JC.com

Página de estudios y debate sobre geografía, historia, economía, política..

Artículos de Opinión

Una visión geopolítica en favor del respeto entre naciones, la integración económica mundial y la armonía con el medioambiente

Autor

Javier Colomo Ugarte

Febrero 2016


Incertidumbres de la economía mundial

El año 2016 y los venideros seguirán marcados por la crisis económica global iniciada en el año 2008. En la medida que van pasando los años se va revelando con mayor claridad que la naturaleza de la crisis del 2008, lejos de responder a los postulados de una crisis cíclica, se muestra como una crisis estructural del modelo de crecimiento económico global sustentado en el consumismo de un 20% de la población mundial* que conformó el periodo neoliberal comprendido entre la salida de la crisis económica de 1973 y la crisis y depresión iniciada en el año 2008.

 

Crisis de las economías desarrolladas

La imposibilidad de la reedición de un nuevo ciclo consumista en los países desarrollados tiene que ver con la forma en la que se realizó la acumulación de capital en los años previos a la crisis del 2008 inducida por la desregulación internacional del mercado de capitales, que permitió que la enorme masa de capital financiero acumulado durante el periodo de auge neoliberal se situara fuera del control jurídico de los Estados.

La crisis del 2008 no afectó a los capitales ocultos por la desregulación financiera y permitió que gran parte del dinero, legalmente registrado en los diferentes países, pudiera ser evadido a tiempo para no ser atrapado en los procesos de insolvencia bancarios, acentuando su descapitalización, debiendo ser gran parte de la banca oficial rescatada con el dinero de los contribuyentes, dándose la paradoja de que mientras la banca oficial estaba técnicamente en quiebra, la banca en la sombra, según los datos del Consejo de Estabilidad Financiera (FSB), acaparaba el año 2011 los 67 billones de dólares en todo el mundo, cinco billones más de los que se registraron al comienzo de la crisis en 2007, es decir el equivalente aproximado al PIB mundial. Ese dinero desregulado, constituye en la actualidad una enorme masa de renta inversión que por estar fuera del control jurídico de los Estados no puede traducirse por vía fiscal en renta consumo para incrementar la demanda efectiva.

El capital desregulado, ante la falta de una demanda efectiva que permitiese la inversión en actividades productivas, busca constantemente en la especulación su rentabilidad, en gran parte con la financiación de las deudas soberanas de los países desarrollados, las cuales, se han visto notoriamente incrementadas por la necesidad de las administraciones públicas de mantener sus gastos corrientes en una situación de caída de los ingresos fiscales debido a la escasa actividad consumista y productiva de sus economías.

El financiamiento de las crecientes deudas soberanas genera a su vez intereses que deben ser detraídos de los presupuestos de los Estados para pagar con carácter prioritario a los prestamistas; con ello, el incremento del servicio de la deuda soberana, en una situación de estancamiento económico, actúa como un factor paralizante de la economía, pues los Estados se ven obligados a aplicar recortes en otras partidas presupuestarias como educación y sanidad y a aumentar la imposición fiscal para la obtención de recursos, lo que empobrece a los consumidores, dando lugar a un círculo vicioso en el que los consumidores ven mermada su capacidad adquisitiva, las entidades financieras, al deteriorarse las condiciones de solvencia necesaria de consumidores y productores para devolver los préstamos, restringen el crédito tanto al consumo como a las actividades productivas.

Los países desarrollados se encuentran pues atenazados en su crecimiento económico endógeno, no solamente porque ya es muy difícil reeditar un ciclo económico capaz de hacer crecer el PIB mundial basado en el consumismo de los países desarrollados, sino porque la propia desregulación financiera internacional impide a los Estados aplicar políticas fiscales para propiciar una demanda efectiva agregada que les permita situarse en la senda del crecimiento; con ello, la crisis iniciada en el 2008 ha pasado a constituirse en una crisis estructural del modelo de crecimiento consumista neoliberal.

La falta de perspectivas de un crecimiento económico ha llevado en los últimos años a los Estados más endeudados a adquirir menos deuda anual evitando el déficit de sus cuentas con la aplicación de reducciones en el gasto.  Esta limitación del mercado de la deuda ha llevado al dinero desregulado global a inflar los mercados bursátiles en la falsa convicción de poder rentabilizar un posible crecimiento económico global principalmente de China; sin embargo, la ralentización económica de los países desarrollados, por obedecer a una crisis estructural y no cíclica, está dejando a la enorme masa de dinero desregulado sin espacios de negocio, lo cual, ante la falta de crecimiento económico, se irá traduciendo en fuertes correcciones en el mercado bursátil que irán dejando sin valor un dinero que por no generar riqueza, se ha convertido en un  dinero improductivo.

