01/01/2017
NOTICIA
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El 31/12/2016, el Consejo de Seguridad de la ONU (CSNU) aprobó por unanimidad el
proyecto de resolución elaborado por Rusia y Turquía sobre el alto el fuego
alcanzado en Siria.
El nuevo
paradigma sirio
La resolución
2236 del CSNU sobre el alto en fuego en Siria fue aprobada por sus 15
integrantes ratificando con ello los acuerdos alcanzados por mediación de
Turquía y Rusia de un alto el fuego entre el ejército gubernamental sirio y
diversas facciones armadas y el inicio de negociaciones en Astaná (Kazajistán),
las cuales en la resolución se considera sean una parte básica "del proceso
político sirio" y "un importante paso adelante para reanudar las
negociaciones bajo los auspicios de la ONU" el próximo 8 de febrero en
Ginebra (Suiza). Adicionalmente la resolución incluye una disposición que insta
a las partes en conflicto a proporcionar al personal humanitario un acceso
seguro y sin obstáculos para prestar ayuda a los ciudadanos sirios.
El
29/12/2016, el presidente ruso Vladimir Putin anunció la conclusión de un alto
al fuego en Siria en el que Rusia
y Turquía aparecen como los países garantes del mismo del que quedan excluidos
los grupos calificados por la ONU de terroristas: el Estado Islámico (Daesh, en
árabe) y el Frente Al-Nusra (actualmente Fath Al-Sham). El alto el fuego se
realiza entre el ejército gubernamental sirio y siete grupos “rebeldes” que
según el ministro de defensa de Rusia, Serguéi Shoigú, representan a unos 60.000
yihadistas, estos son: 1. Faylaq al-Sham (4.000 combatientes); 2. Ahrar al-Sham
(16.000 combatientes); 3. Yesh al-Islam (12.000 combatientes); 4. Suvar agi-Sham
(12.000 combatientes); 5. Yesh al-Muyahidin (8.000 combatientes); 6. Yesh Idlib
(6.000 combatientes), 7. Yabhat al-Shamiyah (3 000 combatientes), que ocupan
principalmente la región de Idlib al noreste de Siria junto a la frontera con
Turquía; por su parte, la Coalición Nacional de Fuerzas de la Oposición y de la
Revolución (oposición siria en el exterior) anunció que apoya este acuerdo
La liberación
de Alepo por parte del Ejército gubernamental y sus aliados principalmente
Rusia, ha situado la guerra en Siria en un escenario totalmente nuevo creándose
las condiciones para un alto el
fuego. Los siete grupos rebeldes que combatían en Alepo junto con los
jihadistas del Frente Al-Nusra (actual Fath Al-Sham), se han visto notablemente
debilitados y la continuidad de la guerra solamente les podía deparar una
derrota mayor; a ello se ha sumado el debilitamiento de sus apoyos
internacionales debido al cambio político de Turquía que ha pasado de apoyar a
estos grupos a promover la pacificación en Siria, y, por otra parte, el
acercamiento entre Qatar y Rusia al haber acordado ambos países la participación
de Qatar en un 19% en el capital de la empresa petrolera y gasística rusa
Rosneft.
El cambio de
la política de Turquía en Siria ha venido promovida principalmente por el
interés del gobierno turco de restablecer las relaciones políticas y económicas
con Rusia y que tuvo un acentuado giro en esa dirección tras el fallido golpe
de Estado en Turquía en julio del
2016, del que el gobierno turco ha venido acusando a sus socios de la OTAN de
estar tras el mismo.
La pérdida de
confianza en sus socios ha situado al gobierno turco y a su presidente Erdogan
en una situación de debilidad debido a sus varios frentes abiertos: 1. las
posibilidades de desestabilización interna no están del todo cerradas por la
enorme influencia en las instituciones turcas de la corriente política afín al
clérigo Fethullah Gülen refugiado en EEUU y al que el gobierno turco acusa de
estar detrás de la intentona golpista de julio; 2. el distanciamiento económico
de la UE tras el anuncio de Bruselas del congelamiento de las conversaciones
para la incorporación de Turquía que le ha obligado a tener que girar hacia el
espacio euroasiático lo cual implica una mayor aproximación a Rusia; 3. el
creciente número de refugiados sirios en suelo turco con el riesgo de
prolongarse en el tiempo mientras dure la guerra en Siria, y 4. la guerra
desatada del gobierno turco contra los movimientos independentistas kurdos
dentro y fuera de Turquía que se configura como una guerra de larga duración.
Con el acuerdo
con Rusia sobre la pacificación de Siria, Turquía cancela sus aspiración de
derrocar al presidente sirio Bashar Al Asad y aboga por cerrar uno de los
frentes de la política exterior turca, con ello, sella a su vez un
claro giro hacia su entendimiento con Rusia y se aleja de sus socios de la OTAN
y de Arabia Saudita con los que ha venido formando un frente común contra el
gobierno sirio. Ahora sus prioridades tanto en Siria como Irak se limitan a
debilitar las aspiraciones de autogobierno de los kurdos que lo considera como
una base para la formación de un Estado Kurdo.
