01/01/2018
NOTICIA. El 29 de
diciembre de 2017 entró en la historia cómo el día más caliente de todos los 29
de diciembre registrados en Moscú.
NOTICIA. El 28/12/2017,
las temperaturas descendieron en el Noreste de EEUU en un ola de frío sin
precedentes en los registros meteorológicos desde Arkansas hasta Maine.
Reflexiones
sobre el cambio climático
Con ausencia de sol y las temperaturas más altas de los
últimos 138 años, así es cómo Moscú vive la temporada entre la Navidad católica
del 25 de diciembre y la Navidad ortodoxa del 7 de enero, asociada
históricamente a temperaturas bajo cero.
Pero el tránsito del año
2017 al 2018 no es así. Según los meteorólogos rusos, la
ausencia de nieve es resultado de la llegada de una ola subtropical a la meseta
central rusa proveniente del mar Negro, que provocó que el 29 de diciembre en
Moscú la temperatura mínima se situará en 3,7 grados Celsius, siendo la
temperatura más alta en ese día del año desde que se tienen registros. Los
meteorólogos rusos han pronosticado unas fiestas de navidad en la capital rusa
sin heladas.
En EEUU, el jueves 28/12/2017, las temperaturas
descendieron a niveles sin precedentes desde Arkansas hasta Maine y se prevé que
se mantendrán así todo el fin de semana y la primera semana de enero del 2018,
afectando incluso a Texas y Florida.
El viernes 29/10/2017, las autoridades estadounidenses
hicieron un llamamiento a la población a cuidar de los más necesitados y
vulnerables, como los ancianos y los que viven solos, advirtiendo sobre los
peligros de la hipotermia y la congelación ante el frente de aire gélido que
viene desde el centro hasta el noreste de Estados Unidos. En Watertown, en el
estado de Nueva York, las temperaturas habían descendido a 35 grados centígrados
bajo cero y las máximas no sobrepasaron los 22 grados centígrados bajo cero.
Situación del tiempo en el hemisferio boreal el
30/12/2017
Fuente: Meteogrup. Elaboración
propia
En el mapa mundial de Isobaras del 30/12/2017, del
hemisferio boreal comprendido entre los 35º y los 65º de latitud se puede
apreciar como la circulación atmosférica está principalmente influenciada por
dos potentes anticiclones, uno situado en el centro occidental de Asia con un
núcleo de 1.037 milibares que introduce las corrientes de aíre
cálido desde el sur-oeste de Asia hacia la región
de Moscú sobrepasando las mismas los 65º de latitud; el otro anticiclón tiene su
centro al sur de Canadá con 1.045 milibares, e introduce aíre
frío desde la región ártica por encima de los
65º a la parte oriental de EEUU hasta los 35º de latitud.
Con esta situación, el 30/12/2017 se produce la paradoja de
que Moscú situado en las coordenadas 55°45′21″N
37°37′04″E, las temperaturas oscilaron entre 1ºC y 2ºC, mientras que en
Nueva York localizado a 40°40′N 73°56′O, es
decir, 15º más al sur que Moscú, las temperaturas ese mismo día oscilaron entre
-9 ºC y -3 ºC.
Esta inusual ola de frío en la costa este de EEUU fue
sarcásticamente interpretada por el presidente de EEUU, Donald Trump,
negacionista del cambio climático global, en un mensaje el 28/12/2017 en Twitter:
“En el este, podría ser la víspera de Año Nuevo más fría de la que se tenga
registro”. “Tal vez nos vendría bien un poco de ese viejo calentamiento global
por el que nuestro país, pero no los demás, iba a pagar billones de dólares para
protegernos de él. ¡Abríguense!”
Donald Trump, ha expresado su escepticismo en repetidas
ocasiones sobre el cambio climático global, llegando a considerarlo en su
campaña electoral una “farsa” inventada por China para perjudicar a las
industrias estadounidenses. A principios del 2017 anunció su intención de
retirar a EEUU del acuerdo climático de París del 2015, enfocado en el objetivo
de frenar las emisiones de gases de efecto invernadero, lo cual realizó
posteriormente; en contraposición a las tesis del presidente estadounidense, la
Organización Meteorológica Mundial (OMM)
afirmaría el pasado noviembre, que el año 2017 iba camino de ser el más cálido
del que se tiene registro.
