23/01/2013
NOTICIA.
El presidente egipcio, Mohamed Morsi, rechazó la intervención militar
francesa en Malí
La débil descolonización de los países árabes
El 11/01/2013 Francia intervino militarmente
en Malí con un despliegue inicial de 750 soldados. La intervención
francesa cumplió con los requisitos legales internacionales, porque la
misma se realizó a petición del presidente en funciones de Malí
Dioncounda Traeré.
No obstante, de facto esta legalidad no es
sino un montaje hábilmente preparado por Francia a través de implicar al
gobierno de Malí, un gobierno en situación de interinidad y afín a los
intereses franceses. Una intervención que ya se venía preparando con
tiempo de antelación, sin tener en cuenta la oposición a esta
intervención de otros actores de la zona como Egipto.
Francia sabe muy bien lo que es manipular la
legalidad internacional, como también lo hizo con su intervención en
Libia. La resolución 1973 de marzo del 2011, acordada en el Consejo de
Seguridad de la ONU para imponer una zona de exclusión área en Libia, se
convirtió en un pretexto de la coalición de la OTAN liderada por Francia
para devastar desde el aire el país y derrocar al gobierno de Gadafi.
Aquella trasgresión legal llevaría con
posterioridad a China y Rusia a no confiar en lo sucesivo en el resto de
miembros del Consejo de Seguridad en lo referente a acuerdos para
autorizar intervenciones militares en terceros países, como por ejemplo
en Siria.
Lo que sucede ahora en Malí es consecuencia de
lo acontecido en Libia (1). Las tribus tuareg que combatieron del lado de
Gadafi con abundante armamento se trasladaron a Níger y reactivaron el
Movimiento Nacional para la Liberación del Azawad (MNLA), una
organización independentista mayoritariamente tuareg, y proclamaron el
6/4/2012 el estado independiente de Azawad que
tiene una parte importante de su territorio en el norte de Malí. Estas
tribus tuareg para su expansión territorial se aliaron con grupos
jihadistas del Magreb grupos que contaban también con abundante
armamento que les suministró la OTAN como aliados para su lucha contra
Gadafi. Estos grupos y los tuareg no comparten los mismos objetivos ni
tienen la misma visión de la sociedad. Los tuareg quieren que sean
reconocidos sus derechos a una nación independiente (Azawad), y los
salafistas (islamistas), instalar un califato que se rija por la ley
islámica (Sharia).
Esta alianza les permitió ocupar una parte
importante de Malí. En el 2012. El Gobierno de Malí controlaba sólo el
sur del país, mientras que las dos terceras partes de su territorio se
convirtieron en un espacio abierto para las fuerzas tribales tuareg y
los yihadistas.
La intervención militar francesa ha reforzado
la unión de estos grupos que según el analista francés Moisseron,
podrían contar con más de 10.000 combatientes bien entrenados y
fuertemente armados que "Se pueden esconder, ir a otros países,
fragmentarse y esparcirse en un territorio enorme, fronterizo con
Burkina Faso, Níger, Argelia o Mauritania”
En esta situación, el objetivo anunciado por
Hollande de mantener la unidad del Estado maliense resulta una causa
perdida, y es posible que la misma si persiste el hostigamiento contra
las tribus tuareg se convierta en una guerra prolongada de
características muy afines a la guerra de Sudán, que finalizó en 2011
con la división en dos países -Sudán y Sudán del Sur- después de un
largo conflicto armado entre norteños mayoritariamente árabes musulmanes
y sureños mayormente animistas. El conflicto de Sudán reveló las lagunas
en el trazado de fronteras en la descolonización de África. Sudán podría
ser un espejo de lo que puede pasar en Malí, con una partición del norte
del país que de facto ya existe.
A Francia, lo que le interesa es controlar los
recursos naturales de la región. Malí y Níger poseen cuantiosas reservas
de uranio muy codiciadas por Francia, que con sus 58 reactores de
energía nuclear, es el país del mundo que posee la mayor cantidad de
reactores en relación a su población, por lo que está muy necesitada del
uranio, y la formación de un Estado en el Norte de Malí con afanes
expansionistas va en contra de sus intereses.
Francia, en su pretensión de reeditar un nuevo
tipo de colonialismo en el norte de África para la explotación de sus
recursos precisa de Estados débiles que le permitan instituir gobiernos
fieles a sus dictados. Lo consiguió en Libia, y ahora la crisis de Malí
le viene bien para tutelar el gobierno de ese país, que se ha puesto al
servicio de su antiguo dueño colonial.
