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Crítica política sobre noticias de actualidad en el mundo

Una visión geopolítica en favor del respeto entre naciones, la integración económica mundial y la armonía con el medioambiente

Autor

Seudónimo: Saint Just

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25/02/2022

NOTICIA. La Organización del Tratado del Atlántico (OTAN) abandona a Ucrania, ante el contraataque ruso a las agresiones de Kiev en la región de Donbas.

 

Ucrania y los pies de barro de la OTAN

En Ucrania, tras los sucesos del Maidan, en el año 2014 se produjo  un golpe de Estado por los sectores derechistas de tradición filo-nazi,  que derivó en una Guerra Civil de Secesión. Las regiones del Donbas, y Crimea, se negaron a reconocer al gobierno de los golpistas. Tras varios meses de guerra se llegaría a un acuerdo de Paz con los acuerdos de Minsk, por el que las armas pesadas de la línea de separación en el frente del Donbas serían retiradas. Sin embargo, las hostilidades de los gobiernos filo-nazis de Kiev contra las Repúblicas independientes de Donetsk y Lugansk proclamadas por decisión democrática popular, han costado en estos años más de 14.000 muertos y el desplazamiento de más de dos millones de refugiados de la región de Donbas con unos seis millones de habitantes, a Rusia.

En una violación flagrante de los acuerdos de Minsk, desde comienzos del presente año, el gobierno de Kiev alentado y armado por la OTAN, había venido incrementado sus hostilidades contra las repúblicas del Donbas concentrando más de 50.000 soldados en la línea de separación. En febrero, el ataque ucraniano  a las repúblicas comenzó con la utilización de armas pesadas que fue "in crescendo", lo que llevaría los gobiernos de las Repúblicas a decretar una movilización general de reservistas para la guerra y el desplazamiento de decenas de miles de refugiados a Rusia principalmente de mujeres y niños, mientras por su parte, los países de la OTAN ignorando estos hechos comenzaron a preparar a la ciudadanía occidental, ante la posibilidad de una supuesta invasión de Ucrania, con el fin de crear una situación de alarma social que hiciera desistir a Rusia de un apoyo militar a las repúblicas independientes.

En el seno de Rusia, la ayuda a las repúblicas de mayoría ruso-hablante era una decisión ya tomada, sin embargo, la forma de hacerlo estaba por ver, pues desde el punto de vista militar la única manera de derrotar a las divisiones del ejército de Ucrania movilizadas en la frontera del Donbas era embolsándolas invadiendo Ucrania por el noreste y por el sureste, y ello precisaba contar con una cobertura dentro de la legalidad internacional. La misma vino dada de la siguiente manera.

El Partido Comunista de la Federación Rusa, presentó a principios de año a la Duma (Parlamento) una propuesta para el reconocimiento de Lugansk y Donestk como repúblicas soberanas independientes de Ucrania. Sometida esta propuesta a votación en la Duma más del 90% de los diputados se pronunciaron a favor.

El reconocimiento por parte de los parlamentarios se produjo ante lo que consideraron, después de ocho años, el fracaso de los acuerdos de Minks del 2014, lo cuales ni la OTAN y los gobiernos de Kiev habían mostrado interés en cumplirlos, por los que Ucrania debía  haber aprobado una nueva Constitución que otorgaría a la región de Donbas una autonomía política con amplias competencias.

Con la aprobación de la Duma de la soberanía de las repúblicas del Donbas, su implementación quedaba en el manos de la decisión del Presidente de la Federación de Rusia, Vladimir Putin.

Vladimir Putin, ante los reiterados llamamientos de las repúblicas solicitando apoyo militar a Rusia por el acoso del ejército ucraniano, firmó el decreto que daba carácter formal al reconocimiento por Rusia de las repúblicas, lo que permitió firmar una alianza militar a petición de las autoridades de estas repúblicas, con Rusia.

A su vez, para las autoridades rusas ese reconocimiento le permitía acogerse al Artículo  52 de la Carta de las Naciones Unidas que dice:

Artículo 52

1. Ninguna disposición de esta Carta se opone a la existencia de acuerdos u organismos regionales cuyo fin sea entender en los asuntos relativos al mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales y susceptibles de acción regional, siempre que dichos acuerdos u organismos, y sus actividades, sean compatibles con los Propósitos y Principios de las Naciones Unidas.

