorios a sus condiciones materiales
de existencia logradas por la posición dominante de los países desarrollados en el concierto económico global, dando lugar
a un amplio sustrato social contrario a los cambios globales, en el que
prospera, bajo diferentes ideologías de derecha e izquierda, el discurso
reaccionario de la supremacía política y moral occidental, que permite a las élites económicas y mediáticas justificar la injerencia, las intervenciones militares
y las sanciones económicas contra otras naciones.
La esperanza de la formación
de una nueva autoconciencia colectiva global, que tenga como sujeto
central del ser "para sí" a toda la humanidad, ya no puede estar en las
naciones que desde su preponderancia económica y militar ejercen la tiranía
neocolonial, sino en aquellas naciones y grupos sociales que apuestan por unas
relaciones internacionales basadas en el respeto entre naciones, la colaboración
económica mundial y la armonía con el medio ambiente.