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Crítica
política sobre noticias de actualidad en el mundo
Una
visión geopolítica en favor del respeto entre naciones, la
integración económica mundial y la armonía con el medioambiente
Autor
Seudónimo:
Saint Just
Artículos
01/11/2020
NOTICIA. Luis Arce, proclamado oficialmente como presidente electo de
Bolivia, asumirá el cargo el 08/11/2020.
La tendencia histórica de los tiempos
El 23/10/2020, el Tribunal Supremo Electoral de Bolivia declaró como presidente
electo a Luis Arce Catacora y como vicepresidente electo a David Choquehuanca
Céspedes. Según los datos oficiales el MAS (Movimiento al Socialismo) obtuvo
3.393.978 votos válidos (55,10%), mientras que Comunidad Ciudadana, de
Carlos Mesa, alcanzó 1.775.943 (28,83%) y, en tercer lugar se posicionó
Creemos con 862.184 votos (14,00%). El MAS obtuvo también la mayoría
legislativa por cuarto período consecutivo, con 74 de los 130 asientos de la
Cámara de Diputados y 21 de los 36 escaños de la Cámara de Senadores. La
participación en las elecciones fue del 88% del censo electoral siendo el nivel
más alto de participación ciudadana de la historia boliviana a pesar de la
pandemia de la COVID-19.
Con la proclamación de Luis Arce como presidente se pone fin al gobierno de
facto, que rigió en Bolivia, desde la renuncia de Evo Morales a la Presidencia
del país andino por un golpe de Estado, orquestado en octubre del 2019 por la
oposición, con el respaldo de la Organización de los Estados Americanos (OEA) y
EEUU.
La victoria del MAS devuelve a Bolivia a la constitucionalidad democrática y se
sitúa en la tendencia histórica de los tiempos actuales
de sustitución de gobiernos apátridas representantes de los intereses de
oligarquías subordinadas a la tutela de EEUU, por gobiernos democráticos
populares y soberanistas. Tras su proclamación como presidente, Luis Arce
manifestó: “Recibimos este mandato democrático con mucha humildad. Ahora
nuestro gran desafío es reconstruir la Patria, recuperar la estabilidad y la
esperanza para todas y todos los bolivianos. No defraudaremos la confianza del
pueblo”.
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La Historia Contemporánea ha estado marcada por diferentes tendencias
históricas que han ido configurando el devenir de los tiempos.
En el siglo XVIII la sociedad dividida en los estamentos sociales de pueblo, clero y nobleza
en cuya cúspide se situaba el Rey, era inmutable. Cualquier cuestionamiento de ese orden era considerado
por los beneficiarios del mismo de atentatorio a las leyes naturales y
divinas. El pensamiento ilustrado, en franca rebelión contra las fuerzas
intelectuales dominantes que habían regido milenariamente la historia de la
humanidad, proclamó que el orden social era susceptible de ser cambiado, para
bien y para mal, pero si los cambios eran protagonizados por nobles ideales la
humanidad podía aspirar a alcanzar la felicidad social en la Tierra.
Esta renovación intelectual abrió las puertas a las fuerzas políticas que aspiraban a
cambiar de raíz el orden social. La Independencia de las
trece colonias americanas de la monarquía británica y la fundación de EEUU como republica y
nación el cuatro de julio de 1776, sería el mayor cambio cualitativo en
el orden social y político de la historia de la humanidad. Tras este
acontecimiento en Francia el 14 de julio de 1789 es abolida la monarquía de los Borbones
y el Rey Luis XVI ejecutado, constituyéndose la primera República
francesa.
Estos hechos inauguraron un nuevo tiempo o nueva edad en la historia de la
humanidad: la Edad Contemporánea, dejando atrás las viejas edades,
Antigua, Media y Moderna, y abrieron las puertas a profundos
cambios mundiales.
En los últimos 250 años cada tiempo histórico ha tenido su tendencia de cambio,
al que se han opuesto la fuerzas reaccionarias del momento, consiguiendo a veces
detener o involucionar los cambios, pero éstos, de nuevo, han vuelto a emerger en
una lucha continúa entre los intereses económicos exclusivos de algunas
clases sociales y las aspiraciones de libertad y prosperidad de las mayorías
sociales.
La primera tendencia de cambio en los tiempos contemporáneos estaría
protagonizada por la clase social burguesa que aspiraba a gobernar para
promulgar nuevas leyes que le permitieran desamortizar las enormes extensiones de
explotación agraria que la nobleza y el clero mantenían fuera del mercado, e
instituir un nuevo marco de relaciones económicas basadas en la propiedad
privada y el libre mercado.