Sin embargo, esta situación meteorológica de gélidas
temperaturas en el centro y este de EEUU, y moderadas en la parte Europea de
Rusia, no es nueva. En el comienzo del invierno boreal del 2013-2014, EEUU
sufrió también una ola de frío con temperaturas tan bajas que rompieron récords
con: -35 ºC en Fargo, Dakota del Norte; -29 ºC en Madison, Wisconsin, y -26 ºC
en Minneapolis, Indianápolis y Chicago. En esas mismas fechas las temperaturas
de Moscú también fueron moderadas, mientras que en Argentina el comienzo del
verano austral trajo una ola de calor extremo no conocida en Buenos Aires desde
que se tienen registros hace cien años.
En el año 2017, además de la desconcertante ola de frío en
el este de EEUU y de temperaturas suaves en Moscú al final del año, se han
producido también otros meteoros extremos que han tenido su mayor impacto en los
países del Caribe que se han visto azotados en septiembre por reiterados
huracanes alcanzando los huracanes Irma y María, categoría cinco,
la más alta de la escala.
Los fenómenos meteorológicos extremos se han producido
históricamente repetidamente pero en los últimos años la fuerza de algunos de
ellos y sobre todo su más acentuada reiteración están confirmando el nexo de
unión entre el cambio térmico climático y las variaciones en la
circulación general atmosférica. El calentamiento de las masas de aire que
fluyen de oeste a este, separadas por la corriente en chorro (Jet
Steam), estaría provocando un reajuste en la formación de la vaguadas y
dorsales en altura, el cual, no se produce gradualmente sino de forma convulsa.
Elaboración propia
El dar crédito a este cambio es importante, pues de ello depende que se tomen
medidas preventivas ante el riesgo de sequías prolongadas en las zonas de fuerte
influencia anticiclónica, o en la planificación de la construcción de los
asentamientos humanos y la ubicación de los mismos en las áreas de influencia
ciclónica.
El nexo de unión entre el cambio térmico climático y
las variaciones en la circulación general atmosférica, va a
determinar que estas alteraciones duren y se acentúen mientras prosiga el
calentamiento global de la troposfera debido a la concentración de los gases de
efecto invernadero en el aire atmosférico.
Estos gases producen la retención en la troposfera de la radiación nocturna
emitida por la Tierra en longitudes de onda larga hacia el espacio exterior. En
la medida que aumenta la concentración de dióxido de carbono y de metano en el
aíre atmosférico estos gases tejen una red más estrecha a la radiación saliente
y el efecto invernadero se acentúa, provocando que la radiación que en décadas
precedentes alcanzaba el espacio exterior quede atrapada en la troposfera. De
esta manera, sin que exista variación de la constante solar en la radiación de
onda corta de entrada diurna, la superficie de la Tierra se calienta porque al
perder menos radiación durante la noche se enfría menos, tal y como se puede ver
en la siguiente ilustración gráfica.
Posición de la Tierra el 30/12/2017. Imagen de
elaboración propia.
La longitud de onda larga de la radiación terrestre está en función del
menor promedio de temperatura mínima en una relación inversa, es decir a
menor temperatura nocturna corresponde una mayor longitud de onda larga.
Este fenómeno, produce que la retención relativa de radiación terrestre
sea mayor en los ambientes más fríos y con noches más largas, de tal
manera que el cambio climático térmico se acentúa en los climas fríos y
se suaviza en los templados y cálidos. En ese sentido, el mapa sobre el
calentamiento global elaborado anualmente por la NASA es ilustrativo.
Fuente. NASA.
En la imagen de calentamiento global ofrecida por la NASA, correspondiente a
febrero del 2016, se puede apreciar como éste afecta principalmente al
hemisferio boreal que es el que concentra la mayor parte de las emisiones de
gases de efecto invernadero y dentro del mismo a las regiones más frías.
La repercusión del cambio térmico climático tiene ya una gran importancia, pues
afecta a la formación de hielo y a los deshielos, de tal manera que disminuyen
las masas de hielo y se acentúan los deshielos, ello produce un retroceso de los
glaciares de montaña, y un menor avance en invierno de las masas de hielo
marítimas en el Ártico y el Antártico, y un mayor retroceso en verano.
