Hegemonía versus universalidad
Durante los
últimos meses la mayoría de las noticias internacionales van mostrando cada vez
más nítidamente dos impulsos geoestratégicos que responden a dos concepciones
del mundo. Un impulso geoestratégico que busca la paz
y el desarrollo liderado por los
países BRICS, y un mundo que pretende reafirmar su hegemonía mundial con
bloqueos, sanciones económicas, injerencias y agresiones militares, liderado por EEUU e Israel y secundado por la UE y la OTAN.
La importancia
económica que adquieren los países en desarrollo lleva a las potencias
tradicionalmente hegemónicas a incrementar su agresividad contra los países que
lideran el nuevo mundo emergente. Su resistencia a los cambios históricos es
notoria, a través de la intromisión en los asuntos de los países que no siguen
sus dictados, apostando sistemáticamente por la confrontación en lugar del
diálogo para resolver los asuntos internacionales, como es en la actualidad la
guerra civil en Ucrania para asediar a Rusia, o en el Oriente Medio para
mantener la supremacía de Israel.
No obstante, la
resistencia a los cambios y el inmovilismo de los países desarrollados está
propiciando un mayor entendimiento de la corriente de los países que quieren
avanzar en su propio desarrollo económico. La fundación del Banco de Desarrollo
del BRICS nace como una necesidad de los países emergentes de financiar su
propio desarrollo, pero a su vez es una respuesta a la resistencia a introducir
cambios en las instituciones internacionales como el FMI y el Banco Mundial, por
parte de las potencias occidentales. En esa línea Nicholas Lardy, del Instituto
Peterson de Economía Internacional en Washington, señalaría al respecto: “Este
nuevo banco puede hacer una contribución positiva al crecimiento global"; "Pero
también envía un mensaje de que China y otros países no están satisfechos con la
manera en que operan las instituciones económicas internacionales desde hace
mucho tiempo".
Tras las
iniciativas de los países BRICS se está conformando una estela de países en
desarrollo que ven en la colaboración Sur-Sur su principal vía de desarrollo.
Hasta hace unos años la mayoría de los países en desarrollo eran totalmente
dependientes del modelo de desarrollo mundial sustentado en la
demanda económica efectiva de los
países desarrollados. Su escasa capacidad tecnológica les obligaba a ser
suministradores de materias primas de las naciones industrializadas, pero la
progresiva irrupción de China como una potencia tecnológica que basa sus
relaciones comerciales en la colaboración de todos los países en desarrollo en
una relación de ganar-ganar está abriendo nuevos horizontes para romper el
monopolio científico técnico occidental.
La acogida de
esa colaboración, tras la VI cumbre del BRICS, se
está viendo en las visitas de Estado del presidente de Rusia y del presidente de
China a Brasil, Argentina y otros países de Latinoamérica. Una acogida la de
ambos mandatarios, sin precedentes de otros lideres internacionales en la
historia de la región, y que haya tenido una agenda tan fructífera, de
proyección a largo plazo y sin condicionamientos políticos, algo impensable en
la actualidad para un mandatario occidental.
La
transversalidad económica y tecnológica de los países en desarrollo a la que se
ha sumado Rusia les hace progresivamente más autosuficientes. Por otra parte, el
modelo de crecimiento por elevación del consumismo de la población de los países
desarrollados desde el año 2008 ha entrado en una crisis estructural de
apalancamiento financiero que le impide reactivar la
demanda económica efectiva de su
población. Esta demanda se va concentrando en los países en desarrollo, de tal
manera que desde el 2008 los países BRICS han contribuido como más de un 50% al
crecimiento del PIB mundial.
Este cambio en
la concentración de la demanda
económica efectiva mundial obliga
a los países industrializados a buscar los mercados de los países emergentes
para vender sus productos, encontrándose con una fuerte competencia de estos
propios países. Excepcionalmente países como Alemania con una estructura
económica competitiva y exportadora tienen oportunidades y se benefician del
desarrollo de los países emergentes. No obstante, la fuente del crecimiento
económico más importante en estos países como es el acceso a los bienes de
consumo tiene serios inconvenientes para su implementación por carecer de las
infraestructuras necesarias para que este consumo prospere, como son: tendidos
eléctricos, vías de transporte, alcantarillados etc., que precisan de una
inversión que las instituciones financieras internacionales dependientes, hasta
ahora, de los países industrializados no han tenido interés estratégico en
financiar para mantener la condición de periferia
económica de los países en
desarrollo, por ello el Banco de Desarrollo del BRICS, aunque puede ser
complementario del FMI o el Banco Mundial, adquiere una relevancia especial pues
los fundamentos para la financiación no están sujetos a criterios políticos,
como lo están las actuales instituciones financieras internacionales controladas
principalmente por EEUU.
En la
conformación económica mundial, se produce a su vez una conformación ideológica
y política, es esta una ecuación que se ha repetido a lo largo de la historia.
La emergencia del capitalismo en los siglos XVI y XVII estuvo asociada al auge
del protestantismo en Europa, pues era una ideología que le permitía romper con
las formas económicas de producción regidas por la Iglesia Católica y la
nobleza. En el siglo XIX, la ideología liberal permitió el ascenso del
capitalismo al poder político y la formación de la nación moderna, desbancando
del mismo a la Iglesia y la Nobleza. Posteriormente el imperialismo regido por
las metrópolis liberales, llevaría a una confrontación entre potencias con
resultado de dos guerras mundiales.
Actualmente la
ideología de la hegemonía política mundial liderada por EEUU progresivamente se
va reduciendo al ámbito de los países desarrollados. Los grandes latifundios
mediáticos para ocultar este retroceso han creado una barrera informativa
alejada de la realidad sobre lo que acontece en el mundo, a través un paradigma
informativo en la que siguen ofreciendo la visión de que las transformaciones
mundiales siguen lideradas por los países desarrollados.
Pero la realidad
es otra. El viejo guión occidental de que los países en desarrollo carecen de
capacidad para propiciar su propio desarrollo y que deben ser los países
desarrollados quienes les deben tutelar y dirigir a través de ONGs, o de
sancionar si no se avienen a sus políticas, se está agotando. Occidente se
aferra a un discurso hegemónico que solo convence a los ya convencidos: su
propia ciudadanía, o sectores apátridas en los países en desarrollo.
Los países desarrollados ya no
constituyen el eje principal de los cambios mundiales ni el centro desde donde
impulsarlos, sino que son los países en desarrollo liderados por las iniciativas
de los países BRICS quienes los protagonizan.
Los países en
desarrollo entienden que precisan desde su soberanía avanzar hacia modelos de
integración regional y mundial, y esa necesidad, desde distintos
idearios políticos,
confluye en uno solo, opuesto al excepcionalismo occidental, la
universalidad