19/11/2012
NOTICIA. El
ataque militar de Israel a la franja de Gaza supera el centenar de
muertos (el 40% son mujeres y niños)
Israel un
foco permanente de tensión en el Próximo y Medio Oriente
El conflicto de
Israel con el pueblo palestino y con sus vecinos regionales lleva
enquistado décadas y todo hace pensar que seguirá siendo así por mucho
tiempo.
La
solución tendría que venir de la formación de un Estado palestino soberano y la
continuidad del Estado de Israel ajustado a las fronteras de 1967, con la
implementación de una política de buena vecindad entre ambos Estados; pero esa
solución que todas las naciones del mundo la verían con satisfacción, Israel no
está dispuesto a aceptarla. Si en el pasado Israel justificó su recurso a la
guerra frente a quienes le negaban su existencia como Estado, ahora no es el
caso. Israel sigue considerando al pueblo palestino como un pueblo paria que no
tiene derecho a formar su propio Estado soberano y, es bajo esa premisa, sobre
la que Israel estaría dispuesto a llegar a un acuerdo con los palestinos, lo que
implicaría que los palestinos renunciasen a las fronteras de 1967, aceptarán que
Jerusalén fuera plenamente judía, que sus instituciones no tuvieran
reconocimiento internacional y que estuvieran tuteladas por la administración
israelita. Obviamente bajo esas condiciones los palestinos tendrán que seguir
persistiendo en su afán y lucha por alcanzar un Estado Soberano reconocido
internacionalmente.
La
constitución del Estado de Israel identifica sus raíces con la antigua Tierra de
Israel (Eretz Yisrael), un concepto central para el judaísmo desde hace más de
3.000 años. Después de la Primera Guerra Mundial, la Sociedad de Naciones aprobó
el Mandato Británico de Palestina con la intención de la creación de un “hogar
nacional para el pueblo judío”. En 1947, las Naciones Unidas aprobaron la
partición de Palestina en dos Estados, uno judío y uno árabe. El 14 de mayo de
1948 el Estado de Israel declaró su independencia.
La
inclusión del Estado de Israel en Palestina respondió a un planteamiento
ideológico fraguado en la primera gran ola de inmigración judía a Palestina,
conocida como aliyá, se inició en 1881, como consecuencia de las persecuciones a
que eran sometidos los judíos en Europa y las ideas de Moses Hess, un
sionista-socialista que abogaba por la redención del territorio considerado como
la patria hebrea. Los judíos compraban tierras a las autoridades otomanas y a
los terratenientes árabes, surgiendo de esta forma los primeros asentamientos
agrícolas. Es en esta época cuando pueden apreciarse las primeras tensiones
entre árabes y judíos. El surgimiento del sionismo, fundado por Theodor Herzl,
dio lugar a la segunda Aliyá (1904-1914) en el curso de la cual emigraron a
Israel unos 40.000 judíos. (Fuente párrafo: Wikipedia)
El
progresivo asentamiento de judíos en las tierras palestinas obviaron 3000 años
de historia y por ello el choque civilizatorio dio lugar a varias guerras con
los árabes. Los árabes no entendieron por qué la tierra de Palestina tenía que
ser hogar del pueblo judío expulsándolos de sus tierras milenarias. No negaban
una patria al pueblo judío, pero muchos se preguntaron, por ejemplo, por qué
tras la Segunda Guerra Mundial no fue Alemania quien debía ceder una parte de su
territorio para que los judíos construyeran su patria en la tierra de la nación
que les debía una reparación histórica por el genocidio llevado a cabo por los
nazis.