La ausencia de cauces institucionales en las monarquías de Antiguo Régimen
para realizar cambios políticos y sociales, dejaría como única
alternativa la revolución por la fuerza. Revolución y
Contrarrevolución serían las dos caras de la lucha de clases que marcaría el
acontecer político en Europa durante el siglo XIX.
La revolución francesa y la expansión de sus valores por Napoleón
tendría su oposición en la contrarrevolución de la Santa Alianza, formada
por el resto de potencias europeas. En 1815 la Santa Alianza, tras conseguir derrotar a
Napoleón, volvería a restaurar en Europa el Antiguo Régimen. Sin embargo,
la tendencia de los tiempos en favor de un poder
basado en la nación y el pueblo volvería a emerger con fuerza en las
revoluciones liberales de 1830 y 1848. Una tendencia que terminaría por
desterrar el Antiguo Régimen en Europa, acabar con los privilegios de la
nobleza y daría el poder a las clases burguesas.
En ese periodo, otra tendencia de los tiempos sería la
emergencia de la nación moderna que privaría al Rey de la soberanía
territorial y pasaría a basarse en la nación y el poder del
pueblo. En Europa con la reunificación territorial de Italia y Alemania, y en
América Latina tras la emancipación de los territorios coloniales de España y
Portugal se culminaría un proceso de formación de naciones soberanas en
ambos continentes. Sin embargo, el nuevo Estado burgués en las naciones europeas,
siguió manteniendo en régimen
colonial a la mayoría de los pueblos en África y Asia, principalmente
bajo el dominio francés y británico.
Alemania, tardíamente reunificada en el último tercio del siglo XIX y constituida como Imperio, había quedado relegada del reparto
colonial mundial y aspiraba a ostentar el liderazgo global que creía le
correspondía por su importancia económica en Europa. Por otra parte, la
prolongada crisis económica de 1873 había llevado a Francia y Gran Bretaña a un
progresivo proteccionismo que derivó en la
formación de áreas de influencia económicas exclusivas en los territorios
coloniales, de las que Alemania estaba excluida.
Alemania, sin posibilidades de librar la guerra en los territorios coloniales
bajo dominio francés y británico, consideraría que una victoria
militar sobre Francia y Gran Bretaña en suelo europeo le daría el poder en el Centro del Sistema
Económico
Mundial y por lo tanto el control sobre las colonias, lo que le otorgaría a su
vez un poder imperial global.
La disputa imperialista en suelo europeo era resultado de la facilidad con la
que los imperios europeos dominaban los territorios colonizados al carecer sus pueblos de conciencia
como nación, siendo considerados por las metrópolis imperiales como cotos de su propiedad que podían ser
transferidos sin resistencia si el poder imperial cambiaba
de dueño. Esa debilidad política de los pueblos colonizados en África, Asia y
Oceanía es la que permitió
a las potencias europeas entrar en una disputa por el control del Centro del
Sistema Económico Mundial. La Primera Guerra Mundial (1914-1918) y
posteriormente la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) formarían parte de esa
disputa por el dominio Global.
En esa primera mitad del siglo XX, la tendencia de los
tiempos favorable a la emancipación colonial pareció quedar relegada por
la exaltación nacionalista-imperialista de la potencias europeas, pero solamente
lo fue efímeramente, pues sería al término de la Segunda Guerra Mundial cuando
las dos naciones más populosas de la Tierra: China y la India, romperían las
cadenas del sometimiento colonial y alcanzarían su soberanía como naciones,
dando lugar
a un periodo
emancipador del dominio colonial en Asia y África que duraría toda la segunda mitad
del siglo XX, y concluiría en el mosaico de naciones
que forman en la actualidad la ONU.
La Guerra Fría entre las potencias
occidentales y la URSS (1948-1989) polarizó los apoyos a las luchas de liberación colonial.
Occidente pretendiendo impedir la formación de naciones soberanas fuera de su
tutela, y la URSS apoyando a los movimientos de resistencia anticolonial. La
progresiva pérdida del control de las colonias por los viejos imperios francés y
británico llevaría a EEUU a pretender reemplazarlos en el Medio Oriente
asiático. Su entrada en la guerra de Vietnam (1964-1975), formó parte de ese
proyecto, pero las
aspiraciones estadounidenses no pudieron materializarse. Tras una cruenta guerra en Vietnam, Camboya y Laos en la que EEUU
utilizó un potencial de fuego mayor que el de toda la Segunda Guerra Mundial, salió
derrotado por un ejército de campesinos.