Este fenómeno afectaría también a la disminución de la reflexión de la radiación
solar, pues al disminuir la superficie de las plataformas de reflexión de
superficies heladas la captación de energía en la troposfera se incrementa lo
que puede dar lugar a un aumento de las temperaturas diurnas y la consiguiente
alteración de todo el ciclo térmico diario.
Otro aspecto de este cambio es la disminución de las precipitaciones en forma
sólida en la alta montaña afectando al régimen de los ríos pluvionivales que
adquieren una componente más pluvial y que en el caso de los grandes ríos de las
zonas templadas con un gran componente nival puede provocar inundaciones
desconocidas.
No obstante, la consecuencia más negativa del cambio térmico climático puede
venir en la segunda mitad o hacia el final del siglo XXI si el cambio térmico
climático, por tener una mayor incidencia relativa en las regiones más frías,
afecta decisivamente al deshielo de las masas continentales heladas, iniciándose
una transgresión marina que pueda inundar la mayoría de las playas y ciudades
costeras del mundo donde vive la mayoría de la humanidad.
La meta fijada por (WMO),
de no superar en el presente siglo en 2 ºC el promedio global respecto de
mediados del siglo XX, y que en el mapa de la NASA se situaba ya en el año 2016
en 1,35ºC, es un indicador ambiguo pues no permite medir con exactitud el cambio
térmico en las regiones más frías del que puede provenir el mayor riesgo para la
humanidad de subida del nivel del mar por el deshielo de los glaciares de alta
montaña y las masas continentales heladas principalmente de Groenlandia y la
Antártida. Esa debiera ser la preocupación máxima, y el indicador que mejor mide
la progresión del calentamiento global es la medición de las partes por millón (PPM)
de los gases de efecto invernadero que se concentran en el aíre atmosférico.
El CO2, con el 59,80% es el gas que más
contribuye al forzamiento radiativo respecto de la era preindustrial,
seguido del CH4 (metano) que lo hace con el 19,20%. El incremento del
CO2 en el año 2016 respecto de 1750 fue del 144%, y el del CH4
del 221,3%.
Fuente: Intergovernmental Panel on
Climate Change (IPCC).
Elaboración propia.
En la actualidad, la concentración de CO2, en el
aíre atmosférico no tiene precedentes en la historia de nuestra especie desde el
final de la última edad de hielo hace 22.000 años. El incremento del CO2
en ese periodo de 22.000 años hasta el inicio de la revolución industrial (1750)
experimentó un aumento de 100 ppm, pasando de 180 ppm a 280 ppm. En los 266 años
desde 1750 al 2016 el incremento fue de 123 ppm, superando a los 22.000 años
precedentes, aunque el incremento significativo se producirá a partir de 1960
que registrará en 57 años un incremento de 90 ppm, a diferencia del periodo de
1750 a 1960, que en 210 años aumentó 36 ppm .
Fuente y gráfico WMO.
Desde el año 1959 se tienen registros diarios de la concentración de CO2
en el aire atmosférico registrados por la institución National Oceanic
Atmospheric Administration (NOAA),
lo que ha permitido medir su incremento con precisión.
Incremento del CO2 en el aire atmosférico por quinquenios tomando
como referencia el último año del quinquenio
Fuente datos NOAA. Elaboración propia
La progresión en la acumulación del CO2 en el aíre atmosférico, tal y
como marca la línea de tendencia en el gráfico de la izquierda, no se ha frenado
a pesar de los acuerdos suscritos, como el protocolo de Kioto y la conferencia
de París del 2015. Los dos únicos acontecimientos que moderaron esa escalada en
el último medio siglo han sido: 1. la crisis del petróleo de 1973 en la que tuvo
lugar un importante aumento de los precios del petróleo que produjo una fuerte
contracción de la demanda, y 2. el desmantelamiento de gran parte de la
industria soviética a principios de la década de los noventa tras el final de la
URSS, que supuso, según fuente de
EIA, que el conjunto de los países de la antigua URSS pasaran de emitir
3.820,85 millones de toneladas de CO2 en el año 1991, a 2.134,39 en
1998, un 45% menos.
