30/08/2012
NOTICIA. Un
estudio realizado por la Universidad de Estocolmo, junto a científicos
de otros países, señala que la subida de las temperaturas está
produciendo la descongelación del permafrost (suelo semipermanentemente
congelado) activando así los depósitos de carbono orgánico.
NOTICIA. El
estudio científico llevado a cabo en la Antártida, por la Universidad de
California de Santa Bárbara, revela que el casquete glacial del
Antártico esconde vastas reservas del gas metano del orden de 4.000
millones de toneladas, más de 10 veces superiores al volumen del carbón
almacenado en las zonas septentrionales árticas del permafrost.
Dos
inquietantes revelaciones científicas sobre sumideros naturales de gases
de efecto invernadero
La investigación
realizada en el Ártico Siberiano basada en muestras geoquímicas
(sedimentos, permafrost, agua, aire y material particulado) a lo largo
de 8.400 kilómetros de la plataforma continental indica que unos dos
tercios de este carbono contenido en el permafrost, unos depósitos que
en algunos casos se remontan a la última glaciación hace 40.000 años y
que se mantienen inactivos al estar congelados y actuar el hielo como
"tapón"; debido al progresivo colapso térmico del permafrost costero,
ese carbono se irá escapando a la atmósfera en forma de CO2.
El
análisis apunta que la liberación del carbono ártico, causada por la degradación
y la erosión debidas al deshielo, podría alcanzar los 44 millones de toneladas
al año, cantidad diez veces superior a lo que se estimaba con anterioridad. Y
aunque este ritmo actual de emisiones de carbono a lo largo de la costa noroeste
siberiana todavía no está afectando de forma sustancial a los niveles de CO2 en
la atmósfera global (un 0,14% del total)*, los trabajos demuestran que el
proceso está en marcha. La coautora de la publicación de esta investigación
Sánchez-García subraya que estas alteraciones son cada vez más rápidas lo que
provocan un círculo vicioso.
"Formas de carbono orgánico hasta ahora inactivas se están emitiendo a la
atmósfera en forma de gases de efecto invernadero que a su vez provocan más
calentamiento que liberará más carbono inactivo, una tendencia que se está
viendo es cada vez mayor".
La
región costera del Ártico, (en una superficie aproximada de un millón de
kilómetros cuadrados) concentra gran cantidad de los depósitos planetarios de
carbono orgánico terrestre.
Si ya
de por sí esta noticia es inquietante en cuanto al efecto multiplicador que
pueden experimentar las emisiones en forma de CO2 a
la atmósfera, la noticia revelada por el estudio científico llevado a cabo, por
la Universidad de California en Santa Bárbara, EEUU, en la Antártida, revela que
el casquete glacial del Antártico esconde vastas reservas del gas metano del
orden de 4.000 millones de toneladas, más de 10 veces superiores al volumen del
carbón almacenado en las zonas septentrionales árticas del permafrost. Esta
concentración de carbono, es la herencia de un período de hace 35 millones de
años, en que organismos vivos vivían en la que es hoy la Antártida en un clima
mucho más cálido que el de ahora. Slawek Tulaczyk, profesor de la Universidad de
California uno de los participantes en la investigación afirmó, que un proceso
avanzado de deshielo podría liberar este gas en cantidades suficientes como para
que influyan de forma determinante en el cambio climático global.
La
concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, principal elemento del
efecto invernadero que impide la salida de parte de la radiación nocturna
terrestre al espacio exterior, debido a la actividad industrial basada en
fuentes de energía fósiles, ha pasado de 280 ppm en la época preindustrial en el
año 1750, a 389,6 ppm en el año 2010 según la medición de WMO. Con la progresiva
concentración de gases de efecto invernadero la atmósfera se está haciendo más
opaca atrapando la radiación en mayores longitudes de onda, de tal manera que la
radiación nocturna que en años precedentes salía al espacio exterior, va
quedando atrapada en la troposfera, impidiendo que ésta se enfríe en el grado
que lo hacia, por ejemplo, en el periodo preindustrial. El calentamiento
atmosférico como consecuencia del efecto invernadero tiene una mayor incidencia
relativa en los ámbitos climáticos más fríos, pues las mayores longitudes de
onda de la radiación nocturna terrestre están en en función de la menor
temperatura, lo que está acentuando el deshielo en los ámbitos climáticos donde
las temperaturas oscilan en torno a los cero grados centígrados, afectando
particularmente a los glaciares de montaña; a la reducción progresiva de la
banquisa antártica en el verano boreal, y a la menor ampliación de la misma
durante el invierno boreal.
La
disminución anual de la banquisa y el retroceso de los glaciares de montaña
incide en que la reflexión solar hacia el espacio exterior sea menor aumentando
por efecto colateral la temperatura diurna. No obstante, los efectos colaterales
que se pueden destapar con la disminución del permafrots helado en la zona del
ártico y en el caso de que el deshielo afectase a la superficie continental de
la Antártida, podría hacer que todos los intentos por disminuir la emisión de
gases de efecto invernadero lleguen tarde y sirvan de poco sino se actúa con
premura para cortar a tiempo las emisiones de gases de efecto invernadero
producto de la actividad humana y que pueden desencadenar el destape
incontrolado de sumideros naturales de CO2 y
otros gases de efecto invernadero.
Los
riesgos apuntados en estos dos estudios, debieran hacer reflexionar a los
mandatarios mundiales en favor de una acción más decidida para alcanzar una
gobernanza mundial que modifique el vigente sistema competencial mundial,
excluyendo del mismo la externalización de costes en formas de emisiones de
gases contaminantes como ventaja competitiva, y la creación de un fondo
financiero mundial, con aportaciones de las naciones basado en emisiones per
capita, para la implementación a escala planetaria de sumideros artificiales y
naturales de captura y almacenamiento de los gases de efecto invernadero .
Si no
se llega a tiempo, el deshielo de gran parte de las plataformas continentales
heladas puede ser una realidad para finales del presente siglo lo que pude hacer
que desaparezcan de la faz de la tierra todas las playas y ciudades costeras
donde habitan actualmente el sesenta por ciento de la humanidad.
* En
el año 2010 se emitieron a la atmósfera 30.600 millones de toneladas métricas de
CO2