Tras los acuerdos, Rusia y las milicias de Donbas iniciarían una contraofensiva para acabar con las agresiones. No obstante, al igual que en la Segunda Guerra Mundial, en la que la URSS no se limitó a expulsar a los nazis de su territorio sino que su contraofensiva se extendió hasta el derrocamiento del poder nazi en Alemania, ahora, de manera más limitada, el éxito de la contraofensiva de Rusia y las repúblicas de Donetsk y Lugansk,  ya no puede garantizarse como sucedió en la guerra del 2014 limitándose a los territorios del Donbas, pues la experiencia de ocho años de desacuerdos ha dejado claro que la única manera de asegurar la paz es  extendiendo la contraofensiva a toda Ucrania y no puede cesar hasta que los golpistas filo-nazis sean depuestos.

Este objetivo es el punto principal de cualquier negociación entre Rusia y Ucrania, otros serían: el estatus político de neutralidad de Ucrania, al igual que Finlandia, respecto de Rusia y la OTAN,  y el reconocimiento de las repúblicas del Donbas y de la decisión democrática en su día de Crimea de reincorporarse a la Federación de Rusia.

A pesar de la interpretación que el gobierno ruso hace del Artículo 52 de la Carta de las Naciones Unidas, la operación militar especial de Rusia en Ucrania, necesariamente tiene que ser limitada y una vez llegado a acuerdos entre las partes, su repliegue tiene que ser inmediato, pues la prolongación de la contienda, sitúa a Rusia en un difícil equilibrio, en su doctrina de preservar en las relaciones internacionales los principios de legalidad internacional sustentados en la Carta de la ONU.

UCRANIA Y LAS REPÚBLICAS DE DONETSK Y LUGANSK

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Tras el derrumbamiento de la URSS, el pacto de Varsovia quedó disuelto. El mundo pasó a estar regido por primera vez desde el siglo XVI por un solo imperio: EEUU, si bien, tras los procesos de descolonización y la constitución de nuevas naciones, su dominio está limitado por la aspiración soberanista de las naciones. El dominio mundial de EEUU se basa principalmente en su poder económico y financiero y, en última instancia, en su poder militar. Este nuevo tipo de dominio imperial constituye la base del denominado neocolonialismo, por el cual, las antiguas colonias son económicamente dependientes y principalmente suministradoras de materias primas.

Este modelo económico le ha permitido a EEUU y a los antiguos imperios europeos con un 18% de la población mundial  convertirse en los países más ricos del planeta y los más militarizados  concentrando los países de la OTAN el 50% del gasto militar mundial, del cual, el gasto militar de EEUU supone el 75% lo que le otorga un poder dentro de esa organización que le permite tutelar al resto de sus miembros.

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Las relaciones entre Rusia y las antiguas naciones de la URSS vienen determinadas por las causas en las que se fundamentó la disolución de la URSS. La economía de la URSS desde los años setenta quedó anquilosada. Una vez realizadas las grandes infraestructuras del Estado de Bienestar por el Estado soviético, se precisaba pasar a una nueva fase que estimulase la sociedad de consumo, ello tenía que haber supuesto abrir la economía de los productos de consumo al sector privado, pero lejos de eso, el sistema soviético quedo estancado, lo que daría lugar al surgimiento de una clase de oligarcas que a acapararon en la sombra ese negocio que controlaba desde la clandestinidad el mercado de consumo.

La acumulación de capitales en la sombra derivaría en esta clase social en el reclamo de la legalización de sus negocios y la aspiración al encumbramiento al poder político, lo cual implicaba, poner fin al régimen soviético.

Los años noventa fueron testigos de este cambio, y la aspiración principal de las nuevas clases emergentes de propietarios fue integrar sus negocios en el sistema financiero mundial, dominado por Occidente.

Esta nueva clase social se desarrolló rápidamente en los años noventa, y persisten y gobiernan en todas las naciones europeas de la antigua URSS, a excepción en la actualidad de Rusia, que tras una experiencia dramática en los años noventa de gobierno por estas oligarquías,  surgiría un movimiento patriótico: Rusia Unida, liderado por Vladimir Putin.

Los recursos principales de Rusia en manos privadas fueron nacionalizados, los oligarcas apátridas desplazados, y surgió con fuerza como una revolución silenciosa el ascenso de los intereses de  las clases populares al gobierno del País.

Rusia, tras el hundimiento de los años noventa, ha resurgido como el ave Fénix, y tras la crisis de Ucrania del 2014, emerge con una fuerza descomunal el espíritu patriótico del pueblo ruso que se crece en la adversidad, mientras que, en el resto de naciones europeas surgidas después de la URSS, persisten en el poder  las nuevas clases de propietarios uncidas  a los dictados de occidente a fin de asegurar su prosperidad e integración en el sistema financiero global. Esta diferente evolución es la que marca las diferencias en las relaciones internacionales.