Con el acuerdo
de alto el fuego entre
los grupos armados y el gobierno Sirio se quiebra el frente armado opositor
quedando dividido en dos grupos: los que aceptan deponer las armas y negociar un
acuerdo político con el actual gobierno sirio y, del otro lado, el jihadismo
irreductible radical formado por el Estado Islámico y Fath Al-Sham con los que
no cabe negociación alguna sino solamente su derrota y capitulación
incondicional.
La tan
anunciada separación por EEUU de los denominados rebeldes armados “moderados” de
los “radicales”, se ha conseguido no por los auspicios del gobierno
estadounidense sino por la derrota de todos los grupos armados en Alepo que les
ha obligado a romper la alianza que tenían mientras existía la posibilidad de
ganar la guerra al ejército sirio.
Con la
separación en caminos diferentes de los grupos “rebeldes armados” del jihadismo
radical, las naciones que han venido patrocinando la insurrección armada en
Siria, principalmente, Arabia Saudita, EEUU, Israel, Francia y Gran Bretaña,
solamente pueden apoyarse en los combatientes del Estado Islámico y de Fath Al-Sham;
lo cual, en el caso de las potencias occidentales no es factible, porque ya no es posible justificar ante su ciudadanía la
insurrección armada en Siria con el apoyo a los grupos que siembran el terror en
el mundo entero.
Con la llegada
de la paz a Alepo se acaba el prolongado sufrimiento al que han estado sometidos
sus habitantes como consecuencia de la guerra por parte de todos los bandos
enfrentados, la paz se ha convertido en el bien más preciado en Siria y la que
puede permitir que los millones de refugiados sirios en otros países puedan
volver a su patria, ello, sin duda, será un factor de enorme peso en las
negociaciones en Astaná y posteriormente en Ginebra.
La reacción de
las fuerzas jihadistas y de sus patrocinadores a su derrota en Alepo y al alto
el fuego alcanzado entre las fuerzas opositoras sirias y el gobierno sirio bajo
el patrocinio de Rusia y Turquía, no se hizo esperar, con el asesinato el
20/12/2016 del embajador de Rusia en Ankara, y con el atentado el 01/01/2017 en
el club nocturno Reina de Estambul (Turquía)
en el que murieron decenas de asistentes a la fiesta de final de año. Sin
embargo, estos atentados que pretenden torcer la determinación de Turquía y
Rusia de su acuerdo para pacificar Siria, no tiene posibilidades de éxito,
porque estas dos naciones han entrado en un entendimiento estratégico del que no
van abdicar, y porque no es posible claudicar al chantaje del terror.
La eficaz
ayuda militar de Rusia al ejército gubernamental sirio y su capacidad para
superar todos los intentos de fuerzas hostiles por descarrilar el entendimiento
con Turquía, ha dejado sin iniciativa política a EEUU en la región. El anuncio
por parte de Rusia de que la actual administración estadounidense, que finaliza
su mandato el 20 de enero, quedaba excluida de las conversaciones previstas en
Astaná ha supuesto un duro revés para la diplomacia estadounidense;
inesperadamente EEUU, que había mantenido la iniciativa en todos estos años en
el conflicto sirio, perdió su relevancia en el mismo, a su malestar y
perplejidad le sucedió una fuerte reacción para intentar ocultar esta imagen de
exclusión ante su ciudadanía con el anuncio del presidente Barack Obama de la
expulsión de varios diplomáticos rusos de EEUU bajo la infundada acusación de
intromisión en la campaña electoral estadounidense, una afrenta que Rusia ha
preferido declinar a la espera de la política de la nueva administración
entrante.
Aunque, el
apoyo, con posterioridad a estos acontecimientos, de EEUU, Francia y Gran
Bretaña a la resolución 2236 del CSNU que legitima la iniciativa de Rusia y
Turquía en el inicio de las negociaciones en Astaná, supone ya un reconocimiento
implícito de su incapacidad para cambiar la marcha de los acontecimientos en
Siria.
En todo
momento el conflicto sirio ha tenido una proyección geopolítica para las
principales potencias implicadas, y los cambios políticos experimentados han ido
cambiando el papel de cada una de ellas, Turquía se ha alineado con Rusia y
ambos han ocupado un lugar central en la región, mientras que EEUU, Francia,
Gran Bretaña, Arabia Saudita e Israel han perdido gran parte de su iniciativa, y
a pesar del interés de Arabia Saudita e Israel de perpetuar la desestabilización
en Siria e Irak para impedir que recuperen su fortaleza como naciones, pues
ello debilitaría su poder en la región, sus opciones son limitadas, pues el
único agente desestabilizador que puede quedar sobre el terreno es el denostado
Estado Islámico al que ya no es posible justificar ningún tipo de apoyo, lo cual
debiera llevar a que se produzca un entendimiento entre las naciones de la OTAN
y Rusia para alcanzar un acuerdo de pacificación en la región sobre la base de
la derrota del Estado Islámico.
Tal vez, a la
nueva administración entrante en EEUU y a su presidente Donald Trump le
concierna esa misión, a pesar de los intentos de la actual administración
saliente de romper todos los puentes con Rusia.