Ello anunció un tiempo nuevo, en el que el
dominio colonial con presencia militar y administrativa permanente de la nación
dominante no era posible. La soberanía de las naciones había adquirido un rango
histórico que parecía irreversible. No obstante, EEUU no pareció entenderlo así
y, tras la desaparición de la URSS, a principios del siglo XXI volvió a
pretender un dominio colonial con presencia militar y administrativa en Irak y
Afganistán, pero tampoco pudo ser; tras casi dos décadas de ocupación la
resistencia en esas naciones sigue impidiendo a EEUU consolidar su influencia en
las mismas.
Después de más de dos siglos, una vez culminados los procesos de descolonización, la
tendencia histórica de formación de las naciones
ha llegado a su fin. No obstante, las nuevas naciones surgidas en los
territorios de las antiguas colonias no contaban con los medios para resolver la
pobreza y el atraso científico-técnico de más de dos siglos respecto de las
antiguas metrópolis coloniales occidentales, dando lugar a un nuevo mundo de
naciones subdesarrolladas: el Tercer Mundo, en el que habita el 80% de la
población mundial.
En la mayoría de estas naciones, las élites políticas que habían liderado los
procesos de independencia pasaron a convertirse en oligarquías propietarias de los ingentes recursos
de materias primas y, ante el atraso y la pobreza de la mayoría de la población,
esta clase social ha renunciado al desarrollo de sus naciones y ha optado por
hacer prevalecer sus intereses particulares sobre los del pueblo, sometiéndose a
la tutela política Occidental ante el temor de ser excluidas del comercio
internacional, dando forma al modelo económico global neocolonial que perpetúa
el estancamiento y el atraso de sus naciones y concentra la riqueza en unas
pocas naciones desarrolladas.
En la actualidad, el grupo de países con mayor renta per capita por
encima de 15.000$, tiene solamente el 15% de la población mundial pero
dispone del 61% del PIB mundial, y dentro de ese grupo de países, EEUU, con una
población que representa el 4,23% del total mundial tiene el 24,23% del PIB
global, lo que le proporciona un poder económico global omnímodo. La
continuidad de ese poder depende de que los países en
desarrollo no incrementen su
participación en el PIB mundial pues, en la medida que aumentan su poder económico,
el de EEUU disminuye, lo que le
lleva a
intentar contener mediante sanciones económicas y aranceles a las naciones que puedan
eclipsar su hegemonía económica.
Fuente datos FMI / ONU. (2019). Elaboración propia.
Tabla de datos
El país que está rompiendo este paradigma neocolonial es
China, que no ve en la prosperidad de los países en desarrollo ninguna rivalidad
sino todo lo contrario, su prosperidad la considera estrechamente unida a la
prosperidad del conjunto de las naciones, definida por los dirigentes chinos
como "circulación dual*" una premisa económica en la que las
naciones en desarrollo ven una oportunidad para su propio beneficio. Esta lucha
entre hegemonía económica global de EEUU en alianza con las clases oligárquicas
de los países en desarrollo y, por otra parte, la prosperidad compartida de las
naciones propuesta por China es la que está determinando el devenir de la
economía mundial.
La tendencia histórica principal en este siglo XXI es la aspiración de los
países en desarrollo de alcanzar la prosperidad sin tutelas odiosas que las
encadenen a la hegemonía de las potencias económicas. EEUU mientras persista en
perpetuar su hegemonía y exclusividad en las relaciones internacionales se
estará oponiendo a esta tendencia actual de los tiempos, mientras que otras
potencias como China y Rusia que aspiran a un desarrollo compartido con todas
las naciones del mundo, están a su favor.
Los cambios en los países en desarrollo pueden y deben ser pacíficos, el
sufragio universal en sus diferentes formas de ejercerlo es la herramienta
fundamental para relegar a las oligarquías apátridas del poder, y los nuevos
gobiernos democráticos populares que surjan tienen por delante la tarea no
solamente de hacer avanzar a la sociedad en prosperidad y a la nación en
soberanía, sino de forjar una estrecha alianza con todas las naciones que
trabajan por un futuro compartido y fraternal de toda la humanidad.
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*La “circulación dual” es una
política económica que se define por “tomar el mercado interno como pilar
principal, al tiempo que permite que los mercados internos y externos se
impulsen mutuamente", un patrón de desarrollo previsto por China en la
aplicación del XIV Plan Quinquenal (2021-2025).
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