25/07/5015
NOTICIA.
Las instituciones financieras de la UE contemplan la posibilidad de
introducir un impuesto propio en la Eurozona
Unión
Europea. Entre la unión y la disgregación
El
25/07/2015 la revista alemana Der Spiegel informaba
que el ministro de finanzas alemán, Schäuble, estaría dispuesto a admitir la transferencia de parte
de la recaudación fiscal a un presupuesto de la eurozona con el fin de
que la misma contara con un presupuesto propio que estaría gestionado
por un ministro de Finanzas del euro. Según esta misma revista, un
equipo de expertos alemanes baraja como posibilidad que los países
miembros transfieran parte de sus ingresos recaudados por el impuesto
sobre el valor añadido o el impuesto sobre la renta a este nuevo
presupuesto.
No obstante, una portavoz
del ministro de finanzas Schäuble afirmó a DW que la discusión sobre la
creación de tal capacidad fiscal independiente para la zona euro estaba
comenzando. “Los elementos individuales en discusión tienen que verse
dentro de un contexto general y además requerirían cambios a los
tratados europeos".
En esa
dirección, en un reciente informe sobre el futuro de la unión monetaria
presentado por el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker,
junto a los presidentes de las instituciones más importantes de la UE,
se contemplaba la creación de "un mecanismo de estabilidad financiera
para la eurozona".
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El
transcurso de los últimos acontecimientos en la unión monetaria europea
a raíz de las negociaciones sobre la deuda soberana griega han
convulsionado los fundamentos de la UE. Las negociaciones, aunque
concluyeron en un principio de acuerdo entre las instituciones griegas y
de la UE para implementar un tercer rescate financiero para Grecia, han
mostrado las carencias y debilidades de una Unión Monetaria concebida e
implementada en un momento histórico de auge económico muy diferente al
actual de prolongado estancamiento.
La
crisis financiera y económica del 2008 sumió a los países europeos en la
recesión o débil crecimiento, impactando de manera drástica en la
recaudación fiscal de los Estados, que tuvieron que pasar a endeudarse
para poder hacer frente a sus gastos corrientes.
Con el
paso del tiempo, los gastos de los Estados fueron aumentando pues al
gasto de sus presupuestos corrientes había que añadir las obligaciones
financieras que imponía el servicio
de la deuda, sujeta a intereses variables que en el caso de los
países con menor capacidad de generar ingresos serían notablemente más
altos que las economías más fuertes de la UE. Estas diferencias en los
tipos de interés expresados en la “prima de riesgo” que los
prestamistas aplicaban, llevaría a establecer una diferencia importante
entre los países de la UE, mientras que los países del sur de la UE
soportaban unos intereses altos en sus deudas soberanas, Alemania y los
países del norte de la UE registraban bajos tipos de interés por lo que
el gravamen de su deuda soberana en los gastos del Estado era muy
inferior al de los países del Sur.
Esta
diferencia entre las economías del sur y del centro y norte de la UE
vino determinada por las características de la crisis económica del
2008. A la crisis del 2008 se llegó tras un periodo de especulación
inmobiliaria. El endeudamiento en créditos inmobiliarios tanto de
empresas como individuales superó la capacidad de devolución en base a
los ingresos corrientes, y se produjo un apalancamiento financiero que
llevaría a la quiebra de importantes grupos financieros, empresas y
particulares. Esta particularidad de la crisis tendría un efecto
devastador en los países cuya estructura
económica se basaba en el sector
de la construcción, particularmente en la segunda residencia como
destino de ocio. En el caso europeo, los países del sur de la UE durante
la década anterior a la crisis del 2008 crecieron de manera importante
gracias
a la especulación inmobiliaria. En el caso de España, se llegaría
a batir el record en esa década en la UE de creación de empleo, de
construcción de casas, y de emisiones de billetes de quinientos euros,
superando solo España a toda la UE.
En la
crisis del 2008, con el hundimiento de su estructura
económica el sector
de la construcción se
redujo drásticamente, el desempleo aumentó considerablemente, multitud
de infraestructuras como aeropuertos y carreteras quedaron
infrautilizadas, y cientos de miles de viviendas principalmente de
segunda residencia se quedaron sin vender; las ingentes fortunas que los
especuladores inmobiliarios habían adquirido previamente a la crisis
fueron clandestinamente recluidas en paraísos fiscales a través de
tramas corruptas, formando una gran masa de capital opaca a los Estados
debido a la desregulación financiera internacional y, ahora, constituye
una parte importante del capital
internacional que
especula con las deudas
soberanas.
Los
dirigentes de la UE, imbuidos en el
credo neoliberal de estar
ante una crisis cíclica han venido aplicando medidas para ir salvando la
coyuntura, pero el paso del tiempo está mostrando que la crisis en los
países desarrollados y particularmente en aquellos que su estructura
económica se ha basado en
el desarrollo de sector
inmobiliario es una crisis
estructural de largo
recorrido, y mientras no se entienda como tal las medidas económicas
siempre tenderán a tener un carácter provisional en función de las
necesidades más perentorias del momento.
Este
entendimiento de los dirigentes de la UE de estar ante una crisis
coyuntural es lo que les ha inducido a no tomar medidas estructurales en
el seno de la UE, y después de siete años se advierte que la UE no puede
continuar sin realizar profundas reformas. La crisis de Grecia ha sido
un revulsivo que ya no puede dejar indiferente a nadie que considere
necesario seguir adelante con el proyecto de Unión de Europea bien sea
por convicciones políticas o por puro pragmatismo económico.
