15/10/2021
NOTICIA. El 15/10/05 finalizó la primera fase de la 15ª conferencia de
las partes del CBD (Convenio sobre la Diversidad Biológica)
realizada entre el 11 y el 15 de octubre en Kunming (China).
La civilización ecológica
Con el lema de "Civilización ecológica: Construir un futuro compartido para toda
la vida en la Tierra", la COP15 es la primera conferencia global convocada por
las Naciones Unidas que integra el concepto de civilización ecológica, una
filosofía propuesta por China.
La conferencia consta de dos etapas: las sesiones virtuales celebradas del 11 al
15 octubre, y dos semanas de reuniones presenciales el próximo año entre el 25
de abril y el 8 de mayo, con delegaciones de los 196 países miembros de la CDB.
Estos 196 países, firmantes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre
el Cambio Climático, se volverán a reunir el 1 de noviembre en Glasgow en la
celebración de la 26ª edición anual sobre cambio climático de las Naciones
Unidas, COP26 (Conference of the Parties).
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Estas reuniones desde sus inicios en 1994, a pesar de los grandes acuerdos
alcanzados como fue el Protocolo de Kioto y el Acuerdo de París de 2015 sobre el
cambio climático, si bien, han aminorado las fuerzas inexorables de la
civilización industrial global responsables del deterioro medioambiental, no las
han detenido. Una de las fuerzas inexorables más importantes como es la emisión
de CO2 a la atmósfera no ha dejado de aumentar.
Fuentes: (Tm CO2: EIA energy) (ppm
CO2: NOAA)
El paradigma de un desarrollo económico ilimitado surgido con la civilización
industrial hace 250 años, en un mundo con recursos y fronteras medioambientales
limitadas, se ha desvelado como un ilusión, al encontrarse con la dura realidad
de haber alcanzado ya esos límites.
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El desarrollo económico y los límites del crecimiento
Si la ilustración inauguró una nueva civilización en el campo del pensamiento,
las innovaciones técnicas como la máquina de vapor y el motor de combustión que
permitían transformar el calor en trabajo productivo, lo hizo en el campo de la
producción de bienes y servicios. Hasta el siglo XVIII de nuestra era, las
únicas fuentes de energía susceptibles de ser transformadas en trabajo habían
sido, el esfuerzo, humano, el animal de tiro y carga, los saltos de agua y la
fuerza del viento aplicada a la navegación e industrias rudimentarias. La
posibilidad de transformar mecánicamente el calor en trabajo productivo demandó
nuevas fuentes de energía como la madera y posteriormente los combustibles
fósiles. Transformó paulatinamente las sociedades rurales al mecanizar los
trabajos agrícolas liberándose ingentes recursos de mano de obra para la
industria y los servicios. Estos profundos cambios operados durante los siglos
XVIII, XIX y XX se entendieron como un “progreso” en el que no se concebía que
el uso masivo de los recursos naturales pudiera tener unos límites por su
impacto en el medio ambiente. Desde otro enfoque, solo Malthus plantearía la
cuestión al considerar inviable el crecimiento demográfico ilimitado en un
Planeta con recursos limitados.
Durante casi todo el siglo XX los países industrializados tanto los basados en
la economía de mercado como los antiguos países socialistas del denominado
“socialismo real”, basaron su desarrollo económico en el optimismo del
crecimiento ilimitado. El movimiento descolonizador que tuvo su mayor expansión
después de la Segunda Guerra Mundial puso sobre la mesa las necesidades de los
nuevos países emancipados que se tradujo en la aspiración por alcanzar los
grados de desarrollo de las antiguas metrópolis imperiales.
En la década de los setenta del siglo XX resurgirá el debate de los límites del
crecimiento económico y demográfico a través de instituciones como el club de
Roma, la conferencia de Estocolmo y los movimientos ecologistas que comienzan
apuntar las catastróficas consecuencias medioambientales y climáticas que puede
tener la externalización de gases de efecto invernadero como consecuencia de un
desarrollo económico sustentado en un modelo energético de combustibles fósiles.
La conferencia de Río Janeiro en 1992 sobre Medio Ambiente alertó sobre los
límites ambientales del vigente modelo de crecimiento económico, lo que dio
lugar con posterioridad al protocolo de Kyoto para la reducción de emisiones de
gases de efecto invernadero de los países industrializados para situarlas en el
2012 en los niveles de 1990.
Alcanzado, pues, en el siglo XXI un desarrollo económico mundial que está
afectando al clima de la Tierra la pregunta que cabe hacerse es ¿Si con las
cotas de riqueza actuales, patrimonio en dos terceras partes de un tercio de la
población mundial, se disparan las alarmas medioambientales, es posible alcanzar
niveles de desarrollo económico en todo el mundo equivalentes a los de los
países industrializados sin que tal desarrollo lleve a un desastre
medioambiental?