Los grupos jihadistas, en su proyecto de
alcanzar un califato que abarque todos los países árabes sunnitas regido
por las leyes del Islam más retrogrado, también quieren acabar con el
poder político de los Estados, pues
la debilidad o destrucción de los Estados, sobre todo de tradición
laica, refuerza el proyecto supraterritorial del califato sunnita.
Este interés por debilitar en los países
árabes los fundamentos políticos del soberanismo surgido en la lucha por
la independencia colonial que dieron lugar a las diferentes naciones
árabes, resulta coincidente tanto para los países neocolonialistas
europeos particularmente Francia y Gran Bretaña, como para los grupos
jihadistas. Ello se vio en su alianza en Libia para derrocar el régimen
de Gadafi, y se está viendo también en Siria con el apoyo a las bandas
armadas que luchan contra el régimen de Al Assad.
No obstante, en el caso de Malí esta alianza
no existe, pues Francia pretende controlar directamente al gobierno de
Malí lo que le obliga a enfrentarse a los jihadistas aliados con las
tribus tuareg en la disputa por el control de la zona, aunque en Siria a
los mismos jihadistas (que pueden cambiar en función de su prioridades
de frente de batalla) en una muestra del cinismo muy propio del
“seudoprogresismo europeo” del que Hollande es un digno representante,
los considera luchadores por la libertad negándose a condenar los
atentados terroristas realizados con coches bomba bajo subterfugios de
que estos grupos en Siria quieren acabar con la tiranía de Al Assad. (2)
En este retorcido juego de intereses y
alianzas, la destrucción del Estado sirio y de las infraestructuras del
país se ha convertido en una meta codiciada, para las potencias
neocoloniales occidentales, para los yihadistas y también para Israel
porque supondría acabar con un poderoso aliado de Irán en la zona. (3)
No obstante, los fundamentos soberanistas
están muy arraigados en el Ejército Sirio y, por ello, es muy posible
que el objetivo de los “amigos de Siria” encabezado por la UE,
EEUU y las monarquías del Golfo Pérsico de pretender la victoria armada
basada en la financiación de mercenarios y jihadistas foráneos, sea una
empresa imposible. Ello supondría un freno importante tanto al proyecto
jihadista sunnita, y a las ambiciones neocoloniales occidentales e
israelitas.
El proyecto político religioso salafista del
jihadismo y de las Monarquías Absolutistas árabes por fundamentarse en
la perpetuación de un modelo de sociedad retrógrado que tiene que ver
más con un modelo civilizatorio de sociedad rural que de una sociedad
industrial, constituye una fuerza contraria al desarrollo de la
prosperidad de las naciones árabes tal y como se comprueba en las
monarquías del Golfo Pérsico, pues, a pesar de contar con cuantiosos
recursos financieros de sus explotaciones petroleras, su concepción
medieval de la sociedad impide que la misma participe de la innovación y
el desarrollo científico técnico, siendo totalmente dependientes de
Occidente tanto en materia tecnológica como militar lo que les convierte
en países subordinados a las potencias occidentales.
El neocolonialismo occidental se fundamenta
principalmente en la supremacía tecnológica que obliga a los países en
desarrollo a fundamentar su estructura económica en el intercambio de
materias primas por tecnología, pero sin que exista transferencia de los
conocimientos científico-técnicos. En el caso de los países árabes, la
corriente más retrógrada del Islam que sume en el atraso intelectual a
la población, a Occidente le viene bien para mantener su modelo
neocolonial, y a las monarquías absolutistas árabes les resulta del todo
necesario, pues mientras el salafismo sea la ideología dominante en sus
respectivas sociedades la población no cuestionará el poder absoluto de
las monarquías.
De manera diferente Irán, tal vez por el acoso
sufrido durante décadas por Occidente, es un país que ha desarrollado de
manera importante sus capacidades científico técnicas en casi todas las
ramas del conocimiento desde la medicina hasta la exploración espacial,
lo que le convierte en una potencia regional, no solo por la capacidad
tecnológica alcanzada sino porque el chiísmo mayoritario, la tolerancia
con otras creencias y el soberanismo constituyen una unidad nacional.
