09/09/2012
NOTICIA. El
presidente chino, Hu Jintao, mantuvo en el foro de Cooperación Económica
Asia-Pacífico (APEC), una reunión con su homólogo ruso Vladimir Putin
para promover la asociación estratégica integral de coordinación entre
los dos países y tratar diversos temas regionales e internacionales.
Las
relaciones chino-rusas en un mundo en transformación
La reunión anual del
foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC), (8-9-de septiembre)
en la ciudad portuaria de Vladivostok, en el oriente ruso, ha permitido
la reunión bilateral entre diferentes mandatarios mundiales presentes en
ese foro de los 21 países que componen el mismo.
Los
países de la APEC engloban el 40 por ciento de la población mundial; el 54 por
ciento de la economía mundial, y el 44 por ciento del comercio mundial. Las
reuniones preparatorias del Consejo Empresarial, ha contado con 700
representantes de las 545 mayores compañías de la APEC, cuya producción
industrial representa el 56 por ciento del total mundial. Las mayores
delegaciones han sido las de Rusia, con 190 empresas, China y Hong Kong, con
170, y Estados Unidos, con más de 60. Bajo el tema "Integrarse para Crecer,
Innovar para Prosperar", los líderes políticos asistentes a la cumbre acordaron
que, para lograr un crecimiento sólido, sostenible y equilibrado mundial, es
clave fortalecer el comercio internacional, la inversión y la integración económica.
Rusia
ve la región Asia-Pacífico como la cuna de un nuevo orden mundial en el que
China avanza a pasos agigantados. El presidente ruso, Vladimir Putin, en su
discurso de apertura destacó el cambio de centro de gravedad económico de Europa
y Estados Unidos hacia los países de la región del Asia-Pacífico, como China y
Rusia.
El
entendimiento y confianza entre China y Rusia ha llegado a un grado sin
precedentes. Este logro tiene especial relevancia debido a las difíciles
relaciones que han existido entre estas dos gigantescas naciones en los últimos
cuarenta años del siglo XX, que tuvo su punto de mayor enfrentamiento en el
periodo de la antigua URSS. El conflicto Chino soviético en los años sesenta dio
lugar a enfrentamientos armados en 1969 en la frontera en el río Amur, la URSS
llegó a estacionar un millón de soldados a lo largo de la frontera norte de
China. El apoyo inicial de la URSS a China tras la proclamación de la república
popular en 1949 bajo el liderazgo de de Mao Zedong devino en una permanente
intromisión del poder soviético en China. Los gobernantes chinos entendieron que
tras la Segunda Guerra Mundial la URSS había comenzado una deriva imperialista
que pretendía regir los destinos de China desde Moscú.
La
visita de Nixon a China en 1972 materializó la alianza entre China y EEUU que se
concretó en el Comunicado de Shanghai. Para EEUU y China, en aquel momento, su
alianza suponía un paso importante para aislar a la URSS.
Con
perspectiva histórica, se puede considerar que esta alianza contribuyó a que el
expansionismo de la URSS entrará en una fase de decadencia que se agravó con su
derrota militar en Afganistán tras una década de ocupación militar (1979-1989),
y con las revueltas populares a favor de la soberanía en los países del Este de
Europa, acontecimientos que llevaron a la burocracia soviética a aumentar sus
gastos militares y a distanciarse de las necesidades de desarrollo económico de
la sociedad rusa. Estas contradicciones tanto externas como internas serían la
causa del desplome de la URSS entre 1989 y 1991.
La
visión estratégica basada en los principios ideológicos de la República Popular
de China de rechazar todo tipo de hegemonía e injerencia como uno de los
fundamentos para la emancipación de las naciones y que le había llevado a
distanciarse de la URSS, le permitió a China, tras el desplome político del
mundo soviético, salir del corsé de la Guerra Fría y afianzar la política de reforma
y apertura tanto interna como
internacional.
Los
años noventa fueron años de incertidumbre, la desintegración del imperio
soviético llevaría al surgimiento de nuevas naciones en el espacio
pos-soviético, incluso Rusia entró en un proceso de disgregación regional donde
el poder central tradicional de Moscú quedó seriamente dañado. Las
transformaciones económicas en Rusia de una economía estatalizada a una economía
de mercado, producirían a su vez profundos desequilibrios en la sociedad rusa.
