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Artículos de Opinión

Una visión geopolítica en favor del respeto entre naciones, la integración económica mundial y la armonía con el medioambiente

Autor

Javier Colomo Ugarte

Mayo 2013


El cambio de los tiempos y el peso de las ideas

 

En la historia contemporánea, los cambios históricos universales han venido precedidos de un ideario renovado de los que ha emanado la acción política transformadora y la cultura innovadora, dando lugar a las fuerzas del progreso del momento histórico en cuestión.

Simultáneamente, las ideas establecidas que representaban el mundo decadente han reaccionado contra el discurso renovador atrincheradas en el poder mediático dominante, pero cuando se han dado las condiciones para el cambio político, el discurso reaccionario no ha podido evitar que el ideario renovado se abriera paso, demostrándose que ninguna idea permanece para siempre, sino que todo ideario está continuamente sometido al escrutinio de los cambios históricos y precisa de una renovación continua.

El concepto “cambio de los tiempos” expresa el momento histórico en el que las condiciones objetivas políticas y económicas globales están cambiando, y comienza a demandarse por las fuerzas intelectualmente avanzadas (fuerzas subjetivas) un nuevo ideario renovador, y quienes no caminan al paso de los tiempos corren el riesgo de quedarse en la cuneta de la historia.

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Este proceso histórico comenzó en el siglo VXIII con la Ilustración y, desde entonces, los idearios renovadores más importantes han tenido que ver con el auge de la soberanía de las naciones frente al colonialismo, la democracia frente a la tiranía, y la justicia social frente a la desmedida concentración de la riqueza.

El pensamiento renovador de la ilustración propició el fin del Antiguo Régimen proclamando al pueblo y la nación como el sujeto de la soberanía que acabó con la soberanía absoluta del Rey sobre territorios y personas; el ideario a favor de la justicia social y la democracia puso fin a la esclavitud e instauró los derechos políticos y sociales de las personas, y el ideario de la emancipación colonial dio lugar a la independencia de las naciones que conforman la ONU.

Las fuerzas políticas que protagonizaron los cambios históricos, en muchos casos, incapaces de renovarse terminaron constituyéndose en fuerzas reaccionarias ante el empuje de nuevos cambios. Los movimientos liberales del siglo XIX que acabaron con los regímenes monárquicos totalitarios, una vez en el poder, se opusieron a las demandas de justicia social, a la vez que se convertían en opresores coloniales y neocoloniales. La Revolución soviética que se inspiró en valores de justicia social universal, terminó encerrada en un área de influencia exclusiva que la estancó económicamente y precipitó su desplome ante la demanda de reforma y apertura de la ciudadanía. EEUU que había protagonizado la primera revolución en la historia de la humanidad inspirada en la soberanía de la nación, pasó a constituirse en un imperio que negaba la soberanía plena al resto de naciones del mundo, sometiendo a gran parte de ellas a un dominio neocolonial basado en su tutela económica, política y militar.

De este periplo de 250 años, la experiencia que tienen las naciones en desarrollo (donde vive la mayoría de la humanidad) es históricamente amarga, primero sufrieron la colonización y después, debido al retraso de dos siglos para alcanzar los avances tecnológicos, se han visto obligadas a permanecer instaladas en un modelo económico neocolonial al servicio de la demanda económica efectiva de las naciones desarrolladas.

No obstante, iniciado el siglo XXI los tiempos están cambiando, y las naciones en desarrollo basadas en el ideario de paz, desarrollo e inclusión social son las que representan la voluntad política de transformación mundial para conseguir que las necesidades básicas de alimentación, vivienda, salud y educación sean extensibles a la mayoría de la humanidad.

Los países desarrollados contrarios a ceder su estatus histórico hegemónico mundial, siguen instalados en el ideario de arrogarse el derecho de tutelar a otras naciones bajo el siempre reconocible discurso de la supremacía política de la civilización occidental sobre los países en desarrollo, que antaño sirvió para justificar el sometimiento colonial, y ahora para intentar perpetuar la tutela neocolonial, combatiendo con distintos medios a los gobiernos que no aceptan la rectoría Occidental.

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El modelo neocolonial de las naciones desarrolladas (20% de la humanidad > 70% PIB) solamente es factible mientras el resto de naciones del mundo son débiles por su escasa significación económica, pero en la actual conformación del mundo multipolar, debido al auge de los países BRICS*, esa debilidad de los países en desarrollo sobre la que Occidente ha venido erigiendo su hegemonía mundial ya no es posible perpetuarla, pues en la medida que los países en desarrollo aumentan su poder económico se hacen políticamente más soberanos, su resistencia a aceptar imposiciones es mayor, y con ello el poder hegemónico de los países desarrollados globalmente disminuye, y el ideario de paz y desarrollo con inclusión social avanza.

Por otra parte, la humanidad ha llegado a un estadio civilizatorio en el que los desequilibrios socioeconómicos y medioambientales globales en un mundo de recursos limitados son de tal naturaleza que se precisa abandonar la ley de la selva del más fuerte como principio rector de las relaciones internacionales y reemplazarlo por el pensamiento de destino común compartido entre países desarrollados y en desarrollo para abordar juntos los desafíos globales.

No obstante, debido a la posición dominante en el control de la economía mundo y la herencia histórica políticamente supremacista de los países desarrollados, el triunfo del ideario de destino común compartido no va a ser fruto de las buenas palabras sino de la derrota de las ideas hegemónicas ante el inexorable avance económico, político y diplomático de los países en desarrollo.

Solamente cuando se produzca un cambio en la relación de fuerzas económicas globales entre los países desarrollados y los países en desarrollo favorable a estos últimos se darán las condiciones para que el pensamiento de paz y desarrollo con inclusión social y destino común compartido pueda ser el dominante a escala planetaria, y el ideario reaccionario de la hegemonía podrá ser enterrado después de haber reinado durante toda la historia de la humanidad.

Ese paso histórico supondría inaugurar una nueva civilización universal con una gobernanza global destinada a alcanzar los objetivos de la humanidad del desarme global y la prosperidad en armonía con el medio ambiente.

 

*NOTA 1

Evolución en el comercio mundial

 

 

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Javier Colomo Ugarte

Doctor en Geografía e Historia

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