No
obstante, el retraso de años en abordar una reestructuración económica y
política de la UE, ha ido conformando objetivamente y subjetivamente una
UE muy diferente a cuando comenzó la crisis del 2008.
Los
países del sur de la UE han sufrido la quiebra de uno de los pilares en
los que se sustentaba su estructura
económica como ha sido la
edificación de la segunda residencia, mientras que los países del centro
y norte de la UE han mantenido incluso perfeccionado su estructura
económica basada en el sector
industrial y de servicios con
alto valor añadido, ello ha creado una situación socioeconómica muy
diferente: mientras que en el centro y norte de la UE el desempleo es
moderado, en los países del sur se mantiene muy alto; mientras que la
deuda soberana con el paso de los años pesa crecientemente en los países
del sur, en los del centro y norte es liviana, y mientras que los países
del centro y norte no sufren las consecuencias de los recortes
económicos sociales, los países del sur para hacer frente en primera
instancia al servicio de
la deuda se ven obligados
a subir impuestos y recortar en gastos sociales.
Esta
diferente realidad objetiva, ha ido conformando subjetivamente
diferentes percepciones económicas y políticas en la ciudadanía de los
diferentes países. En los países del centro y norte de la UE predomina
la opinión que los países de sur de la UE son una carga para sus
economías y que por ello éstos no deben gastar más de lo que ingresan,
la crisis que padecen es consecuencia de su cultura improductiva y por
lo tanto lo que deben hacer es cambiarla, por el contrario, en los
países del sur de la UE, las crecientes cargas del servicio
de la deuda que obligan a
subir impuestos y recortar en gastos sociales son atribuidas al carácter
usurero principalmente de Alemania que está ahogando a las sectores más
vulnerables de la sociedad al imponer a los países del sur el pago del servicio
de la deuda por delante del gasto social.
Estas
percepciones, en su vertiente más radical se expresan también de manera
diferente en unos y otros países, mientras que los países del sur surgen
corrientes de abandono del euro debido a la imposibilidad de devaluar la
moneda para ser más competitivos, en los países del centro y norte
también se muestran estas corrientes de abandono del euro como forma de
no tener que soportar la carga de los países deudores del sur.
Actualmente, estas percepciones subjetivas más extremas se manifiestan
políticamente en una deriva hacia posiciones derechistas o
izquierdistas. En Francia predomina la corriente derechista mientras que
en el resto de países mediterráneos predomina la vertiente izquierdista.
En el centro y norte de la UE la deriva es netamente derechista.
Tanto
los factores objetivos como los subjetivos están empujando a una
disgregación nacionalista de la UE, ello es debido a que el proyecto de
unión desde sus orígenes se ha considerado como un proyecto
pragmáticamente economicista y no político, pero a pesar de que la
percepción de la unión se encuentre deteriorada en gran parte de la
ciudadanía a los dirigentes nacionales no les queda otra opción que dar
un salto cualitativo en la gestión de la UE para la corrección de los
factores disgregadores de la UE.
Básicamente la reorientación de la Unión Europea debiera suponer un cambio
conceptual de
la misma por el que se debiera entender que los problemas de un país de
la UE no son exclusivos del mismo sino de toda la unión. Si, por
ejemplo, se considera la deuda griega desde un punto de vista netamente
griego, el mensaje que se transmite implícitamente a la ciudadanía es el
de unión economicista pero no política y con ello surgen los
sentimientos encontrados de los intereses entre países, pero si se
considera la deuda griega como un problema de toda la UE y como tal se
aborda la misma, el mensaje político es que debe prevalecer la unión por
encima de las diferencias nacionales (Una situación similar se vivió con
la reunificación alemana).
En ese
sentido la propuesta francesa de un gobierno democrático de la UE que
sustituya a la Comisión Europea de burócratas estaría en la línea de
reforzar políticamente la unión, en lugar de seguir aferrándose a la
aplicación estricta de los ya anacrónicos reglamentos. Estas diferencias
fueron las que se enfrentaron el
12/07/2014 en la reunión entre el
presidente francés, la canciller alemana, y el primer ministro griego.
La propuesta del ministro de finanzas alemán, en la reunión del víspera
ante los ministros de finanzas de la eurozona de excluir a Grecia del
Euro, era la persistencia en la rigidez de las normas, mientras que la
propuesta francesa al abogar por un tercer rescate para Grecia se
orientaba a salvar la unión política.
El
acuerdo in extremis con Grecia supuso darse un respiro y un tiempo para
encarar los necesarios cambios políticos y económicos que precisa la UE,
y bajo ese prisma se debiera llevar adelante las negociaciones con
Grecia para concretar la financiación del tercer rescate, el cual, si
prevalece el espíritu político de la unión, deberá estar orientado a la
recuperación económica de Grecia en el medio y largo plazo, lo contrario
desde el punto de vista político de la unión sería actuar como quien
pretende amputarse un dedo.
La
iniciativa desde la UE para establecer un impuesto que dotaría a la
unión de un presupuesto propio gestionado democráticamente a quien debe
principalmente proteger es al más débil, y debe servir para avanzar en
la unión político- económica, pues sin la misma, en una situación de
crisis prolongada, la unión meramente económica sucumbirá ante las
tendencias disgregacionistas.