En sus relaciones exteriores, Rusia se inclinó hacia una relación internacional
preferente con Occidente y pasó a formar parte del G8 o G7+Rusia.
Con la
llegada de Putin al poder Rusia comenzó a reorganizar la administración en todo
el territorio de Rusia; asegurar la soberanía de sus recursos energéticos, y
ordenar su sistema financiero. En política internacional desarrolló una doctrina
apegada a los principios de la coexistencia pacífica y de la carta fundacional
de la ONU de respeto a la soberanía de las naciones, así Rusia perdió su secular
naturaleza imperialista forjada bajo los zares y que había tenido continuidad en
el régimen soviético. Estos cambios introducidos por Putin y Medvedev en los
primeros años del siglo XXI, permitirían acabar con las diferencias fronterizas
entre China y Rusia heredadas de la época soviética y propiciar la convergencia
económica entre ambas naciones al ser economías que se complementan entre sí:
Rusia suministra a China petróleo y gas natural y China productos
manufacturados. Según los planes recíprocos previstos, los dos países se
esforzarán por aumentar el comercio bilateral hasta los 100.000 millones de
dólares estadounidenses en 2015 y los 200.000 millones de dólares en 2020. En
2011, el comercio bilateral registró un récord de 79.200 millones de dólares. En
los primeros siete meses del presente año, el volumen comercial se situó en
50.900 millones de dólares, lo que ha supuesto un crecimiento interanual del
17,7 por ciento.
La
cooperación de Rusia y China, está teniendo un fuerte impacto en las transformaciones
del espacio económico mundo, no solamente por la importancia del nuevo eje
económico que se está formando en el oriente asiático sino porque como efecto
colateral está acabando con las relaciones neocoloniales de Occidente con los
países en desarrollo.
Tras la
Segunda Guerra Mundial, el neocolonialismo se ha caracterizado por el monopolio
tecnológico de Occidente, que unido a su tradición política hegemónica, obligaba
a los países en desarrollo a tener que someterse a los dictados occidentales en
sus relaciones económicas y políticas si querían modernizar sus industrias
básicas y tener mercados donde exportar sus productos. Durante las pasadas
décadas, estas relaciones permitieron a Occidente dividir el mundo entre un
centro económico desarrollado, donde se concentraba la demanda efectiva
económica, y una periferia compuesta por los países en desarrollo a los que
asignaba el papel de suministradores de materias primas para el consumismo
occidental y exigía a las dirigencias políticas de los países en desarrollo el
sometimiento a su rectoría política. Esta conformación del espacio económico y
político mundial, ha sido el causante de los profundos desequilibrios
socioeconómicos en los países en desarrollo, pues las amplias masas de población
no formaban parte de la funcionalidad económica neocolonial entre el centro y la
periferia y por lo tanto quedaban excluidas de los beneficios económicos,
agrupándose en el denominado sector
informal.
La
emergencia económica e innovadora de China y Rusia está rompiendo el monopolio
tecnológico occidental, y actualmente los países en desarrollo tienen socios
tecnológicos y mercados entre los que elegir. Esta nueva situación, no sólo
tiene para los países en desarrollo la ventaja de una mayor libertad en la
elección de socios económicos, sino que la condición impuesta por Occidente del
modelo de subordinación neocolonial si querían acceder a su tecnología y
mercados, pierde su razón de ser. Ello se está viendo particularmente en
Sudamérica. China se está convirtiendo en los últimos años en el principal socio
comercial de esta región del mundo, y Rusia esta logrando importantes avances;
con ello, los gobiernos de estos países ya no se sienten obligados a someterse a
los dictados de EEUU para poder modernizar sus economías o tener mercados para
sus productos. Este cambio se está produciendo no solamente con los gobiernos de
izquierda, por ejemplo del ALBA, sino que tanto el presidente Santos en Colombia
y Piñera en Chile están muy interesados en su relación con China, y ya no
aceptan la relaciones neocoloniales de antaño.