 

Crisis de las economías emergentes

La crisis estructural de las economías desarrolladas está pasando también factura a los países emergentes. El modelo económico mundial del periodo del auge neoliberal (1973-2008) se sustentaba en una distribución mundial de las funciones económicas por las que la demanda efectiva se concentraba en los países más desarrollados, principalmente en EEUU, los países de la UE y Japón, mientras que los países en desarrollo contribuían por el lado de la oferta como suministradores de materias primas y productores de manufacturas basado en la mano de obra barata concentrada principalmente en China.

La crisis del 2008 estancó la demanda efectiva de los países desarrollados y con ello el suministro de las materias primas y de las manufacturas se redujeron. El estancamiento económico de los países desarrollados pondría al descubierto la débil estructura económica de los países en desarrollo sustentada en actividades agrarias, extractivas y productos manufacturados. La crisis de los países en  desarrollo no fue sino un reflejo de la crisis del centro económico donde radicaba el grueso de la demanda efectiva global de bienes y servicios.

China apostó desde el inicio de la crisis por un cambio de modelo económico para superar la dependencia de su exportaciones de productos manufacturados a los países desarrollados, lo que le llevó, apoyado en sus enormes reservas de divisas, a promover un plan de estímulo y reestructuración productiva orientada a la inversión en infraestructuras y la promoción del consumo interno. La pujanza con la que China sorteó los primeros años de la crisis le permitió convertirse en el principal demandante de materias primas del mundo y, con ello, los países exportadores de las mismas pudieron mantener gran parte de su mercado exportador, y continuaron sin introducir cambios fundamentales en su estructura productiva.

Sin embargo, los cambios introducidos por EEUU para mitigar su dependencia de las importaciones de petróleo con la explotación nacional de sus recursos petroleros de esquisto, desencadenaría a partir del 2014 una guerra de precios del petróleo. Con la explotación de sus recursos EEUU obtuvo una autosuficiencia petrolera que recortó drásticamente la cuota de mercado de los principales productores agrupados en la OPEP. La OPEP, al operar con costes de extracción mucho más baratos que los de la explotación del crudo de esquisto, bajo las exigencias de su principal productor, Arabia Saudita, decidió mantener la producción con el fin de crear una sobreoferta de petróleo para abaratar los precios del crudo e impedir que las explotaciones del petróleo de esquisto prosperasen y, con ello, mantener su cuota de mercado mundial, en el entendimiento de que era mejor vender barato que no vender, ante al auge de las explotaciones de petróleo de esquisto.

Esta política de la OPEP de prolongación de los precios bajos del petróleo está permitiendo contener el desarrollo de las explotaciones de esquisto, pero los principales países productores como Rusia, Arabia Saudita, Venezuela, Brasil, México y otros, acostumbrados a cuadrar las cuentas de sus presupuestos nacionales por encima de los 50$ del barril de crudo, han pasado a experimentar graves dificultades económicas.

Por otra parte, la política de ajuste económico de China para reestructurar su sistema productivo con el objetivo de orientarlo a la innovación en ciencia y tecnología, va a ralentizar su crecimiento durante los próximos años, estando previsto para el año 2016 y los próximos cinco años de su XIII plan quinquenal, que el crecimiento de su PIB se sitúe entre el 6,5% y 7%, lo que conlleva también una disminución en su demanda petrolera.

La coincidencia de los factores que han contribuido a una saturación de la oferta petrolera, con los factores de estancamiento económico de los países desarrollados y la desaceleración de la economía China, han revelado las carencias para cambiar el modelo productivo en los países que sus economías son fuertemente dependientes de la explotación y exportación de materias primas.

En la cuarta cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) concluida en Quito el 28/01/2016, el presidente de Ecuador, Rafael Correa, que ejercía de anfitrión, reconoció que la región enfrenta tiempos difíciles, en los que la caída de los precios del petróleo está dificultando más la creación de empleos y la reducción de la pobreza; a su vez, de manera autocrítica manifestó que en ninguno de los cinco pilares de la Agenda 2020, que fueron propuestos en la cumbre anterior: 1- reducción de la pobreza y la desigualdad; 2- educación, ciencia, tecnología e innovación; 3- medio ambiente y cambio climático; 4- infraestructura y conectividad, y 5- financiamiento para el desarrollo, no se habían concretado en metas medibles ni en una agenda común. Una constatación que evidencia que la voluntad política integracionista en una región que se sustenta en la explotación de materias primas no es suficiente sino se dan pasos prácticos para superar ese modelo productivo, lo cual, precisa de la formación de un banco de desarrollo propio regional y la coordinación de las políticas monetarias nacionales en el horizonte de instituir una moneda común, que les permita superar su dependencia del dólar estadounidense, una hoja de ruta económica que los países latinoamericanos todavía no se han planteado seriamente.

