01/12/2014
NOTICIA.
El Frente Nacional (FN), reeligió el 30/11/2014 a Marine Le Pen
presidenta de la formación política, en el objetivo de aspirar a la
presidencia de Francia en las elecciones de 2017.
Tendencias soberanistas en la UE
Marine Le Pen, que las
encuestas la sitúan como una firme candidata a ganar las elecciones
presidenciales francesas en 2017, en el discurso de clausura del XV
congreso del FN, criticó a la Unión Europea y la clase política, a la
que acusó de haber llevado a Francia al declive. También apoyó a Rusia
en el conflicto con Ucrania, y criticó la decisión de la UE de imponer
sanciones económicas. “Queremos una Europa que vaya del Atlántico a
los Urales, no de Washington a Bruselas”, manifestó en su discurso.
En diferentes países
de la UE, tras seis años de crisis económica están surgiendo tendencias
y formaciones políticas que cuestionan el vigente proyecto político y
económico europeo, aunque de manera diferente según los casos.
En Francia y Gran
Bretaña aumenta la percepción de estar sometidos a la germanización de
la UE, en la que tanto Bruselas como el BCE actúan como un brazo de las
políticas alemanas, y ello está provocando el rechazo a la hegemonía de
las instituciones de la UE, y a las normas migratorias intercomunitarias,
lo que supone una derechización del electorado.
En los países del sur
de Europa la falta de empleo y de futuro profesional de las generaciones
más jóvenes, es percibida como consecuencia de las políticas de
austeridad dictadas por Alemania, y se manifiesta en una deriva del
electorado hacia posiciones de izquierda. En ambos casos, desde visiones
políticas diferentes, el vigente proyecto europeo se percibe como un
modelo tiránico que desatiende las inquietudes y los problemas de la
ciudadanía.
Por el contrario, la
mayoría de la ciudadanía alemana apoya sin restricciones las políticas
de austeridad de la coalición de la CDU y el SPD liderada por Ángela
Merkel, pues entiende que la relajación de la política de austeridad
supondría que Alemania, por ser el país económicamente más poderoso de
la eurozona y el que tiene las cuentas más saneadas, tendría que hacer
frente al déficit presupuestario de los países del Sur. Con estas
diferentes sensibilidades políticas el proyecto europeo está pasando de
ser un proyecto
comunitario a una relación de países dominantes y países dominados,
siendo Alemania y la burocracia de Bruselas los dominantes, y Francia y
los países del Sur de Europa los dominados.
Las formaciones
políticas tradicionales tanto de derecha como la socialdemocracia se
manifiestan inquebrantablemente unidas en torno a las políticas de
austeridad dictadas por Alemania y por el BCE, pues, a pesar de que las
mismas están ocasionando una profunda herida social, entienden que no
existe alternativa y que la relajación de las mismas podría sumir a la
zona Euro en un caos económico que acabaría con el proyecto del euro. El
ejemplo más evidente se está viendo en Francia en la política del PSF y
su presidente François Hollande, quien en su campaña a la presidencia
prometió acabar con la política de austeridad, sin embargo, lejos de
ello, ha aplicado las políticas de austeridad dictadas por Bruselas, lo
que le ha supuesto convertirse en el presidente más impopular de Francia
desde la posguerra. Lo mismo le sucedió al antiguo presidente de
gobierno de España Rodríguez Zapatero, quien tras prometer un gobierno
para mejorar las condiciones sociales terminó aplicando un programa de
austeridad, lo que ha situado a estas formaciones socialistas en una
situación de creciente descrédito ante la ciudadanía.
Las políticas de
austeridad, están rediseñando el mapa político de Europa. Mientras que
las formaciones tradicionales de derecha e izquierda se mantienen sin
grandes cambios en el Centro y Norte de Europa, en Francia y en los
países del Sur de Europa se manifiestan profundos cambios. La
socialdemocracia en Francia y los países del Sur de Europa, corre el
riesgo de pasar a ser una corriente política sin opciones de gobierno,
mientras que la derecha en Francia corre el riesgo de tener que ceder el
testigo de su representatividad al FN.
La
característica más
notable en la renovación de la derecha en los países que se sienten
dominados por Alemania y por la burocracia de Bruselas, es su deriva
soberanista tendente a recuperar competencias nacionales que les
permitan implementar políticas económicas efectivas, mientras que, de
manera diferente, las formaciones de izquierda emergentes en Grecia,
Italia, España y Portugal carecen de ese fervor soberanista, y siguen
apostando por mantener el actual diseño de la UE, cuando la realidad es
que en el marco de un dominio netamente Alemán, no
existen salidas nacionales a
la crisis sino se recuperan para los Estados principalmente las
competencias financieras e incluso la posibilidad de emitir
moneda propia paralela al euro, que les permitiría: devaluar sus
monedas para evitar que la devaluación se haga a costa de bajar los
salarios; aumentar el control bancario para estimular el crédito;
renegociar la deuda soberana lo que permitiría reducir las cargas
fiscales a las clases medias para estimular el consumo y, con ello, se
estaría en una mejor situación para animar el crecimiento económico y
crear empleo.
Persistir
en
el
actual sistema de la UE, cuando no existe un horizonte claro de
recuperación económica, es alargar la agonía de los países que más
sufren las consecuencias sociales de la crisis. La recuperación del
soberanismo en Francia y los países del Sur de Europa y la coordinación
de los mismos para una redefinición del proyecto político económico
europeo, y de su política exterior para no estar sometidos al dictado de EEUU en sus relaciones con Rusia y el grupo BRICS, sería
el camino correcto, pero todavía falta mucho recorrido, en primer
lugar para que estas nuevas formaciones políticas pudieran gobernar y,
en segundo lugar, para alcanzar la coordinación necesaria para
reequilibrar la política europea frente al dominio económico germánico y
la tutela política estadounidense.
La renovada derecha
europea soberanista adolece de sus tradición política xenófoba, la cual,
mientras no cambie, le resta credibilidad para alcanzar alianzas con
fuerzas progresistas; mientras que la izquierda europea históricamente
ha carecido de sentimiento soberanista. Un sentimiento que, por ejemplo,
la izquierda latinoamericana lo vive de manera diferente al hacer del
soberanismo su seña de identidad más genuina conjuntamente con las
políticas de inclusión social, sin que ello suponga menoscabo para
fomentar las políticas de integración regional.
Tal vez,
la izquierda europea está todavía muy aferrada a una tradición en la que
la
noción de la nación se consideraba burguesa, cuando la realidad es que
si bien el capital financiero no tiene patria, los trabajadores si la
tienen y siempre la han tenido, por ello han sido los que más
generosamente la han defendido cuando ha hecho falta, y esa es una
bandera que la nueva izquierda, particularmente en el Sur de Europa,
precisa recuperar sino quiere dejarla en manos de la derecha, cuando de
forma creciente amplias capas sociales piden soluciones nacionales.