Pero la
construcción del Estado Judío ha tenido y tiene una raíz ideológica no solo
porque tenían que ocupar la tierra que según sus creencias pertenecieron al
pueblo judío, sino porque sus fundadores y continuadores estaban y están
imbuidos de la creencia de constituir el pueblo elegido por Dios para gobernar
al resto de pueblos. Para los sionistas el pueblo palestino es un pueblo
atrasado, idea que incluso el propio candidato a la presidencia de EEUU, Romney,
la reflejó durante su campaña electoral en un viaje a Israel al declarar que la
superioridad de la cultura de Israel era notoria frente al pobre desarrollo de
los países árabes, idea que entronca con el concepto que tenían los imperios
coloniales sobre los pueblos colonizados, catalogándolos como pueblos atrasados
a los que la colonización les llevaba el beneficio de la avanzada civilización
Occidental. Desde 1948, la mayoría de los pueblos colonizados en Asía y en
África se rebelaron contra esa condición y tras diversas luchas accedieron a su
independencia y formaron Estados soberanos, pero el pueblo palestino todavía no
ha alcanzado esa meta.
Israel
es una nación demográfica y territorialmente pequeña, comparada con las naciones
árabes que la rodean, sin embargo es quien, por ser el aliado principal de EEUU
en la región, mantiene la hegemonía militar y política sobre la misma. El
régimen israelita ha ido destruyendo militar y políticamente a las naciones que
le podían hacer sombra en la región, primero fue Egipto, a quien derrotó
militarmente y le doblegó con los acuerdos de Camp David de 1979. Después fue
Irak quien sucumbió de la mano de su aliado EEUU, quedando el país destruido
económicamente, ahora es a Irán a quien pretende destruir como potencia regional
y a su aliado Siria, ya que ambos conforman el núcleo fuerte de oposición al
dominio israelita en la región.
El
resto de países del Golfo Pérsico, particularmente los regímenes de las
monarquías absolutistas son fieles aliados de EEUU y en consecuencia también lo
son indirectamente de Israel. Arabia Saudita es el régimen monárquico más
importante de la región, dispone de cuantiosos recursos financieros debido a ser
con Rusia el mayor productor de petróleo del mundo, pero la naturaleza feudal de
su régimen le impide ser un país innovador tecnológicamente y, por ello, es
totalmente dependiente de la tecnología occidental particularmente la militar
que depende de EEUU. Su política exterior sirve en la práctica a los intereses
de EEUU e Israel, pues la misma se caracteriza por avivar las diferencias entre
sunnitas y chiítas como se está viendo en la guerra en Siria, donde coincide con
facciones de la yihad sunnita.
Egipto,
tras el fin del anterior régimen de Mubarak, está en un periodo de transición
política sin que todavía el presidente Morsi tenga definida una política
internacional, aunque todo parece apuntar que pretende liderar la emergencia
política sunnita en competencia tácita con Arabia Saudita, como se aprecia en
sus puntos de vista independientes respecto del conflicto sirio o de su actitud
más beligerante ante Israel.
En la
medida que la emergencia política islámica avance, ésta va a chocar más
fuertemente con el militarismo de Israel y se va acrecentar la tensión en la
zona, con lo que la política de acoso que mantiene Israel sobre Gaza le
resultará más difícil de mantener. La
solidaridad islámica forma parte de la emergencia política islámica y
los gobernantes árabes tienen más dificultades para mirar hacia otro lado ante
el inhumano y sistemático castigo al que Israel somete a los palestinos. Esa
puede ser la diferencia entre Egipto y Arabia Saudita, mientras Egipto fomenta
esa solidaridad y gana protagonismo, Arabia Saudita un régimen temeroso de
contradecir a EEUU puede ir quedando aislado debido a su silencio ante el dolor
de los palestinos.
Mientras tanto Israel inmerso en su burbuja ideológica seguirá con su política
guerrerista. Todo hace pensar que a Israel, conforme el tiempo pasa, le va a
resultar más difícil mantener la división y sumisión del mundo árabe. Lo
deseable sería que se aviniera a ser una nación que aspire a vivir en paz con
sus vecinos, incluidos los palestinos en su propio Estado Soberano, pero, aunque
el paso del tiempo actúa contra Israel, todavía persisten muchas incertidumbres
que tendrán que ser superadas antes de poder ver un escenario favorable para una
paz duradera en la región, tan deseada en el mundo entero.