17/01/2015
NOTICIA.
El 16/01/2015, la canciller alemana, Ángela Merkel, demandó un alto el
fuego real en el este de Ucrania y la salida de las armas pesadas de
esta región para participar en una cumbre sobre la crisis con los
presidentes de Ucrania, Rusia y Francia.
NOTICIA.
El 19/01/2014, los 28 países miembros de la Unión Europea (UE) se
reunirán en Bruselas, para tratar entre otros asuntos internacionales
sobre el reinicio de sus consultas con Rusia.
Ucrania un conflicto congelado relevante en el devenir de la
conformación geopolítica mundial
Las
transformaciones que durante los últimos años está experimentado la
política mundial tienen que ver principalmente con la emergencia
política y económica soberanista de los Países BRICS, particularmente de
China en el Oriente asiático y de Rusia en el espacio euroasiático, y la
estrecha alianza forjada entre Rusia y China.
El
mantenimiento de la influencia geopolítica de las potencias del G-7,
está pasando a priorizar la desestabilización y la confrontación de
terceros países contra las potencias emergentes o aliados de las mismas.
Uno de los conflictos más significativos que permanece congelado como
expresión del posible avance o retroceso del viejo orden mundial
hegemónico encarnado por las potencias del G-7 y dirigido por EEUU, se
dirime principalmente en Ucrania. La solución negociada a ese conflicto
permitiría un cambio sustancial en la política europea y con ello en la
política mundial.
Un
arreglo pacífico del conflicto ucraniano entre Kiev y las
autoproclamadas repúblicas del Donbass, basado en la apertura de un
proceso constituyente y la promulgación de una constitución federal que
recogiera las competencias económicas, políticas y culturales de esa
región, supondría poner fin a la política de asedio económico y militar
a Rusia, y de facto aceptar la incorporación de Crimea a Rusia. Sin
embargo, ese escenario no entra en los cálculos de EEUU y, por ello,
esta potencia sigue y seguirá atizando de la mano de sus aliados en
Kiev, la guerra en el este de Ucrania, en su pretensión de rendir a
Rusia, una vana pretensión, pues, aunque Rusia está pagando un coste
importante por la política de asedio de Occidente, no es nada comparable
con la que en otros momentos de la historia han soportado por agresiones
externas. La historia ya ha demostrado que el pueblo Ruso puede
protagonizar revoluciones por problemas internos como fue la revolución
de 1917, o la revolución en 1991, pero cuando se trata de agresiones
externas reacciona como un bloque inquebrantablemente unido. La presión
externa solo puede reforzar el sentimiento popular de resistir, y para
los dirigentes rusos esta presión representa un desafío para iniciar una
profunda transformación de su modelo económico para que el mismo sea
menos dependiente de las exportaciones de gas y petróleo y pase a estar
soportado principalmente en la innovación para su proyección en otros
países en materia de infraestructuras y productos tecnológicos, así como
en sus propias potencialidades de producción y consumo interno.
Por su
parte la UE, en la medida que se alarga el conflicto ucraniano sufre las
consecuencias comerciales de su alejamiento de Rusia, y surgen nuevos
problemas en materia de seguridad y de suministro energético. La
reacción de Rusia de modernizar sus estructuras militares ante el avance
de la OTAN hacia sus fronteras vuelve a poner sobre la mesa en Europa no
solamente el despliegue del sistema antimisiles sino también la
posibilidad de volver a una escalada en el rearme nuclear de misiles de
corto y medio alcance, una cuestión que parecía superada tras el final
de la Guerra Fría. Las desavenencias que puedan surgir por el suministro
de gas tras la decisión Rusa de poner fin al proyecto South Stream y de
enviar el gas a Europa a través del nuevo gasoducto Turk Stream
renunciando por completo al tramo que pasa por Ucrania a partir de 2020,
coloca en una difícil situación a los países del Sureste de la UE, lo
que obliga a Bruselas a tener que tomar decisiones al respecto.
La
población de la UE, a diferencia de la rusa, carece de un sentimiento
patriótico común que la una, y una presión bien sea militar o energética
solo puede derivar en una fractura de la propia UE. Y Paradójicamente,
la prolongación del conflicto ucraniano puede convertirse un arma de
doble filo contra la propia UE.
En la
lucha prolongada Rusia, en conjunto, reúne una serie de factores
sociales, políticos y de maniobrabilidad económica que le pueden
permitir salir airosa en unos años de esta confrontación con la UE. El
15/01/2015, Putin, en una intervención en el foro ruso "El Estado y
sociedad civil, cooperación en aras de desarrollo" en unas declaraciones
que se pueden situar en el entendimiento de que Rusia se enfrentaba a
una lucha prolongada, realizó el siguiente llamamiento a toda la
sociedad rusa:
“Rusia
se enfrenta a menudo a serios desafíos y para dar una digna respuesta a
ellos, se debe aumentar la conciencia propia, independencia y soberanía,
y forjar una atmósfera de confianza y cooperación en la sociedad”.
La UE
debiera entender que poner fin a la guerra en Ucrania es un imperativo
que deberá afrontarlo en contra de su aliado estadounidense, pues el
gobierno títere de Kiev carece de iniciativa propia. Con ello la UE
recuperaría un protagonismo propio en política exterior y permitiría
abrir una ventana histórica hacia un nuevo tipo de relaciones
internacionales basadas en la cooperación y el desarrollo compartido.