Otro país en donde la identidad de la
soberanía como nación se encuentra muy arraigada es Egipto; la mayoría
social se identifica con una rama moderada del Islam, y una parte
importante de su población es claramente laica. Egipto en su transición
política tiene ante sí el reto de favorecer las fuerzas soberanistas
enfrentadas al neocolonialismo en su aspiración de alcanzar un
desarrollo económico autónomo. Hasta ahora Egipto no tiene una posición
clara, pero el derrocamiento de Mubarak que sumió a Egipto durante
décadas en el atraso por la corrupción y fidelidad a Occidente, le ha
puesto en la senda del soberanismo en el que deberá jugar un papel
importante de liderazgo político en la zona, y el mismo puede contribuir
a disminuir la dependencia del mundo árabe de Occidente, y a eclipsar al
Islam más retrógrado encarnado en Arabia Saudita y los grupos jihadistas.
Actualmente, la ambigüedad política de Egipto
a favor de las fuerzas soberanistas en la región se comprueba en su
posición respecto a Siria. Por una parte, se opone a cualquier
intervención militar foránea, a diferencia de Qatar que la pide
insistentemente, pero por otra parte, no tiene una posición clara en
cuanto a la solución del conflicto dejándose arrastrar por las
posiciones de las monarquías del golfo de apostar por una supuesta
victoria militar de la oposición armada, cuando es obvio que en Siria
mientras dure la pretensión de la victoria armada no habrá paz, y si esa
victoria se diera tampoco la habría pues los derrotados seguirían
luchando. La paz por la aniquilación del enemigo no es posible, lo que
evidencia que quienes apoyan esa opción no pretenden alcanzar la paz
sino la destrucción de Siria como nación.
Si Egipto aspira a reforzar las fuerzas
soberanistas árabes, no le interesa una Siria débil como pretende
Occidente y las monarquías absolutistas del Golfo Pérsico, pues esa
debilidad fortalece a las potencias neocoloniales en la región y a los
jihadistas y al quimérico proyecto del califato sunnita, por ello, la
paz en Siria mediante la negociación es objetivamente para Egipto una
apuesta necesaria y perentoria. Ello debería hacer reflexionar a los
dirigentes y a la sociedad egipcia.
Nota 1.
En la intervención ante el comité del Senado
para asuntos internacionales el 23/01/2013, Clinton dijo que “la
inestabilidad (en Malí) es resultado del golpe de estado que dieron los
militares y los tuaregs, los cuales Gadafi había usado durante años”.
Una vez derrocado el régimen gadafista, los tuareg contaron con grandes
arsenales de armas y municiones”, al tiempo que Al Qaeda instalaba una
base en el norte de Malí.
Nota 2.
El Comisario General de Información de la Policía
de España, Enrique Barón, reveló que un número de mercenarios abandonó
ese país para luchar junto a grupos armados en Siria y Malí. El
periódico español La Razón en una información del 23 de enero de 2013
suscrita por J. M. Zuloaga basada en fuentes antiterroristas señalaba
que el total de islamistas radicales que han abandonado España para
incorporarse a zonas de conflicto es de medio centenar, veinte habrían
viajado a Malí, a los que hay que sumar unos treinta que se encuentran
en Siria. De los desplazados a este último país, la mitad se ha
incorporado directamente al Frente Al Nusra, dependiente de Al Qaeda, y
el resto a campamentos yihadistas en los que nuevos militantes reciben
entrenamiento de todo tipo, sobre todo para protagonizar ataques
suicidas. Una vez finalizado el periodo de formación, de unos quince
días de duración, los nuevos terroristas se incorporan a los combates
contra el régimen de Bachar al Asad en las distintas facciones
yihadistas que luchan en la zona.
Nota 3.
Durante una rueda de prensa para dar el
resumen de la actividad diplomática de Rusia en el año 2012, el ministro
Lavrov llamó a que se analicen de una manera más amplia los
acontecimientos en Malí, Libia y Siria. El ministro subrayó que hay que
tener en cuenta que la crisis de un país puede desembocar en la
desestabilización de una región entera. Lavrov expresó su preocupación
por la militarización en la región norafricana y la amenaza de la
llegada de los islamistas al poder en ciertos países. En lo que se refiere al conflicto en Siria, el
canciller ruso dijo que nada podrá rectificar la situación en ese país
árabe mientras la oposición tenga como único argumento la idea de
deponer al presidente Bashar al Assad. “Todo está obstaculizado por
la obsesión de la oposición con derrocar a Al Assad. Mientras que siga
vigente esta actitud intransigente no se realizará nada bueno. Los
combates continuarán y la gente seguirá muriendo”.