La concentración de las ppm de CO2 en el aíre atmosférico constituye
el indicador más relevante y preciso para medir el cambio térmico climático, sin
embargo, hasta ahora no ha sido considerado por parte de la comunidad
internacional para tomarlo como referente principal a la hora de trazarse
objetivos para su reducción, en los que habría que tener en cuenta no solamente la
reducción de las emisiones de CO2, sino la implementación de
sumideros naturales y artificiales para su captura.
La experiencia más exitosa de un acuerdo internacional para limitar la emisión
de gases a la atmósfera, ha sido el establecido para la reducción de los clorofluorocarbonos (CFC) con el fin de preservar la capa de ozono, suscrito en
el
Protocolo de Montreal de 1987.
Pero en el caso de combatir la concentración de CO2 en la atmósfera
ha sido diferente. Los obstáculos para avanzar en un compromiso firme no
solamente vienen de la ignorancia de los negacionistas del cambio climático, del
que el presidente de EEUU, Donald Trump, es su máximo exponente, sino también de
quienes se dicen abanderados en la lucha contra el mismo y suscriben todos los
tratados al respecto pero posteriormente no los cumplen.
El protocolo de Kioto, fue el principal acuerdo suscrito para la reducción de
emisiones de CO2, y el único hasta ahora que ha estado en vigor (2005-2012),
pues los acuerdos de París del 2015, sobre el cambio climático, del que EEUU se
ha desvinculado, todavía no se han aplicado.
La implementación del protocolo de Kioto entró en vigor el año 2005 al ser
suscrito por las 55 naciones que sumaban el 55% de las emisiones globales de
gases de efecto invernadero, sin embargo en el balance final del mismo, se ha
demostrado que una cosa es suscribir un tratado y otra cumplirlo.
El Protocolo de Kioto estableció el objetivo para que en el año 2012 las
emisiones de CO2 se hubieran situado en un 5,2% por debajo de las de
1990, pero como se puede apreciar en el siguiente gráfico las emisiones de CO2
a la atmósfera continuaron incrementándose, y quedó ampliamente incumplido con
una desviación por incremento de emisiones del 59% respecto del objetivo
marcado.
Fuente. Energy Information
Administration / International Energy Outlook
La conclusión que se puede extraer del incumplimiento de los objetivos del
Protocolo de Kioto es que ha sido debido a la estrecha relación entre
crecimiento económico y consumo de energía, junto al hecho de que esta energía
provenga en más de un 80% de los combustibles fósiles para su conversión en
trabajo, que en el vigente sistema competencial mundial, se realiza mediante la
externalización de costes en forma de libre emisión a la atmósfera de gases de
efecto invernadero. Esta es una realidad que determina que los gobernantes
antepongan el desarrollo económico a la limitación de emisiones de gases de
efecto invernadero, y que ha tenido como consecuencia que se produzca en las
últimas décadas una liberación masiva de gases de efecto invernadero,
principalmente de CO2.
El indicador propuesto por China de marcarse objetivos de reducción de emisiones
por unidad de PIB, intenta compaginar el necesario desarrollo económico con la
implementación progresiva de una economía baja en carbono, lo que en el caso de
China le está llevando a la sustitución del carbón por el gas natural como
fuente de energía primaria así como el desarrollo de las fuentes energéticas
renovables: hídrica, solar y eólica. Sin embargo, a pesar de la celeridad con la
que China pretende alcanzar una economía baja en carbono, que le ha convertido
en líder mundial en la generación eléctrica mediante estas energías renovables y
en el desarrollo de las comunicaciones ferroviarias, su objetivo para el año
2030 es que su sistema energético dependa todavía en un 80%, de los combustibles
fósiles.
EEUU, la otra nación junto con China, principales emisoras de gases de efecto
invernadero, con la nueva administración republicana y con un presidente
negacionista del cambio climático carece de planes de sustitución de las
energías fósiles, en tanto estas nuevas energías supongan mayores costes de
producción, situándose al igual que hizo con el protocolo de Kioto, y ahora con
su salida de los acuerdos de París del 2015, al margen de los compromisos
internacionales.
Tras la experiencia del protocolo de Kioto, la desesperanza de hallar una
solución al freno de emisiones de CO2 globales, es más que fundada.
Estudios relacionados:
El porvenir del Sistema Energético Mundial
Los probables impactos climáticos, derivados
de las emisiones de CO2 y
otros gases de efecto invernadero