(Febrero 2012)
NOTICIA. El presidente federal alemán, Christian Wulff, presentó hoy en
Berlín su renuncia, golpeado por un escándalo de tráfico de influencias
Corrupción política y paradigma político Occidental
La caída del jefe de Estado alemán, Christian Wulff, investigado por
haberse beneficiado supuestamente de préstamos sospechosos, viene a
sumarse a toda una sería de políticos importantes de la UE que han sido
acusados de corrupción como el expresidente Berlusconi a la espera de
los juicios, el miembro de la casa real española Urdangarín o el ya
sentenciado expresidente francés Jacques Chirac.
Sería
de ingenuos pensar que todos los casos de corrupción son descubiertos, más bien,
es presumible que la corrupción en las altas esferas políticas son las más
difíciles de detectar por la cantidad de recursos jurídicos y financieros de los
que disponen los altos cargos políticos, por ejemplo, la corrupción en Italia
según un informe difundido el día 17 de este mes por el Tribunal de Cuentas de
ese país alcanza los 60.000 millones de euros anuales aunque, según ese mismo
tribunal, en el 2011 se dictaron sentencias por casos de corrupción sólo por
75,2 millones de euros. Esta situación no es ajena a la percepción ciudadana,
según una encuesta del Eurobarómetro publicada por la Comisión Europea el 15 del
presente mes, el 74% de los europeos cree que la corrupción es un problema
importante en su país y ese mismo porcentaje cree que la corrupción existe
dentro de las instituciones a nivel local, regional y nacional. Los costos
económicos ocasionados por la corrupción en la UE se estiman en 120 millones de
euros de los que Italia representa el 50%.
La
corrupción política en Europa se ha disparado principalmente por el modelo de
economía especulativa que llevo a la crisis inmobiliaria y que propició el
tráfico de influencias a través de sobornos entre empresarios y políticos. No
obstante, la corrupción en la UE está fundamentada en el tipo de políticos de
los que se nutren los principales partidos de los diferentes países de la UE,
principalmente los partidos de la derecha liberal y los partidos de tradición
socialdemócrata.
Las
características afines en estos políticos viene determinada porque carecen de
sólidos fundamentos ideológicos, sus principios se fundamentan en el oportunismo
político, encubierto ante sus electores en papel de pragmatismo para justificar
porque las políticas de unos y otros son sustancialmente iguales. Las bases
ideológicas que rigen la política en la UE y occidente en general no se
encuentra en el corazón de los partidos sino en los poderes fácticos de
Occidente, en este orden: el poder financiero u oligarquía financiera, los
dirigentes de la OTAN y los regidores de los principales medios de comunicación
o latifundios mediáticos.
Cada
uno de estos poderes tiene un fundamento ideológico asignado; la oligarquía
financiera, asegurar su poder en la continuidad del sistema económico
neoliberal, a pesar de que mantener su estatus suponga perpetuar la crisis
económica mundial; la OTAN mantener la supremacía y las ambiciones hegemónicas
de Occidente, a través de promover complots y si es necesario guerras en los
países en desarrollo que no se someten a sus dictados; los grandes medios de
comunicación son los que deben conformar la opinión de las masas de electores,
justificando tanto las actuaciones militares de la OTAN, como las ayudas a las
oligarquías financieras encriptadas en las argumentaciones que conforman el
paradigma del neoliberalismo y la hegemonía occidental.
Los
políticos de los grandes partidos actúan dentro del citado paradigma, la
nacionalización del sector financiero y la disolución de la OTAN, se sitúan al
margen del sistema. Los políticos de uno y otro signo son correas de transmisión
de los poderes fácticos, las diferencias esgrimidas ante los electores en la
práctica se convierten en retórica, como se puede ver en la continuidad de las
políticas económicas y militares como ha sido, por ejemplo, en España donde el
PP en la oposición criticó duramente las políticas de recortes sociales del
gobierno del PSOE pero, tras acceder recientemente al gobierno de la nación, el
PP ha continuado con los recortes sociales que criticó; los políticos que puedan
resistirse al mandato fáctico son relegados como sucedió en los meses pasados en
Italia y Grecia donde fueron puestos al mando de los respectivos gobiernos, sin
mediar elecciones, tecnócratas del agrado del poder financiero.
Dentro
de este paradigma, los políticos que rigen los destinos de la UE, entienden la
política, no como un acto transformador en función de una ideología, pues esa
viene determinada desde fuera, sino como una carrera profesional, en la que
enriquecerse forma parte de la misma como en cualquier profesión, si bien unos
lo hacen modestamente dentro de las leyes, otros aprovechan su impunidad para
traficar en su beneficio con las influencias que su posición les otorga.
Los
casos de corrupción preocupan a los poderes fácticos, pues los mismos son fuente
de descrédito de los políticos, a través de los cuales defienden sus intereses y
ejecutan sus planes, y los grandes medios de comunicación a su servicio se ven
obligados a desarrollar diferentes estrategias mediáticas para frenar el
descrédito popular de los políticos profesionales.
Es
obvio que los poderes fácticos conocen muy bien que por mucho malestar que se
pueda generar en la sociedad, mientras no exista una ideología transformadora
verosímil, que cuestione su poder, y capaz de sintonizar con las masas de
electores, ese malestar es fácilmente sofocado por los medios de comunicación o
por la represión policial de los sectores de la población más radicalizados.
Ello se ha podido comprobar en los dos últimos años, donde las numerosas huelgas
y movilizaciones en Grecia, Francia, Portugal o España, no han hecho variar el
sentido del voto de la mayoría de electores.
Así,
por ejemplo, resulta paradójico que en España donde el acusado descrédito de los
políticos, tanto sean socialdemócratas como de la derecha, reflejado en las
encuestas, no tuviera ninguna repercusión en la participación electoral siendo
ésta superior a otras ediciones y con un triunfo del partido más proatlantista y
neoliberal, el PP.
La UE y
EEUU no representan en el mundo las fuerzas del progreso mundial a favor de la
paz y la prosperidad de los pueblos y naciones, esta tendencia la lideran en el
ámbito internacional los países emergentes que necesitan y desean la paz para su
desarrollo. Será el peso progresivo internacional de estas potencias en el
ámbito económico, político y de la búsqueda de la Paz, las que, tal vez, hagan
recapitular a la mayoría de la ciudadanía occidental si merece la pena seguir
apoyando a la oligarquía financiera y el guerrerismo de EEUU y la OTAN.
A la
crisis económica le queda todavía muchos años de recorrido, y el pensamiento de
las grandes masas de población se mueve muy lentamente, la deriva de ese
pensamiento en Occidente hacia la extrema derecha o las fuerzas del progreso,
está todavía por ver.