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Una visión geopolítica en favor del respeto entre naciones, la integración económica mundial y la armonía con el medioambiente

Autor

Seudónimo: Saint Just

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06/12/2015

NOTICIA. El 05/12/2015, finalizó en Johannesburgo (Sudáfrica) la II cumbre de dos días del Foro de Cooperación África-China (FOCAC).

 

China-África. Construyendo un nuevo mundo

En la II cumbre del Foro de Cooperación África-China (FOCAC) que agrupa a China y 50 países africanos, se llegó a un consenso para establecer una asociación estratégica y de cooperación integral en las relaciones China-África. La cumbre de Johannesburgo, en los 15 años de existencia de la FOCAC, es continuidad de la primera celebrada en 2006 en Beijing, si bien, el objetivo de la II cumbre de avanzar hacia una asociación estratégica y de cooperación integral supone un fuerte impulso respecto de la primera.

Desde 2012, China ha proporcionado a los países africanos préstamos por valor de 20.000 millones de dólares estadounidenses en infraestructura, agricultura, manufactura, e inversión en las pequeñas y medianas empresas. En el 2014 la inversión directa de china en el continente africano ascendió a cerca de 30.000 millones de dólares, en el que se ubican unas 2.500 compañías chinas que dan ocupación a más de 100.000 puestos de trabajo.

Los diez planes acordados en la II Cumbre de la FOCAC, en los que China se ha comprometido a invertir 60.000 millones de dólares, se centrarán en facilitar a los países africanos a superar los cuatro obstáculos más importantes para el desarrollo económico y social: 1. la seguridad pública; 2. las infraestructuras atrasadas; 3. la escasez de talentos, y 4. la financiación inadecuada, todos ellos orientados a acelerar la industrialización y la modernización agraria, para alcanzar un desarrollo estructurado entre el sector primario, secundario y terciario, que permita a los países africanos liberarse del legado colonial de ser exportadores netos de materias primas, para poder convertirse a su vez en exportadores de servicios y productos acabados.

En seguridad ciudadana, China contribuirá con 60 millones de dólares en ayuda gratuita para la Unión Africana (UA), a fin de apoyar la construcción y operación de la Fuerza de Reserva Africana y la Capacidad Africana de Respuesta Inmediata a Crisis.

La construcción de  infraestructuras constituirá uno de los ejes principales de cooperación entre China y África para facilitar la conectividad económica en cada nación y entre naciones. Los países en los que China participa principalmente en la construcción de infraestructuras son los países del África central y austral. En los últimos años, Angola, construyó con base a créditos de China, 2.800 kilómetros de vías de ferrocarril, más de 1.000 kilómetros de carreteras, cerca de 1.000 líneas de transmisión eléctrica, 130.000 viviendas sociales, 78 escuelas y 39 hospitales. En mayo del 2015, China llegó a un acuerdo con las autoridades keniatas para construir un enlace ferroviario entre las ciudades de Mombasa y Nairobi valorado en 3.800 millones de dólares, considerada la primera fase de una línea que, en último término, conectará países como Uganda, Ruanda, Burundi y Sudán del Sur.

En la capitación de personal, China en los últimos años ha implementado unos 900 programas de asistencia en agricultura, sanidad y educación, y ha ofrecido formación a más de 30.000 personas locales en el sector manufacturero. En los planes de futuro de capacitación, construirá varios centros de educación, comprometiéndose a formar a 200.000 técnicos y ofrecerá ayudas en becas para formar en China a 40.000 estudiantes, e invitará cada año a 200 académicos africanos a visitar China

Para acelerar la modernización agrícola, China realizará proyectos de desarrollo agrícola en 100 aldeas africanas para elevar los estándares de la vida rural, y enviará 30 equipos de expertos agrícolas a África.

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La relación de China con África se fraguó en los procesos de descolonización que transformaron políticamente el mapa africano y asiático en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, desarrollando una cultura política común de buscar primero la soberanía política, como base para modernizar las sociedades de los territorios emancipados. Aunque, a día de hoy, desde un punto de vista histórico y de transformación de las sociedades originarias de cultura agraria, ajenas a los cambios de 200 años de revolución industrial, se puede considerar que los países descolonizados están dando sus primeros pasos.

Los problemas políticos en las naciones africanas derivados de una tradición milenaria tribal siguen atenazando la construcción de la cultura política como naciones. Los procesos de descolonización de las naciones africanas fueron principalmente liderados por élites económicas y políticas, con lazos, en muchos casos, tribales o religiosos, los cuales todavía persisten e impiden alcanzar la estabilidad política necesaria para afrontar el desarrollo económico.

Las naciones del norte de África y subsaharianas, siguen, en general, inmersas en enfrentamientos tribales o religiosos, que les sume en un círculo vicioso de inestabilidad política que impide a su vez diseñar proyectos de  desarrollo de futuro como naciones. Estas divisiones sociales, a veces, son instrumentalizadas por potencias foráneas y élites locales para obtener réditos particulares con el comercio de materias primas.