En el caso de Rusia, el estancamiento económico derivado de los bajos precios del petróleo ha venido agravado por las sanciones occidentales. Una coyuntura que ha despertado en las autoridades rusas la necesidad de cambiar su modelo productivo muy dependiente de sus exportaciones de recursos energéticos, encaminado a la sustitución de importaciones de productos tecnológicos y alimenticios por productos nacionales, habiendo obtenido Rusia en los dos últimos años avances novedosos en el sector agrario; aunque en ese objetivo, a pesar de que Rusia tiene los conocimientos científico técnicos para lograrlo, el mayor hándicap, debido a su pasado soviético, es su escasa tradición empresarial de pequeños y medianos empresarios comprometidos con la innovación y orientada al mercado internacional, para situarse en el futuro al nivel por ejemplo de Alemania, EEUU y China en sus proyectos de ser líderes en la nueva revolución industria. 4.0. En ese sentido, Rusia precisa de la promoción de una cultura emprendedora en la sociedad, facilitada legislativa y financieramente desde las instituciones.

 

Incertidumbres de la economía mundial

Las incertidumbres de la economía mundial tienen visos de durar varios años. A la incapacidad de las grandes economías desarrolladas, EEUU, la UE, y Japón para iniciar un nuevo ciclo de crecimiento sostenido en el tiempo, se ha añadido el estancamiento de las economías emergentes exportadoras de materias primas como Rusia y Brasil, y la desaceleración del crecimiento de China, principal economía manufacturera.

Se ha entrado en un interregno en el que el viejo modelo de crecimiento neoliberal basado en el consumismo por elevación de necesidades económicas de las sociedades desarrolladas, principalmente en el acceso a la doble residencia con carácter generalizado, y el acortamiento de los ciclos de consumo de otros bienes como vehículos, electrodomésticos, etc., no puede ser reeditado en la cantidad suficiente para hacer crecer el PIB mundial como en los años previos al inicio de la crisis del 2008.

Los nuevos resortes económicos tendrán que venir de la incorporación al mercado de bienes y servicios de la población de los países en desarrollo, y ello solo será posible desde la readecuación del modelo productivo de los principales países emergentes y la integración económica regional de sus ámbitos geoeconómicos respectivos.

En los países desarrollados su vuelta a la senda del crecimiento debiera venir de poner en orden el sistema financiero mundial desregulado para que los Estados puedan gravar fiscalmente el dinero oculto, y en la apuesta por un modelo económico orientado hacia los países en desarrollo para estimular su crecimiento con transferencia de tecnologías y conocimientos científicos, lo que facilitaría la integración económica mundial y el inicio de un nuevo ciclo histórico en el desarrollo de las fuerzas productivas mundiales.

Aunque lejos de ello, los principales países desarrollados siguen todavía aferrados a la reedición del modelo productivo del periodo 1973-2008 de concentrar el crecimiento económico mundial y continuar manteniendo la distribución funcional de la economía mundial, por la que los países en desarrollo deben seguir siendo meros suministradores de materias primas, y ello conlleva la implementación de políticas económicas destructivas contra los países en desarrollo con mayores potencialidades económicas o recursos petroleros y que actualmente se concentran principalmente contra Rusia y los países más importantes de Sudamérica.

La persistencia, principalmente de EEUU, de seguir aferrado a ese esquema productivo mundial, no solamente es fruto de la inercia económica del pasado, sino que tiene que ver con el mantenimiento del poder económico mundial expresado en seguir acaparando la mayor parte del PIB mundial, lo que le impulsa a contener el crecimiento del PIB de las principales naciones en desarrollo que le podría relegar de su poder económico global en el medio y largo plazo.

Pero, los intentos de reactivar un modelo productivo mundial pasado y que no volverá, solamente contribuye a aumentar las incertidumbres del desarrollo económico mundial y prolongar el estancamiento económico.

El periodo de ajuste de la economía mundial pasa porque los países emergentes tengan éxito en su necesaria reestructuración económica que les permita liderar un nuevo impulso económico mundial, si bien, ello llevará su tiempo, en un camino nuevo que tendrá sus aciertos y errores pero que debiera situar a la economía mundial en un nuevo escenario de desarrollo económico mundial.

El éxito de China en la transformación de su estructura productiva en los próximos cinco años, que le pueden permitir pasar a constituirse en la principal economía mundial por PIB, crecimiento e innovación científico técnica, va a ser determinante para que en la próxima década la economía mundial pueda adentrarse en un nuevo modelo de crecimiento económico globalmente compartido. Mientras tanto, los próximos años seguirán plagados de incertidumbres.

-----

*

 

Fuente: ONU. Elaboración propia.

 

-------------

 

Javier Colomo Ugarte

Doctor en Geografía e Historia

.