En la actualidad, Rusia es una gran potencia, no solo por sus recursos e inmensidad de su territorio sino porque la conciencia colectiva del "Ser Para Sí" del pueblo Ruso se ha convertido en un activo imposible ya de destruir.

Y es a esa Rusia patriótica y popular a la que temen las clases que detentan el poder económico en las naciones europeas de la antigua URSS y los países de la OTAN.

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En el siglo XXI tras el fracaso de EEUU en las guerras de Irak y Afganistán y la crisis del modelo económico neoliberal del 2008, las naciones más dinámicas del planeta en vías de desarrollo lideradas por la alianza Rusia-China y agrupadas en el club de los BRICS han ido reforzando sus alianzas económicas con el intercambio comercial a través del pago en sus propias divisas y la colaboración militar en el caso de Rusia y China en el marco de la OCS.

La emergencia de naciones geopolíticamente independientes y con un camino de desarrollo autónomo, no son del agrado de EEUU y de los países de la OTAN, y pretenden la contención de las mismas, centrándose  principalmente en el acoso a Rusia y China.

No obstante, el nuevo mundo que se perfila en la tercera década del siglo XXI, se basa, por una parte, en la oposición de EEUU a perder su estatus imperial alcanzado tras la desaparición de la URSS y, por otra parte, en la emergencia de un nuevo orden mundial basado en la unión de naciones unidas bajo el principio de paz y desarrollo en una relación de ganar todos.

Esta emergencia civilizatoria, proclamada y deseada por los países emergentes y en desarrollo es combatida propagandísticamente por los geoestrategas de la cultura imperial mostrándola como una nueva rivalidad entre imperios. Así se levantan teorías sobre las ambiciones imperiales de China y de Rusia, cuando la política de estas naciones se basa en la cooperación.

La estrategia militar imperial mundial tiene carácter ofensivo, de ello se derivan sus gastos militares y su despliegue militar en el mundo. Ni Rusia ni China tienen un despliegue militar mundial como lo tiene EEUU, sus gastos son defensivos y la política de ambas naciones se basa actualmente en defender su soberanía, su seguridad y su integridad territorial, sin atribuirse ningún carácter excepcional como lo hace EEUU.

La OTAN pretende crear un mundo de ficción de presuntos agresores porque su razón de ser solo se puede sustentar en la existencia de que existe otro agresor imperial, cuando los mismos ya no existen, y la realidad es que quienes actualmente desarrollan estrategias militares ofensivas y mantienen un gasto militar ingente para mantener su hegemonía mundial son los países de la OTAN.

No obstante, con el cambio de los tiempos a favor de un mayor protagonismo de los países emergentes y en desarrollo, el poderío armamentístico de la OTAN carece progresivamente de consistencia, entre otras razones porque:

* Su discurso falaz y cargado de hipocresía carece de valores reales y solo se sustenta en la propaganda, por la que el agresor pretende aparecer como victima, el imperialista como portador de la democracia, y la igualdad de las naciones se combate con el discurso xenófobo y supremacista de que el mundo debe estar regido por una nación o grupo de naciones excepcionales.

* La OTAN no solo carece históricamente de razón de ser sino que se ha convertido en un gigante armado sin base popular, y en un anacronismo de la cultura imperialista, cuando la mayoría de la humanidad quiere un futuro de paz, desarrollo y colaboración entre naciones en pie de igualdad.

* La propia ciudadanía de los países de la OTAN, a pesar del bombardeo mediático está cansada de las guerras de agresión basadas en mentiras y que los hechos objetivos muestran a posteriori que solo traen devastación y caos, como en Libia, Irak o Afganistán.

* Y si alguna población está poco preparada para soportar una guerra en su propio territorio, tras la amarga historia de dos Guerras Mundiales, es la ciudadanía europea. La vuelta a una nueva Guerra Fría como parece pretender la OTAN con Rusia, en la medida que se produjera un incremento de la percepción de la posibilidad de una confrontación a gran escala sería la propia ciudadanía europea la que se opondría.

Estos son los pies de barro de la OTAN, a pesar de todos sus gastos militares.

 Gastos militares OTAN

Fuente: Instituto Internacional para la Paz de Estocolmo. Elaboración propia.

 

 

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