El
modelo de relaciones internacionales practicado por China y Rusia de separar la
política interna de cada país de las relaciones comerciales, tiene la cualidad
de que se presta a que la confianza entre naciones avance más rápido, pues el
país que establece relaciones comerciales no teme la injerencia en sus asuntos
políticos, mientras que Occidente sigue apegado a su viejo esquema neocolonial
de pretender subordinar políticamente a los países en desarrollo bajo el manto
de su cruzada liberal en el mundo. En Latinoamérica no hay que remontarse muy
atrás para comprobar estas políticas injerencistas en Venezuela, Bolivia,
Ecuador, Honduras o Paraguay.
No
obstante, en esta competencia internacional Occidente tendrá que cambiar sino
quiere ir perdiendo progresivamente aliados políticos y comerciales en los
países en desarrollo. La confianza política entre naciones está pasando a ser un
elemento fundamental en el establecimiento de las relaciones comerciales, y la
injerencia y las amenazas que son la práctica habitual de las naciones
occidentales en sus relaciones internacionales, son antagónicas con la creación
de confianza. La embajadora de Bolivia en Alemania, Elizabeth Salguero, en una
entrevista a Deutsche Welle fue muy elocuente al respecto al afirmar “en
nuestras relaciones económicas internacionales buscamos socios y no patrones”.
Rusia y
China, saben que el respeto que les tiene Occidente como naciones está en
función de su poderío y firmeza, pero que si existiera una coyuntura propicia
Occidente arremetería contra ellos, cuestión que se manifiesta en la expansión
de la OTAN hacia el este, y en el rebalanceo militar estratégico de EEUU hacia
la región de Asia-Pacífico. La política occidental de mano tendida compaginada
con la política de acoso, se muestra claramente en el caso de Rusia. EEUU tiene
el proyecto de instalar un escudo antimisiles en los países fronterizos con
Rusia en Europa, al mismo tiempo EEUU intenta convencer a Rusia de que el mismo
no está dirigido contra Rusia, pero se niega a concederle garantías jurídicas,
por otra parte, el candidato a la presidencia de EEUU, Mitt Romney, ha
calificado a Rusia como el principal enemigo de EEUU, sin embargo, la secretaria
de Estado de EEUU, Hillary Clinton, manifestó en la cumbre de la APEC “que
EEUU podría duplicar o hasta triplicar sus exportaciones a Rusia”, y su
confianza en que el Congreso estadounidense abolirá este mes la enmienda Jackson-Vanik
que desde 1974 restringe el comercio de EEUU con Rusia. En esta política dual de
EEUU hacia Rusia, es evidente que Rusia tendrá que dar una respuesta adecuada al
escudo antimisiles estadounidense, a la vez que amplia sus relaciones
comerciales con EEUU y con la APEC, que según afirmó el vicejefe del gobierno
ruso, Igor Shuvalov, como muy tarde en diez años, los integrantes de la APEC
podrían superar a la Unión Europea como mayor socio comercial de Moscú.
No
obstante, los países en desarrollo, pequeños y medianos, no pueden desarrollarse
y rearmarse militarmente, como lo pueden hacer China o Rusia, sino básicamente
desarrollarse y, por ello, tenderán a comerciar, en paridad de condiciones, con
las potencias que tienen descartadas y avaladas en su práctica de años la
política de no injerencias y respeto a las decisiones soberanas. La reciente
cumbre en Teherán de los países “no alineados” donde reside la mayoría de
la humanidad ha mostrado la importancia y prioridad de la política de paz
y desarrollo basada en los
principios fundacionales de la ONU de respeto entre naciones, que suponen, en la
práctica, la aspiración de acabar de una vez por todas con el neocolonialismo.
Tanto
China como Rusia tienen una oportunidad de participar activamente en esa
aspiración de los países no
alineados de alcanzar una
gobernanza mundial más justa tanto con la reforma de la ONU, como en la
conformación de un orden económico mundial que prime la paz y el desarrollo
mundial sin hegemonías. Es éste un viento que sopla con fuerza en el mundo, solo
hay que navegar a favor del mismo.