De manera diferente, las naciones del África austral son las que están entrando en una fase histórica de una mayor estabilidad política, consenso social y de formación de la conciencia nacional, favoreciendo un círculo virtuoso que les está impulsando a materializar proyectos económicos básicos como son en primera instancia la creación de infraestructuras.

En el caso de China, milenariamente ha tenido arraigada una cultura nacional. Esta fuerte cultura nacional permitió a China alcanzar su emancipación colonial a finales de la primera mitad del siglo XX con un gran respaldo popular, aunque también por motivos de luchas sociales no alcanzaría su estabilidad política hasta finales de la década de los años setenta, que le ha permitido pasar de ser una sociedad mayoritariamente feudal en la primera mitad del siglo XX a avanzar a pasos agigantados en su modernización como nación en el siglo XXI.

Los fundamentos de la unión entre los países en desarrollo nacen pues, de sus vicisitudes en alcanzar su emancipación de pueblos colonizados. La fuerza de los procesos de descolonización contribuyó en el caso de China en los años sesenta del siglo XX, tras su alejamiento de la URSS, a desarrollar la teoría de los Tres Mundos: El mundo capitalista industrializado que constituiría el Primer Mundo, los países de la URSS, que constituirían el Segundo Mundo, y los países en desarrollo que formarían el Tercer Mundo.

Si los revolucionarios del siglo XIX, creyeron que la clase obrera europea sería la que encabezaría la transformación mundial, y en la primera mitad del siglo XX creyó serlo la URSS, para China tras las descolonizaciones, la unión de las naciones del Tercer Mundo, donde habita la mayoría de la humanidad, sería la fuerza política destinada a transformar el mundo para alcanzar la prosperidad económica de la mayoría de la humanidad, y alcanzar la fraternidad entre las naciones en base a los cinco principios de la coexistencia pacífica.

Desde los años sesenta y durante el periodo de la Guerra Fría, tras las diferencias fronterizas con la India y la URSS, y alejada de América Latina cuyas naciones ya habían alcanzado su soberanía política en el siglo XIX, China proyectaría su relación política especialmente con los países del sudeste asiático y particularmente con los países africanos unidos en la causa de la emancipación colonial.

La colaboración Sur-Sur que surgió al calor de los procesos de descolonización ha continuado y cobrado un mayor impulso en el siglo XXI, pero ahora para avanzar en el desarrollo económico cooperativo y compartido, en el que se sitúan no solamente los países africanos sino también los de América Latina. La colaboración Sur-Sur tiene especial relevancia para China, pues su aspiración mundial sigue siendo contribuir a alcanzar la prosperidad económica de los países en desarrollo y la paz mundial. En esta empresa, en la actualidad los países BRICS juegan un papel fundamental, pero las estrechas relaciones de colaboración política y económica histórica de China con los países africanos, le sitúa en un papel destacado.

La relación Norte–Sur, no ha cambiado sustancialmente. Los países desarrollados, antes imperios coloniales, en la actualidad siguen aferrados al modelo de supremacía política y económica, por la que las naciones en desarrollo deben seguir subordinadas a ser suministradoras de materias primas, y para ello deben estar gobernadas por élites políticas y económicas apátridas que se beneficien de ese modelo mientras la mayoría de la población continúan en la pobreza.

En definitiva, sigue siendo una relación de perdedores y ganadores, porque para los países desarrollados hegemónicos, principalmente EEUU, no es admisible una mayoría de la humanidad plenamente desarrollada, porque entonces su poder económico y financiero sería relativamente pequeño, y quedarían relegados de su papel predominante mundial de siglos.

Los denominados planes de los países ricos para el desarrollo de los pobres, es un discurso ficticio, sustentado en el concepto propagandístico que los gobiernos de los países en desarrollo no tienen capacidad para promover su propio desarrollo y, por ello, de nuevo, tiene que ser Occidente, quien a través de organizaciones afines deben dictar la política a esas naciones, cuando en ningún caso la misma se orienta a la transferencia tecnológica y la construcción de infraestructuras, base fundamental para el desarrollo. Esa es la esencia del discurso con la que se pretende perpetuar la relación neocolonial.

De manera diferente los países comprometidos en fortalecer la colaboración Sur-Sur, se basan en una relación de ganar todos en un destino común compartido. Ni China ni las naciones BRICS, temen al desarrollo pleno de la humanidad, y por ello, la aportación que pueden hacer a las naciones en desarrollo en el campo del conocimiento y de la tecnología para que puedan alcanzar por si mismas su propio desarrollo, constituye la esperanza de un nuevo mundo libre de hegemonías.

En el caso de la relación entre China y las naciones africanas, los avances que se esperan de China en diversas áreas del conocimiento y la tecnología en el próximo lustro, deberán tener su reflejo también en el avance de las naciones africanas principalmente del África Central y Austral. Esa será la mejor manera de conocer en la práctica el éxito de la estrategia de la relación de la prosperidad compartida China-África.

 

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