La respuesta a esta pregunta, presenta intereses encontrados, pues todos quieren
evitar el deterioro medioambiental pero nadie quiere renunciar al crecimiento
económico. Los países ricos porque no quieren ni pueden renunciar al sistema de
crecimiento económico basado en la sociedad de consumo y los países pobres
porque no quieren ni pueden renunciar a su desarrollo económico para poder
atender a las necesidades más perentorias de la población, en materia de
alimentación, salud y educación. La consecuencia política, hasta ahora, no ha
estado en buscar soluciones globales sino en el enrocamiento de cada parte en
sus posiciones. Los políticos de los países ricos intentan justificar ante sus
sociedades que los países pobres deben aceptar con resignación su destino de
miseria, ante la imposibilidad de un crecimiento ilimitado debido a los efectos
medioambientales, mientras que los países pobres acusarán a los países ricos de
nadar en la opulencia y ser los principales responsables desde la revolución
industrial de la concentración de CO2 en la atmósfera. Pero las
acusaciones de unos y otros no pueden evitar que la contradicción entre el
desarrollo económico y los límites del crecimiento se acentúe por los siguientes
factores:
1. El funcionamiento político económico mundial que antepone el consumo de los
países ricos a las necesidades de los países pobres, cuestión que en materia
energética ha llevado a los países industrializados a incrementar la demanda de
biocombustibles, lo cual está teniendo un importante impacto en los precios de
los alimentos, por reducción de las superficies destinadas a su producción.
2. La imposibilidad de controlar el crecimiento demográfico a escala mundial,
debido a un funcionamiento político, donde cada nación por sus tradiciones y
realidades económicas tiene políticas diferentes al respecto, o carecen de
ellas. Cuando sería necesaria una planificación demográfica para no sobrepasar
un límite de habitantes de la Tierra (que se podían situar sobre los once mil
millones de personas previstos para la segunda mitad del siglo XXI) tanto por
los recursos alimentarios, como por la cantidad de energía necesaria para
promover y mantener el desarrollo económico de ese volumen de población mundial.
3. La necesidad de los países pobres de atender no solamente a la alimentación,
sino a la generación y consumo energético para poder propiciar su desarrollo
económico. Cuestión que en el vigente sistema energético mundial lleva
inevitablemente a un crecimiento sostenido de la utilización de combustibles
fósiles, pues no existe en el corto y medio plazo, en el actual paradigma
tecnológico, alternativas a la dependencia energética de los combustibles
fósiles y aunque se consiguiera atenuar esta dependencia por la implementación
de otras energías como la de fisión nuclear o las energías renovables, los
países pobres no tienen ni tendrán a corto plazo posibilidades de acceso ni
dinero para pagar esas tecnologías, por lo que deberán seguir recurriendo al
carbón por ser el combustible más barato, abundante y accesible como fuente
principal de generación de energía. Por ello, va a ser inevitable que las
actuales reservas probadas de combustibles fósiles sean externalizadas en formas
de gases de efecto invernadero a la atmósfera, produciéndose, al ritmo de
consumo actual, el agotamiento de las reservas probadas del petróleo y el gas
natural para finales del siglo XXI cuando quedarán solamente reservas de carbón.
La externalización a la atmósfera, para esas fechas, de las reservas de
combustibles fósiles principalmente en forma de CO2, debido a la
cantidad y corto espacio de tiempo de su emisión, no va a poder ser absorbida
por los sumideros naturales de la biosfera, por lo que se producirá una
concentración de CO2 en la atmósfera no reciclable por la
fotosíntesis, lo que producirá que el efecto invernadero, al ser el CO2
un gas de gran longevidad, continúe por muchas décadas incluso después de
haberse agotado las reservas de combustibles fósiles.
Las consecuencias climáticas pueden ser variadas y todavía impredecibles, pero
en general asumibles por la humanidad hasta la mitad del presente siglo, pues
pueden consistir, en ciclones de fuerza desconocida, sequías prolongadas en las
áreas de los anticiclones subtropicales, debido al ajuste de las masas térmicas
de aire que regulan la circulación atmosférica, e inundaciones en las zonas
templadas por el rápido deshielo de las precipitaciones en forma de nieve, pero
la consecuencia más predecible y de mayor coste para la actual civilización
industrial podría venir en la segunda mitad del siglo XXI, debido a que la
externalización de CO2 ya habrá sido suficiente para que el efecto
invernadero haya afectado a la temperatura glaciar de manera irreversible, es
decir, el inicio del deshielo de las plataformas continentales heladas:
Groenlandia y la Antártida, lo que puede provocar a partir del 2040 el inicio de
la subida del mar hasta finales de siglo entre uno y tres metros, afectando a
todos las asentamientos humanos costeros del planeta donde vive más del 50% de
la población mundial.
Esta contradicción entre límites medioambientales y crecimiento económico
solamente es posible resolverla desde planteamientos a escala planetaria en los
que prevalezcan los intereses del conjunto del género humano sobre los intereses
creados de determinadas clases sociales y naciones.
Y, desafortunadamente, a pesar de los reiterados acuerdos alcanzados en las
cumbres sobre el clima, las naciones no han llegado a un grado de consenso para
establecer un modelo de Gobernanza Mundial que permita abordar con éxito los
desafíos globales, que solo será posible cuando las sociedades de las diferentes
naciones, particularmente de las desarrolladas, entiendan que la salvación de la
biodiversidad y, tal vez, de la habitabilidad del Planeta, no se logrará hasta
que se alcance un pensamiento universal de un destino compartido para toda la
humanidad para lograr una Civilización Ecológica
a escala planetaria.