JC.com

Crítica política sobre noticias de actualidad en el mundo

Una visión geoestratégica en favor del respeto entre naciones, la integración económica mundial y la armonía con el medioambiente

Autor

Seudónimo: Saint Just

Artículos


16/10/2012

NOTICIA. Con el galardón en economía otorgado por el Banco Real de Suecia terminó el ciclo de premios Nóbel del 2012

 

Occidente y el síndrome de Narciso *

Desde el inicio de la extensión del poderío de las potencias occidentales en ultramar a partir del siglo XVI, Occidente no ha dejado de mirarse en su propio reflejo y auto-admirarse de la civilización que estaba construyendo. La revolución industrial y las revoluciones liberales en los siglos XVIII y XIX supusieron un impulso en la perfección de su imagen, el mundo Occidental pasó a encarnar la civilización avanzada, la historia del mundo se escribía en Europa, mientras el resto del mundo, era un conglomerado de pueblos atrasados.

Estos pueblos fascinados por occidente quisieron seguir su estela, pero Occidente incapaz de considerarlos como iguales los repudió y los condenó a ser pueblos colonialmente sometidos que tenían que contribuir con su esfuerzo y servidumbre a la gloria de las metrópolis europeas que constituían el centro político y económico mundial.

Las naciones colonizadas después de la independencia, comprobaron que, si bien habían podido conseguir la victoria militar derrotando a los poderosos ejércitos coloniales, no podían alcanzar los beneficios de una civilización industrial pues carecían de conocimientos y recursos para ello.

Las élites de las nuevas naciones descolonizadas, de nuevo, fascinadas por el desarrollo industrial occidental quisieron alcanzar esa meta, pero otra vez los países industrializados los repudiaron como iguales y a cambio de su apoyo tecnológico y de ofrecer sus mercados, les impusieron la condición de la subordinación política y que sus economías se estructuraran en función de la demanda efectiva de las metrópolis industriales, ello conformó las nuevas relaciones neocoloniales.

A finales del siglo XX más del 70% del consumo mundial se realizaba en los países industrializados cuando éstos apenas representaban el 20% de la población mundial. La estructura económica de los países en desarrollo se fundamentada en la explotación extensiva de recursos agrarios y de materias primas destinadas a satisfacer la demanda Occidental. Este modelo económico expulsó del campo a cientos de millones de campesinos hacinándolos en suburbios periféricos de las grandes ciudades. Las ciudades millonarias en habitantes en los países en desarrollo comenzaron a ser más numerosas que en Occidente. El neocolonialismo en la segunda mitad del siglo XX, implantó la desigualdad y la exclusión social de amplias capas de la sociedad en los países neocolonizados

De manera diferente, el siglo XXI está comenzando a ver la emergencia de naciones en desarrollo que son capaces de ir avanzando en la construcción de economías con capacidad para la innovación tecnológica propia, la articulación de mercados internos económicamente inclusivos y la solvencia financiera para emprender proyectos de desarrollo autónomo. Esta tendencia liderada por China en Asia Oriental; Brasil en Sudamérica; India en Asia Meridional; Sudáfrica en África meridional, y Rusia en el espacio euroasiático, está rompiendo la hegemonía neocolonial Occidental, y tras la crisis del 2008, están contribuyendo a que otros países puedan ir saliendo de la servidumbre neocolonial a la que les ha sometido Occidente durante el último medio siglo, al poder elegir entre socios comerciales.

Pero, en este nuevo tiempo, los países emergentes no alcanzarán su desarrollo integral pleno mientras no lideren ante la humanidad una nueva cultura universal opuesta a la supremacía y basada en la igualdad de todas las naciones. Mientras tanto, Occidente incapacitado, cual Narciso, para la fraternidad, seguirá haciendo de sus valores la "civilización", donde el resto de naciones tienen acomplejadamente que mirarse, en la consideración de que el mundo precisa de unas pocas naciones rectoras superiores para guiar el destino de la mayoría de la humanidad.

Los premios Nóbel han venido siendo el exponente del Narcisismo Occidental, que le recuerda con sus galardones al resto del mundo, la superioridad política, científica y cultural occidental. A veces, los premios Nóbel singularmente pueden concederse a personas de países en desarrollo para intentar mostrar una supuesta naturaleza universal de los mismos. Los criterios que se siguen para otorgarlos no se basan en los principios de respeto entre naciones recogidos en los principios de la ONU, ni en los valores de buscar la fraternidad, tal y como lo mencionó expresamente Nóbel en su testamento** sino que pretenden reafirmar los valores de la supremacía occidental, incluso con patéticos premios como el de la Paz al presidente de la nación que mas gasta en armas del planeta, o a la UE que acoge a las agresivas potencias de la OTAN.

En los países emergentes, tal vez, por la tradición histórica de haber vivido bajo la fascinación de la preponderancia occidental tienden todavía a darle a estos premios Occidentales un valor universal cuando no los tienen.

En el agitado mundo en transformación del siglo XXI, la construcción de una cultura de valores universales está por desarrollar. El hecho de que Occidente los monopolice, muestra que las potencias emergentes y los países en desarrollo tienen todavía un largo camino por recorrer en la definición de una cultura universal que priorice los valores de la paz, la igualdad entre naciones y la fraternidad entre todo el género humano, en contraposición a los valores occidentales de la supremacía mundial en la que fundamenta su hegemonía militar.

 

 Eco y Narciso

pintura de Placido Costanzi

Eco y Narciso

*En la versión del relato mitológico contado por Ovidio, Narciso es un apuesto y vanidoso joven capaz de seducir por su belleza pero incapaz de amar, y por ello repudia el amor de la ninfa Eco. Narciso al acercarse para beber en un arroyo cristalino queda fascinado por la belleza de su propio reflejo enamorándose de la misma, sin atreverse a beber por miedo a dañar su imagen e incapaz de dejar de mirarla muere contemplando su reflejo, donde crece la flor que lleva su nombre.

 

** Nóbel en su testamento explicita en uno de sus argumentos que el premio de la Paz debe ser otorgado a: quien haya laborado más y mejor en la obra de la fraternidad de los pueblos.

 

.